Daesh ha aprovechado la inestabilidad política, económica y social, exacerbada en estos momentos por la pandemia del coronavirus, para aumentar su influencia en la región

Estados Unidos versus Irán en Irak: ¿justicia o ambición?

photo_camera PHOTO/REUTERS - Una vista muestra las casas destruidas en la antigua ciudad de Mosul, Irak, el 3 de junio de 2020

La historia de Irak volvió a dar un giro radical en junio de 2014 después de que la organización terrorista Daesh, sin encontrar casi resistencia, lograra hacerse con la ciudad de iraquí de Mosul.  Tras 265 días de batalla, el 9 de julio de 2017, Irak anunciaba la liberación definitiva de esta ciudad de las manos del autodeterminado Estado Islámico. Sin embargo, la paz no ha llegado por completo a esta región que, tres años después, vive sumida en una espiral de inestabilidad provocada por el aumento de tensiones entre Estados Unidos e Irán. 

El control político de la provincia de Nínive, de la que Mosul es capital, una región rica en recursos naturales y un eslabón en la ruta de abastecimiento de Teherán al Mediterráneo ha creado el campo de cultivo perfecto para la aparición de una guerra híbrida que se libra entre bastidores y en la cual, Mosul, una vez más, se ha convertido en la gran perdedora. La esfera política ha sido una de las primeras víctimas de este enfrentamiento entre Teherán y Washington. Hace un año, el gobernador de esta provincia contaba con el respaldo y apoyo de Irán. No obstante, las sanciones impuestas por EEUU contra la República Islámica o el asesinato del general Qassem Soleimani han puesto entre las cuerdas a Teherán y han creado el escenario  perfecto para la aparición de un bloque pro occidental más fuerte, responsable del reemplazamiento del gobernador de Nínive por un aliado de Estados Unidos. 

Una vista muestra las casas y edificios destruidos en la antigua ciudad de Mosul, Irak, el 1 de junio de 2020. Foto tomada el 1 de junio de 2020

Al menos 20 funcionarios iraquíes han descrito a la agencia de noticias Reuters el entramado que Irán y sus aliados han ido desplegando en Mosul para aumentar su influencia en el Gobierno local y han criticado la decisión de Estados Unidos de intentar hacer frente a estas tácticas, aumentando su presión sobre la región. En su opinión, “este tira y afloja ha paralizado por completo la recuperación de la ciudad de Mosul”.  Así, mientras Irán ayuda a sus aliados con dinero y apoyo político, la nación norteamericana “no ha dejado ninguna marca en Irak”, de acuerdo con el consejero de Nínive, Ali Khdeir.

El primer ministro iraquí Mustafa al-Kadhimi

Tras la expulsión de Daesh de esta región, Irak se enfrenta todavía a la titánica tarea de reconstruir su segunda ciudad de las ruinas de la guerra. La inestabilidad política, económica y social, exacerbada en estos momentos por la pandemia del coronavirus, una crisis sanitaria que ha provocado la muerte de más de 1.100 personas en el país, está siendo aprovechada de nuevo por la organización terrorista que destruyó parte de este país hace más de seis años. El sistema sanitario ha sido otra de las grandes víctimas sobre todo después de que se cancelara la construcción de una instalación hospitalaria por los constantes cambios en los gobiernos locales. Según este informe, en estos momentos solo hay 80 camas en salas de emergencia para una población de más de un millón de personas. En este contexto, Irak ha lanzado una campaña para debilitar la infraestructura de Daesh en el país. 

Los constantes cambios en la estructura política de esta ciudad han convertido en papel mojado los contratos aprobados para construir un nuevo hospital de emergencia o para adquirir vehículos para limpiar los escombros, entre otras iniciativas. Mientras tanto, un portavoz del Departamento de Estados Unidos acusó a Teherán de trabajar “para dominar todos los aspectos de la vida política y económica de Irak”, mientras que han resaltado su intención de ayudar a este país a “reconstruir sus perspectivas económicas y mejorar la inestabilidad y la seguridad en la región”.  El portavoz de la misión de Irán ante las Naciones Unidas en Nueva York, Alireza Miryousefi, no tardó en responder defendiendo que la República Islámica “no interfiere en los asuntos internos” de su país vecino, tal y como ha señalado una investigación elaborada por Reuters. 

En esta foto del viernes 21 de octubre de 2016, las fuerzas estadounidenses e iraquíes trabajan juntas en una base conjunta, en las afueras de Mosul, Irak
Mosul, el comienzo del fin de una crisis sin precedentes 

Las decenas de familias que volvieron a Mosul tras su liberación sufren las consecuencias de la inestable situación política. Mosul es, para ellos, sinónimo de fin y de comienzo. Dos años después de perder a su hijo en un ataque aéreo de la coalición estadounidense en 2015, Rasha, su esposo Luay Shaker y sus tres hijos volvieron a su hogar para intentar empezar de nuevo. La realidad les ha mostrado la crudeza de este conflicto y les ha obligado a vivir endeudados, según ha explicado el periodista de la agencia Reuters, John Davison. “Teníamos una vida modesta antes de la llegada de Daesh, sueños sencillos de vivir sin violencia, de que nuestros hijos fueran educados y tal vez algún día poder pagar una casa más grande. Eso es ahora imposible”, han afirmado. 

La contienda política para hacerse con el control de Nínive forma parte de un conflicto más amplio que abarca las provincias de mayoría suní del norte de Irak, antiguos bastiones de Sadan Husein, que tienen un valor estratégico para la República Islámica y en las cuales Estados Unidos quiere aumentar su presencia para contrarrestar la influencia iraní. La inestabilidad presente en la región – tanto en Siria por el oeste, donde Irán lucha junto a las milicias leales al presidente Bachar al Assad, como en Líbano, un país sumido por una crisis económica sin precedentes y hogar de Hezbolá- han complicado aún más el escenario del conflicto político iraquí. Según la investigación elaborada por la agencia de noticias Reuters, las zonas de Anbar, dividida por el vasto río Éufrates, Salahuddin, hogar de un importante santuario chiíta y Diyala, que limita con Irán, son tres de las provincias que han llamado la atención tanto de Washington como de Teherán. 

El general de brigada de EE.UU. Vincent Barker da la mano al general iraquí Mohammed Fadel durante la entrega del aeródromo de Qayyarah Oeste a las fuerzas de seguridad iraquíes, en el sur de Mosul, Irak, el 26 de marzo de 2020

La presencia de Irán en Irak – uno de los principales países exportadores de petróleo del mundo y principal campo de batalla entre ambas naciones desde 1979 –  aumentó después de que Estados Unidos se retirase de la región tras la liberación de la ciudad de Mosul. Teherán estableció su dominio sobre Bagdad y las provincias chiitas del sur del país después de la invasión encabezada por Estados Unidos en 2003 que derrocó a Sadan Husein. En cambio, las zonas suníes del país, donde también viven otros grupos minoritarios como los kurdos, bombardeados durante las últimas semanas por el régimen turco, en una nueva “operación antiterrorista” denominada Claw-Eagle, fueron un mayor desafío, tal y como ha documentado el periodista John Davison quien ha asegurado que estas regiones “se convirtieron en centros de una insurgencia suní contra las fuerzas estadounidenses a mediados de la década de 2000” y más tarde en bastiones del Daesh. 

La influencia de Irán y Estados Unidos en la región tras la retirada de Daesh tiene dos nombres propios.  Por un lado, Khamis al-Khanjar, un empresario convertido en político y, por otro, Ahmed al-Jabouri, conocido como Abu Mazen, ex gobernador de la provincia de Salahuddin, que actualmente ocupa un escaño en el parlamento iraquí. En 2018, Khanjar aseguró que “el más fuerte sobre el terreno es quien puede cambiar las cosas. Voy con el bloque que es (más fuerte) sobre el terreno. Si esa coalición tiene vínculos iraníes, eso no es culpa nuestra”. A pesar de hacer estas declaraciones, Khanjar negó ser un aliado de Irán. Ambos líderes volvieron a reunirse en mayo de 2019 para elegir al nuevo gobernador de Nínive. La mayoría de los 39 consejeros de Nínive, encargados de elegir al nuevo gobernador, favorecieron inicialmente a un candidato crítico con Irán, según fuentes a las que ha tenido acceso Reuters. En una reunión previa a la votación, ambos líderes prometieron a los miembros del consejo puestos en el gobierno local o pagos de hasta 300.000 dólares a cada uno de los hombres si votaban por un candidato diferente: Mansour al-Mareid, un suní respaldado por Irán que finalmente ganó las elecciones. “Los miembros del Consejo pueden ser comprados, así que no me sorprendería, y nada puede pasar en este país sin que Irán lo apruebe”, llegó a decir Mareid tras ser elegido. 

Fotografía de archivo el Secretario General del Proyecto Árabe - Alianza del Eje Nacional Khamis al-Khanjar (2º-R) llega para asistir a una reunión política en el palacio presidencial de Bagdad el 27 de febrero de 2019
El poder de las sanciones de Estados Unidos 

Dadas las circunstancias, Estados Unidos decidió imponer sanciones a los líderes de las milicias alineadas con Irán y a sus aliados suníes iraquíes, entre ellos Abu Mazen y Khanjar. Estas medidas – de acuerdo con la investigación realizada por Reuters—fueron cruciales para persuadir a Abu Macen para que retirara su apoyo a Mareid y respaldara a un ex comandante militar y aliado de EEUU, Najm al-Jabouri, para que lo reemplazara como gobernador.  Este hecho ha provocado que algunos de los puestos administrativos hayan cambiado de manos y ya no estén controlados por los aliados de las milicias respaldadas por Teherán. 

Najm al-Jabouri habla junto a Mansour al-Mareid durante una reunión en la operación de comando de Mosul, Irak, el 3 de junio de 2019

Irak es desde hace décadas un país fragmentado. En este escenario, la Unión Europea ha decidido apoyar a la  Organización Internacional para las Migraciones (OIM) en sus esfuerzos por reducir las fuentes locales de violencia y apoyar la recuperación económica. La financiación abarcará un proyecto de 18 meses de duración que se centrará en dos objetivos. Por un lado, la resolución de agravios entre los agentes locales y el Gobierno iraquí y, por otro, la atención a los múltiples factores que podrían causar la violencia a nivel de la comunidad, incluido el regreso de los jóvenes que se sumaron a la lucha contra el Daesh. 

“En un contexto posterior a un conflicto, la atención se desplaza rápidamente hacia la estabilización; es fundamental dar prioridad a la paz y la seguridad como parte del proceso de recuperación”, ha manifestado el jefe de la misión de la OIM en Irak, Gerard Waite. “A través de este proyecto las comunidades adquirirán más herramientas para mediar en el conflicto a nivel local, y para abordar los factores sociales y económicos que pueden conducir a la violencia”, ha subrayado. “En muchas comunidades se ha producido una ruptura de la confianza entre los ciudadanos y las autoridades, lo que puede comprometer la seguridad local”, ha denunciado Martin Huth, Embajador de la UE en Irak.

 Un hombre iraquí mide la temperatura de las familias que entran en un parque de lunas en la ciudad norteña iraquí de Mosul el 25 de mayo de 2020

En la década de los ochenta y principios de los noventa, antes de que la ONU impusiese sanciones contra este país, Irak contaba con uno de los sistemas de salud más avanzados del mundo árabe. Las posteriores guerras, la invasión norteamericana de 2003 o la aparición de Daesh, junto a la corrupción generalizada en gran parte de las instituciones del país dejaron devastada esta nación, incluido su sistema sanitario. Los habitantes de Mosul han elogiado la gestión de la pandemia del coronavirus por parte de Jabouri, quien decretó el confinamiento para evitar un brote masivo. A pesar de ello, son muchos los ciudadanos los que consideran que no está a la altura de la tarea de reconstruir la ciudad. “Tenía los contactos, el poder y las conexiones en Bagdad para hacer que las cosas sucedieran, aunque estuvieran vinculadas a los paramilitares. Es ingeniero de profesión y entiende de construcción. Jabouri es un militar. Desearíamos que Mareid volviera”, ha dicho Safwan al-Madany, un activista de 30 años a la agencia de noticias Reuters. 

En el resto de provincias suníes que se encuentran entre Nínive y Bagdag, los consejeros regionales, así como los jefes tribales y los miembros del parlamento iraquí han advertido de que los esfuerzos de Irán por afianzar sus lazos políticos locales probablemente durarán más que las tácticas estadounidenses de continuar con ataques aéreos e imponer sanciones económicas. 

¿Qué otros actores están presentes en el norte de Irak? 
Oficiales kurdos iraquíes de los Peshmerga marchan en formación mientras participan en una ceremonia de graduación en la ciudad kurda de Soran, a unos 100 kilómetros al noreste de la capital de la región kurda autónoma del Iraq, Arbil, el 12 de febrero de 2020

Las Fuerzas de Movilización Popular – una coalición paramilitar iraquí de milicias mayoritariamente chíies, respaldadas principalmente por Irán -- controlan el territorio, la seguridad y los puestos de control en gran parte del norte de Irak. En las provincias de Salahuddin y Nínive, tienen aliados en la seguridad local y en el gobierno local.

En este entramado también destaca la región del Kurdistán iraquí. Los kurdos son la minoría étnica sin Estado propio más importante de Oriente Medio. A pesar de que haya rastro del pueblo kurdo desde los inicios de la historia, su nacionalismo no nació hasta el siglo XX  coincidiendo con la desintegración del Imperio Otomano y la posterior creación de diferentes estados-nación en todo Oriente Medio. En la actualidad se estima que existen cerca de treinta millones de kurdos que viven principalmente repartidos entre las regiones de Irán, Irak, Siria y Turquía.

Fotografía de archivo miembros kurdos iraníes del Partido de la Libertad del Kurdistán ocupan un puesto el 6 de noviembre de 2016 en una zona cercana a la ciudad de Bashiqa, a unos 25 kilómetros al noreste de Mosul

Su historia ha estado protagonizada por la persecución y la marginación.  Tras la caída del imperio Otomano vivieron dispersos en cuatro naciones en donde han luchado por conseguir autonomía y ciertos derechos políticos. A lo largo de este período han sido perseguidos, se les ha negado su identidad y miles de ellos han muerto. La inestabilidad en la región provocada por la convulsa guerra civil de Siria, la desestabilización de Irak o la reaparición de Daesh ha provocado que los kurdos adquieran un mayor reconocimiento. 

Aun así, durante las últimas semanas, los ataques aéreos turcos contra supuestos objetivos del PKK en el norte del Irak han causado víctimas civiles y han sembrado el miedo en los campamentos de refugiados de la zona. La mayoría de los ataques – según Middle East Eye—se produjeron en el área de Sinjar --hogar de la asediada minoría yazidí--  y en el campamento de refugiados de Makhmour, que alberga a más de 12.000 refugiados, principalmente kurdos que huyen del largo conflicto Daesh y el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK). Los kurdos – quienes durante un tiempo contaron con el respaldo de Estados Unidos – ejercen su influencia en algunas zonas de la administración de Nínive. Bajo el paraguas de la justicia y la reparación, tanto Washington como Teherán están utilizando Irak para impulsar sus ambiciones y aumentar su control en la región. 

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