Convertir a Ucrania en “una fuerza de estabilidad en la región que pueda disuadir cualquier tipo de amenaza”. Ese es el objetivo que se marcan los países de la OTAN y el G7, según el presidente de Estados Unidos, Joe Biden. La ansiada llegada de Ucrania a la Alianza no es una posibilidad en este momento, pero ya tiene encima de la mesa el comunicado en el que se invita a Kiev a formar parte de ella, eso sí, una vez finalice la guerra. De ahí el sabor agridulce que queda en el presidente Volodímir Zelenski, sabedor de la complejidad que supondrá tumbar al Kremlin en el campo de batalla.
Sin embargo, el camino se allanará para los ucranianos, o al menos esa es la intención de las medidas aprobadas por la OTAN. La Alianza Atlántica, a pesar de sus desavenencias internas en términos de interpretación del orden mundial, ha mostrado su cara más sólida y unificada. El cierre de filas frente a la invasión rusa es total, y buena prueba de ello es la ayuda que seguirá proporcionando la OTAN, que dará un paso más con el envío de los cazas F-16, aunque no llegarán solos. A estos hay que añadir los misiles de largo alcance franceses, más tanques alemanes, sistemas antiaéreos y las polémicas bombas de racimo estadounidenses.

El volumen de ayuda que ha ido llegando a Kiev desde que Rusia decidiese invadir la soberanía ucraniana, ha llevado a los de Zelenski a tener una potencia armamentística superior a la de muchos países de la propia Alianza. Hecho que tiene sentido en la hoja de ruta que pone a Ucrania como principal defensor de la OTAN en Europa Oriental. A pesar de no formar parte de la organización, se ha convertido en un elemento estratégico esencial en la partida de ajedrez que se está jugando en el tablero internacional. Así lo deja ver el comunicado de los 31 que aseguran que “Ucrania se ha vuelto cada vez más interoperable y políticamente integrada con la Alianza”.

De ahí que Ucrania se esté integrando más en la OTAN de facto que de iure. Sin su entrada formal y aún lejos de materializarse la invitación expresada por la Alianza – y con la que Estados Unidos no estaba del todo de acuerdo en incluir en el comunicado –, Ucrania se está convirtiendo en un aliado determinante y pieza clave del engranaje que sostiene la estabilidad regional, o lo que queda de ella. Y en todo este proceso, la cumbre de Vilna se ha erigido como un punto de inflexión.
Calificada como un éxito por sus integrantes, ha mostrado la unión que requiere una situación como la que vive el mundo. El cierre de filas frente a la agresión rusa sigue intacto y la reunión celebrada en la capital lituana ha mostrado lo que expertos denominan una repolitización de la Alianza. Por una vez, Washington no ha sido quien orquestaba de forma absoluta los movimientos y palabras expresadas por la organización que acostumbra a mover a su antojo. En esta ocasión, la OTAN ha mostrado fortaleza desde la unión y no desde la sombra amparadora de Estados Unidos. El único “pero” que se desliza tras la cumbre son las diferencias que aún alejan ciertas facciones de la Alianza respecto a la visión del panorama internacional.
La reconfiguración que inunda el mapa puede verse desde dos polos representados por norteamericanos y alemanes, o por polacos y sus socios bálticos. Aunque con un objetivo común, la apuesta por la forma de llegar al objetivo no es la misma. Los países fuertes de la OTAN confían en una línea continuista, que no rompa con las “normas del juego” que se han ido trazando con el desarrollo de las relaciones internacionales. Por otro lado, la parte contraria cree estar ante una situación cuya solución pasa por romper esa tendencia y dar un paso al frente. Es ahí donde surge una disyuntiva que, en cualquier caso, no afecta, por el momento, a la situación de Ucrania.
Todas las partes tienen claro que la ayuda no puede cesar y que es necesario surtir a Kiev de herramientas que permitan acabar con la invasión rusa. No obstante, Zelenski, aunque se ha mostrado agradecido tras la cumbre por la ayuda proporcionada por Occidente, cree que acabar con Rusia en el campo de batalla es una tarea que, aunque factible – y no por ello sencilla –, lo es a muy largo plazo. Alargar la guerra meses e incluso años es una posibilidad que se ha de tener en cuenta si, como todo parece indicar, la llegada de Ucrania a la OTAN y el cumplimiento de esa invitación pasa de forma irremediable por acabar con Moscú por la vía bélica.
Coordinador de América: José Antonio Sierra.