El Elíseo traza una nueva estrategia en África Occidental tras su expulsión de Mali

Francia reorganiza sus piezas para contener el avance de Wagner en el Sahel

photo_camera AFP/LUDOVIC MARIN - El presidente francés, Emmanuel Macron, junto con el primer ministro camerunés, Joseph Dion Ngute, a su llegada al aeropuerto internacional Nsimalen de Yaundé, el 25 de julio de 2022

En 2013, el expresidente francés François Hollande desplegó a sus tropas para contener el avance yihadista en Mali, que amenazaba con convertir al país en un Estado fallido. La conocida Operación Serval evitó ‘in extremis’ que Bamako cayera en manos insurgentes y desestabilizara el resto del Sahel, frontera sur de Europa. Hoy, casi una década después, la situación no es mucho mejor. Con los grupos terroristas a las puertas de Bamako y esparcidos por la región, Francia ha dejado de tener presencia en Mali en detrimento de actores como el grupo Wagner, vinculado al Kremlin, tras la consolidación en el poder de la junta militar encabezada por Assimi Goita. Occidente ha perdido un enclave determinante para controlar la amenaza yihadista

La reorganización de fuerzas anunciada hace un año por el inquilino del Elíseo, Emmanuel Macron, las críticas al estamento militar maliense formuladas desde París y la explotación por parte del Consejo Nacional de Transición (CNT) del creciente sentimiento antifrancés, surgido por la falta de resultados visibles tras nueve años de presencia militar, terminaron por descoser las relaciones bilaterales entre Francia y Mali, y desembocaron en la expulsión del embajador francés en Bamako, Joël Meyer. Mientras el coronel Goita y la cúpula militar mantengan el poder, se antoja improbable que las autoridades galas y occidentales en su conjunto vuelvan. 

De la mano del diplomático francés también se marchó de Mali, por exigencia de las autoridades de Bamako, el último reducto de la Operación Barkhane, sucesora de Serval, y las operaciones militares anexas. Mientras estos se retiran, los mercenarios rusos de Wagner aterrizan. “Las nuevas autoridades, bajo la adrenalina de un populismo y un panafricanismo implacables y casi ciegos, cometieron el error de ahuyentar vergonzosamente al socio histórico, Francia, que domina mejor el terreno y dispone de medios suficientes para luchar contra el terrorismo, para fomentar un acuerdo con caucásicos acostumbrados al frío, que no dominan nada en el Sahel, y que son bárbaros y poco disciplinados a la hora de enfrentarse al terrorismo que ya hace estragos en el país”, señala a Atalayar el consultor maliense Oumalha Haïdara. 

Francia Sahel

Después del golpe, París intenta reinventar su estrategia y reinventarse a sí misma en el exterior. Descrito de forma habitual como ‘El Afganistán de Francia’, el Sahel ha resultado ser un terreno poco fértil para sus estrategias, criticadas por quedar reducidas a una visión excesivamente militarista. La extensa nómina de iniciativas a nivel europeo y regional impulsadas desde el Elíseo tampoco han funcionado. Haïdara explica que “las cosas deberían haber sucedido de otra manera”: “En primer lugar, deberían haberse ganado la confianza de la población –especialmente en las zonas rurales– mediante acciones concretas para asegurar a las personas y sus bienes, disciplinar a los soldados en el respeto del Derecho Internacional Humanitario y los derechos humanos durante las operaciones, revisar los acuerdos militares con los distintos socios, especialmente Francia, para corregir y enmendar las deficiencias”. 

Sea como sea, Rusia ha sabido explotar estas deficiencias alcanzando acuerdos con la junta militar de Bamako. En septiembre, Reuters adelantó el acuerdo sellado entre el Gobierno de transición maliense y la compañía militar privada Wagner, dirigida por el oligarca Yevgeny Prigozhin, conocido como el ‘Chef de Putin’, en virtud del cual la PMC desplegaría un contingente de 1.000 mercenarios en el país con el objetivo de formar a sus fuerzas y proteger a los altos mandos del Ejército. A cambio, la junta maliense concedía a Wagner el acceso y la explotación de sus recursos naturales. La noticia, confirmada días después, desató un terremoto en el Sahel. 

Meses antes, Macron había reducido a la mitad el número de efectivos desplegados en Mali, de 5.100 a 2.500, aproximadamente, un movimiento interpretado como una falta de compromiso. Con Moscú en el terreno de juego, el reelegido presidente galo quiere pisar con fuerza en la región y reforzar la cooperación con sus vecinos. Evitar a toda costa que más Estados opten por la vía maliense y acaben contratando los servicios de Wagner, como se ha rumoreado en Burkina Faso tras el golpe de Estado de enero capitaneado por el teniente general Damiba. El Elíseo posa la mirada en dos enclaves: Chad y Níger. 

Wagner Mali

Chad ha sido un socio histórico “privilegiado” durante las últimas tres décadas bajo la presidencia del difunto Idriss Déby, abatido hace un año en el campo de batalla, según la versión oficial del suceso. Su hijo, heredero del trono chadiano a través de un semigolpe de Estado, representa una continuación de su legado. Con Yamena no hay problemas. La estrategia de Níger se ha convertido en un modelo de éxito teniendo en cuenta las graves problemáticas regionales. “Níger tiene la suerte de estar gobernado por autoridades legítimas y, por lo tanto, no está atravesando una crisis política, lo cual es algo favorable para el contexto del país”, indica a este medio Haïdara. 

Uno y otro tienen todas las papeletas para canalizar el grueso de las operaciones de seguridad que salen de Mali, puntualiza el consultor maliense: “La retirada de la fuerza Barkhane de Malí y su llegada a Níger beneficiará a este último país, siempre que las autoridades nigerinas aprovechen las lecciones aprendidas de la presencia francesa en Malí para evitar que se repitan los mismos hechos en este país”. En una entrevista con este medio, el exembajador de Francia en Mali, Nicolas Normand, reconocía a Yamena y Niamey como “los socios principales” de París en el Sahel. 

Pero la redefinición estratégica gala cuenta con otros enclaves para hacer frente a la proliferación yihadista: el entorno del lago Chad y el golfo de Guinea, los dos nuevos puntos calientes de la región más allá de la triple frontera compartida por Burkina Faso, Mali y Níger. Con ese plan en mente emprendió Macron hace dos semanas su gira regional por África Occidental, que le llevó por Camerún, Benín y Guinea-Bisáu. Pero la radicalización yihadista ya no es la única amenaza, también lo es la presencia de Rusia en el Sahel, un actor que no solo interviene de forma directa, sino que lo hace además a través de herramientas ajenas a la legalidad internacional como es Wagner, implicada en atrocidades contra los derechos humanos en Mali y otros países del continente. 

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