Ganar, ganar y ganar. Luis Aragonés motivaba a su manera a los futbolistas. No le fue mal. Una Eurocopa y un equipo trabajado para que Del Bosque le pusiera la guinda con otra Euro y un Mundial. Y Casillas estaba en ese equipo, sabe mucho de ganar y muy poco de perder.
Desactivado, de momento, Ángel María Villar para presidir eternamente la RFEF, el sillón de Las Rozas se convierte en el objeto más deseado. A la altura de la presidencia del Gobierno. Todo tipo de intereses se ponen en marcha para alcanzar el trono en las elecciones de primavera o de otoño de 2020. LaLiga, AFE, el propio Rubiales, personajes en la sombra y hasta el entorno de Pedro Sánchez mueven ficha para imponer su criterio.
No sabemos si Iker Casillas sería un buen presidente del fútbol español. El cargo está envenenado. Desde los tiempos de Pablo Porta y su látigo nocturno José María García, nadie sale bien parado de ese cargo. Han pasado décadas y aún no sabemos qué perfil debe tener un presidente del fútbol en España. Villar fue futbolista, igual que Luis Rubiales o Iker Casillas, si llegara al cargo. Los dos estuvieron en la patronal del fútbol. Pero también ha sonado Mariano Rajoy, con un perfil gestor -ha gestionado España, que no es poco- o Mateu Alemany, eterno candidato a liderar el fútbol.
¿Quién está detrás de la candidatura de Casillas? Todos y ninguno. A los que le venga bien sacar del fútbol a Rubiales, pero también a los que les venga bien intentar manejar a “su” candidato cuando llegue al cargo. Y ninguno si al final no se presenta porque no tiene la seguridad de ganar. Toda una trama que roza lo mafioso y que deja a un lado lo más importante: ¿qué candidato le conviene al fútbol español? Porque la base de este deporte es la que más necesita un presidente que les proteja y no se dedique a pasear el traje por palcos y eventos.
El fútbol base y las territoriales, el femenino, el fútbol sala, el fútbol playa, los patrocinadores… son muchos frentes y muchos votos. Casillas deberá valorar qué puede hacer para mejorar lo que está haciendo Rubiales. Sería un error pensar en que va a ganar por el nombre y por llevar a un puñado de ex futbolistas de renombre como pudieran ser Hierro o Torres.
No se dejen engañar por las polémicas. El bochorno de Lopetegui, las mentiras sobre Robert Moreno, la esperpéntica vuelta de Luis Enrique, el despido de la comisión de ética por querer sancionar a Busquets o sus malas relaciones con Javier Tebas no van a decidir las elecciones.

Al fútbol federativo no le importa demasiado la punta del iceberg. Le preocupa lo que está debajo. El dinero, las subvenciones, el convenio del malogrado fútbol femenino, que García deje de malmeter entre el fútbol sala y la federación… frentes pocos mediáticos que requieren compromiso y pocas deudas que saldar al llegar al cargo. Algo casi imposible.
Luis Rubiales llegó al cargo en mitad de la tormentosa salida de Villar. El Caso Soule está por sentenciar. Si es culpable, habrá inhabilitación o cárcel, pero, ¿y si es inocente? El juicio mediático ya dictó sentencia, pero, por suerte, el juez solo se fiará de las pruebas y no valorará si Villar era un antipático o no hablaba con la prensa.
Desde 1988 hasta 2010 estuvo en el cargo de presidente de la AFE Gerardo González Movilla. En 22 años no tuvo rival. Hasta que llegó Rubiales, ese jugador del Levante que puso en peligro el fútbol español con un amago de huelga en 2008 porque la plantilla llevaba meses sin cobrar. Ganó y tomó las riendas del sindicato de jugadores durante siete años. Su siguiente objetivo era otro directivo a un sillón pegado. Villar y sus casi 30 años de presidente de la RFEF.
El camino de la AFE a la RFEF es directo. Villar fue fundador de AFE y presidió la RFEF y Rubiales fue presidente de AFE y lo es de la RFEF. Casillas fue nombrado por Rubiales miembro de la Junta Directiva de AFE en 2010 junto a David Villa y ahora valora ser presidente de la federación. Porque el ex portero del Real Madrid y de la selección española no se va a presentar para perder. Nada de eso.