Europa gana con la salida de Reino Unido de la UE y los británicos pierden con su marcha

Brexit: ¿por qué ocurrió?

AFP/KENZO TRIBOUILLARD - Reino Unido se ha convertido en el primer país en salir de la Unión Europea (UE)

Los años parecen que están en competición por el título de ser el ganador del premio al más memorable. En lo que llevamos de mes, enero parece dispuesto a demostrar que 2021 puede ser peor que 2020: hemos visto un asalto al Congreso del país más poderoso del mundo y nuevas cepas de la COVID-19. Entre estos dos grandes acontecimientos, hay uno que, si bien no ha pasado desapercibido, no ha sido analizado con el detalle que se merece: la salida definitiva de Reino Unido de la Unión Europea.

Ahora que el Brexit ha terminado (tras cuatro años de negociaciones difíciles que se asemejaron a una montaña rusa), Reino Unido se ha convertido en el primer país en salir de la Unión Europea (UE). Los europeos podremos finalmente respirar aliviados, porque si hay algún ganador en este proceso es-lo creamos o no- la Unión Europea, que ha aprovechado la negociación para mejorar su unidad, algo que se vio en la postura del bloque ante temas como Irlanda, Gibraltar o cómo debía ser la futura relación. Los británicos son los claros perdedores, pues durante todo el proceso el país se ha desintegrado por dentro debido a unas elecciones anticipadas 2017 y al rudo descubrimiento por parte del Gobierno y de los votantes del ‘Leave’ de los beneficios sociales y económicos de la Unión. 

En esta foto de archivo tomada el 30 de diciembre de 2020, el primer ministro británico, Boris Johnson, hace un doble gesto de aprobación tras firmar el Acuerdo de Comercio y Cooperación entre el Reino Unido y la UE, el acuerdo comercial del Brexit

Con el fin del Brexit, conviene que se analice por qué ocurrió. Esto es importante para la UE, pues las futuras generaciones querrán saber cómo fue posible que un país tan relevante decidiera, después de 43 años, abandonar un club al que muchos países del continente aspiran a entrar. 

Para ello, no debemos de llegar a la conclusión de que fue un evento auspiciado por David Cameron y Nigel Farage para satisfacer el chauvinismo antieuropeo de los conservadores y los nostálgicos del Imperio Británico. El Brexit es la conclusión de la turbulenta relación que Reino Unido mantuvo con la Comunidad Económica Europea (el embrión de la UE) desde que intentó unirse a ella en los 60, la entrada en 1973, el referéndum de 1975 y la creación de un discurso donde los defectos de Europa en materia agrícola, industrial y migratoria hacia Reino Unido crearon un clima de desconfianza que dio lugar al euroescepticismo y al referéndum del 2016.

El líder del Partido de la Independencia del Reino Unido (UKIP), Nigel Farage, pronuncia un discurso en Londres el 4 de julio de 2016

La desconfianza empezó antes de 1973, año de la entrada de Reino Unido en lo que entonces era la Comunidad Económica Europea. En 1963 y 1967 intentó entrar en el club, pero fue vetada por Charles de Gaulle, célebre por su suspicacia hacia el mundo anglosajón. Tal rechazo inició la desconfianza de Londres hacia Europa, generando una relación basada en el deseo de pertenecer al club (motivado por el fin del imperio y la necesidad de contrarrestar el crecimiento económico de Francia y Alemania), pero basada en el rechazo a cualquier intento de homogenización económica, política y social por parte de Europa. Este principio se demostró cuando en 1975 (apenas dos años después de entrar en la CEE) hubo un referéndum para votar sobre la permanencia en el bloque: ganó la permanencia con un 67,2%. A pesar del triunfo de la permanencia, las bases de la relación se mantuvieron y no para mejor. 

Después de 1975, la cobertura mediática del impacto de las políticas de la CEE en Reino Unido fue enfocadas como nocivas para los intereses británicos, a la vez que el país vivía una profunda desindustrialización. Este proceso (que el país sufrió en los 70 y 80) se debió no sólo a la entrada en la CEE, sino también a la baja productividad y falta de modernización (factores puramente domésticos), pero fueron encubiertos como resultados de la pertenencia de Londres a la CEE: El declive de la industria automovilística debido a la importación de Volkswagen y Fiat, más baratos (y mejores) y la desaparición de la industria del calzado por la competencia italiana. 

Lo mismo se puede decir para la política agrícola y la pesca (principal escollo en las negociaciones del Brexit), sobre todo, en lo referente a las montañas de excedentes agrícolas y los derechos de pesca en aguas británicas. Londres nunca entendió por qué no podía usar para sí misma sus excedentes agrícolas (las famosas montañas de carne, mantequilla y lagos de vino) y determinar quién podía pescar y la cuota de los buques comunitarios y extracomunitarios. Es importante destacar que en los 70 y 80 la CEE exportaba sus excedentes agrícolas detrás del Telón de Acero y que los buques de esos países tenían derecho a recibir parte de la pesca de aguas de la CEE, además de la obligación británica de permitir a los países comunitarios el derecho a faenar en sus aguas.

Perfiles de los personajes clave de la saga del Brexit: David Cameron, Theresa May, Boris Johnson, Michel Barnier, Dominic Cummings y Nigel Farage

Estos temores económicos empeoraron cuando en los 90 Bruselas decidió avanzar más allá de la integración comercial, extendiéndose al ámbito económico y político, convirtiéndose en la Unión Europea. La pesadilla de unos Estados Unidos de Europa pareció confirmarse con la firma del Tratado de Maastricht en 1992, que sentó las bases para la unión monetaria y una política exterior común. Esto no hizo sino aumentar las dudas de Londres hacia la viabilidad de permanecer en el bloque, a pesar de que Margaret Thatcher consiguió que Londres tuviera un estatus especial respecto a su contribución a las arcas comunitarias y que Londres no se adhirió al acuerdo Schengen. Esto fue reforzado en el terreno sensacionalista, donde la prensa amarilla (un capítulo aparte en lo que hace peculiar a Reino Unido) hablaba sobre las imposiciones de la “malvada” Bruselas hacia platos y costumbres muy queridas por los británicos1. La prensa seria hacía lo mismo. En estos años un periodista llamado Boris Johnson escribía sobre estos temas en el Daily Telegraph: ese periodista es el actual primer ministro de Reino Unido. 

La expansión hacia el este en los años 2000 fue el colofón para el euroescepticismo británico. La llegada de inmigrantes de estos países en grandes cantidades, atraídos por las ofertas de empleo y mejor nivel de vida de Londres, más que un beneficio para el país fue visto como una invasión auspiciada por Bruselas. Se pasó de puntillas el hecho de que estos países estaban más alineados con Londres en la defensa de sus intereses nacionales que en la adhesión a instituciones europeas (como estamos viendo con Hungría y Polonia) para dar pie al sensacionalismo antes descrito, ignorando el hecho de que no sólo venía a Reino Unido mano de obra barata, sino también académicos y estudiantes que benefician a las universidades británicas, las grandes perdedoras del Brexit.

El escenario estaba ya preparado cuando el 22 de febrero de 2016, David Cameron (el primer ministro por aquel entonces) anunció el referéndum para 23 de junio de ese año. La campaña euroescéptica lo tuvo fácil, pues explotó los males antes descritos. Esto, unido al error laborista de no promocionar la permanencia (lo cual podría haber cambiado el resultado en bastiones de ese partido como Gales2 y el noreste de Inglaterra) explican el resultado final. 

Una imagen tomada el 28 de abril de 2017 en el Palacio Real de Ámsterdam, muestra el Tratado de Maastricht

Con lo que acabamos es con una crónica de cómo la promoción de los beneficios o daños de la pertenencia a la UE acaban por influir en la percepción popular hacia Bruselas. La salida de Reino Unido de la UE se debió a la mala cobertura dada por Londres sobre su relación con Europa, que sirvió para enmascarar el declive industrial de los 70 y 80 y los temores de unos Estados Unidos de Europa en los 90 y los 2000.

Lo que ocurrirá después está por ver, pero la UE podría tomar nota de la construcción de una imagen negativa de su trabajo por los británicos y considerar cómo son interpretadas sus políticas en países como Grecia, Polonia y Hungría, que se han convertido en los puntos calientes de la última década para Bruselas. 

Referencias:

1 - Véase “The 10 best Euro myths-from custard creams to condoms.”. The Guardian, 23 de junio de 2016. Disponible en: The 10 best Euro myths – from custard creams to condoms | Politics | The Guardian

2 - El Primer Ministro galés (Líder de la región de Gales) de entonces, Carwyn Jones (Laborista) simpatizaba con la permanencia. El líder de los laboristas británicos -Jeremy Corbyn-euroescéptico, adoptó una postura tibia durante la campaña del referéndum respecto a la permanencia en la UE. 

Envíanos tus noticias
Si conoces o tienes alguna pista en relación con una noticia, no dudes en hacérnosla llegar a través de cualquiera de las siguientes vías. Si así lo desea, tu identidad permanecerá en el anonimato