Con una situación geográfica privilegiada a la entrada del estrecho de Ormuz y con una extensa costa en el océano Índico, lugares ambos por donde transita gran parte del comercio marítimo mundial, el Sultanato de Omán también quiere ser reconocido como un actor emergente en el panorama de las naciones de Oriente Medio con intereses espaciales.
El Gobierno del sultán Haitham bin Tarik al-Said, al frente de la nación desde enero de 2020, está resuelto a lograrlo en el marco de su plan estratégico Visión 2040 de Omán, una de cuyas líneas de acción es impulsar el incipiente sector espacial del país del Golfo. Las autoridades del país son conscientes del reto al que se enfrentan.
Omán sigue los pasos de sus dos principales vecinos, Arabia Saudí y Emiratos, en el proceso que ambas monarquías han abierto para diversificar sus respectivas economías, lograr una menor dependencia de sus respectivas exportaciones de petróleo y gas y abrir cauces para asentar en su territorio industrias y servicios vinculados con el floreciente ecosistema espacial internacional.

Con las importantes bazas de la moderación y la neutralidad que rigen las relaciones exteriores del Gobierno de Omán, su excelente posición geoestratégica y las directrices del Plan Visión 2040, el Ministerio de Transportes, Comunicaciones y Tecnologías de la Información que dirige Saeed Bin Hamoud al-Mawali ha definido una política y un programa espacial para el decenio 2023-2033.
También ha identificado 14 proyectos espaciales para acometer en tres etapas, todos focalizados en las telecomunicaciones, la observación de la Tierra y las infraestructuras terrenas. Uno de los principales consiste en levantar el primer centro de lanzamiento de cohetes de Oriente Medio en Etlaq, en la costa del océano Indico, en las inmediaciones de la nueva localidad portuaria de Duqm, a unos 550 kilómetros al sur de Mascate, la capital del país.

Para atender las necesidades espaciales de los países de la región
Duqm es un puerto comercial de cerca de 200 kilómetros cuadrados surgido hace pocos años de las arenas del desierto. Su construcción ha sido posible gracias a las inversiones en infraestructuras y tecnologías aportadas por Omán Wanfang ‒un consorcio de empresas chinas‒ y los gestores del puerto belga de Amberes, el segundo más grande de Europa.
La presencia de capital y tecnologías de Flandes son el motivo por el que la inauguración a principios de febrero de 2022 del puerto contó con la presencia de los reyes de Bélgica, Felipe y Matilde, acompañados por el hermano del sultán y viceprimer ministro de Relaciones Internacionales y Cooperación, Sayyid Asad bin Tarik al-Said.
Con el visto bueno del Gobierno de Mascate, la base espacial de Etlaq es una iniciativa de la Compañía Nacional de Servicios Aeroespaciales (NASCOM). El vuelo de un primer pequeño cohete está previsto para el próximo año, pero la terminación de las infraestructuras y su horizonte de inauguración está programada para mediados de la presente década, siempre que la compañía encuentre inversores y empresas tecnológicas de terceros países dispuestas a colaborar en su puesta en marcha.

NASCOM ha estructurado el complejo en dos áreas principales de actividades, con la vista puesta en fomentar la cooperación espacial regional y atender de manera prioritaria las necesidades comerciales, tecnológicas, educativas y de investigación espacial de los países de Oriente Medio.
Una está dedicada al montaje, integración y pruebas de pequeños satélites propiedad de compañías privadas o agencias espaciales gubernamentales. Otra zona estaría acondicionada para el despegue de micro lanzadores, incluidos vuelos suborbitales para aquellos que estén dispuestos a pagar altas sumas de dinero por sentir en sus cuerpos la sensación de flotar en el espacio.

Mejor emplazamiento que Cabo Cañaveral o Baikonur
El gerente del proyecto de Etlaq, Haitham al-Mahrizi, afirma que la posición ecuatorial del complejo lo convierte en un lugar “idóneo” para los lanzamientos al espacio ultraterrestre. En su opinión, al estar situado en la latitud 20º, los cohetes pueden aprovechar mejor la rotación de la Tierra y alcanzar una velocidad de despegue de 1.580 kilómetros por hora (km/h). Es algo inferior a la que ofrece la Guayana francesa, que al estar en la latitud 5º, logra un impulso de 1.666 km/h, con el consiguiente ahorro de energía y costes.
El Haitham al-Mahrizi pone el acento en que disparar desde Etlaq “es más eficiente que desde las otras bases espaciales más utilizadas”. Desde de Cabo Cañaveral (latitud 29º) y Vandenberg (latitud 35º), se consiguen 1.469 y 1.375 km/h, respectivamente. También afirma que “es superior a la que imprimen los cosmódromos rusos”, en referencia a Baikonur (latitud 45º) y Plesetsk (64º), desde donde los lanzadores alcanzan una velocidad de 1.163 y 1.123 km/h, respectivamente.
El sultán Haitham bin Tarik al-Said no quiere que las instituciones y empresas de Omán se involucren en solitario en ninguno de los proyectos aprobados. Es consciente que para desarrollar un ecosistema espacial creíble necesita la cooperación de empresas e instituciones de terceras naciones en calidad de socios tecnológicos.

Así pues, para mostrar las potencialidades de Omán y sus iniciativas, el Ministerio de Transportes y Comunicaciones acaba de anunciar que va a celebrar en Mascate del 8 al 10 de enero de 2024 la que ha llamado Conferencia Espacial de Oriente Medio. Para asegurar su éxito cuenta con la colaboración de Euroconsult, una empresa de consultoría e inteligencia estratégica especializada en el mercado satelital, para cuyo director ejecutivo, Pacome Révillon, la región posee “un enorme potencial de crecimiento”.
El subsecretario de Comunicaciones y Tecnologías de la Información, Ali bin Amer al-Shaidani, pretende que la conferencia sirva para presentar sus proyectos a los inversores internacionales y empresas del sector, atraerlos a la región y dejar constancia que Omán es “la puerta de entrada estratégica a la actividad espacial en Oriente Medio”, asegura.
Omán tiene en marcha la contratación y lanzamiento en 2025 del que sería su primer satélite de observación. Lo intentó en enero con la pequeña plataforma Aman, pero resultó un fracaso por culpa del cohete LauncherOne del británico Richard Branson, que no consiguió darle el impulso necesario para ponerlo en órbita, como tampoco a los otros ocho que le acompañaban.