El filósofo y escritor polaco Zygmunt Bauman ha advertido en reiteradas ocasiones que “todas las medidas emprendidas en nombre del ‘rescate de la economía’ se convierten, como tocadas por una varita mágica, en medidas que sirven para enriquecer a los ricos y empobrecer a los pobres”. La filosofía de Bauman se confirmó a principios del mes de marzo cuando los precios mundiales del petróleo se derrumbaron, después de que se abriera una nueva herida entre dos de los productores de crudo más importantes del mundo –Rusia y Arabia Saudí-- sobre cómo responder a los posibles efectos del brote del coronavirus. Las heridas sin cicatrizar pueden provocar desastrosas consecuencias, tal y como ocurrió hace apenas unas semanas cuando el distanciamiento entre estos dos países llevó a la economía mundial al borde del abismo.
La historia de esta crisis comenzó a gestarse el pasado seis de marzo. Aquel día tuvo lugar una reunión entre la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y otros diez países productores de petróleo (conocidos como OPEP+). En aquel encuentro en el que se analizó el posible impacto que tendría el COVID-19 en esta industria, Arabia Saudí no logró convencer a Rusia de que aplicase una serie de recortes en la producción para contrarrestar la caída de la demanda. Riad no tardó ni unas horas en responder y lo hizo rebajando los precios del petróleo hasta niveles insospechados. La guerra de precios había comenzado, pero este era solo el principio. Arabia Saudí redujo el precio de venta oficial más de seis dólares (paso de 14$ a 8$) en apenas unas horas y además comenzó a amenazar con aumentar su producción, en un esfuerzo por presionar a Rusia.

Esta guerra de precios forma parte de la historia de la pandemia del coronavirus. En una serie de entrevistas realizadas a varios expertos del Consejo del Atlántico en relación con el petróleo y el camino a seguir en esta industria, Randolph Bell, director del centro de energía global del Consejo Atlántico y presidente de Richard Morningstar para la seguridad energética global considera que este conflicto se entiende mejor como un enfrentamiento geopolítico que fortalecerá la posición de Estados Unidos en el mercado del petróleo. “La caída de los precios mundiales del petróleo inducida por el coronavirus sentó las bases para el colapso del acuerdo de la OPEP+”, advirtió. Sin embargo, en su opinión, el impacto del coronavirus ha sido tan solo uno de los muchos acontecimientos que podrían haber provocado esta guerra de precios.
Asimismo, Randolph Bell considera, tal y como ha afirmado en un artículo publicado en la propia web del Consejo del Atlántico, que Rusia no hizo caso al plan de la OPEP para “castigar” así a los productores de esquisto de Estados Unidos, en represalia por las sanciones de este país tanto en el oleoducto Nord Stream 2 como en Rosneft por su trabajo en Venezuela. “Tanto la relación entre Rusia y Arabia Saudí como la libertad de los Estados Unidos para imponer sanciones relacionadas con la energía son un resultado directo del crecimiento de la producción de Estados Unidos”, ha afirmado.

Por su parte, el director del centro de Eurasia del Consejo Atlántico, John Herbst, considera que la decisión de Moscú de no hacer lo acordado por la OPEP reside en causas puramente económicas. “La economía de Rusia ha estado estancada desde 2013 -bastante antes de las sanciones y cuando el barril de petróleo aún superaba los 100 dólares- y apenas ha crecido desde entonces. Después de que el producto interno bruto (PIB) cayó en 2015, el crecimiento ha sido anémico: 0,329% en 2016 y sólo 2,26% en 2018”, ha explicado. Sea como sea, John Herbst cree que “el ingenio americano en el desarrollo de la producción de esquisto lo ha puesto en una posición envidiable pase lo que pase en el mercado del petróleo”.
Aun así, Herbst cree, haciendo referencia al refranero español, que dos no pelean si uno no quiere. “En su calidad de productor de turno de la OPEP, Arabia Saudí tiene un largo historial de promulgar recortes de la producción cuando la demanda mundial de petróleo es débil para apuntalar los precios, siempre y cuando sus socios también estén dispuestos a limitar la producción”. La decisión de Riad, según Herbst, fue “predecible”, mientras que la de Moscú será un “fracaso”.
El subdirector del Centro de Energía Global del Consejo Atlántico, Reed Blakemore, cree que este hecho tendrá “un efecto dominó geopolítico” muy importante. “Hay dos tendencias que vale la pena observar aquí. La primera es hacia donde se dirige la relación Rusia/Saudí tras el colapso de esta alianza petrolera y la segunda de lo qué significa una guerra de precios para el gigante estadounidense”. Sea como sea Blakemore considera que el gran ganador de esta guerra será China. “La posibilidad de que Estados Unidos esté más distraído por la crisis del coronavirus en las áreas de comercio y política exterior podría ser una buena noticia geopolítica”.

“La alianza entre Rusia y la OPEP parece haberse desmoronado de manera espectacular, como probablemente siempre estuvo destinada a hacerlo”, ha advertido Ellen Wald, miembro no residente del centro de energía global del Consejo Atlántico. A diferencia que su compañero Blakemore, Ellen Wald considera que Rusia será quien se haga con la victoria de este conflicto. “El ministro de Energía ruso Alexander Novak y el presidente ruso Vladimir Putin tienen experiencia, son duros y no tienen motivos para capitular, mientras que Arabia Saudií y la OPEP parecen querer realmente recortar la producción”, ha advertido.
Las arcas del Gobierno de Arabia Saudí –un país que depende en gran parte de la industria petrolífera—podrían verse afectadas por los bajos precios del petróleo si la crisis del coronavirus se alarga mucho en el tiempo. Aun así, lo que más preocupa a la investigadora Ellen Wald es que “más del 20 por ciento de la población saudí está invertido en Aramco y el precio de las acciones de Aramco está cayendo como resultado de esta noticia”, algo que podría influir en el desarrollo del país.

El analista Anders Aslund, miembro senior del Consejo Atlántico ha explicado que “la actual disminución de los precios mundiales del petróleo será más profunda que en 2016 y más parecida a la situación de 2008”. La crisis económica provocada por la pandemia del coronavirus podría llevar al mundo a demandar menos petróleo durante una temporada de tiempo. “Es probable que el impacto en la economía rusa sea grave y duradero. En 2008, cuando el precio del petróleo bajó a 32 dólares por barril, el mercado bursátil ruso cayó en un 80 por ciento en términos de dólares en el transcurso de medio año. El mercado bursátil ruso nunca se recuperó de ese golpe. La pregunta sigue siendo cuánto sufrimiento está dispuesto a soportar el pueblo de Rusia. El Kremlin ha exagerado seriamente su influencia tanto en el Oriente Medio como en el mercado del petróleo”, ha concluido.
Sin embargo, hay un acuerdo que podría cambiarlo todo y cuyas consecuencias podrían ser desastrosas. Durante los últimos días han comenzado a aparecer rumores sobre un posible acuerdo entre Washington y Riad. Esta alianza provocaría que ambos países –el mayor productor y el mayor exportador—se hicieran con más del cuarenta por ciento del mercado, una alianza que les permitiría tener una gran influencia a la hora de poner los precios. El mandatario estadounidense ha asegurado hace una semana que estaba dispuesto a intervenir para reducir las tensiones entre Moscú y Riad. “Estamos al tanto de las adversidades a las que se ha visto sometido el inmenso sector petrolero de Estados Unidos debido a estos precios”, indicó por su parte el portavoz del Kremlin Peskov.

Dmitri Peskov ha decidido declinar el ofrecimiento de Donald Trump y ha insistido en que sus relaciones con Arabia Saudí son buenas. “No creemos que nadie deba entrometerse en estas relaciones”, aseguró. China ha aprovechado esta guerra de precios y este vacío institucional para empezar a estar poco a poco más presente en la industria petrolera iraquí. En este contexto hay que tener en cuenta que gran parte de la región del Golfo ha dejado de ser económicamente territorio estadounidense y europeo. “En el 2017, China figuraba ya como uno de los principales países destinatarios de las exportaciones –básicamente, crudo– de Omán (44%), Irán (28%), Iraq (20%), Kuwait (17%), Arabia Saudí (12%), Qatar (11%), Bahréin (7%) y Emiratos Árabes (5%)”, advierte Antoni Segura i Mas, presidente de CIDOB.
Mientras China adquiere mayor protagonismo en la región, la guerra de precios entre Riad y Moscú pone en evidencia los desacuerdos de colaboración entre Vladimir Putin y el príncipe heredero saudí. A medida que el precio del petróleo cae en medio de una crisis económica mundial, Estados Unidos tiene mayor libertad geopolítica para actuar. ¿Asistiremos durante los próximos meses a una inexorable pérdida de relevancia de la OPEP? Sea como sea, Washington, Riad, Moscú y Pekín tienen el reto de reducir al máximo el impacto económico de las consecuencias del coronavirus y para ello tienen que tener en cuenta algo muy importante: el deseado oro negro.