Alrededor de 600 estudiantes fueron secuestrados el viernes pasado en una escuela masculina del estado de Katsina, al noroeste del país. Aunque parte de ellos han sido liberados o han huido, se desconoce el número de alumnos que quedan retenidos. Tras el recuento de los que consiguieron escapar y el testimonio de algunos de los estudiantes que residían en el colegio las fuerzas y cuerpos de seguridad nigerianos calculan que siguen secuestrados 333 estudiantes. El incidente se produjo casi a media noche del viernes 11 de diciembre, cuando un grupo numeroso de hombres armados rodearon con sus motocicletas el centro escolar, hiriendo gravemente al guardia de seguridad. De los 800 adolescentes de la escuela, 200 huyeron inmediatamente al escuchar los disparos y alrededor de otros 200 han sido encontrados y han vuelto a sus hogares tras pasar varias noches escondidos en el bosque que rodeaba la escuela.
Se ha declarado el cierre de todas las escuelas secundarias del estado de Katsina, que es del que procede el presidente de Nigeria, Muhammadu Buhari. El presidente ha condenado fuertemente los ataques que recuerdan a aquellos acontecidos en Chibok donde 276 niñas fueron secuestradas a manos de Boko Haram en 2016. De esas 276 todavía se desconoce el paradero de casi 100 de ellas.

Durante el fin de semana se han barajado varias hipótesis sobre qué grupo ha podido ser el culpable de este ataque. El domingo 13 de diciembre el portavoz presidencial llegó a afirmar que “tenía a los secuestradores rodeados y que los mandos militares tenían las coordenadas de dónde creían que se encontraban los bandidos”. Hasta la madrugada del 15 de diciembre se consideraba como hipótesis la posibilidad de que este ataque hubiera sido realizado por bandidos cuyo objetivo era pedir un rescate por los secuestrados o venderlos a las redes de tráfico de personas. Estas teorías parecían respaldadas por varios rumores de que los bandidos hubieran contactado a las autoridades para pedir un recate por los niños. Esta es una práctica habitual de la zona noroeste del país en la que grupos armados, en ocasiones grupos fulani ligados a los conflictos intercomunitarios de la zona, asaltan, roban y realizan secuestros exprés aterrorizando a la población local. De acuerdo con los informes de Amnistía Internacional, más de 1.000 personas han sido asesinadas por estos grupos armados fulani.
Sin embargo, la madrugada del 15 de diciembre el líder de Boko Haram, Abubakar Shekau divulgó una grabación en la que confirmaba la autoría de este evento asegurando que “sus hermanos son los que están detrás del secuestro en Katsina”. Sin embargo, a diferencia de en el caso de las niñas de Chibok, Boko Haram no ha mostrado todavía ninguna prueba de que tenga a los estudiantes más allá de la grabación. Se baraja, por tanto, también la hipótesis de que un grupo armado haya vendido a los estudiantes o se haya coordinado con el grupo yihadista de Boko Haram. Uno de los motivos por los que se valora esta posibilidad es el hecho de que los grupos armados fulani están más activos en la zona noroeste que Boko Haram, a pesar de que este último tiene una presencia a lo largo de toda la frontera con Níger. En los próximos días lo más probable es que Boko Haram emita un vídeo como prueba de la autoría de estos crímenes.

Las políticas del Gobierno han sido durante atacadas por la incapacidad de resolver la crisis de seguridad provocada por los grupos armados y bandidos, algunos de ellos de corte étnico, que, junto con la amenaza yihadista, han convertido la región de norte de Nigeria en una de las más peligrosas de África. Casi 1.700 personas han fallecido a causa de la violencia en el noroeste de Nigeria durante los primeros ocho meses de 2020. Boko Haram es uno de los grandes autores de la violencia yihadista, pero no es el único. El Estado Islámico en África Occidental (ISWAP), es el otro grupo terrorista yihadista de Nigeria, con vínculos estrechos a la facción de Daesh en el Sahel, el Estado Islámico del Gran Sahara (ISGS). Daesh llegó a Nigeria en marzo de 2015 cuando el propio Abubakar Shekau, juró lealtad al Estado Islámico y cambió el nombre del grupo por el de Estado Islámico de la Provincia del África Occidental (ISWAP). Daesh aceptó a ISWAP promoviendo un mensaje de apoyo para que los combatientes internacionales viajasen a África occidental para luchar como soldados en ISWAP. Un año más tarde, Daesh decidió nombrar a Al-Barnawi como líder de ISWAP, sustituyendo a Shekau, que se negó a ese cambio en la dirección del grupo terrorista y dividió el grupo, volviendo a liderar la facción que hoy conocemos como Boko Haram.