La falta de estrategia pone en peligro el futuro energético de Argelia

Argelia es el país de África con mayores reservas de gas, petróleo y esquisto bituminoso, sin embargo, la falta de políticas que favorezcan la exportación se encamina a la industria hacia un punto muerto. Este problema es agravado aún más por la débil industria del hidrógeno verde del país.
El monopolio estatal sobre el sector energético de Argelia ha generado un estancamiento que ha derivado en un dilema para la Administración, debido a que mantienen las renuncias a colaborar con compradores externos, y una falta clara de estrategia. Un problema que acumula ya siete décadas.

Esta paralización no es un problema nuevo para la economía argelina, puesto que, antes de que llegara Abdelmadjid Tebboune al poder, las políticas llevadas a cabo por Chakib Khelil, exministro de Energía y Minas, debilitaron a las principales instituciones energéticas del país.
Como consecuencia, la principal compañía energética del país, Sonatrach, se ha convertido en una empresa ineficiente. Un hecho difícil de explicar, ya que el gas argelino es uno de los más baratos del mercado.
Con respecto a la estrategia que sigue Argelia en el ámbito energético, el país norteafricano ha retrocedido a los principios básicos que basaron las reglamentaciones de la industria en la década de los 80. Estos principios son dos: la preservación de las reservas de gas y petróleo para el uso de los argelinos, ahora y en el futuro; y mantener un estricto control de las exportaciones de gas a grandes compañías extranjeras.

Esta combinación, unida a las necesidades de cambio de rumbo de la obtención energética debidas al cambio climático, que no existían en los años 80 cuando se utilizaban dichos principios, ha degenerado en que grandes compañías norteamericanas interesadas en el gas y petróleo argelino hayan visto rechazadas sus intenciones de comprar hidrocarburos.
Estos problemas plantean serios problemas para el Gobierno ante sus ciudadanos, ya que los ingresos derivados del sector han sustentado durante años las políticas de Tebboune que, en el más probable de los casos, derive en una recesión económica. Uno de los primeros efectos ha sido la marcha de cientos jóvenes talentos a otros países.

A todo esto, se une el contexto geopolítico global, en el cual Argelia también se encuentra en una encrucijada debido a que países exportadores con los que rivaliza, están tratando de modernizar sus políticas y ajustarlas a las nuevas condiciones que establece el mercado global.
No obstante, estos inconvenientes también sugieren que los recursos económicos derivados de la venta de petróleo y gas no han sido reinvertidos de forma eficiente, puesto que todos los países del mundo con grandes exportaciones de hidrocarburos poseen también una fuerte estructura en el sector de la fabricación de plásticos; y Argelia no.
A su vez, el Ejecutivo, en vez de desarrollar nuevas políticas y estrategias, ha optado por mantener el control estatal sobre los recursos naturales. Del mismo modo, Argelia ha mantenido la negativa a establecer un fondo soberano sobre los recursos que garantice el futuro a las próximas generaciones. Una decisión que, al igual que el desarrollo del sector manufacturero de productos derivados del petróleo, Argelia no ha decidido implantar.

La recesión económica está a la vuelta de la esquina. Para evitarla, el país debe dejar de quemar gas argelino, ya que le cuesta al país entre 2.000 y 3.000 millones de dólares al año. Si Argelia no logra alcanzar cifras de producción y exportaciones de gas y petróleo, enfrentará grandes dificultades económicas durante la próxima década. Pero incluso si lo lograse, la situación seguirá siendo difícil debido a la altísima dependencia sobre los hidrocarburos que tiene la economía nacional, cifrada en un 90 % del total de exportaciones.
Una posible, pero pequeña vía de escape puede ser renovar sus políticas de acuerdo con las necesidades que precisa el cambio climático y sus regulaciones en todos los países. La inversión gubernamental sobre la industria supera los 21.000 millones de dólares anuales, lo cual es buena señal de que el futuro puede redirigirse, pero la falta de políticas audaces no parece encaminar a la economía argelina a otro punto que no sea un estancamiento.