Vinicius, el chico de oro que firma otra remontada histórica ante el Dortmund

La pizarra de Ancelotti no es la mejor del mundo. Sus dibujos se van deshaciendo conforme avanza la temporada y su hijo no es capaz de encontrar el mejor sistema que ayude a brillar a todas las estrellas que el Real Madrid acumula en la zona de ataque.
En Balaídos el Real Madrid ganó al Celta de Vigo por inercia. Pero quedará para la historia la imagen de un Ancelotti desesperado intentando hacer jugar a un equipo con defensa de tres y dos carrileros. Nada es igual desde que se fue Kroos, pero tampoco con la llegada de Mbappé. El francés no desentona, ni mucho menos, pero tampoco marca las diferencias porque Vinicius ha decidido seguir liderando a este equipo que le dará el próximo 28 de octubre su primer Balón de Oro.
El Dortmund de Nuri Sahin, aquel centrocampista que apenas jugó 10 partidos de blanco, llegaba al Bernabéu como líder de la nueva Champions, aunque con un bagaje pobre en la Bundesliga. Muchas bajas y nombres que no le sonaban a nadie de la última final de Champions que enfrentó a los dos equipos. Gittens y Guirassy fueron los más destacados en ataque junto a Malen que anotó el segundo gol. Nmecha ayudó en el centro del campo y, junto al gol de Gittens, Sahin se iba al descanso con un 0-2 que provocó ciertos pitos en la grada. Tampoco muchos porque el aficionado ya sabe lo que puede pasar en una noche de Champions. Y pasó.

Minutos antes del descanso Bellingham tuvo el gol en un remate al larguero, previo palo de Rodrygo. Era el despertar blanco que llegó en la segunda parte. Otro cabezazo cándido del inglés pudo suponer el 1-2, pero fue Rüdiger el que puso la picardía y la intensidad para rematar de cabeza el primer gol en el minuto 60 y agitar el Bernabéu. La remontada estaba servida y el Dortmund estaba invitado a su propio funeral.

Colaboró Sahin a los 10 minutos de la segunda parte quitando a Gittens, que estaba destrozando a Lucas Vázquez, y metiendo a Anton, un central que se iba a encargar de cerrar los agujeros ante la avalancha blanca. Incauto. El bueno de Sahin perdió el partido del todo cuando, en el 76 metió a Emre Can de lateral derecho. Vinicius olió la sangre por esa banda y no se cortó en encarar una y otra vez a un tipo de 30 años que siempre ha jugado en el centro del campo. En el 62, el brasileño ya había marcado el 2-2 y solo quedaba ver cuántos acabaría marcando un equipo totalmente entregado a marcar goles y a correr en la segunda parte más que su rival y mucho más que en la nefasta primera parte.

Lucas Vázquez enmendó sus errores con el 3-2 en una entrada por su banda con un remate perfecto al lateral interno de la red que otro hubiera reventado a las nubes. El 4-2 fue un espectáculo que al propio Emilio Butragueño le recordó a Pelé, según contó tras el partido. Una carrera de Vinicius de 70 metros de la que Can dimitió a los 10 para fusilar a Kobel desde la frontal y enloquecer al Bernabéu mientras la grada alemana asistía a un nuevo milagro en la Castellana. El 5-2 fue una jugada por la banda de Vinicius que remató con la izquierda al fondo de la portería y un aviso al Barça de que el Clásico del sábado no será fácil por muy bien que jueguen los de Flick.

Tras el huracán llegó la calma. Ahí el Real Madrid descubrió que Rodrygo y Courtois no podrán jugar el partido ante el Barça por unas lesiones musculares. También confirmó que no sabe a qué jugar esta temporada y que Modric no es la manija que sujeta al equipo. Tampoco Tchouaméni ni Camavinga. Güler pide más minutos, Brahim no estará hasta diciembre y Ceballos no tiene los galones suficientes, aunque empieza a ser un recurso habitual para Ancelotti.

Apenas una referencia a Mbappé en esta crónica. El francés vivió una noche de magia, la misma que hace varios años le supuso una pesadilla tras la remontada rumbo a la 14ª. Pero no aportó más, quizá eclipsado por Vinicius, quizá porque juega donde no sabe. Lo mismo que Bellingham, que se ha convertido en una barredora por el centro del campo, a muchos metros de la portería. Todos esos problemas son los que le deberían quitar el sueño a Ancelotti, pero no lo hacen, porque, como dice el italiano “no es la pizarra, es la actitud”.