“¿Hasta dónde llegará esto?”, se pregunta el corresponsal en Rabat del periódico francés Le Monde, Frédéric Bobin, ante la creciente tensión entre Marruecos y Francia. Desde hace meses, las relaciones entre los dos países -que en el pasado fueron grandes aliados- no pasan por su momento. La cordialidad y el entendimiento han dado paso a la tensión y al distanciamiento, que parece aumentar con cada día que pasa.
Esta crisis diplomática se ha agravado especialmente tras el terremoto que sacudió el Alto Altas el pasado mes de septiembre, una catástrofe que, lejos de unir a los dos países, ha profundizado la brecha que desde hace meses aleja a Rabat de París. De acuerdo con Le Monde, el seísmo “lógicamente debería haber calmado las cosas”. Sin embargo, ha ocurrido todo lo contrario.
Tras el fuerte temblor de tierra que provocó miles de muertos y heridos, varios medios de comunicación franceses comenzaron a cuestionar las medidas tomadas por las autoridades marroquíes y a preguntarse si el Reino podría arreglárselas sin la ayuda de Francia. Bobin se hace eco de la respuesta de la prensa marroquí que, ofendida, no dudó en tachar de paternalista a la antigua colonia.
De la misma forma, los medios marroquíes criticaron también la elección del presidente francés, Emmanuel Macron, de dirigirse directamente a los marroquíes tras el terremoto a través de su cuenta de Twitter, sin usar ningún canal oficial. “Su torpe mensaje en vídeo fue visto como una ruptura del protocolo, desafiando al rey", critica la prensa del país norteafricano.
Y es que para los marroquíes, el monarca Mohamed VI “es una línea roja”, sostiene Le Monde. Y para reafirmar este argumento, el corresponsal en Rabat recurre a un psicoanalista marroquí, Hicham Chamekh, quien explica que "actualmente está en marcha un proceso de emancipación en Marruecos”.

“Los marroquíes quieren alejarse de una relación con Francia marcada por un cierto paternalismo y una posición de dominación, incluso de infantilización”, asegura Chamekh. Esto se basa también en el tratamiento de la imagen del rey en la prensa francesa, que muchos marroquíes consideran inapropiado e incluso hiriente.
“En Francia hay una incomprensión de los vínculos entre los marroquíes y el rey. La monarquía es una institución percibida aquí como un recurso, una entidad que proporciona seguridad. Ofender al rey es ofender a todos los marroquíes”, indica por su parte Taoufiq Boudchiche, economista y diplomático.
Por este motivo, después de que periódicos franceses dedicasen artículos a Mohamed VI que fueron percibidos en el Reino como ofensivos, la prensa marroquí ha contraatacado, situando a Macron en su punto de mira. "Ojo por ojo, diente por diente”, indica el diario parisino.

Marruecos deja atrás su imagen de colonia y se perfila como una potencial regional emergente
Otro aspecto que explica la postura de Marruecos respecto a Francia es, de acuerdo con Le Monde, la nueva imagen que tiene sí mismo, “la de una potencia regional emergente con una diplomacia sin complejos”. Esta nueva percepción se basa en la postura de Rabat desde el acuerdo con el expresidente estadounidense Donald Trump en diciembre de 2020 por el cual Washington reconoció la marroquinidad del Sáhara Occidental a cambio de la normalización diplomática entre Marruecos e Israel.
“Envalentonado -a veces hasta la arrogancia- por el respaldo estadounidense, Marruecos ha subido la apuesta respecto a sus otros socios en la cuestión saharaui. A estos socios -encabezados por Francia- se les pide que validen formalmente la soberanía de Marruecos sobre el territorio que los independentistas del Frente Polisario disputan desde 1975, con el apoyo de Argel”, escribe Bobin, quien recuerda que el Marruecos de 2023 es muy diferente del que Francia tuvo que afrontar hace una década.

En su artículo, el periodista galo hace un repaso de los principales problemas que han tenido que enfrentar las relaciones franco-marroquíes, como la crisis de los visados -algo que se percibió en Marruecos como una auténtica humillación-, la resolución europea contra Rabat -que fue visto como un golpe bajo de París-, o el caso Pegasus. Todo esto ha provocado que el Reino actualmente no disponga de embajador en París, mientras que el representante francés en Rabat, Christophe Lecourtier, todavía no ha sido recibido por Mohamed VI.
En esta situación, decir que la crisis es profunda “es quedarse corto”, lamenta Bobin. Sin embargo, cabe señalar que este verano, gracias a una llamada telefónica entre Mohamed VI y Macron, el acercamiento entre los dos países estuvo cerca a pesar de la mala relación personal entre ambos líderes. Entonces era un momento idóneo debido al estancamiento en los lazos entre Francia y Argelia, otro aspecto que ha distanciado a París de Rabat.
No obstante, con el terremoto, la tensión ha aumentado y las relaciones bilaterales se acercan peligrosamente a un punto de no retorno. Tanto es así que Bobin se pregunta si después de la ola antifrancesa en África Occidental Marruecos será “la próxima pieza de dominó en el mapa”.

Marruecos y Francia deben restablecer un clima de confianza
Por otro lado, en una editorial el periódico galo subraya que “ni Rabat ni París tienen ningún interés en dejar que su relación bilateral, marcada desde hace dos años por amarguras y malentendidos, se deteriore aún más”.
Le Monde recuerda que el pasado ambos países disfrutaron de “un modelo de complicidad poscolonial, amigable incluso en exceso”. Sin embargo, debido a los diferentes desencuentros diplomáticos, los lazos se han deteriorado gravemente, hasta el punto de que con el reciente terremoto han aumentado las tensiones en lugar de rebajarlas, algo que “dice mucho de la profundidad del malestar”, de acuerdo con el diario.

“Rabat ha rechazado la oferta de ayuda de París, que es su derecho soberano más absoluto pero refleja una evidente desconfianza política”, recalca. Rabat tan solo aceptó la ayuda de España, Reino Unido, Qatar y Emiratos Árabes Unidos.
Le Monde finaliza su editorial instando a “detener la escalada de animosidad”. “Herencia de la historia, la cercanía de los vínculos humanos, económicos y culturales entre Francia y Marruecos exige restablecer un clima de confianza. París tiene mucho trabajo por hacer para alejarse de una actitud a menudo paternalista hacia sus antiguas posesiones coloniales”, concluye.