Muere Beckenbauer, el Kaiser que apoyó a Marruecos para organizar un Mundial

Como buen alemán, Franz Anton Beckenbauer (Múnich, 1945) se fue en diciembre de 2002 a jugar al golf al Royal Golf de la localidad marroquí de El Jadida. Allí, con el océano Atlántico de fondo, aseguró que “Marruecos está mejor colocada que Suráfrica para albergar este evento y haré todo lo posible para apoyar su candidatura”, en referencia al Mundial de 2010.
El que fuera uno de los mejores defensas centrales del mundo, destacando incluso en la extinta posición de líbero (un tercer central que ayudaba a sus compañeros) fue muy bien acogido por las autoridades del Reino de Marruecos, incluido el gobernador de la región en aquellos años, Mohammed El Fassi.
El sueño de organizar un Mundial empezó para Marruecos en 1994, siguió en 1998, 2006 y 2010. Beckenbauer no tuvo la fuerza necesaria. Sudáfrica se llevó aquel torneo que levantaría España en la gran final ante Países Bajos. Después se le negarían los Mundiales de 2018 y 2026, hasta que ha conseguido el de 2030 junto a España y Portugal.
Marruecos también llora la muerte de uno de sus valedores para demostrar al mundo su potencia futbolística. Beckenbauer falleció en Salzburgo el 8 de enero después de luchar contra una de esas enfermedades que ni por ser largas o cortas no supone un sufrimiento para todos los que padecen junto al enfermo.

Figura icónica en el mundo del fútbol
Franz Beckenbauer, conocido también como el Kaiser, fue una figura icónica en la historia del fútbol. Tanto, que hoy en día sus botas y su chándal bautizados como Kaiser por Adidas siguen entre las prendas más vendidas.
El defensa deja una huella imborrable en el deporte, tanto como jugador como entrenador. Su impacto fue más allá del terreno de juego. Desempeñó roles importantes en la administración del fútbol tanto en su querido Bayern de Múnich como en la Federación alemana.
Como jugador, Beckenbauer brilló en la posición de defensa central y mediocampista. Su elegancia y visión táctica le permitieron destacar y romper los clichés de que los defensas debían ser tipos duros, sin calidad y hasta feos. Su carrera despegó con el Bayern de Múnich, donde ganó numerosos títulos de la Bundesliga y tres Copas de Europa consecutivas en la década de 1970. Su habilidad para leer el juego y su capacidad para liderar desde la retaguardia le valieron el apodo de El Kaiser, traducido como El Emperador en alemán.

Beckenbauer también dejó su huella a nivel internacional. Representó a Alemania en tres Copas del Mundo consecutivas (1970, 1974 y 1978), y fue clave en la consecución del título en 1974. Su papel como jugador y capitán en la selección alemana es recordado como indispensable para lograr aquel título en la República Federal Alemana (RFA) y el Berlín Occidental ante Países Bajos por 1-2.
El estilo de juego de Beckenbauer era único. No solo destacaba por su habilidad técnica y visión estratégica, sino también por su capacidad para marcar goles desde la posición de defensa. Esto lo convirtió en un jugador versátil y completo, algo que no era habitual en los tiempos de patadones, empujones y faltas a la altura de la rodilla. Su enfoque tranquilo y su inteligencia táctica lo diferenciaron y lo convirtieron en un referente no solo para Alemania, sino para el fútbol mundial. Sergio Ramos, uno de los grandes centrales de la historia del Real Madrid y de España ya dijo en 2011 que “es un honor que me comparen con Beckenbauer”.
Después de su exitosa carrera como jugador, Beckenbauer hizo la transición al mundo de los banquillos. Continuó demostrando su astucia táctica y su capacidad para motivar a los jugadores. Dirigió a la selección alemana en la década de los 80 y en 1990 logró la Copa del Mundo en Italia como entrenador germano.

Beckenbauer desempeñó un papel clave en la organización de la Copa Mundial de la FIFA 2006 en Alemania que acabó ganando Italia ante Francia con los anfitriones como terceros tras imponerse a Portugal. La FIFA abrió posteriormente una investigación contra el propio dirigente alemán por pagos irregulares en la concesión de aquel torneo para su país.
En su club marcó 75 goles en 577 partidos antes de jugar cinco temporadas en el Cosmos de la liga norteamericana, el mismo club al que fue Pelé años antes y donde recaló Raúl tiempo después. Una clásico yankee que sigue sin jugar la gran liga de ese país.
El legado de Beckenbauer es único. Un defensa con calidad y conocimiento del deporte que sacaba el balón como centrocampista. Luego vinieron Ramos, Hierro, Sammer, Cannavaro o Puyol para recoger el testigo del hombre que obligó a los defensas a saber jugar al fútbol.