La invasión de Ucrania está teniendo importantes efectos y consecuencias a nivel internacional. La guerra está causando miles de muertos, heridos y refugiados, pero también ha provocado una subida en el precio de los alimentos en varias partes del mundo. Este conflicto nos afecta a todos de distintas formas: política, económica y militarmente.
La guerra ha vuelto a Europa y, por ello, el continente debe mantenerse unido ante la ofensiva rusa. En este sentido, la Unión Europea ha respondido de manera contundente, conjunta y firme contra la invasión. Si el presidente ruso, Vladimir Putin, buscaba dividir a los 27 con su agresión a Ucrania, ha conseguido todo lo contrario. Bruselas ha aprobado duras sanciones económicas contra el régimen ruso y, por primera vez en la historia, la UE ha proporcionado armas a Ucrania a través del Fondo Europeo de Apoyo a la Paz.

Además de este fondo, muchos países europeos han enviado armas a Ucrania paralelamente. En este punto cabe destacar la decisión de Alemania de entregar armas pesadas a Kiev, un aspecto que supone un giro en la política alemana. Desde el comienzo de la invasión rusa, Berlín rechazó mandar armas a Ucrania, una medida que le ha costado críticas tanto en Ucrania como dentro de la Unión Europea. Sin embargo, a raíz de la agresión rusa, Alemania optó por aumentar un 2% del PIB en defensa.
Mariupol pic.twitter.com/lbOe7jVJap
— ZOKA (@200_zoka) April 12, 2022
El ataque ruso contra Ucrania es también una ofensiva contra Europa, sus valores y forma de vida. La invasión a Ucrania demuestra que la democracia europea no está garantizada, por lo que es necesario defenderla y, llegado el caso, luchar por ella. Por ello, la unidad europea ahora es más importante que nunca, así como la solidaridad con Ucrania y sus ciudadanos. La Unión Europea se ha reforzado. Asimismo, tras el inicio de la invasión rusa, Ucrania y Georgia han reiterado su deseo de formar parte de la organización.

Algo similar ha ocurrido con la OTAN. La Alianza del Atlántico Norte, con la guerra en Ucrania, ha resucitado de la “muerte cerebral” que sufría en 2019. Entonces, con Donald Trump como presidente de Estados Unidos, la relevancia, liderazgo y unidad de la OTAN estaban en entredicho. Además, Turquía, un importante miembro de la asociación, se acercaba a Moscú marcando distancias con Washington. Pero, con la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca y la posterior escalada de tensión con Rusia, la OTAN comenzó de nuevo a erigirse como una alianza fundamental a nivel mundial. Tras la invasión rusa sobre Ucrania, esa relevancia y la unión entre los miembros ha aumentado e incluso ha provocado que otros países hayan expresado su intención de unirse a la organización militar, como Finlandia y Suecia.
In Kharkiv (north eastern #Ukraine), a children's school burns to the ground after a #Russian attack to the area.#UkraineWar #UkraineRussia #Russia pic.twitter.com/JscfLWpQRc
— Ukraine News Now (@NewUkraineNews) February 28, 2022
La amenaza que supone Rusia y la situación actual en Ucrania ha empujado a Helsinki y Estocolmo a la OTAN. Ambos países dejan atrás su neutralidad defensiva y, a pesar de las duras declaraciones de Moscú, los Gobiernos finlandés y sueco comienzan a trazar los planes para ingresar en la Alianza, que ya ha confirmado que “entrarán fácilmente”.

Mientras la guerra se desarrolla en Ucrania, aumenta la presencia militar rusa y de la OTAN en el mar Mediterráneo. La región es fundamental para los intereses occidentales. El 65% del petróleo y gas natural que llega a Europa pasa por el este mar, mientras que los miles de buques que lo recorren cada día representan alrededor del 30% del comercio mundial.
Rusia, por su parte, intensificó su presencia en la región tras su intervención en la guerra civil de Siria en 2015. Desde entonces, Moscú mantiene en el país árabe la base naval de Tartus, la única base de este tipo que mantiene fuera de las fronteras de la antigua Unión Soviética. Asimismo, el Ejército ruso tiene a su disposición la base aérea de Jmeimin.

El Mediterráneo es una región clave a nivel estratégico, económico y también energético. La zona oriental contiene importantes reservas de gas natural que a menudo han sido objeto de disputas entre Turquía y Grecia. Por estos motivos, la zona se ha convertido en un punto clave en las últimas semanas, coincidiendo con el aumento de la tensión entre la OTAN y Rusia debido a la situación en Ucrania. Mientras el conflicto continúa en el país y la brecha entre Washington y Moscú se intensifica, el Mediterráneo experimenta una fuerte militarización por parte de ambos bandos que buscan potenciar su papel en la región.
?In the Mediterranean, the large-scale NATO exercise Neptune Strike 22 has ended.
— The RAGE X (@theragex) February 4, 2022
/in the video: the work of Greek fighters/
#NATO #Greece pic.twitter.com/DSzlgBHzIw
Antes de que comenzase la invasión rusa sobre Ucrania, la OTAN desarrolló varias maniobras militares, incluyendo operaciones en la zona del Mediterráneo. A principios de febrero, semanas previas al inicio de la guerra, la Alianza realizó ejercicios en el mar Jónico con el objetivo, de acuerdo con el Pentágono, de “demostrar la capacidad de la OTAN para integrar una fuerza de ataque marítima sofisticada”. Durante estas maniobras en el Mediterráneo se incorporó el grupo de ataque del portaaviones estadounidense Harry S. Truman, algo que no había ocurrido desde los tiempos de la Guerra Fría.

Rusia no se quedó de brazos cruzados y también llevó a cabo operaciones en la zona poco después de que lo hiciera la OTAN, dando lugar al mayor despliegue naval ruso en el Mediterráneo desde la Guerra Fría. Estas maniobras realizadas en la parte oriental del mar, según subrayó Moscú, buscaban “proteger los intereses nacionales” y “rechazar las amenazas militares contra la Federación Rusa”.
Actualmente, con la guerra en Ucrania en curso, ambos bandos están realizando movimientos en la región que no se habían visto desde la época de la Guerra Fría. “Ucrania ha cambiado las cosas. Los estadounidenses están de regreso”, confirma a AFP Thibault Laverhne, oficial de comunicación regional del Ejército de Francia en el Mediterráneo. La situación en Ucrania ha provocado que Washington traslade buques desde el océano Atlántico hasta el Mediterráneo con el objetivo de hacer frente a las tropas rusas y controlar los movimientos de estas.

El avión francés Atlantique 2, fabricado por la empresa Dessault Aviation, es unas de las herramientas usadas por la OTAN para monitorizar los movimientos rusos. La aeronave está equipada con un radar, una cámara de 3.200 milímetros y sistemas capaces de detectar campos magnéticos y captar señales de radar cercanas. Atlantique 2 se encuentra en la base de la OTAN de Souda en la isla de Creta y, según detalla a AFP el capitán de corbeta Johann, su objetivo es “demostrar a los rusos que el Mediterráneo oriente es un espacio de maniobra de los aliados” de la Alianza.
Russia sends supersonic bombers and MiG-31s armed with nuclear-capable air-launched ballistic missiles to Syria for military exercises in Mediterranean Sea. USS Harry Truman carrier strike group also in the Med.pic.twitter.com/eImpDQnkoW
— Lucas Tomlinson (@LucasFoxNews) February 15, 2022
Por otro lado, de acuerdo con Laverhne, Rusia “ha duplicado, si no triplicado” su capacidad militar en la zona, ya que “donde hay fuerzas estadounidenses, también hay rusas”. Actualmente, Moscú cuenta con alrededor de 20 buques guerra en el Mediterráneo. El objetivo de estos barcos, además de disuadir, también es monitorizar los movimientos de las fuerzas aliadas que también se encuentran en la región. El oficial francés explica que las fuerzas rusas se han expandido hacia el norte de Creta, al oeste de Grecia y al norte del mar Egeo, cerca del mar Negro.
En este contexto, Turquía es un país con una gran importancia debido al control que mantiene sobre dos estrechos clave: el Bósforo y los Dardanelos. Los buques rusos del Mediterráneo que quieran trasladarse hacia el mar Negro para apoyar las operaciones de las tropas rusas en Ucranias deben atravesar el canal que separa Europa de Asia. Por este motivo, y siendo consciente del papel de Ankara, el embajador ucraniano en el país solicitó el cierre de los estrechos poco después de que Rusia lanzase su ofensiva contra Ucrania.

El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, respondió a la demanda del diplomático y decidió cerrar el Bósforo y los Dardanelos para los buques de guerra. Para ello, el mandatario se amparó en la Convención de Montreux de 1936 por la que Ankara tiene el derecho a limitar el transito de barcos a través de sus estrechos durante tiempos de guerra.
Antony Blinken, secretario de Estado de Estados Unidos, expresó a Ankara “su agradecimiento” por tomar esta decisión. Washington también ha aplaudido el papel que está teniendo Turquía durante la guerra. A pesar de que el Gobierno turco cuide su lenguaje para evitar ofender a Moscú, Ankara condena la invasión rusa mientras respalda a Ucrania, donde ha enviado drones Bayraktar a pesar de las críticas de Rusia.

Por ello, la postura de Ankara respecto a la guerra es una oportunidad para mejorar los lazos entre Turquía y Estados Unidos. De acuerdo con Asli Aydintasbas, miembro principal del Consejo Europeo, la situación actual ha introducido entre los dos países “un nivel de estabilidad y compromiso que no había antes de la guerra”. Diplomáticos estadounidenses han visitado Turquía desde que comenzó el conflicto, asimismo, a principios de abril Washington y Ankara pusieron en marcha un mecanismo estratégico para impulsar la cooperación en materia económica y de defensa. “El lanzamiento del mecanismo es sin duda el preludio de una era más constructiva en la relación”, confirma a Al-Monitor Sinan Ulgen, exdiplomático y miembro visitante de Carnegie Europe.

Los vínculos entre Estados Unidos y Turquía se deterioraron notablemente después de que Ankara adquiriese el sistema de misiles ruso S-400. Como consecuencia, la Administración estadounidense expulsó a Turquía del programa de aviones de combate F-35. Es precisamente este punto lo que continúa creando controversia entre ambos países. “Sus posiciones actuales son totalmente dispares”, señaló Ulgen. “Ambas partes deberán mostrar flexibilidad en este aspecto”, añade el experto.
La guerra se está librando entre dos países que representan un tercio de las exportaciones mundiales de trigo. Rusia y Ucrania son también los grandes exportadores de maíz y aceite de girasol, especialmente en algunos países de la región MENA (Norte de África y Oriente Medio). Por esta fuerte dependencia, es probable que esta zona sea la más afectada en el aspecto alimentario. Egipto, en concreto, ya está notando las consecuencias de la guerra en el precio de alimentos básicos como el pan. Según Reuters, el pasado mes de mayo, el precio del pan en Egipto subió hasta un 25%, mientras que el precio de la harina ascendió un 15%.

No obstante, esta situación se replica en otros países que importan altos porcentajes de trigo ruso y ucraniano, como el Líbano o Túnez. Por ello, expertos temen una nueva oleada de protestas en los países más afectados. “La inflación y la economía, más que la libertad política, son clave”, afirma a CNBC Kamal Alam, miembro del Atlantic Council. El analista recuerda el malestar social que desembocó las masivas protestas de la Primavera Árabe. “Uno diría que la primera y principal razón de los disturbios en el mundo árabe es siempre la falta de movilidad económica”, añade.