Miles de personas han sido detenidas en Rusia por protestar contra la invasión de Ucrania. Incluso figuras de la élite política o algunos oligarcas se han pronunciado acerca de las operaciones militares llevadas a cabo por Moscú. No obstante, en el caso de estos últimos, este movimiento podría deberse al temor a perder sus privilegios en Europa tras la imposición de sanciones.
A pesar de las voces -tanto civiles como políticas- que se han opuesto a la guerra, existe un importante círculo cercano al presidente Vladimir Putin que respalda sus decisiones contra Ucrania, los denominados ‘siloviki’.
En primer lugar, cabe señalar a los dirigentes militares, aquellas personas que coordinan los ataques contra objetivos ucranianos y tienen un papel clave en la toma de decisiones estratégicas. En este punto se encuentran Sergei Shoigu, ministro de Defensa de Rusia, y Valery Gerasimov, jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas.

Ambos se han reunido recientemente con Putin durante la operación en Ucrania. De hecho, durante ese encuentro, el líder ruso decidió poner “en estado de alerta” las fuerzas de disuasión, lo que incluye las armas nucleares, en respuesta a las sanciones occidentales, a las que Putin consideró “ilegales”.
A la decisión del dirigente, tanto Shoigu como Gerasimov respondiendo con un contundente “¡sí!”. En este sentido, el ministro de Defensa ha defendido el objetivo de la “operación militar especial” en Ucrania. De acuerdo con Shoigu, la invasión tiene como fin “proteger a la Federación Rusa de la amenaza militar que representan los países occidentales”.

Asimismo, ha asegurado que esta ofensiva se mantendrá hasta que “se logren los objetivos establecidos”. Por el momento, las autoridades rusas han reportado la muerte de 498 militares rusos durante la invasión, mientras que más de 1.500 resultaron heridos. El portavoz de Shoigu anunció que las familias de los fallecidos recibirían una remuneración y toda la asistencia necesaria. Anteriormente, el ministro supervisó con su homólogo bielorruso las operaciones conjuntas en Bielorrusia.
Shoigu, de madre ucraniana y origen tuvano, una etnia túrquica siberiana, llegó a Moscú durante la desintegración de la Unión Soviética y se convirtió en ministro de situaciones de emergencia. En 2012 Putin lo ascendió a ministro de Defensa, a pesar de no contar con experiencia en la materia.

Tal y como destaca Dmitry Gorenburg, un analista en política rusa, a Fox News, Shoigu es una de las pocas personas que mantiene un puesto de alto nivel desde el colapso de la URSS. “Si miras quién estaba en funciones de ministro en 1999 y todavía está presente, solo hay dos nombres: uno es Shoigu, el otro es Putin”, declara Gorenburg. Además de ministro, Shoigu es una figura cercana a Putin. Ambos han cazado juntos en varias ocasiones e incluso ha sido señalado como un posible sucesor. El ministro ruso ha desempeñado un papel clave en la anexión de Crimea y en las misiones militares rusas en Siria.
Gerasimov también fue otro de los hombres cercanos al presidente que tuvo un rol relevante en la campaña de Crimea. El general, oriundo de Kazán, adquirió experiencia en la materia durante la segunda guerra de Chechenia. Dentro de las esferas militares rusas se le considera “un líder reflexivo”, “un buen organizador”, “un verdadero patriota”. Incluso Shoigu lo ha descrito como “un militar hasta la raíz”. Por el contrario, Mark Galeotti, experto en política rusa, califica a Gerasimov en la BBC como un “matón duro”.

“Occidente necesita esta figura (Alexei Navalny) para desestabilizar la situación en Rusia, para promover la agitación social, las huelgas y los nuevos Maidans”. Estas palabras fueron pronunciadas por Nikolai Patrushev, jefe del Consejo de Seguridad de Rusia. Sin embargo, esta no era la primera declaración polémica de Patrushev. En 2015 aseguró al periódico ruso Kommersant que “Estados Unidos preferiría que Rusia no existiese como país en absoluto”.
El actual jefe del Consejo de Seguridad, procedente de San Petersburgo, es una de las figuras más leales al presidente. Al igual que Putin, trabajó para el KGB durante la época comunista y, posteriormente, dirigió la organización sucesora, el FBS, de 1999 a 2008.

Patrushev ha sido considerado como un “delegado no oficial” del Kremlin en los Balcanes y el cerebro del intento de golpe de Estado de 2016 en Montenegro. Entonces, dos exespías rusos fueron acusados de organizar el golpe, aunque Moscú negó su implicación.
Los otros dos ‘siloviki’ dentro de la inteligencia y seguridad, son Alexander Bortnikov y Sergei Naryshkin. Bortnikov se convirtió en el jefe del FBS tras la marcha de Patrushev. En los últimos años ha intensificado el “control férreo sobre la vida rusa y ha sido responsable de las decenas de miles de detenciones y del drástico endurecimiento de las restricciones a la sociedad civil”, tal y como explica Diana Magnay, corresponsal en Moscú para Sky News.

Patrushev fue una de las figuras sancionadas por Occidente en marzo de 2021 por su participación en el caso Navalny. Washington incluso señaló al FBS como el responsable del envenenamiento del opositor ruso.
Tatiana Stanovaya, analista de política rusa, señala a Sky News que posiblemente Patrushev entregue “todos los días informes a Putin sobre la influencia estadounidense hostil o la influencia occidental dentro de Rusia, y cómo los servicios secretos occidentales están tratando de socavar la estabilidad política”.
Finaliza este tridente de inteligencia Sergei Naryshkin, jefe del servicio en el exterior, SVR. Naryshkin también dirige la Sociedad Histórica Rusa, por lo que, según Andrei Soldatov, periodista ruso y experto en servicios de seguridad, el director del SVR “ha demostrado ser muy importante al proporcionar al presidente fundamentos ideológicos para sus acciones”, tal y como explica a la BBC. Putin, en varias ocasiones, ha apelado al pasado histórico ruso al referirse a Ucrania. Incluso llegó a afirmar que el país había sido creado por Lenin.

Durante la reunión del Consejo de Seguridad para reconocer la independencia de las repúblicas autoproclamadas de Donetsk y Lugansk, Naryshkin protagonizó un episodio bastante incómodo con Putin. Mientras el presidente lo presionaba para que se pronunciase sobre la decisión, el nerviosismo de Naryshkin aumentaba. “¡Hable claro!”, “¡Habla con claridad, Sergei!”, gritaba Putin. “Sí, doy apoyo a la propuesta de reconocer su independencia”, declaró finalmente Naryshkin.
Dentro del círculo político de Putin cabe destacar a Anton Vaino, jefe del gabinete presidencial. Vaino es considerado como una persona clave dentro de la toma de decisiones de Putin. Por este motivo, el político se incluye en la lista de sancionados por la Unión Europea.

El expresidente y exprimer ministro ruso, Dimitri Medvedev, es otro de los individuos cercanos a Putin. El actual vicepresidente del Consejo de Seguridad se ha pronunciado en varias ocasiones desde que aumentaron las tensiones con Occidente debido al despliegue de tropas rusas cerca de la frontera con Ucrania. Tras la imposición de sanciones, Medvedev subrayó que este hecho era “una razón fantástica para una revisión final de las relaciones con todos los países que las han impuesto”. “Rusia realmente no necesita lazos diplomáticos con Occidente”, remarcó.

En el plano diplomático es más que significativo el trabajo de Sergei Lavrov, ministro de Asuntos Exteriores desde 2004. Durante la crisis con Occidente, el jefe de la diplomacia rusa ha desarrollado su papel con firmeza y sarcasmo. Tras una reunión con su homóloga británica, Liz Truss, Lavrov llegó a señalar que el encuentro fue como una conversación entre un “sordo y un mudo”.
Para finalizar, cabe destacar el rol de Yori Kovalchuk, un oligarca que ha llegado a calificarse como el “banquero” de Putin. A pesar de no desempeñar ningún cargo político, Kovalchuk mantiene una fuerte influencia sobre el presidente.

Unos pocos controlan el poder, toman las decisiones y empujan a todo un país a la guerra. Incluso silencian a los nacionales que alzan la voz para condenar la violencia y brutalidad en Ucrania. Más de 8.000 ciudadanos rusos han sido detenidos por protestar contra la ofensiva que está llevando a cabo su Gobierno sobre Ucrania.
Aun así, la gente continúa saliendo a las calles de Moscú y San Petersburgo para mostrar su rechazo al Kremlin y para demostrar al resto del mundo que una gran parte del pueblo ruso no defiende las acciones llevadas a cabo por Putin.

“Quiero pedir perdón a los ucranianos. No votamos por los que desencadenaron la guerra”, lamenta Tatyana Usmanova, una activista rusa. “Nosotros, el pueblo ruso, estamos en contra de la guerra que ha desatado Putin. No apoyamos esta guerra, no se está librando en nuestro nombre”, recalca Marina Litvinovich, otra activista.
“Estoy en contra de la guerra. Nací en 1941 y sé lo que significa”, señaló a Al Jazeera Valeria Andreyeva. Incluso, Elena Osipova, una de las pocas supervivientes del asedio nazi de Leningrado, ha decidido salir protestar contra la guerra en Ucrania con varias pancartas. Sin embargo, al igual que les ha ocurrido a otras personas e incluso a niños, Osipova fue detenida por la policía.