La isla está también en el ojo del huracán del pulso entre China y Estados Unidos por el liderazgo y/o la hegemonía en el Indo-Pacífico y el mundo

El conflicto en el estrecho de Taiwán: situación y perspectivas

PHOTO/ARCHIVO - La presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Nancy Pelosi, en una visita a Taiwán
photo_camera PHOTO/ARCHIVO - La presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Nancy Pelosi, en una visita a Taiwán

Este documento es copia del original que ha sido publicado por el Instituto Español de Estudios Estratégicos en el siguiente enlace.

Taiwán desempeña un papel clave en el futuro estratégico del Asia Oriental por su potencial conflicto militar con China con posible intervención estadounidense, por su posición estratégica junto a líneas de navegación claves en el comercio mundial y en el suministro energético del área y también como primer productor mundial de semiconductores avanzados. La isla está también en el ojo del huracán del pulso entre China y Estados Unidos por el liderazgo y/o la hegemonía en el Indo-Pacífico y el mundo, como corazón de la primera cadena de islas que debe superar China en su proyección hacia el Pacífico Occidental. La Unión Europea, tras el conflicto de Ucrania, está embarcada en una alianza con Estados Unidos y otras potencias democráticas que puede conducir a la formación de dos grupos de países en competencia política y económica, con cadenas de suministros diferenciadas e intereses estratégicos dispares.

Introducción

El conflicto en el estrecho de Taiwán es complejo y presenta múltiples factores, a veces con efectos contradictorios. Es decisivo en la pugna entre China y Estados Unidos por el liderazgo mundial y tiene un gran potencial destructivo para todo el mundo. Afecta no solo a los 23,5 millones de taiwaneses y los 1.412 millones de chinos, sino también a Estados Unidos y Japón, y al resto del mundo debido a la importancia manufacturera y comercial de China y Taiwán y las líneas de comunicación internacionales de la zona, principalmente al estrecho de Taiwán, por donde pasan anualmente unos 3,4 billones de dólares en productos, el 21% del total del comercio mundial (The Maritime Executive, 2022). Además, incluso en la fase inicial de un conflicto bélico, las empresas multinacionales se verían presionadas a abandonar las operaciones en China y Taiwán, lo que asestaría un duro golpe a la cadena de suministros mundial, pero el mayor costo estaría en los daños a las personas, en términos de vidas, bienestar y dignidad.

En este estudio, se repasará la naturaleza del conflicto, sus elementos y factores claves, la relación entre ellos y su potencial para acentuar o debilitar el conflicto, desde un punto de vista realista, pero sin descuidar los factores culturales y psicológicos que inciden en las decisiones de los líderes, en especial las del presidente chino Xi Jinping, dada su gran influencia y el hecho de que su país es el que tiene más probabilidades e interés en desencadenar un conflicto bélico.

Se tendrá en cuenta el dilema de seguridad (Butterfield 1951, Herz 1950 y Jervis 1978) y la teoría de la negociación o "bargaining theory". La anarquía en el sistema internacional genera incertidumbre, lo que lleva al temor, que conduce a la competencia de poder, lo que activa el latente dilema de seguridad, y ese dilema desencadena una espiral hacia el conflicto armado (Tang, 2009:595). También se considerarán los enfrentamientos bélicos, según el enfoque racional de la guerra o "teoría de la negociación" ("bargaining theory"), como la consecuencia de una falla en las negociaciones entre dos o más partes, debido principalmente a percepciones erróneas sobre la información y/o credibilidad (Fearon, 1995, Powell 1999, Vasquez 1993, Levy 1989, etc.). Ya que el conflicto en el estrecho es “complejo, intratable y potencialmente volátil” (Karsten, 2022:178), y está plagado de problemas reales de credibilidad e información “que se solapan contribuyen a un riesgo subyacente de guerra” (Karsten, 2022: 183).

No se abordarán en detalle los temas legales o éticos del conflicto, ni las estrategias militares y equipos bélicos, sino solo los elementos que inciden en el desencadenamiento o disuasión del conflicto, en el juego de poder y en las percepciones de los actores involucrados, movidos por beneficios y costos. Al final, la guerra es una decisión personal de un líder, basada en su bagaje cultural y psicológico, sus intereses y los del grupo con el que se identifica. Es decir, se analizarán racionalmente los costos y beneficios, pasando por el tamiz de factores culturales, históricos, psicológicos y de intereses.

En concreto se argumentarán los siguientes puntos:

El conflicto entre China y Taiwán no es meramente territorial, sino que está enraizado en la consecución de objetivos fundamentales del Partido Comunista Chino (PCCh), como son liberar a toda China del capitalismo liberal (que se inició con la guerra civil), empoderarla y eliminar todos los vestigios de la humillación sufrida a manos de las potencias extranjeras. La unificación con Taiwán es un interés fundamental de China, ligado a la legitimación del control político del PCCh, y ha sido convertido por el liderazgo chino en elemento clave del nacionalismo, y en prueba del empoderamiento de China que le permitirá convertirse en líder mundial. Su uso en política interna, hace difícil que los líderes hagan concesiones, sin pérdida de popularidad y riesgos de caída del poder.

Los objetivos de la República Popular de China (RPCh) y la República de China (ROC) con respecto al conflicto han evolucionado y en la actualidad son, por parte de Taiwán, mantenerse como una democracia autónoma separada de China y, de ser posible sin conflicto armado, independizarse formalmente. Por parte de China, utilizar la intimidación militar de zona gris, la guerra cibernética y de información, el cerco internacional y otros medios de guerra política para lograr que Taiwán inicie conversaciones sobre el tema de la soberanía y alcanzar la unificación lo antes posible, preferiblemente antes del 2035 o 2049, y, por supuesto, impedir por todos los medios la independencia de Taiwán, todo esto sin renunciar al uso de la fuerza, en caso de que los medios pacíficos no la lleven a su objetivo.

China es el actor con más probabilidades de desencadenar un conflicto armado, dada su clara superioridad militar en el Estrecho y su gran interés en la unificación. Taiwán no tiene interés alguno, porque sus objetivos se cumplen sin ello, y Estados Unidos tampoco, porque su interés está en mantener a Taiwán como democracia separada y su situación actual de preeminencia en el Indo-Pacífico. China es la potencia que busca cambiar el statu quo.

Las formas más probables de un conflicto bélico serían el bloqueo y/o la invasión de Taiwán.

Como actor racional, China considerará costos y beneficios percibidos, tamizados por el bagaje cultural y psicológico de sus líderes, en especial su presidente Xi Jinping, pero no puede librarse fácilmente de las distorsiones que introduzcan la desconfianza de los otros actores, la brecha de información y un posible excesivo optimismo derivado de creciente confianza en sí misma y menosprecio de sus antagonistas. No se puede descartar que Pekín utilice estrategias de líneas rojas exageradas para atemorizar a los contendientes y hacerlos desistir de intervenir (Estados Unidos) o de resistirse (Taiwán).

El coste fundamental para China de un conflicto bélico es su impacto negativo sobre su objetivo fundamental y prioritario de desarrollo económico y tecnológico, ligado a la legitimación del régimen por medio de ofrecer a sus ciudadanos bienestar y orgullo y a su objetivo de convertirse en una potencia de primer orden.

Entre los costos, China debería contar la cada vez más probable intervención de Estados Unidos, que de no hacerlo se juega su credibilidad ante sus aliados y su primacía mundial, y que está estrechando sus lazos con Taiwán con legislación favorable a la isla, visitas de altos funcionarios, envío de entrenadores militares, ventas de armas, advertencias del Presidente Biden de que intervendrá en caso de conflicto bélico, y que, además, está intensificando su despliegue en Asia, con nuevas bases militares en las Filipinas y otras medidas que refuerza su capacidad de disuasión y de defensa ante China.

Dado el alto nivel de lo que se juega China y Estados Unidos si se declara un conflicto, es muy improbable una desescalada una vez iniciado y aunque es muy improbable, tampoco se puede descartar que el conflicto se torne nuclear.

La solución pacífica del conflicto sólo sería posible con un muy improbable cambio político radical en China que reevaluara sus objetivos fundamentales y eliminara la toma de Taiwán como uno de ellos, con una improbable capitulación taiwanesa en el tema de soberanía o con el mantenimiento de un status quo reformado que mantenga a Taiwán como democracia separada de China con espacio internacional pragmático, pero con un compromiso de no declarar la independencia formal y alguna concesión retórica que el liderazgo chino pueda presentar como victoria. Esto sólo se podrá conseguir si Taiwán y las democracias liberales lideradas por Estados Unidos disuaden a China de lanzar una guerra elevando el costo y mostrando firmeza y compromiso. China podría aceptar esta salida, con tal de que considere que el tiempo juega a su favor y que en el futuro logrará su objetivo de unificación.

Existen numerosos factores que juegan a favor de una intensificación del conflicto y otros que lo hacen en dirección contraria, pero en muchos casos los factores funcionan en ambas direcciones y sus efectos son diferentes dependiendo de si están presentes otros factores o no. Esto complica sobremanera la creación de un modelo sencillo para la toma de decisiones. De todos modos, el análisis de estos factores es importante y también es importante saber sus papeles respecto al posible desencadenamiento de una guerra, porque esto puede ayudar a seleccionar medidas disuasorias y a evaluar la probabilidad de un bloqueo o ataque chino.

El conflicto bélico es un peligro real

El conflicto bélico es un peligro real. China, con su presidente Xi Jinping, es realista y pragmática, pero también es capaz de desencadenar una guerra o bloqueo contra Taiwán si considera que los beneficios superan a los costos. Por eso es crucial analizar los costos y determinar qué espera Pekín de su control de Taiwán y por qué está tan determinada a lograr ese objetivo. Taiwán, con una población de 23,5 millones de habitantes y una superficie de 36.000 kilómetros cuadrados, puede parecer insignificante para China, que ya controla 9.597 millones de kilómetros cuadrados. Además, la isla nunca ha estado bajo el control administrativo efectivo de la República Popular China y, antes de que pasara a ser administrada por la República de China del Partido Nacionalista Chino o Kuomintang (KMT) en 1945, tan solo había estado bajo el control directo del estado chino durante la dinastía Qing de 1683 a 1895.

En este conflicto hay mucho más en juego que sólo una anexión de un territorio o una medalla en la pechera china o estadounidense. La isla arriesga su supervivencia como una democracia liberal pujante y un centro tecnológico mundial clave en la fabricación de semiconductores y productos de alta tecnología. Japón teme que el control chino de Taiwán debilite su seguridad nacional, mientras que Estados Unidos pone en juego su credibilidad como aliado y su liderazgo en el Indo-Pacífico y en el mundo, y se juega su hegemonía mundial con China. Por su parte, el liderazgo chino y el PCCh ponen en el tapete su legitimidad y prestigio internacional, ya que han vinculado el control de Taiwán con su objetivo fundamental de completar la liberación total, eliminar los restos del Siglo de Humillación y llevar a China al puesto de liderazgo internacional que se merece. Y Pekín también se juega su desarrollo y avance tecnológico y sufrir daños cuantiosos en vidas y enseres.

Los costos del conflicto bélico en cualquiera de sus formas serían muy altos para el mundo y China

Los dos escenarios más probables de un conflicto bélico en el estrecho de Taiwán son el bloqueo o la invasión, y en ambos casos el costo sería enormemente mayor que el de Ucrania. La economía de Taiwán quedaría devastada y anulada o diezmada su aportación al comercio mundial en componentes y productos de alta tecnología (las empresas taiwanesas producen el 65 por ciento de los semiconductores avanzados del mundo, el 80 por ciento de los ordenadores portátiles y el 50 por ciento de los equipos de internet, entre otros), en especial chips, lo que afectaría sobremanera a la cadena de suministro mundial y llevaría a pérdidas en todos los rincones del mundo. El comercio mundial y los intereses de las empresas extranjeras en China y Taiwán se verían seriamente dañados.

En la mayoría de las predicciones, Taiwán, China y Estados Unidos serían los más afectados por una guerra. En concreto Blanchette y DiPippo (2022) apuntan que una lucha de un año entre Estados Unidos y China reduciría el PNB de China en un 25-35 por ciento y el de Estados Unidos en un 5-10 por ciento, crearía disrupción en el comercio y transporte marítimo en la zona, y tendría un costo de más del tres por ciento al PNB mundial. Además, espantaría a las multinacionales de China y Taiwán, y provocaría fugas de capitales, venta masiva de productos financieros y huidas masivas de personas. Estados Unidos impondría, probablemente, sanciones económicas a China y se intensificaría la campaña de desacople internacional de Pekín.

Incluso en el caso de un conflicto bélico reducido al bloqueo de la isla, los costos económicos para el mundo serían cuantiosos. Según Vest, Kratz y Goujon (2022), como mínimo” se “pondría en riesgo más de dos billones de dólares en actividad económica, incluso antes de tener en cuenta el impacto de las sanciones internacionales o una respuesta militar”. Además, “existe una amplia gama de riesgos económicos asociados… (como) la coerción económica china contra empresas y países extranjeros en respuesta a declaraciones o acciones relacionadas con Taiwán, el aumento de los costos de envío por la intensificación de la actividad militar en el Estrecho de Taiwán o la reacción de los mercados financieros a una mayor escalada entre China y Taiwán, que posiblemente involucre los Estados Unidos”.

En un marco de decisiones por costos y beneficios, China misma, incluso con un bloqueo, se asestaría a sí misma un duro golpe en desarrollo económico y acceso a mercados y tecnologías, y sus contendientes se debiliten, ella no dejaría de un alto precio y corre el riesgo de perder. De hecho, en 24 simulaciones realizadas por el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS), todas las partes implicadas sufrían graves pérdidas y Taiwán acababa devastada. China perdía la guerra, pero el costo económico, militar y en vidas para Estados Unidos afectaban a su futuro como líder mundial (Cancian et alii, 2023).

Y aún en el escenario de una rápida victoria militar china, Pekín no podría esquivar serios problemas políticos, económicos y diplomáticos, incluida la dificultad de controlar una isla económicamente devastada con una población no sólo en su contra sino con una carga de odio y deseo de venganza. Además, China debería esperar el deterioro de los lazos con las democracias liberales, el peligroso avance del desacople respecto a las potencias occidentales, mayores dificultades para acceder a tecnologías extranjeras y un resentimiento interno acompañado de una fingida sumisión externa en los países periféricos, temerosos de poder seguir el mismo sino y deseosos de escapar de su influencia y buscar apoyos en Estados Unidos u otros países. Todo eso afectaría sin duda al objetivo fundamental chino de desarrollo pacífico, progreso tecnológico y expansión internacional.

Para Pekín, los costos variarían según su superioridad o inferioridad militar, económica y política con respecto a Taiwán y sus eventuales aliados, y también de su capacidad para contrarrestar sus efectos negativos en la economía interna y el escenario internacional, y legitimar sus acciones ante la comunidad internacional, por medio de apoyos en países ideológicamente afines y bajo su influencia por beneficiarse de su poderío económico, comercial y financiero, por su iniciativa de la Franja y la Ruta, o por sus préstamos y sus importaciones.

Sin embargo, el conflicto bélico no beneficiaría a nadie e inyectaría en el mundo un virus de grandes riesgos. Y, aun así, parece, según White (2022:9), que Estados Unidos y China, aún sin querer el conflicto bélico, no hacen lo suficiente para disuadirlo, quizá porque la tensión favorece el logro de algunos de sus objetivos estratégicos: para Pekín, impedir que Estados Unidos cerque la expansión China; y para Washington, disuadir a China de desafiar su hegemonía. Sin embargo, es pavoroso el panorama de un enfrentamiento entre dos potencias nucleares, escalable a una guerra mundial y/o a un enfrentamiento nuclear, al obligar a las dos potencias a elegir entre la guerra o la humillación. Por eso, es imperativo elevar el nivel de la disuasión, evitar llegar a situaciones no deseadas, no poner líneas rojas innecesarias y no provocar retórica o simbólicamente al contendiente.

Entre los costos, China debe contar con una cada vez más probable intervención militar de Estados Unidos

Tanto China como Estados Unidos consideran que la cuestión de Taiwán es crucial para el control de Asia y su posición en la región.

La defensa de Taiwán es crucial para la credibilidad de Estados Unidos ante sus aliados asiáticos. Si Washington no defiende a Taiwán, perderá credibilidad ya que estaría aceptando tácitamente el uso de la fuerza por parte de China contra una democracia liberal amiga. Además, la isla es un argumento a favor de los valores políticos estadounidenses de democracia y libertad frente al autoritarismo chino. Ceder ante China significaría la pérdida de la hegemonía en Asia Oriental y el deterioro de todas las ventajas y privilegios ligados al control del orden económico, político y financiero del mundo, lo que afectaría a la economía y al liderazgo estadounidense.

Dado que el “valor político y geoestratégico de Taiwán para los Estados Unidos, Japón y otras potencias regionales ha aumentado. La creciente competencia geoestratégica entre China y Estados Unidos ha producido un consenso bipartidista en Estados Unidos favorable a mantener el estatus actual” (Schreer, 2020:253), no es probable que el futuro de Taiwán sea una unificación aceptada.

Aunque las características generales del compromiso estadounidense con Taiwán no han cambiado en los últimos años, los lazos de seguridad entre Estados Unidos y Taiwán se han fortalecido y el compromiso se ha intensificado, como lo muestran los siguientes hechos. En primer lugar, el presidente estadounidense, Joe Biden, ha prometido explícitamente defender a Taiwán, en caso de un ataque chino (Jacobs, J. et ali., 2022). En segundo lugar, Washington ha aprobado numerosas leyes favorables a Taiwán en los últimos años (Ley de Viajes a Taiwán de 2018, Ley de Iniciativa de Protección y Mejora Internacional de los Aliados de Taiwán del 2020, Resolución de la Cámara de Representantes 327 de 2021, Resolución del Senado 97 de 2021, Ley de Autorización de Defensa del 2022, Ley de Política de Taiwán 2022, Ley de Implementación de Garantías de Taiwán del 2023, etc.), reafirmando el compromiso de proteger a Taiwán y su democracia. Y, además, Estados Unidos ha desplegado más de 200 instructores militares en territorio taiwanés, número inusitado (Yu, M. y Lo, J., 2023). Y, en prueba de su compromiso militar con la defensa de la isla y de sus aliados en el mar de China Meridional, Estados Unidos ha establecido cuatro nuevas bases militares en las Filipinas, en Isabela y Cagayán, en la isla de Luzón, frente a Taiwán, y en Palawan, cerca de las disputadas islas Spratly, en el mar de China Meridional (Ministerio de Defensa de Estados Unidos, 2023). La República Popular China es consciente de la mejora de los lazos y de la creciente proyección militar de Estados Unidos en la zona y expresa continuamente esa preocupación en comunicados y reuniones con funcionarios estadounidenses. El mayor compromiso estadounidense mejora la credibilidad de la disuasión y fomenta la estabilidad, pero también podría ser contraproducente si Pekín interpreta que Estados Unidos está respaldando un comportamiento revisionista en Taiwán (Kastner, 2022:83).

La razón por la cual China está tan interesada en Taiwán y se obliga a cumplir sus amenazas de guerra se encuentra en la definición y características del conflicto en el Estrecho, en la evolución de su uso político, en la conexión con su pulso con Estados Unidos por la hegemonía mundial y posiblemente en consideraciones estratégicas para aumentar la apuesta y hacer que el contendiente desista.

Ante los altos costos de la guerra, China, mientras se prepara militarmente para tomar Taiwán por la fuerza, está fomentando la unificación por medios pacíficos, con amenazas, en la mayor parte de los casos, y con algunos incentivos en el campo económico y político. Sin embargo, como se verá es muy difícil que Taiwán capitule ante estas estrategias, como veremos más adelante.

Definición, origen y evolución de los términos del conflicto entre China y Taiwán

El conflicto entre la RPCh y Taiwán se originó después de la guerra civil china entre el PCCh y el KMT, en la que el KMT perdió y se estableció la RPCh. Chiang Kai-shek trasladó el gobierno y el ejército de la ROC a Taiwán, que se convirtió en la sede de un gobierno en el exilio. Desde entonces, ha habido un conflicto de soberanía que se centra en el estatus internacional de Taiwán.

Después de la Segunda Guerra Mundial, las Fuerzas Aliadas decidieron traspasar la soberanía de Taiwán a la República de China. Sin embargo, en la Conferencia de San Francisco de 1951, en la que se decidió el destino de los territorios ocupados por Japón, ni la RPCh ni la ROC participaron en las discusiones. Aunque Japón renunció a la soberanía sobre Taiwán, no la traspasó a ninguno de los dos países.

Aunque la República Popular China nunca ha ejercido control administrativo sobre Taiwán desde su fundación, se considera heredera legítima de los derechos del Imperio Chino y declara que tiene soberanía absoluta sobre Taiwán como parte integrante de su territorio. Esto se debe a que la RPCh no reconoce el Tratado de Shimonoseki (1895), por el cual el Imperio Chino cedió Taiwán a Japón, y declara extinta a la República de China tras su derrota militar.

Tanto la República Popular China como la República de China declaran en sus respectivas constituciones que Taiwán forma parte de ellas. La constitución original de la República de China se creó en 1946 y entró en vigor en 1947, mientras que la RPCh adoptó la suya el 20 de septiembre de 1954. La versión actual de la RPCh menciona a Taiwán como parte del "territorio sagrado" en su Preámbulo. Sin embargo, la relación entre China continental y Taiwán es más compleja de lo que sugieren las declaraciones oficiales chinas (Gerry van der Wees, 2020), ya que la China histórica sólo controló directamente a Taiwán de 1683 a 1895 bajo la dinastía Qing, y el número de chinos que se establecieron en la isla antes de la llegada de los holandeses fue limitado. Y fueron precisamente estos últimos, y no el Imperio Chino, quienes fomentaron la emigración china a la isla. Andrade (2008) señala que la historia temprana de Taiwán fue compleja, porque en la isla se establecieron un crisol de culturas y pueblos y estuvo gobernada, entera o en parte, por Portugal, Holanda, España, China y Japón. Además, generalmente no se la considero parte integral de China hasta después de la Segunda Guerra Mundial.

La RPCh culpa a la intervención de Estados Unidos de la supervivencia de la ROC (Taiwán) tras la guerra civil, y por tanto, la separación se atribuye a la injerencia extranjera y a la debilidad relativa de la República de China tras su fundación. El estallido de la Guerra de Corea (1950-1953) y la intervención china llevó a Washington a incluir a Taiwán en su zona de seguridad, garantizando que no sería absorbida por la RPCh.

En resumen, el conflicto entre la RPCh y Taiwán es histórico, ideológico y territorial, y tiene como trasfondo la competencia entre China y Estados Unidos.

Evolución de los objetivos de China y Taiwán en el conflicto

Respecto a los objetivos de China y Taiwán en el conflicto que enfrenta a ambos territorios, el objetivo taiwanés es evitar un destructivo conflicto militar con China, mantener el estatus quo de democracia y autonomía, su bienestar y declarar la independencia formal, si fuese posible sin provocar una guerra.

La RPCh tiene un doble objetivo respecto a Taiwán: impedir la independencia formal de la isla y lograr su unificación por medio de una nueva versión del “un país, dos sistemas” aplicado en Hong Kong. A lo que habría que añadir un tercer doble objetivo: el uso político nacionalista para el mercado interno (legitimación del PCCh, etc.) y de elemento de negociación y conflicto con Estados Unidos. Por tanto, racionalmente, su motivación para lanzar un conflicto bélico provendrá, en primer lugar, de considerar que es imposible disuadir a la isla de independizarse o de lograr una unificación pacífica negociada. Y, en segundo lugar, de necesidades de uso en la política interna o en los lazos con Estados Unidos o en su plan de expansión mundial.

La RPCh, como actor racional, sopesará los beneficios de un enfrentamiento bélico en relación a sus costos militares, económicos y políticos, en especial respecto a su impacto en el objetivo fundamental de desarrollo económico y tecnológico.

Además, hay que tener en cuenta que China ha elevado sus exigencias sobre lo que considera aceptable como status quo, mientras labora por la unificación pacíficamente, sin lanzar un conflicto armado. China espera ahora más que antes de Taiwán y Estados Unidos. El statu quo aceptable para China hace unos años, ya no lo es. Su política hacia Taiwán ya no busca tan sólo impedir la independencia, sino que tiene una mayor urgencia en alcanzar logros hacia la unificación. Y la llegada al poder en la isla del “independentista” Partido Demócrata Progresista en 2016 despertó en Pekín desconfianza hacia las promesas de no declarar la independencia y de la factibilidad de una unificación pacífica. Eso explicaría, la escalada en la intimidación militar hacia Taiwán, poco después de esa fecha, mucho antes de las maniobras militares de agosto del 2022, ligadas a la visita a Taiwán de la presidenta de la Cámara de Representantes estadounidense, Nancy Pelosi. En los últimos años China ha lanzado acciones intimidatorias en zonas cada vez más cercanas a Taiwán y hecho declaraciones más asertivas de su soberanía sobre las aguas del estrecho de Taiwán (Liu, 13 de junio de 2022), que la comunidad internacional considera internacionales y de libre navegación. Además, Pekín ha extendido las amenazas y sanciones a temas económicos y culturales y a grupos e individuos fuera de China. Eso muestra una inusitada asertividad con advertencias y/o sanciones a empresas e individuos por no seguir su terminología sobre Taiwán, como las que lanzó en 2018 contra empresas y aerolíneas que colocaban a la isla en listas de países en sus páginas web (AP, 18 de mayo de 2018). También por realizar acciones que considera contrarias a su política sobre Taiwán, como las lanzadas contra la presidenta de la Cámara de Representantes Nancy Pelosi en agosto del 2022, por su visita a la isla, y contra la Biblioteca Presidencial Reagan y la Fundación Hudson y sus dirigentes, por organizar actividades con la presidenta taiwanesa Tsai Ing-wen durante una escala en Estados Unidos en 2023.

Volviendo a la historia, tras 1949, el objetivo de la ROC en Taiwán era la recuperación de China continental y la isla era un mero trampolín para lograr ese objetivo, donde estableció un sistema autoritario constitucional, bajo Ley Marcial hasta 1987. Además, mantuvo como parlamentarios “vitalicios” a los elegidos en China continental y no realizó elecciones legislativas hasta 1992. La ROC en Taiwán contó, de 1949 a 1972, con un amplio reconocimiento internacional, como miembro del bloque democrático durante la Guerra Fría, y con un escaño en el Consejo de Seguridad de la ONU. El ingreso de China en la ONU, que ocupó también el escaño en el Consejo de Seguridad, en 1972, unido al traspaso del reconocimiento diplomático estadounidense de Taipéi a Pekín en 1979, asestó un duro golpe a Taiwán y la obligó a reajustar sus objetivos. Pasó a prestar más importancia a Taiwán, a su proceso de democratización y a los taiwaneses (no chinos continentales), muchos de ellos cooptados por la reforma agraria y el reparto del éxito económico.

En 1988, tras la llegada al poder del presidente Lee Teng-hui, a la muerte del hijo de Chiang Kai-shek, Chiang Ching-kuo, se dio entrada a más taiwaneses en el liderazgo del KMT y se aceleró el ritmo de la democratización. Poco antes y de modo clandestino, pero conocido por todos, se fundó el opositor e independentista Partido Demócrata Progresista. Y en 1992, con las elecciones parlamentarias en la isla en 1992 y el retiro de los parlamentarios elegidos en China continental, se instauró la democracia electoral, que con las elecciones presidenciales directas del presidente en 1996, se coronó. La gran mayoría numérica de no venidos de China continental con Chiang Kai-shek (taiwaneses), unida a la democratización económica y la aceleración de la democratización política, dieron el poder a los taiwaneses.

Las políticas de los presidentes hacia China pasaron de la tradicional similar a la llamada de las dos Chinas, a la de “dos Estados, uno a cada una de las orillas del Estrecho” de Lee Teng-hui, a un suavizado “una China y un Taiwán” del presidente Chen Shui-bian y a una vuelta con Ma Ying-jeou a una versión soberanista de la tradicional del KMT, bautizada como “Consenso de 1992” o “Una China con dos interpretaciones”. En el 2016, con Tsai Ying-wen se volvió a una interpretación moderada de la de Chen Shui-bian.

En estrategias, para granjearse apoyos ante la amenaza China y legitimación internacional, Taiwán pasó del uso político del alineamiento con las potencias occidentales y Estados Unidos durante la Guerra Fría, al uso de su democratización y poderío económico para granjearse aliados e ingresar en organismos internacionales que culminó en su entrada en APEC y a la Organización Mundial del Comercio. Sin embargo, la bonanza internacional para Taiwán, duró poco porque el rápido ascenso económico de China borró progresivamente la ventaja económica y militar de Taiwán, rebajó el número de sus aliados, e intensificó la obstaculización del ingreso en organismos internacionales de todo tipo, incluidos, en los últimos años, los culturales, comerciales y económicos, que China no cercaba con anterioridad.

China, por su parte, pasó de su política de recuperación militar de la isla a ofrecer la reunificación pacífica (“Mensaje a los compatriotas taiwaneses” de 1979) bajo la fórmula de “un país, dos sistemas”, pero sin aflojar el cerco diplomático y la amenaza del uso de la fuerza. Bajo la presidencia de Hu Jintao en China y de Chen Shui-bian, en Taiwán, Pekín lanzó medidas más estrictas para impedir y castigar declaraciones o acciones consideradas como tendentes a la independencia formal de Taiwán. China también recurrió a sus buenos lazos con Estados Unidos para frenar los intentos isleños de separación. De esta época es la Ley Antisecesión (2004), que ofrecía a China una cobertura legal para justificar medidas de fuerza contra Taiwán y sanciones. A finales del mandato de Hu Jintao, con el ascenso en el poder de Xi Jinping, que coincide con crisis económicas occidentales y un ascenso espectacular del poderío económico y militar de China, una China más confiada en su poderío abandonó la política de Deng Xiaoping de “bajo perfil” y se embarcó en una política asertiva de expansión de su influencia estratégica, militar y política, basada en su recién adquirida conciencia de su poderío y superioridad sobre, que se concretaron en sus renovadas reclamaciones de soberanía sobre el mar de China Meridional (2004), la Iniciativa de la Ruta y de la Franja (2012) y las campañas y organismos anejos.

Xi Jinping lanzó también una política más asertiva hacia Taiwán, pasando de enfatizar sólo el impedir la independencia a poner más énfasis en la unificación (Culver, J. y Hass, R., 2022), y esto con una urgencia inusitada, que se plasmó en su declaración de que la solución de la cuestión de Taiwán “no puede pasarse de generación en generación”. Además, ha ligado la unificación a objetivos fundamentales de la RPCh, el “sueño chino” y “el rejuvenecimiento” de la Patria, e insinuado como fechas para el logro de esta meta los años 2027, 2035 y 2049. Desde la llegada al poder de la presidenta Tsai Ing-wen del PDP, Xi ha intensificado la intimidación y el cerco internacional a la isla, como ya se ha mencionado.

El interés chino en Taiwán es tan alto que sin disuasión puede llevar a un conflicto bélico

El interés de China en la unificación con Taiwán es muy intenso y de alto nivel, debido a varias razones.

En primer lugar, la Constitución china incluye a Taiwán como parte del "territorio sagrado" de China, y la unificación es considerada como uno de los "intereses fundamentales" de China. Esto además se refleja en varios documentos oficiales, como el Libro blanco de la Defensa Nacional de China de 2019, la Declaración conjunta entre China y Estados Unidos de 2015 y el Discurso de Xi Jinping en la Asamblea Popular Nacional de 2013, que instó a las fuerzas armadas a "prepararse para luchar y ganar una guerra" para proteger los intereses fundamentales del país.

En segundo lugar, la existencia independiente de Taiwán desafía la legitimidad del liderazgo hegemónico del Partido Comunista Chino y de sus dirigentes, especialmente del líder máximo, Xi Jinping. El Partido ha enfatizado la importancia de la reunificación como objetivo clave y ha utilizado este tema para lograr apoyo popular. Además, el nacionalismo chino está arraigado en la campaña nacionalista, educativa y retórica de la RPCh:

“La resolución de la cuestión de Taiwán y la materialización de la reunificación completa de la patria constituyen una tarea histórica inalterable del Partido, un anhelo compartido por todos los hijos de la nación china y una exigencia ineludible para la culminación de la gran revitalización de la nación china”, señala el informe al XX Congreso Nacional del Partido Comunista de China (Xi Jinping, 2022).

En tercer lugar, la unificación de Taiwán es clave para el restablecimiento del "legítimo lugar" de China en el mundo, el desquite y superación del Siglo de Humillaciones (1839- 1949), y su elevación a potencia de primer orden mundial y dominante en Asia Oriental. La unificación también es una prueba de que China ha ganado el pulso a Estados Unidos, ha logrado empoderarse y ha eliminado el último vestigio de imposición colonial. Aunque a Rigger (2011: 179-181) le asombra “la desproporcionada atención” que presta China a la isla “en relación con otras reclamaciones territoriales” del Siglo de Humillaciones, con áreas mayores que Taiwán y que pertenecían también al imperio Qing en el siglo XIX. Áreas que son independientes o están controladas por Rusia en la actualidad.

Por otro lado, Taiwán es crucial en la estrategia china de proyección hacia el Pacífico Occidental, los mares del Este y Sur de China y el océano Índico. El presidente Xi Jinping ha enfatizado la importancia de la reunificación como condición para el logro de los objetivos claves del "Sueño chino" y el "Rejuvenecimiento nacional", lo que intensifica su importancia estratégica y la presión sobre el liderazgo chino para lograrla.

En cuanto a la fecha límite, la mencionada declaración de Xi en 2013 y 2019, sobre que la solución no puede pasarse de generación en generación, y el ligar Taiwán al logro del “rejuvenecimiento nacional”, que debe alcanzarse para el 2049, parece indicar que esa es la fecha límite, junto con la de 2035, fecha en el Ejército chino será de primer orden mundial. Y en relación al modo de lograrla, Xi deja claro que prefiere el modo pacífico, pero no excluye el "uso de la fuerza y se reservan la opción de tomar todas las medidas necesarias". Por lo tanto, es importante intensificar las medidas de disuasión y evitar provocaciones simbólicas innecesarias para evitar un conflicto bélico.

La isla es un eslabón crucial en la estrategia china de proyección hacia el Pacífico Occidental, los mares del Este y Sur de China y el océano Índico. El control de Taiwán facilitaría dominar las líneas marítimas de comunicación para su comercio, abastecimiento y expansión internacional. China busca hacer valer internacionalmente su postura de que tiene "soberanía, derechos de soberanía y jurisdicción" sobre el estrecho de Taiwán y que sus aguas no son internacionales de libre tránsito sino "aguas territoriales internas".

Además, Taiwán es parte de la primera cadena de islas que rodean a China y funge como barrera natural a su proyección hacia el Pacífico Occidental. Si China controlara Taiwán, facilitaría su proyección militar hacia Japón, bases militares estadounidenses en Okinawa y Filipinas, y el mar de China Meridional, y tendría poder sobre el suministro de materias primas y energéticas de los países del Asia Oriental, lo que aumentaría la palanca de influencia china sobre esos países. Y ese control se ligue a la campaña china para imponer su “soberanía, derechos de soberanía y jurisdicción” sobre el estrecho de Taiwán y que sus aguas no son internacionales de libre tránsito sino “aguas territoriales internas” (Ministry of Foreign Affairs of the PRCh, 2022).

Controlar Taiwán también supondría poner fin a uno de los experimentos más exitosos de democracia, en desafío al modelo político de China, que se compromete en mantener un sistema marxista y autoritario, y lo ofrece al mundo como referencia. La existencia en Taiwán de una democracia avanzada supone un desafío al sistema político chino, que legitima tanto al Partido Comunista como a la misma República Popular. La democracia taiwanesa es una de las más avanzadas en consulta directa a los ciudadanos, con un uso frecuente de los referendos y experiencias punteras en democracia consultiva y participativa.

Taiwán ofrece una alternativa al desarrollo chino de socialismo con características chinas con su éxito económico, político y tecnológico. Taiwán, al ser clasificada como la democracia más avanzada en Asia por The Economist Intelligence Unit 2022 (y décima del mundo) (The Economist Intelligence Unit, 2023), supone una prueba de que la democracia liberal a alto nivel puede arraigar entre personas étnicamente chinas. Y desafía la superioridad de la propuesta china de “Una democracia que funciona”, del 2021. Taiwán ha logrado no sólo alto nivel como democracia formal sino éxito en eficiencia y bienestar, lo que desafía la superioridad de la propuesta china de “Una democracia que funciona”, del 2021. La isla es la sede de empresas líderes en producción de semiconductores, como la Taiwan Semiconductor Manufacturing Corp. (TSMC), y produce la mayor parte de los chips avanzados del mundo. También ha desarrollado un exitoso sistema de seguro sanitario público universal y un sistema educativo accesible y de calidad, y dispone de un gran número de profesionales y emprendedores, con uno de los índices más altos del mundo en pymes (1,59 millones con sólo 23,5 millones de habitantes) (Ministerio de Economía de Taiwán, 2022) y registró un desempleo del 3,67 por ciento en 2022 (National Statistics of the Republic of China, 2023). Como dice Tsang (2017:21), la “existencia de Taiwán como una democracia vibrante en la que florecen la cultura, la religión y el espíritu humano individual demuestra que el sistema leninista consultivo que Xi Jinping ha reafirmado para la RPCh no es el único sistema político que funciona para el pueblo chino. La existencia de un modelo alternativo viable… es una cuestión de gran importancia”.

El control sobre Taiwán sería crucial para China, ya que su desarrollo tecnológico y sus recursos empresariales, financieros y tecnológicos son importantes para los objetivos de China en su búsqueda del "sueño chino" y del rejuvenecimiento nacional. En concreto, para China son muy importantes los semiconductores taiwaneses, que representan un fuerte porcentaje de las exportaciones isleñas (CSIS Event, 2022). Además, Taiwán es importante para la seguridad nacional de China. El control de Taiwán también es clave para la legitimidad del liderazgo del PCCh y su posición como líder mundial. Por lo tanto, es comprensible que China esté dispuesta a invertir tantos recursos y esfuerzos en el tema de la unificación, ya que el éxito en este asunto es importante para mantener el poder y la grandeza de China. Sin embargo, cualquier concesión en este tema podría tener un efecto dominó en Hong Kong, Xinjiang y Tíbet, lo que hace que la defensa del tema de la unificación sea aún más importante para el liderazgo chino.

No habrá solución definitiva al conflicto sin un cambio político radical en China o un acomodo taiwanés en el tema de soberanía

Sin un cambio radical en el sistema político chino, casi todos los expertos coinciden en que la única salida no violenta al conflicto en el estrecho de Taiwán es el mantenimiento del estatus quo de un Taiwán democrático sin declaración de independencia y sin que China sufriese una grave mella en su prestigio internacional o una rendición taiwanesa en el tema de soberanía. La primera salida, sería un arreglo temporal, aunque podría durar muchos años, y la segunda, una solución definitiva, pero altamente improbable, debido al creciente apoyo bipartidista en Estados Unidos al mantenimiento de Taiwán como democracia y el fuerte apego taiwanés por su identidad separada, su democracia, libertad y estilo de vida, mostrado reiteradamente en los sondeos de opinión.

Además, el claro poder económico y militar de China, sus campañas para integrar la economía de Taiwán, sus tácticas de cerco internacional y diplomático, su intimidación militar en la zona gris, la guerra cibernética y de información, y sus estrategias de poder suave, incluyendo el uso de empresarios taiwaneses con intereses en China y su control sobre los medios de comunicación, no están afectando las opiniones y elecciones políticas de los isleños y no están consiguiendo que su liderazgo acepte la unión con China.

En el campo económico, China probablemente se convertirá en la mayor economía del mundo para el 2030 (Kennedy, 2018) y ya es el primer socio comercial de la mayoría de países. En el ámbito diplomático, Pekín ha reducido el espacio internacional de Taiwán a relaciones oficiales con solo 13 países, y es posible que el número siga disminuyendo. Sin embargo, la influencia de la pérdida de aliados es cada vez menor en términos pragmáticos y de desalentar a los taiwaneses, especialmente porque al mismo tiempo la isla está recibiendo un mayor apoyo de potencias occidentales importantes, como Estados Unidos, Japón, Reino Unido, Canadá, Alemania y otras.

En lo militar, Pekín mantiene una clara superioridad en personal y equipos con respecto a Taiwán, y espera superar o igualar a Estados Unidos para el 2049. Además, ha aumentado su capacidad para infligir pérdidas a las fuerzas estadounidenses destacadas en el Pacífico Asiático, con lo que espera disuadir a Washington de intervenir en un posible conflicto. Sin embargo, autores como Scheer (2020) aseguran que el creciente poderío chino no es suficiente para obligar a la isla a aceptar la unificación sin usar la fuerza militar. Una de estas limitaciones es la incertidumbre en torno a la respuesta de los Estados Unidos y otros aliados regionales, si China intentara una acción militar contra Taiwán.

Además, los datos muestran que China no logrará traducir su poderío en obligar a Taipéi a concesiones claves en el tema. En primer lugar, debido a que el crecimiento económico y militar de China esconde limitaciones cualitativas y serios desafíos económicos, tecnológicos y políticos. En segundo lugar, porque el cerco diplomático de China no ha evitado que Taiwán refuerce sus lazos con las democracias liberales más poderosas y que sus relaciones con Washington sean cada vez más estrechas. En tercer lugar, porque China no tiene suficiente palanca como para transformar sus estrechos lazos económicos y comerciales con Taiwán en presión política. Y finalmente, porque, aunque China conquistase Taiwán, aún enfrentaría oposición y un enorme costo político en el exterior. “A menos que Taipéi declare formalmente la independencia, es posible que la capacidad de Pekín para obligar a Taipéi a moverse hacia la unificación permanezca más limitada de lo que frecuentemente se asume” (Schreer, 2020: 247).

La presión de castigos económicos difícilmente hace cambiar la postura interna, aunque sí puede llevar a modificaciones de conductas para evitar problemas. Y en el caso taiwanés, su población es fuertemente partidaria de la democracia y de la independencia de facto de la isla, lo que dificulta que China pueda logre apoyo interno y externo para su postura sobre Taiwán. Los sondeos de opinión en la isla muestran consistentemente que la mayoría de los isleños se identifican como taiwaneses y no como chinos, rechazan la oferta china de unificación bajo el modelo de "un país y dos sistemas" y están determinados a defender la isla en caso de un ataque chino. En el sondeo del Consejo de Asuntos de China Continental (MAC) realizado en marzo de 2023, el 83,6% de los encuestados se opone al modelo "un país, dos sistemas", el 81,7% rechaza la postura china de que "Taiwán es parte del sagrado territorio de la República Popular de China", el 85,1% apoya que el futuro de la isla con respecto a China lo decidan los 23 millones de taiwaneses y el 88,9% desea "el mantenimiento del status quo en sentido amplio" (Encuesta de opinión pública, 2023). Otros sondeos ofrecen datos más detallados, como el del Election Study Center de la Universidad Chengchi de Taiwán realizado en 2022, en el que el 60,8% de los encuestados se identificó como taiwanés, el 32,9% como taiwanés y chino, el 2,7% como chino y el 3,6% no sabe o no responde (Election Study Center, 2022). En 2021, la Taiwan Public Opinion Foundation señaló que el 76,8% de los taiwaneses se identifican como taiwaneses, el 11,3% como taiwaneses y chinos, el 7,5% como chinos y el 4,4% no sabe o no opina (TPOF, 2021). ). Y sobre la determinación de los isleños en la defensa armada de Taiwán, según otro sondeo realizado en mayo de 2022, por la Association of Chinese Elite Leadership, el 61,4 por ciento estaba dispuesto a luchar, mientras el 25,1 por ciento dijo no estarlo (CNA, 2022). Y una clara mayoría apoya la extensión el servicio militar obligatorio, el 72,7 por ciento, según otra encuesta, lo que se interpreta como determinación de la isla en su defensa (Taipei Times, 2022 y Taiwan Public Opinion Foundation, 2023).

Y cuanto en más detalle se analiza, la conclusión de que es muy improbable que Taiwán acepte pacíficamente las demandas chinas se refuerza. El poderío y las estrategias chinas complican la vida para el liderazgo taiwanés y todos los isleños, pero no va a llevarlos a cambiar en este tema.

Además, la integración social y económica entre China y Taiwán se está debilitando, lo que disminuye la influencia China. Para comenzar, el atractivo social y económico de China sobre los taiwaneses está disminuyendo, como lo prueba el dramático descenso en el número de emigrantes taiwaneses en China, que tras alcanzar más del millón ha bajado mucho, en especial después del 2014, según la Dirección General de Presupuesto, Contabilidad y Estadística (DGBAS). En concreto, en el 2021, sólo quedaban 163.000 (el 51,1 por ciento del total de taiwaneses trabajando en el exterior), con una baja del 19,2 por ciento con respecto al 2019 y del 61,6 por ciento con respecto al 2011 (Lee, Y. W. y Lee, H. Y., 2023).

De hecho, Chiang (2023) señala que “hay indicios de que los lazos económicos entre Taiwán y China han empezado a desacoplarse”, en especial tras la crisis económica mundial del 2008-2009 y del inicio de la guerra comercial entre China y Estados Unidos que afectó a las exportaciones de las empresas taiwanesas con manufactura en China y seguirá afectando, sobre todo tras la decisión de Apple de trasladar la manufactura de sus productos a India. Además, las sanciones de EE.UU. a la exportación de chips y equipos avanzados a China, incluyendo las exportaciones de empresas taiwanesas, han debilitado aún más las relaciones económicas a través del estrecho. La tasa de crecimiento de las exportaciones taiwanesas de productos electrónicos, incluidos los chips semiconductores, a China y Hong Kong, se ha desacelerado del 24% en 2020 y 2021 al 11% en 2022. En comparación, las tasas de crecimiento de las exportaciones taiwanesas de productos electrónicos al Sudeste Asiático y a la India se aceleraron enormemente (un 21% y un 72%, respectivamente), según el Ministerio de Finanzas de Taiwán. Y las exportaciones taiwanesas de chips semiconductores a la India para el montaje final podrían crecer aún más tras la decisión de Apple de trasladar la producción del iPhone a la India. Apple es uno de los principales contribuyentes a las exportaciones taiwanesas de chips semiconductores para ensamblar dispositivos en un tercer país. Se espera que India represente el 50% de la producción del iPhone en 2027, frente al 5% actual.

En el campo comercial, China tampoco puede presionar a Taiwán con la terminación del Acuerdo Marco de Cooperación Económica (ECFA), ya que cubre tan solo el 5% de las exportaciones totales de Taiwán a China, compuestas en gran parte por semiconductores, con aranceles nulos o bajos, en virtud del Acuerdo sobre Tecnología de la Información de la Organización Mundial del Comercio.

Las inversiones taiwanesas en China, que ofrecen a Pekín palanca por medio de empresarios y de beneficios económicos para Taiwán, están cayendo. Según la Comisión de Inversiones de Taiwán, la inversión taiwanesa China ha caído en picado, en los pasando de 9.000 millones de dólares en 2017 a solo 1.700 millones en 2022. Según datos oficiales isleños, el 34% del total de la inversión mundial de las empresas taiwanesas en 2022 se dirigió a China, el 31% al Sudeste Asiático y la India, y el 13% a EE.UU. y Europa. Y las encuestas atribuyen esa baja en inversiones a la competencia local, el aumento de los costos laborales y la creciente dificultad para desarrollar el mercado interno chino.

Con respecto a la intimidación por medio de la guerra política y similares, también se observa que, a pesar de su intensificación desde el 2016, no están teniendo efecto ni en el nacionalismo taiwanés ni en las elecciones isleñas, ya que el nacionalismo sigue aumentando, según los sondeos ya mencionados, y en las elecciones sigue ganando el independentista Partido Demócrata Progresista.

Esas medidas chinas de guerra política y similares, buscan fomentar la unificación, por tres caminos, según Daniel Blumenthal y Frederick W. Kaplan: la persuasión, coerción y aislamiento, que se traducen, en primer lugar, en convencer a los isleños de la imposibilidad de prevalecer y de la improbabilidad de que Estados Unidos intervenga en su protección, y luego en amenaza bélica y cerco diplomático internacional (Blumenthal,
D. y Kaplan, F., 2023). Su objetivo es, por tanto, convencer, amedrentar y desanimar a los taiwaneses que mayoritariamente se oponen a la unión y obligar al liderazgo isleño a ceder. Pero estas estrategias no parecen estar funcionando, ya que los sondeos muestran que se mantiene el apoyo mayoritario a la identidad taiwanesa, el rechazo de la unión con China y su oferta de "un país, dos sistemas".

La lucha por el control de Taiwán ya ha comenzado con las estrategias mencionadas, que Williams (2023) califica como de "anaconda", porque "aprieta progresivamente para lograr que la isla pierda su voluntad de luchar". Pekín ya está realizando una guerra gris contra la isla con su intimidación militar rutinaria, ciberataques y campañas de desinformación, que se espera que se intensifiquen cerca de las elecciones presidenciales de 2024. Además, China está estrangulando la economía isleña al interrumpir las exportaciones taiwanesas debido a la inquietud que despierta en las empresas internacionales sobre la estabilidad de los suministros procedentes de Taiwán debido a su continua intimidación militar.

La guerra política contra Taiwán incluye también una competencia de discursos, en la que trata de ampliar las aplicaciones del "principio" o "políticas" de la "Una China", suscrito por los países con los que mantiene relaciones diplomáticas, incluyendo Estados Unidos, y que en muchos casos solo respetan la postura china sin asumirla. Además, China intenta recortar el alcance de los compromisos estadounidenses con Taiwán, que incluyen el Acta de Relaciones con Taiwán (Taiwan Relations Act), las Seis Promesas (Six Assurances) y la Revisión de la Política hacia Taiwán (Taiwan Policy Review) de 1994, para presionar sobre las ventas de armas a la isla y el compromiso de defensa estadounidense.

Otros elementos de esta intimidación china, según Gershanek (2020), son el "sharp power" (guerra de información), el frente unido, las operaciones de influencia y las "tres guerras" (sicológica, informativa y legal). La influencia china sobre empresarios isleños que controlan medios de comunicación se traduce en guerra informativa. Las operaciones de influencia se dirigen principalmente a líderes, empresarios, medios de información, industriales, académicos, etc., de países extranjeros. La guerra legal incluye las leyes sobre temas relativos a Taiwán, para convertir acciones o discursos que no sigan las políticas de Pekín en delitos castigables en China con alcance extraterritorial, tales como la Ley Antisecesión del 2024.

En el campo de incentivos políticos, Xi está preparando una nueva versión del “un país, dos sistemas”, para lanzar una oferta más atractiva a los isleños, y ha encargado de esa importante labor al nuevo jefe adjunto del Principal Grupo Central para Asuntos de Taiwán (Central Leading Group for Taiwan Affairs), Wang Huning. Cuando se acabe de pergeñar, el nuevo esquema del “un país, dos sistemas” incluirá, según expertos taiwaneses, planes para el establecimiento de una plataforma de negociaciones (no gubernamentales) con Taiwán que sentaría las bases para la administración y el gobierno tras la eventual unificación. Esta plataforma reforzaría la legitimidad del nuevo marco, al haber sido creado a través de un proceso democrático de consultas, y serviría también para legitimar una eventual invasión armada, contrarrestar el apoyo internacional y debilitar la voluntad de resistencia de los isleños. Además, Pekín parece estar considerando incorporar su política sobre Taiwán en el marco de sus leyes de seguridad, lo que le permitiría ejercer jurisdicción fuera del territorio chino para castigar a quienes incumplan sus políticas con el supuesto objetivo de promover la paz y la estabilidad regionales. (Chen, Y.F. y Chin, J., 2023). Sin embargo, lo que puede ofrecer China se queda muy corto para Taiwán y no es de esperar que este incentivo haga que los isleños acepten la incorporación a China.

Todo lo mencionado reduce de las opciones de salida pacífica del conflicto a que Taiwán siga siendo manteniendo su democracia e independencia con el apoyo de las potencias democráticas liberales o a que China la obligue a unificarse por la fuerza. Y en caso de conflicto, la realidad es que nadie puede predecir quién saldrá vencedor, debido a que nadie dispone de todos los datos necesarios para hacerlo, pero lo que es seguro es que los costos serán muy elevados.

Factores detonantes y disuasorios del conflicto bélico

En la tesitura mencionada, es importante enumerar los factores que contribuirían a desencadenar un conflicto armado y aquellos que servirían de elementos disuasorios.

En un marco de costos y beneficios, podemos clasificar los detonantes, en los que aumentan el valor y utilidad de la guerra y los que disminuyen los costos para China. Una declaración formal de independencia o un claro avance en ese sentido es sin duda una línea roja china y evitar que se traspase sin duda reviste un alto valor y utilidad para Pekín. La percepción china de que puede vencer por tener el suficiente poderío militar, económico y estratégico se contaría como del tipo de reducción de costos. El temor del liderazgo chino a ser tratado de blando si no usa medio militares para lograr la unificación, bajo ciertas circunstancias, sería un factor ligado a la utilidad. Por eso, el creciente recurso del liderazgo chino al nacionalismo para justificar su poder y el del PCCh y las promesas insinuadas de lograr la reunificación para fechas como el 2027, 2035 o 2049 que suponen compromisos que aumentan el valor del conflicto. El creciente antagonismo con Estados Unidos y el temor de que se cimente una alianza de potencias democráticas liberales para contener a China incrementa la utilidad. La intensificación en Taiwán del nacionalismo y la democratización, al hacer más improbable la integración, aumentan el valor. Y la llegada al poder de políticos taiwaneses intensamente opuestos a la unión, como William Lai, del Partido Demócrata Progresista (PDP), que es el favorito para ganar las elecciones presidenciales del 2024, al intensificar el peligro de independencia formal a sus ojos, eleva el valor.

Si se producen en China problemas para el control del PCCh, por protestas, disturbios, movimientos separatistas, crisis económica, descontento político, económico o social, etc., el conflicto bélico con Taiwán adquiere utilidad para disuadir y para unir a todos bajo la bandera de los líderes., movimientos de descontento político o social, etc.

La mutua desconfianza entre China y Taiwán y entre China y Estados Unidos aumenta las probabilidades de un conflicto, porque desincentiva la confianza en acuerdos diplomáticos e incentiva la confianza sólo en medios de poder duro.

En resumen, los principales factores detonantes serían: la declaración de independencia formal o similar, la conciencia china de que puede vender militarmente, su creciente asertividad y poderío internacional, su conciencia de poderío económico, tecnológico, militar y político en ascenso; el acortamiento de distancias en el poderío económico y militar de China y Estados Unidos; el creciente nacionalismo chino y la utilidad del uso del tema de Taiwán en la legitimación del control político por parte del PCCh; el nacionalismo y democratización de Taiwán; el temor chino a una creciente injerencia internacional en el conflicto de soberanía en el Estrecho (ante la consolidación de una alianza política entre las democracias liberales en enfrentamiento a China, Rusia y otras potencias autoritarias, que se está extendiendo al campo militar y económico). Todos estos factores fortalecen la confianza china en la factibilidad de la anexión militar y de su capacidad para rebajar los costos, imponiendo su superioridad militar y económica, manteniendo al margen a las potencias extranjeras y disminuyendo el riesgo de condenas y sanciones internacionales a través de su mayor influencia mundial.

Sin embargo, China también es consciente de que algunos de los factores mencionados tienen a su vez el potencial de aumentar sus costos, como el ascenso en el nacionalismo taiwanés y la consolidación democrática en la isla; el posible fortalecimiento de un frente de Estados Unidos y las potencias occidentales para contener a China estratégica, económica y militarmente; el creciente temor estadounidense a perder su hegemonía mundial a manos de China; y el creciente apoyo de Washington a la isla y su democracia que aumentan los costos y no juegan a favor de su objetivo de unificación.

Entre los factores que llevan a una moderación en China, están los que elevan su confianza en poder lograr su objetivo o impedir la independencia formal. Si China pierde el temor a que Taiwán declare la independencia formal y de que Estados Unidos lo está fomentando, se sentiría menos inclinada a ir a la guerra. De hecho, es muy improbable que Taiwán declare la independencia, ya que esto supondría un suicidio político para cualquier líder o partido taiwanés, dada la clara voluntad de la población isleña de ceder eso para evitar la guerra, con tal de tener un espacio pragmático internacional.

La conciencia de los daños que puede sufrir y de los altos riesgos que corre son también factores moderadores. China debería ser consciente de que, a pesar de sus avances militares, económicos y tecnológicos en las últimas décadas, no puede estar segura ni de que Estados Unidos se abstenga de intervenir ni de que lo vencería. Y un fracaso en la campaña militar supondría una gran mella en el prestigio del PPCh y de XI Jinping, y pondría en peligro sus liderazgos.

La necesidad china de mercados y tecnología en los países liderados por Estados Unidos aumenta el valor de la moderación y eleva el costo de la guerra. Pekín necesita paz y más tiempo para reforzar su poderío económico y tecnológico sin una ruptura brusca con Occidente.

Lo que hace probable que China espere, al menos hasta que tenga la seguridad de haber logrado sus metas económicas y tecnológicas ligadas a las potencias democráticas liberales.
La creciente confianza china en su poderío económico, político, militar, e internacional también puede disuadir del conflicto, al hacer pensar a China que en el futuro tendrá mayores armas para convencer a Taiwán de la unión, por medio de presión internacional. La consolidación del poder del presidente Xi Jinping, al rebajar la necesidad del uso nacionalista de un ataque a Taiwán, disminuye la utilidad de la guerra.

En resumen, los factores más importantes para la moderación china son el alto costo para el desarrollo chino y su prestigio internacional de un ataque militar en el que es probable que intervenga Estados Unidos, y la creciente consolidación en el poder del presidente Xi Jinping.
El seguimiento de los mencionados factores es útil para vislumbrar las probabilidades en un momento concreto del conflicto y para tomar medidas que lo hagan lo más improbable posible.

Medidas y acciones para avanzar en la solución del conflicto en el estrecho de Taiwán

En el marco esbozado en este artículo y en las referencias consultadas, la única salida a corto plazo del conflicto es apoyar tanto un Taiwán democrático y autónomo, como no antagonizar directamente la reclamación china de soberanía. El objetivo primordial debe ser mantener la paz en el estrecho de Taiwán y evitar un bloqueo o agresión bélica por parte de China, por medio del fomento de los factores disuasorios y de contrarrestar o eliminar los factores que pueden encender el conflicto bélico. Y convencer a China de que el costo de una guerra será mayor que los beneficios.

Todos los implicados en este conflicto, deben tener en cuenta la tendencia a sobrevalorar el poderío propio y a infravalorar el del contendiente, por problemas de información, lo que impone mesura antes de tomar medidas radicales. Además, la necesaria prudencia al evaluar las posibles acciones de contrario no debe llevar a una desconfianza exagerada, que desencadene el dilema de seguridad. Por ello, es prioritario que se amplíen e intensifiquen las medidas de fomento de la confianza mutua. Un éxito en este sentido, liberaría fondos militares que podrían utilizarse en otras áreas.

Para finalizar, se proponen algunas medidas/acciones que contribuyan a evitar un conflicto bélico Y dado que China es el actor con mayores intereses en detonar ese conflicto, la clave estaría en impedir que se llegue a un punto en que su liderazgo considere que los beneficios y utilidad de la guerra es preferible al estatus quo (Karsten, 2022: 175). Y para ello hay que debilitar o eliminar las distorsiones impuestas por problemas de credibilidad e información, ya que la creciente confianza china puede exagerar su poderío a los ojos de sus líderes, y errores de percepción e información llevar a Taiwán y Estados Unidos a sobrepasar líneas rojas reales de China.

En primer lugar, es importante, tanto no exagerar el riesgo de guerra como el subestimarlo, ya que ambas acciones tienen consecuencias negativas, debido al dilema de seguridad. Estados Unidos no debe abandonar su compromiso con Taiwán porque eso supondría elevar la utilidad de la guerra para China, al eliminar costos previsibles; pero, al mismo tiempo, Washington debe evitar apoyos retóricos que desencadenen en China la percepción de que fomenta y apoya la separación permanente de la isla.

En segundo lugar, las medidas de disuasión militar por parte de Taiwán y Estados Unidos deben mantenerse e intensificarse, porque China tiene una cultura realista y pragmática, con gran confianza en el poder y la fuerza. Las apelaciones a valores y principios no le harán mucha mella, ya que existe una diferencia de valores con Occidente y para ella muchos de esos principios son sólo fachada y justificaciones para manipular o beneficiarse. En el caso de Taiwán, esto significa una política de defensa que haga más difícil la conquista china y que inflija a China mayores daños, después de que ataque. En este sentido, la isla lleva ya años desarrollando misiles y drones que pueden alcanzar a China y que también pueden usarse de modo defensivo. Y en Estados Unidos, esto supone trasladar efectivos y equipos bélicos cerca de Taiwán, para mostrar a China que está comprometido con evitar el conflicto, y que corre el riesgo de perder en la guerra y de pagar un gran costo. Esas medidas de disuasión, por parte de Estados Unidos, deberán estar acompañadas por declaraciones oficiales de que no apoya la separación permanente de Taiwán, pero tampoco el uso chino de la fuerza para anexionársela.

Además, Washington deberá evitar declaraciones y acciones simbólicas que sean percibidas por China como tendentes a apoyar la total normalización formal de lazos con Taiwán y que, en realidad, ayuden poco o nada a reforzar el poderío taiwanés de disuasión militar o facilitar los lazos pragmáticos y políticos. Además, una mayor cooperación entre China y Estados Unidos aumentaría el costo chino de lanzar un ataque, ya que pondría en el peligro la suspensión de esos beneficios cooperativos.

Respecto a las sanciones e intimidaciones de todo tipo, todas las partes deben ser conscientes de que un desacople total entre dos alianzas de países supone el inicio de una nueva Guerra Fría y una fuerte pérdida económica y tecnológica para todos. La competencia y la protección de los derechos tecnológicos y de la economía y prosperidad nacional pueden llevar a medidas de protección, y a disminuir la dependencia en ciertos sectores o a diversificarla. La China actual es el producto no sólo de los chinos y de su liderazgo, sino de las inversiones y transferencias de tecnologías e importaciones occidentales. La actual dependencia occidental de China en suministros de varios sectores, se debe a los intereses de las empresas occidentales de recortar costos trasladando la manufactura a lugares más baratos. Los derroteros que está tomando la globalización, quizá sugieran la necesidad de mayor control nacional sobre sectores fundamentales y la necesidad de gestionar más eficientemente la dependencia, pero de ahí al desacople total hay todo un trecho.

La emergencia de China y su creciente asertividad y proyección internacionales incomodan a muchos, pero el manejo de esta competencia debe ser racional y no desencadenar conflictos bélicos, que pueden llevar a consecuencias no deseadas.

Con respecto a China es necesario convencerla de que un exceso de intimidación e interferencia con el normal funcionamiento del estrecho de Taiwán y zonas anejas es contraproducente, porque lleva a efectos no deseados por ella como la internacionalización de su conflicto con Taiwán, el creciente antagonismo de la población y liderazgo isleños, mayores apoyos internacionales a la isla etc. Y no consiguen su objetivo de debilitar la determinación taiwanesa a resistir y mantener su democracia y autonomía. Y con respecto a Taiwán y Estados Unidos, es necesario que sean conscientes de que las declaraciones o acciones retóricas y simbólicas en contra de líneas o casi-líneas rojas de China son contraproducentes y peligrosos. Por eso, es importante convencer a China de que Taiwán no va a declarar la independencia formal, ni Estados Unidos y sus aliados van a fomentarla, pero que es necesario que rebaje su intimidación militar y diplomática, para evitar afectar los derechos humanos y el bienestar de los taiwaneses, y dar espacio a que los taiwaneses consideren las ventajas de la unión y los peligros de no unirse. Una China confiada en su poderío y con menos aprehensiones sobre motivos ulteriores de los líderes taiwaneses debería aceptar que Taiwán tuviese un espacio internacional similar al de un país o territorio autónomo, con pertenencia a organismos internacionales relevantes, contacto directo con los gobiernos extranjeros, etc., siempre dentro de parámetros que China pueda aceptar, tras liberarse de prejuicios de desconfianza.

En resumen, las medidas recomendables para enfrentar el conflicto son el fomento del progreso en los factores de disuasión, el control en los de enfrentamiento, medidas de confianza entre todas las partes y más contactos y cooperación, unidos a no fomentar la independencia taiwanesa y la firme oposición a exagerada intimidación china o al uso de la fuerza para enfrentar la cuestión de Taiwán.

Francisco Luis Pérez Expósito*
Profesor Emérito de la Universidad de Tamkang, Tamsui, Nuevo Taipei, Taiwán

Bibliografía

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