La cuadratura del círculo: Sánchez busca aumentar la inversión en defensa sin reducir el gasto social

La potente maquinaria de propaganda sita en el Palacio de la Moncloa y en la calle Ferraz de Madrid ha dado orden a todos sus remeros, amanuenses de prensa escrita y tertulianos de radio y televisión para que comiencen a navegar en boga de combate para “hacer pedagogía” sobre las bondades de insuflar dinero en defensa.
El jefe del Gobierno ha dispuesto desplegar velas y remar a brazo partido al ritmo de la boga de combate en su desesperado intento por convencer a los millones de españoles que un notable incremento de la inversión en seguridad y defensa “lo vamos a hacer sin tocar ni un céntimo del gasto social o medio ambiental”, algo así como la cuadratura del círculo lo que, de conseguirlo, tendrá mucho mérito.
El presidente acaba de imponer la bogar de ataque, a semejanza de lo que el general romano Quinto Arrio ordena en la famosa escena de galeras de Ben-Hur, la icónica película de 1959 dirigida por William Wyler, protagonizada por Charlton Heston y ganadora de 11 premios Oscar, récord que igualado en 1997 por Titanic, la magnífica obra cinematográfica del canadiense James Cameron protagonizada por Leonardo di Caprio.
El pitido de soltar amarras lo dio el propio Sánchez en su comparecencia ante el pleno del Congreso en la mañana del miércoles, 26 de marzo, cuyo objeto se suponía que era informar a la Cámara sobre el nuevo escenario geopolítico de la UE y las conclusiones del Consejo Europeo de los días 20 y 21. Los diputados también pretendían conocer lo último debatido en Bruselas relativo a seguridad y defensa, los desafíos de la autonomía estratégica europea y los compromisos que el gobierno está dispuesto a asumir en sus inversiones de defensa y en su ayuda militar a Ucrania.

Pedro Sánchez subió a la tribuna de oradores ataviado con un traje azulado y corbata jaspeada en verde, el color de la esperanza. Su mano derecha en el Congreso y portavoz del grupo socialista, Patxi López, también lucía una corbata de tonos verdes pero a rayas, para estar a juego con su amado líder.
No es un plan, es un gran plan
La importante sesión en el hemiciclo del Congreso se prolongó durante seis horas y cinco minutos, tiempo en el que el secretario general del PSOE desplegó toda su dialéctica, en una especie de melé de partido de rugby. Buscaba chocar frontalmente con el líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, y obtener el respaldo de, al menos, los diputados de Sumar que, hasta el momento, capitanea Yolanda Díaz.
Sin embargo, la portavoz de Sumar, Verónica Martínez Barbero, y uno tras otro el resto de aliados de Sánchez hasta hace pocas semanas, han cerrado puertas y ventanas a las propuestas del presidente y se han pasado con armas y bagajes al campo del equipo contrario.
Y eso que todos los socios de Sánchez todavía desconocían que el secretario general de la OTAN, el holandés Mark Rutte, en esos mismos momentos decía en Varsovia que “España ahora está diciendo que quiere llegar al 2 por ciento este verano”. Fuentes del Gobierno”, pero no el presidente ni ningún ministro, han precisado a la Agencia EFE que “estamos trabajando por llegar lo antes posible, pero no hemos llegado a ningún compromiso concreto”.
Ni lo uno ni lo otro es de extrañar, porque en la larga sesión plenaria, tras vueltas y más vueltas, réplicas y contra replicas, los diputados sólo sacaron de Pedro Sánchez dos cosas en claro. La primera, que “antes del verano, el gobierno pondrá en marcha un gran plan nacional para el desarrollo e impulso de la tecnología y la industria de la seguridad y la defensa españolas”. En esencia, lo que ha dicho es: antes del verano, en marcha un GRAN PLAN.

Pero ¡Ojo al dato! El presidente NO ha expresado que antes del periodo estival se va a limitar a presentar un plan de inversiones para las Fuerzas Armadas españolas. A lo que Sánchez se ha comprometido es a que antes de la llegada de los calores veraniegos, ya habrá comenzado a ejecutar un GRAN PLAN orientado al crecimiento tecnológico del sector industrial de la seguridad y defensa de España.
Lo de antes del verano no ha sido elegido al azar. La cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de la OTAN está programada para el 24 y 25 de junio en La Haya (Países Bajos) y el gobierno español no tiene más remedio que acudir con los deberes hechos. Eso significa que Pedro Sánchez, Margarita Robles (Defensa), María Jesús Montero (Hacienda), Jordi Hereu (Industria) y Diana Morant (Ciencia e Innovación) tienen menos de 90 días para diseñar y aplicar ese GRAN PLAN con el que dejar boquiabierta a la alemana Úrsula von der Leyen, al holandés Mark Rutte y hasta al francés Emmanuel Macron.

Un gran plan que todavía es humo
De ese GRAN PLAN, el presidente no ha concretado nada, salvo que “beberá” de la experiencia adquirida en los últimos años por el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia; que “concentrará” el grueso de la inversión adicional exigida para cumplir con nuestros socios europeos; y que “va a canalizar programas de colaboración público-privada para crear un nuevo salto tecnológico-industrial en España”. Ambigüedades que confirman que, por el momento, no hay definido nada de nada.
Pero no termina ahí la cosa. Sánchez ha dicho ante los 350 diputados que “lo vamos a hacer mirando al Este, porque su seguridad también es la nuestra, pero también mirando al Sur”. Y ha seguido con las imprecisiones: “lo vamos a hacer apostando por la innovación, el desarrollo de tecnologías de doble uso, la creación de nuevas empresas y el escalado de PYMES y startups locales”.
Para rizar el rizo, culminó sus referencias al GRAN PLAN con un brindis “a la formación, a la mejora del capital humano, a la protección de nuestras fronteras, a la creación de infraestructuras resilientes… y siendo fieles a nuestras prioridades y a nuestros principios”. Pero en Bruselas no tienen un pelo de tontos y, conociendo al personaje, es previsible que a Sánchez le lean la cartilla de lo que es admisible y lo que no para que España acceda a los nuevos préstamos de la UE.
Conviene recordar que el ahora presidente del Ejecutivo, en una entrevista publicada en octubre de 2014 en la contraportada del diario El Mundo, a la pregunta de “qué ministerio sobra y qué presupuesto falta”, respondía que “falta más presupuesto contra la pobreza, la violencia de género... Y sobra el ministerio de Defensa”.
El miércoles, 26 de marzo, poco más de diez años después, cuando ya se ha hecho mayor, asegura que “por supuesto, lo que debemos hacer es crear el Ejército Europeo. Unas fuerzas armadas comunitarias integradas por 27 países y guiadas por la misma bandera y los mismos intereses”. Fue lo segundo que los diputados sacaron en claro.

En opinión de Pedro Sánchez, “solo así nos convertiremos en una verdadera Unión y garantizaremos una paz duradera en nuestra región”. Remataba sus palabras subrayando que “la naturaleza de los conflictos ha cambiado” y que los enemigos de Europa y de la democracia “ahora emplean armas físicas y fundamentalmente digitales, drones capaces de burlar nuestras defensas aéreas y recorrer en poco tiempo la distancia entre Crimea y Barcelona”. Y hasta utilizan “cañones de pulso electromagnético” capaces de neutralizar tanques, aviones y satélites situados a miles de kilómetros.
El presidente del Gobierno de España ha estado demasiados años fuera de la auténtica arena geoestratégica internacional. Y eso que lo ha tenido y lo tiene fácil para disponer en tiempo y forma de la mejor inteligencia y del asesoramiento de las personas idóneas.
Le basta con asumir de verdad su papel de presidente del Ejecutivo, convocar una video conferencia encriptada, levantar el teléfono de su despacho a prueba de interferencias y rodearse del Jefe del Estado Mayor de la Defensa, del Jefe del Mando de Operaciones, del máximo responsable del CNI, de los jefes de los Ejércitos y la Armada y de unos pocos más. A partir de ahí, la decisión queda en sus manos.