El Liverpool ha sido derrotado por el Real Madrid en la final de la Champions de fútbol, pero el premier Boris Johnson va camino de cumplir su promesa de convertir al Reino Unido en una nación “galáctica”. En la primera potencia que ha sabido dar forma a un sistema de transporte espacial no estatal con capacidad para posicionar satélites en órbita terrestre desde el suelo de Europa occidental.
Los altos funcionarios del Gobierno de Londres ultiman el proceso de autorizaciones que deben permitir a los empresarios británicos saltar por encima de sus exsocios de la Unión Europea y, en el presente verano, comenzar a posicionar alrededor de la Tierra a los primeros satélites que despegarán desde las islas.
El vuelo inaugural debe partir desde el puerto espacial de Cornualles ‒Cornwall, en inglés‒, que se ha levantado en las inmediaciones de localidad de Newquay, en el extremo suroeste de Inglaterra. Si se cumplen las previsiones de la Estrategia Nacional Espacial británica de septiembre de 2021, Boris Johnson demostrará a la presidenta de la UE, Úrsula von de Leyen, las fortalezas que en pocos años ha sabido imprimir al sector espacial británico.

Una de las políticas inversoras que ha favorecido el gabinete Johnson y sus inmediatos antecesores ha estado encaminada a favorecer el desarrollo de tecnologías para dotarse de autonomía nacional con la que acceder al espacio ultraterrestre. El subdirector ejecutivo de la Agencia Espacial británica, Ian Annett, lo ha dejado bien claro: el Reino Unido se está colocando “a la vanguardia del lanzamiento de pequeños satélites, para ofrecer sus servicios a clientes comerciales y gubernamentales y abrir nuevas oportunidades a los científicos, ingenieros y empresarios británicos”.
Disponer de libertad de acción y estar en condiciones inmediatas de posicionar en órbita pequeños objetos desde Gran Bretaña conlleva adquirir una clara posición de ventaja a escala global. Londres se ha posicionado por delante de Berlín, que también hace años que ha detectado las tendencias del mercado y tiene varias iniciativas en marcha. En cambio, otras capitales europeas llevan décadas carentes de política espacial y continúan inmersas en la inacción oficial.

El vector de transporte que va a protagonizar el comienzo de la era galáctica británica no se iniciará con un disparo desde una rampa de despegue convencional, con el cohete en posición vertical. Comenzará con un sistema ya probado que conjuga la vertiente aeronáutica y espacial. Se trata del lanzador de dos etapas LauncherOne ‒de 25,8 toneladas‒, que será soltado desde la parte inferior de un avión bautizado Cosmic Girl, un Boeing 747-400 Jumbo de la sociedad Virgin Orbit del multimillonario británico Richard Branson.
Las previsiones son que Cosmic Girl despegue a finales de agosto, “una vez que dispongamos de la licencia que debe conceder la CCA, la Autoridad de Aviación Civil británica”, puntualiza el director de estrategia de Virgin Orbit, Jim Simpson. El ministro de Ciencia, George Freeman, es más precavido y apunta a que los primeros lanzamientos de satélites desde puertos espaciales del Reino Unido tendrán lugar “a finales del verano”.
Pero antes, para finales de junio, un LauncherOne debe cumplir una importante misión sobre el desierto de Mojave (California) y colocar en órbita siete pequeñas y secretas plataformas del Pentágono. En caso de que algo salga mal y hasta que se averigüen las causas, el despegue desde el aeropuerto de Cornualles podría sufrir demoras.

Si el vuelo en California es correcto, Cosmic Girl levantará el vuelo en el verano, por vez primera desde el Reino Unido. Una vez a 30.000 pies de altura, soltará el LauncherOne, que iniciará su vuelo de ascenso para situar en una órbita a 550 kilómetros a dos pequeños satélites demostradores de nombre Prometheus-2. Proyecto conjunto del Ministerio de Defensa británico y la Oficina Nacional de Reconocimiento de Estados Unidos, los dos deben permanecer separados entre sí una distancia de entre 50 y 100 kilómetros.
Fabricados bajo el estándar CubeSat por la compañía inglesa In-Space Missions Ltd., cada Prometheus-2 tiene el tamaño de una caja de zapatos. Ambos alojan equipos láser y receptores GPS, pero uno alberga una cámara hiperespectral y el otro dos cámaras ópticas. En opinión del director de asuntos espaciales de la Defensa, el vicemariscal del Aire Harvey Smyth, la secreta misión tiene un “inmenso valor para nuestro programa espacial militar”.

Pero hay más. Lo que las autoridades de Gran Bretaña han facilitado a sus emprendedores es desplegar en zonas poco pobladas de sus islas las infraestructuras necesarias para prestar servicios de lanzamiento a las grandes empresas, instituciones públicas y privadas y startups implicadas en el New Space, que se han metido de lleno en el negocio de los nano, micro y pequeños satélites que se vislumbra jugoso en términos económicos.
En total hay de siete puertos espaciales en distintos grados de desarrollo, por lo que a corto y medio plazo hay a la vista muchos lanzamientos de satélites desde territorio insular. El segundo proyecto más avanzado es el de Orbex ‒participada por la española Elecnor Deimos‒, compañía que quiere efectuar el vuelo inaugural de su lanzador orbital reutilizable Prime a finales del presente año o principios de 2023. Se lanzará en posición vertical desde el pequeño Centro Espacial Sutherland, que está en sus últimas fases de construcción en el extremo norte de las costas de Escocia.

La aportación tecnológica de Elecnor Deimos que dirige Ismael López se realiza a través de sus filiales en el Reino Unido y Portugal. Deimos Space UK es responsable del subsistema de guiado, navegación y control de vuelo del lanzador (GNC) durante su fase de ascenso en la atmósfera, de la gestión autónoma de fallos, los bancos de pruebas y el análisis post-vuelo. Deimos Engenharia, la sociedad portuguesa que encabeza Nuno Ávila, asume el desarrollo del GNC en su etapa orbital, una vez que el cohete ya ha rebasado la atmósfera terrestre.
Con el primer prototipo a escala real ya integrado y en fase de pruebas en el área de ensayos de Kinloss (Escocia), el lanzador Prime de dos etapas ha sido desarrollado para colocar objetos de hasta 150 kilos a 500 kilómetros de altura. De 19 metros de longitud y un peso de 18 toneladas, en su concepción se han aplicado criterios de sostenibilidad para no dejar desechos en órbita alrededor de la Tierra, por lo que incorpora un sistema de recuperación y un riguroso proceso de reutilización.

En la fabricación de Prime se ha hecho un uso extensivo de la fabricación aditiva. Los motores cohete están fabricados en su totalidad con tecnología de impresión 3D y el combustible que utilizan es biopropano, “que reduce en un 90% las emisiones de CO2” destaca Chris Larmour, director ejecutivo de Orbex, lo que le diferencia de los motores alimentados por combustibles fósiles que propulsan a gran parte de los cohetes comerciales. En definitiva, Londres está a punto de crear un ecosistema espacial nacional del que unos países de la Unión Europea están todavía lejos y otros ni siquiera se lo han planteado.