Medio centenar de países se congregan en Arabia Saudí para dar solución a la basura espacial

El primer Congreso sobre Basura Espacial que se celebra en Oriente Medio ha congregado en la capital de Arabia Saudí a 250 altos directivos, investigadores y profesionales de las principales agencias espaciales, instituciones académicas y empresas dedicados a vigilar el espacio ultraterrestre y dar la alerta para evitar accidentes.
Pertenecientes a 50 naciones de los cinco continentes, los participantes del encuentro de Riad han sacado a la luz la creciente problemática que representan los cerca de 130 millones de restos de satélites y cohetes que orbitan la Tierra, la urgencia de establecer reglas internacionales que impidan su proliferación y la necesidad de invertir de forma cooperativa para lograr su eliminación.
Los conferenciantes han aprovechado el foro para exponer los dos inmensos desafíos en los que está inmerso el sector espacial mundial. Por un lado, garantizar la continuidad de los beneficios que reportan las tecnologías y aplicaciones derivadas de los satélites posicionados en el espacio exterior. Por otro, asegurar la sostenibilidad de las actividades espaciales para las generaciones presentes y futuras.

La Comisión Inter Agencias de Desechos Espaciales (IADC) ‒foro internacional que coordina a escala global las actividades de vigilancia de los desechos naturales y artificiales posicionados en el espacio ultraterrestre‒ estima en su informe de enero del presente año que, según sus simulaciones y modelos matemáticos, “el número de escombros de tamaño comprendido entre 1 milímetro y 1 centímetro que envuelven nuestro Planeta Azul asciende a 128 millones”.
Los investigadores de la IADC también han cuantificado que hay 900.000 objetos de dimensiones entre 1 y 10 centímetros y que son 34.000 los que superan los 10 centímetros”. En su inmensa mayoría se encuentran en orbitas bajas de la Tierra por debajo de los 1.000 kilómetros de altura. Allí confluyen una gran cantidad de satélites espía, de observación y meteorológicos de todos los tamaños, a los que se suman las nuevas constelaciones como Starlink, de Elon Musk, con miles de pequeños ingenios que ofrecen banda ancha en cualquier parte del mundo.

Cada año hay más y más satélites y escombros en órbita
La Oficina de las Naciones Unidas para Asuntos del Espacio Ultraterrestre, UNOOSA y la Oficina de Seguridad Espacial de la Agencia Espacial Europea (ESA) también llevan sus propios recuentos. Ambas organizaciones discrepan levemente de la IADC y estiman que los fragmentos de tamaño entre 1 milímetro y un centímetro alcanzan la cifra de 130 millones, que los que tienen entre 1 y 10 centímetros son del orden de un millón y que los inferiores a 1 milímetro son 36.500.
Pero por pequeños o grandes que sean, todos orbitan la Tierra a una velocidad del orden de los 28.160 kilómetros por hora, muy superior a la que alcanza una bala de fusil. Significa que el impacto de una minúscula pieza contra un satélite, una astronave o un complejo orbital tripulado puede causar serías averías, dejar fuera de servicio un costoso satélite o poner en riesgo la supervivencia de astronautas.
La directora de la UNOOSA desde septiembre de 2023, la británica Aarti Hola-Maini, en su discurso de inauguración del Congreso de Riad, ha resaltado la necesidad de que la comunidad espacial internacional “acelere y unifique sus esfuerzos ante el creciente número de lanzamientos de satélites”. En 2012 se pusieron en órbita 138 ingenios, en 2022 fueron 2.491… y las cifras aumentan cada año.

La problemática de la basura espacial es de tal dimensión que una de las conclusiones del Congreso es muy preocupante. Los investigadores del IADC han pronosticado que incluso en el hipotético caso que no hubiera más lanzamientos y no se pusieran en órbita más satélites, las colisiones fortuitas entre desechos espaciales que viajan sin control por el espacio “conducirán al crecimiento de la población de basura espacial”.
Los más amenazados son los operadores de satélites posicionados en órbitas bajas, donde existen miles de plataformas de observación y la saturación es cuestión de pocos años. Sus propietarios demandan una legislación internacional para garantizar la sostenibilidad de sus proyectos. Pero limpiar el espacio exterior no es barato. El director general de Clear Space, Luc Piguet, empresa suiza contratada en 2019 por la ESA para retirar desechos orbitales, ha puntualizado que “atrapar una sola pieza costará cientos de millones de dólares”.

Alcanzar acuerdos y aprobar inversiones
Los radares y telescopios de la Red de Vigilancia Espacial de Estados Unidos tienen identificados y rastrean de manera constante los movimientos de 27.706 objetos de un tamaño superior a los 10 centímetros, según detalla el último informe del Programa de Basura Espacial de la NASA, fechado a principios del presente mes de febrero. Han documentado que en su mayor parte son propiedad de Estados Unidos (12.268), Rusia o la antigua Unión Soviética (7.169) y China (5.026), lo que representa el 88% del total de los localizados.
La secretaria general de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), la diplomática e ingeniera norteamericana Doreen Bogdan-Martin, ha sido una de las autoridades que más ha llamado la atención de los congresistas sobre lo que está en juego. Ha hecho hincapié en que las agencias espaciales, los fabricantes de satélites y las compañías de servicios de lanzamiento “deben alcanzar con urgencia acuerdos de cooperación y aprobar importantes inversiones para limpiar de escombros las orbitas y lograr la sostenibilidad del sector espacial en su conjunto”.

Hay que recordar que la UIT es el organismo de la ONU encargado de regular las telecomunicaciones a nivel internacional. También ejerce la función de asignar las posiciones orbitales a cada uno de los satélites geoestacionarios que aspiran a colocarse a 36.000 kilómetros de la Tierra. Pero a esa distancia de nuestro planeta, la basura espacial es mucho más escasa que en las orbitas por debajo del millar de kilómetros.
Lo confirma el ingeniero de telecomunicaciones Pedro Molinero, que de 1991 a 2004 fue el director del Centro de Control de Hispasat, la principal compañía española de comunicaciones vía satélite que dirige Miguel Ángel Panduro. Responsable de mantener en sus respectivas orbitas geoestacionarias y en correcto funcionamiento la flota de satélites de la sociedad, Molinero confirma que en sus 13 años al frente del centro de control “nunca he tenido que mover un satélite por una alerta de colisión a causa de un hipotético impacto de basura espacial”.

“Lo que si he tenido que hacer ‒recuerda Pedro Molinero‒ es tomar medidas de precaución cuando hemos sido alertados del paso de meteoritos, fragmentos o algún otro objeto a menos de 5 kilómetros de alguno de nuestros satélites”.
El Congreso sobre Basura Espacial celebrado en Riad los días 11 y 12 de febrero es una nueva prueba del interés del Reino Saudí por ser un actor relevante en el panorama espacial internacional. El director ejecutivo de la Agencia Espacial Saudí, Mohamed al-Tamimi, ha reiterado el compromiso de su nación por “garantizar el futuro de la economía espacial global, combatir la proliferación de desechos espaciales y contribuir a gestionar la limpieza del espacio exterior”.