El Líbano continúa sumido en una profunda crisis económica que pronostica el desastre industrial y agrícola de la nación

Aumenta la crisis del combustible en el Líbano

photo_camera AFP/ JOSEPH EID - Vehículos haciendo cola para obtener combustible en una gasolinera de Beirut, capital de Líbano, el 11 de junio de 2021, en medio de una grave escasez de combustible

La crisis económica, política y social permanece cerniéndose sobre el Líbano. El país, azotado por el hundimiento de la economía, el agotamiento del sistema político, las consecuencias de la guerra de la vecina Siria y de la crisis del coronavirus, trata de mantenerse a flote en un contexto poco esperanzador.

El pasado abril, el aumento del precio de la gasolina en 100 dólares produjo el gran descontento social. Los habitantes decidieron salir a las calles para protestar contra un sistema que sigue siendo insostenible. Como consecuencia del plan de reducciones lanzado por el Gobierno, los productos básicos han visto aumentar sus precios y las graves crisis eléctricas han mantenido al país sumido en la oscuridad durante largos periodos de tiempo. 

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En los últimos días, las largas colas de los habitantes esperando fuera de las estaciones de servicio han continuado protagonizando la escena del Líbano, que sigue presenciando la escasez de medicamentos y otros productos básicos. En esta línea, plataformas de diferentes redes sociales han difundido que el precio del petróleo “podría estar llegando a LBP140.000 ($ 93) según el tipo de cambio del dólar en el mercado negro y el precio de los barriles de petróleo en este momento".

El jefe del sindicato de trabajadores y usuarios de las empresas de combustibles, Wali Dib, advirtió que “el sector del petróleo y el gas se acerca al colapso la próxima semana cuando se espera que se agoten las reservas de las empresas”. Del mismo modo, Wali Dib criticó a la gestión política tras afirmar que “los responsables de la crisis no toman decisiones para poner fin a esta situación”. 

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La escasez del crudo esta última semana ha provocado el cierre de diversas estaciones de servicio y ha atemorizado a la población ante una más que posible vuelta al racionamiento y a la insuficiencia de los recursos. Así, el sindicato de propietarios de gasolineros ha instado al Gobierno y al Banco del Líbano (BDL) a, "anunciar claramente sus políticas en este sector y ser francos con nosotros y la gente sobre lo que realmente quieren hacer".

Las empresas importadoras de petróleo ya han pedido cancelar los subsidios de gasolina en medio de las transferencias de racionamiento del BDL que han reducido el número mensual de barcos generadores de electricidad de cuatro a uno. 
El diputado libanés Michael Daher, quien ya auguró la crisis del modelo económico del 2012, ha expresado su temor hacía que la crisis del combustible lleve al hundimiento del sector agrícola e industrial ya que la falta de combustible impide que los agricultores puedan realizar sus actividades laborales. 

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A esto cabe sumarle las medidas tomadas por las entidades financieras que anunciaron hace más de un año un corralito de facto que ha impedido a la gente sacar dinero de los cajeros tras el cierre de múltiples oficinas. Si le añadimos las consecuencias de la escasez de alimentos frente a la alta demanda y la escasez monetaria, la clase media del país ha desaparecido. De acuerdo con el Banco Mundial, la mitad de la población vivía bajo el umbral de la pobreza, antes de las explosiones de Beirut.

El pasado marzo, el Líbano se declaró en bancarrota y declaró, de manera oficial, el primer impago de deuda de la historia del país. 

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Junto a la crisis petrolera, la crisis política sigue siendo una de las principales cuestiones sin resolver en el país. Las conversaciones sobre la formación de un futuro Gobierno prosiguen bloqueadas y ha sido el propio presidente en funciones, Michel Aoun, quien ha manifestado en repetidas ocasiones que si el actual primer ministro en funciones, Saad Hariri, no consigue formar Gobierno, debería presentar su dimisión.

El sistema político de el Líbano, caracterizado por estar compuesto por un sistema de cuotas, regidas por 18 comunidades religiosas que comparten el poder desde hace décadas, han evidenciado señales de agotamiento que evidencian la insostenibilidad para seguir manteniendo en el poder a las élites políticas que han estado implicadas en varios casos de corrupción y que perpetúan el sectarismo. El columnista Sarkis Naoum afirmó para Reuters que, a pesar del cambio político vivido tras las manifestaciones del año 2019, los políticos "gobiernan el país con mentalidad de milicia, de corrupción, de tiranía y de sectarismo”. Esta situación sigue trayendo ecos de cambios, pero el fundador de la web “Beirut report” informó a la cadena Al-Jazeera que “es fácil hablar de revolución, pero nuestros problemas son estructurales y profundos, con lealtades políticas forjadas durante décadas y con gente dispuesta a dar su vida por sus líderes”. 

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Por otro lado, como consecuencia de la guerra siria, más de 1,5 millones de sirios se han refugiado en el Líbano, cifra que ha situado al país en el Estado con mayor número de refugiados per cápita del mundo. La afluencia de refugiados ha desbordado los sistemas sanitarios y hospitalarios, así como lo servicios eléctricos y de saneamiento de las aguas. Los resultados evidencian que los esfuerzos de las ONG no han sido suficientes y que la precaria ayuda internacional por parte de las instituciones ha sido escasa. 

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El Líbano prosigue viviendo en medio de una crisis multilateral que está afectando a la población civil en todas sus vertientes. La insuficiente ayuda internacional y la dificultad interna de la gestión del país persiste agravando una situación trágica que requiere de soluciones. Si el retroceso se mantiene de manera incesante, la población libanesa continuara viviendo las consecuencias económicas de una crisis que ya ha aumentado los casos de pobreza en más de la mitad de la población y que, sumado a la crisis sanitaria, dificulta la salida de la recesión de un país a punto de proclamarse como Estado fallido. 

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