La nueva ambición de China: levantar una base espacial en el Cuerno de África

La presencia de China en proyectos de cooperación con la inmensa mayoría de países africanos se ha redoblado y afianzado con el paso de los años. Hasta tal punto es así que Pekín ha dado un salto de gigante y con el presidente de la República de Yibuti, Ismail Omar Guelleh, de 79 años ‒en el poder desde mayo de 1999‒, ha acordado levantar una base espacial en su territorio.
- Para posicionarse en el creciente mercado espacial africano
- Una posición privilegiada para acceder al espacio
Localizada en el estratégico enclave del llamado Cuerno de África, Yibuti se encuentra en el este del continente, entre Eritrea y Somalia, en la confluencia del mar Rojo y el golfo de Adén. Está separado de la península arábiga por el importante estrecho de Bab el-Mandeb, el paso natural de gran parte del comercio mundial de crudo y mercancías que navega entre el ya citado mar Rojo y el océano Índico.
Protectorado de Francia desde el siglo XIX conocido como la Somalia francesa, que obtuvo la independencia en 1977, Yibuti es un país con una extensión de 23.200 kilómetros cuadrados ‒el tamaño de la Comunidad Valenciana, pero con cinco veces menos población, solo 1,2 millones de habitantes‒, de los que un millón viven en la capital, también de nombre Yibuti.

La poco poblada nación mantiene desde hace 45 años muy buenas relaciones diplomáticas, comerciales y militares con el gran país de Asia. En su costa, China inauguró en 2017 una base naval para apoyo logístico de su Marina de guerra, que ya navega por todos los océanos del mundo. Y ahora, el siguiente paso que Pekín ha decidido dar es levantar un puerto espacial en las cercanías de Obock, en el extremo norte del territorio, a escasa distancia de su instalación militar.
No se trata de edificar una base de lanzamiento de misiles balísticos. Tal decisión tendría el veto inmediato de Estados Unidos, que desde 2003 también cuenta en las proximidades de la capital del país y de su aeropuerto internacional con una importante base militar, la única permanente de Washington en suelo africano: Camp Lemonnier, que alberga alrededor de 4.000 militares y personal auxiliar en una extensión de unos 4 kilómetros cuadrados.

Para posicionarse en el creciente mercado espacial africano
Lo que Pekín pretende es edificar una base espacial de carácter comercial, para intentar posicionarse en un mercado de satélites como es el africano, que está en plena expansión. Hasta el presente, los países del continente que han apostado por el espacio han tenido que acudir a Estados Unidos, Rusia, Europa, India e incluso China para poner en órbita sus plataformas. En cambio, un complejo de lanzamiento en Yibuti sería del agrado de la recién creada Agencia Espacial Africana y de buena parte de las naciones del continente.
La iniciativa surge del muy influyente embajador chino en Yibuti, Hu Bin, apoyado por un núcleo de dirigentes cercano a Xi Jinping y con el aval del jefe de su agencia espacial, Zhang Kejian. Sin embargo, la propuesta presentada a las máximas autoridades de Yibuti ha sido canalizada a través de dos grupos empresariales privados chinos. Uno es la sociedad Touchroad International Holding Group, que desde hace más de 20 años explota yacimientos mineros en el país africano.
Fue el presidente de Touchroad, Liehui He, quien en junio pasado presentó al presidente Ismail Omar Guelleh, al primer ministro Abdoulkader Kamil Mohamed, y a un grupo de embajadores de países de África oriental las principales características de una iniciativa cuya inversión supera los 1.000 millones de dólares. La segunda compañía china que participa en el proyecto es Hong Kong Aerospace Technology Group o HKATG, que aporta el componente tecnológico.

Las condiciones de la carta de intenciones en formato MoU ‒Memorandum of Underestanding‒ que han suscrito las dos sociedades privadas con el Estado de Yibuti “detalla las responsabilidades de cada parte”, confirma Aboubakar Hassan, secretario general del Ministerio de Educación Superior e Investigación departamento en el que se enmarcan las actividades espaciales. Las empresas chinas serán las encargadas de asegurar la buena marcha del proyecto y hacer realidad las infraestructuras necesarias.
Las tres entidades asociadas han constituido una sociedad conjunta que es la responsable de explotar durante 30 años servicios de lanzamiento de satélites a la órbita baja o media de la Tierra, al igual que los programas de satélites derivados del proyecto. Lo que se pretende hacer es construir sobre un terreno algo mayor de 10 kilómetros cuadrados nada menos que siete plataformas para el despegue de lanzadores ‒por supuesto chinos, estatales y privados‒ y tres bancos de ensayo de motores-cohete, cuyas prestaciones permanecen en secreto.

Una posición privilegiada para acceder al espacio
Pero no sólo eso. También todas las infraestructuras asociadas. Por ejemplo, un aeropuerto, una instalación portuaria, edificios para la integración de lanzadores y satélites, dos centrales eléctricas, depósitos de combustible, una planta desalinizadora, la red de carreteras interiores y las vías que deben unir la base espacial con la capital de la nación. No podrán faltar las antenas y edificios para el seguimiento y control de las misiones que se pongan en órbita.
¿Por qué en Yibuti? En un primer momento, las razones por las que Xi Jinping ha dado su visto bueno a implantar una base para lanzamientos espaciales comerciales en un país africano ha planteado muchos interrogantes a la comunidad internacional. Pero es evidente que las autoridades políticas de Pekín, sus estrategas y los técnicos de su agencia espacial, antes de someter la decisión al presidente chino, estudiaron de forma concienzuda su arriesgada apuesta.

Yibuti es un país que no está amenazado por grupos terroristas yihadistas ni tampoco por guerrilleros antigubernamentales. Posee un bajo índice de criminalidad y goza de un limitado grado de desarrollo, suficiente para mantener la paz social de su población, lo que repercute en una estabilidad política que es la envidia de sus vecinos.
Desde el punto de vista del acceso al espacio, la zona en la que los técnicos chinos se plantean levantar la nueva base de lanzamientos es una región ‒Obock‒ localizada cerca del paralelo 12. Se trata de una posición geográfica más ventajosa que la del centro espacial chino de Wenchang, ubicado cerca del paralelo 19, en el extremo sur de China. Desde Obock se pueden alcanzar velocidades de ascenso más elevadas que desde Wenchang para posicionar en órbita una misma cantidad de carga.

Hay más factores a favor de Yibuti. Posee un clima desértico con escasas precipitaciones, lo que facilita la observación de los lanzamientos. Y muy importante, las relaciones bilaterales son amistosas y estables, tanto desde el punto de vista político como militar y económico.
Por ejemplo, han sido empresas chinas los que han financiado y construido la línea electrificada del ferrocarril que discurre desde Adís Abeba, la capital de Etiopia, hasta el puerto de Yibuti. Un desembolso cercano a los 4.000 millones de dólares que Pekín tiene que recuperar. Y el presidente de la Asamblea Nacional de Yibuti, Dileita Mohamed Dileita, ha cursado a finales de enero una visita de cinco días a China donde se ha entrevistado con sus principales autoridades.