Siete veces Brady

La final de la NFL de 2021 quedará en el recuerdo de todos. De los que les gusta el fútbol americano, de los que les apasiona el deporte, de los que disfrutan con el espectáculo, de la música o, simplemente, de los que necesitan ver algo de la antigua normalidad para recuperar el rumbo. La pandemia está dejando a una sociedad desmotivada, desganada, sin grandes propósitos. Lo que sucedió en el estadio Raymond James de Tampa (Florida) el 7 de febrero de 2021 es la luz al final del túnel.
Al evento acudieron 25.000 espectadores de los 75.000 que puede albergar el multiusos. Casi 10.000 fueron sanitarios que curan a los enfermos de covid. Causó impresión ver las gradas tan llenas. El coronavirus ha hecho estragos en Estados Unidos pero su cultura no iba a permitir celebrar un evento como la Superbowl en la intimidad. Jazmine Sullivan y Eric Church fueron los encargados de que sonara el himno en memoria de los caídos por la covid. En el descanso, The Weekend saltó al césped para montar un show espectacular. Nada que envidiar a la Superbowl de otros años. El ritmo de contagio y el de vacunación pagarán la factura del espectáculo más importante del deporte mundial.

Los Tampa Bay Buccaneers y los Kansas City Chiefs llegaban a la gran final de uno de los deportes que no pasa de moda en EE.UU. Mientras la NBA es el producto estrella para exportar, la MLB se ha quedado para un público más veterano o para los latinos que se reparten por todo el país. Tan solo 20 partidos entre septiembre y febrero. Una competición corta pero muy intensa para los jugadores que sufren secuelas físicas importantes.
Ballers es la serie perfecta para los que quieran conocer el mundo de la NFL por dentro. Una genialidad de HBO protagonizada por Dwayne Johnson que cuenta cómo es el día a día en los despachos del fútbol americano. En uno de esos capítulos se podría contar la llegada de Tom Brady a Tampa. Después de 20 años y seis títulos de la Superbowl en los New England Patriots, el quarterback de San Mateo (California) dejó Boston por Florida. Los Buccaneers son propiedad de la familia Glazer, los dueños del Manchester United en el fútbol inglés. “Vamos a gastar sabiamente”, dijo en 2014 Jason Licht cuando le nombraron mánager general del equipo. Eso era lo de menos. Lo importante era seleccionar buenos jugadores del draft y optar a la final de la Superbowl que no ganaban desde 2002.
La llegada de Tom Brady fue decisiva. Firmó por dos temporadas y 50 millones de dólares. El mejor jugador de todos los tiempos modernos tenía la responsabilidad de llevar al equipo de Tampa a la gloria. Había jugado nueve finales y había ganado seis. Números estratosféricos que estaba por ver si se podrían extrapolar a su nuevo equipo. Porque el fútbol americano también es un deporte de equipo y las estrellas no brillas solas.

El neoyorkino Rob Gronkowski era el compañero perfecto para Brady. Juntos habían levantado tres Superbowl con los Patriots. Se entendían muy bien en el campo. Un jugador de línea ofensiva encargado de recibir los pases ganadores de Brady. Tampa hizo un movimiento de derechos en el Draft con los Patriots y juntó a Brady con Grankowski. Como dijó Licht tras la final “si quieres conocer el camino pregunta a los que antes han pasado por allí”. Brady lo había caminado seis veces.
La segunda Superbowl para los Buccaneers llegó en la edición 101 del torneo. Brady fue el MVP aunque el juego de equipo y la defensa eclipsaron al discípulo Patrick Mahomes. En cada jugada sintió una presión enorme. Filtraba pases, pero no hacían daño a los de Tampa. Brady y Grankowski dieron otro espectáculo. Esta vez fue en lo deportivo porque al margen de todo lo que rodea al circo de la NFL, allí también se juega a un deporte donde están los mejores del mundo.
El final del partido convirtió a Brady en MVP mirando a la cara a Michael Jordan como el mejor de todos los tiempos. A Mahomes en un digno sucesor que se rendía en elogios al maestro. Grankowski alucinaba con el resultado de su vuelta al césped tras un año retirado. Brady y la modelo brasileña Gisele Bündchen se fundieron en un largo beso junto a su familia. Y lo mejor de todo: Brady dice que siete veces no son suficientes.