18 años después de la invasión a Irak

“En este momento las fuerzas estadounidenses y de la coalición se encuentran en las primeras etapas de las operaciones militares para desarmar a Irak, liberar a su pueblo y defender al mundo de un grave peligro”. Estas palabras, pronunciadas por George Bush hace 18 años, dieron comienzo a la invasión y guerra de Irak. Una campaña militar liderada por Estados Unidos con el apoyo de otros países occidentales, entre ellos España, para invadir Irak y “liberar al pueblo iraquí de Saddam Hussein”. También se justificó la invasión por las supuestas armas de destrucción masiva que poseía el Gobierno iraquí, aunque esas armas no se encontraron.
La imagen de los soldados estadounidenses derrumbando una estatua de Saddam Hussein en Bagdad en abril se convirtió en el símbolo de la primera etapa de la invasión. Un ejército extranjero que liberaba a un pueblo de su malvado dictador. No obstante, esa imagen de Estados Unidos como “liberador” fue disminuyendo a medida que avanzaba la operación. Se bombardeó la capital tan intensamente que todavía no se ha reconstruido por completo. Después del fin de la invasión, proclamada el 1 de mayo por el presidente Bush, comenzó la guerra que se prolongaría hasta 2011. Estados Unidos trató de poner orden en el país después de capturar en diciembre a Saddam Hussein, pero en Irak se desató el odio y el caos. A raíz de la invasión estadounidense aumentaron las tensiones religiosa y sectarias del país, por lo que hubo enfrentamientos entre chiítas y sunitas. Con la guerra también empezó la crisis humanitaria. Según fuentes de Naciones Unidas 4 millones de personas necesitan asistencia humanitaria y más de 1 millón continúan desplazadas dentro del país.

También, a raíz de la presencia estadounidense nacieron grupos radicales como el Daesh que querían hacer frente a la influencia extranjera en Irak. Después de que el Gobierno de Barack Obama declarase el fin oficial de la guerra en octubre de 2011, la inestabilidad y violencia continuó dentro del país. Los grupos terroristas tenían cada vez más fuerza y las divisiones sectarias se intensificaron. Se persiguieron a comunidades como la kurda o la yazidí, que sufrió un genocidio a manos del Daesh. En 2014 el Daesh fijo su califato en la ciudad de Mosul, que después de intensos bombardeos quedo completamente destruida. Estados Unidos volvió a liderar una operación militar, esta vez para derrotar al grupo yihadista, que también controlaba territorios en Siria. Finalmente, el 17 de julio de 2017, el primer ministro iraquí anunció la liberación de Mosul del Daesh.
No obstante, la derrota del grupo terrorista no supuso la total estabilidad en Irak. Entre 2019 y 2020 en el país de Oriente Medio se vivieron intensas protestas debido al malestar general de la ciudadanía y contra la corrupción y la interferencia extranjera. La llamada Revolución Tishreen que recordaba mucho a las Primaveras Árabes, se saldó con la vida de más de 400 personas. Las manifestaciones también causaron la dimisión del primer ministro Abdul Mahdi. Barham Saleh, el presidente actual, ha prometido la aprobación de una nueva ley electoral que permita que las elecciones sean más justas y representen mejor al pueblo.

En la actualidad, las ciudades iraquíes se van reconstruyendo poco a poco. “Reconstruir Irak es restablecer la esperanza en Irak y restaurar la estabilidad de Irak es estabilizar los estados de la región y del mundo”, aseguró Salman Al Jumaili, ex ministro de Planificación iraquí. En 2018 la UNESCO lanzó una iniciativa para rehabilitar Mosul bajo el nombre de “Revivir el espíritu de Mosul”. Este proyecto consiste en la reconstrucción de Mosul “mediante el empoderamiento de la población como agentes de cambio que participan en el proceso de reconstrucción de su ciudad a través de tres ejes principales: el patrimonio, la educación y la vida cultural”. La reciente visita del papa Francisco a la ciudad iraquí arroja esperanzas en el proceso de estabilidad y marca el comienzo de la pacificación en todo el país.