Paco Soto
Pie de foto: Abdelatif Hammouchi, jefe del contraespionaje interior marroquí.
Las relaciones diplomáticas ente Francia y Marruecos están muy deterioradas desde hace más de dos años. A finales del mes de septiembre del año pasado, el presidente de Francia, François Hollande, llevó a cabo una visita de “trabajo y amistad” a Marruecos para tratar de solucionar, o al menos encarrilar, las divergencias políticas entre ambos países. Hollande, que se reunió con el soberano marroquí, Mohamed VI, en Tánger, expresó el deseo de que “Francia y Marruecos puedan iniciar una nueva fase de asociación”, porque “tenemos una voluntad común de actuar en África y también de luchar contra el terrorismo, que es nuestra mayor prioridad”. París y Rabat iniciaron un tímido acercamiento, el papel económico y cultural de Francia en Marruecos sigue siendo hegemónico, pero las tensiones diplomáticas no han desaparecido.
El origen de la crisis se remonta a febrero de 2014, cuando un juez francés decidió procesar al jefe de la Dirección General de Vigilancia del Territorio (DGST, servicio de contraespionaje interior) de Marruecos, Abdelatif Hammouchi, por su presunta “complicidad” en varios casos de tortura. La policía gala se presentó en la residencia del embajador marroquí en París para entregar a Hammouchi una convocatoria del juez de instrucción. Hollande y el rey Mohamed VI intentaron reconducir la situación, pero no lo lograron, y el primer ministro marroquí, el islamista Abdelilah Benkirane, rompió la colaboración judicial con Francia. En 2014, Hammouchi y otros dos altos cargos marroquíes fueron condecorados por las autoridades españolas por su colaboración en la lucha antiterrorista.
Caso relevante
Hubo otros incidentes, como la huelga de hambre que llevaron a cabo una veintena de franceses presos en cárceles marroquíes para pedir el traslado a su país de origen y el humillante cacheo al que fue sometido el ministro marroquí de Asuntos Exteriores, Salaheddine Mezouar, en el aeropuerto parisino de Roissy-Charles de Gaulle, pero el caso Hammouchi fue el más relevante. Pero aquí no acaba la historia. Un ciudadano marroquí residente en Francia, Zakaria Moumni, antiguo campeón de kick boxing, acusó a Abdelatif Hammouchi de ser responsable de las torturas que sufrió en su país de origen. Moumni provocó un conflicto diplomático entre Marruecos y Francia, pero no agachó la cabeza y publicó un libro, ‘L´homme qui voulait parler au roi’ (El hombre que quería hablar con el rey), donde cuenta su caso. Moumni describe la corrupción en la federación marroquí de kick boxing y su intento de hablar con el rey Mohamed VI, en un castillo que tiene en el norte de París, para explicarle la situación.
Pie de foto: Zakaria Moumni, excampeón de kick boxing que denunció a Hammouchi por torturas.
Una novela policiaca
El libro parece una novela policiaca. Según asegura el excampeón de kick boxing, fue “secuestrado” en 2010 en el aeropuerto de Rabat por agentes de la DGST y torturado durante cuatro días en un centro de detención en Temara, ciudad cercana a la capital marroquí. Después fue condenado a 30 meses de cárcel por un delito de fraude. Moumni fue indultado por el rey Mohamed VI en 2012. Dos años después decidió denunciar a Abdelatif Hammouchi. Las autoridades marroquíes contraatacaron denunciando a Moumni por calumnias y “chantaje” al Estado. Según fuentes cercanas al entorno real, las acusaciones del excampeón no tienen ningún fundamento, porque su libro fue escrito por la periodista francesa Catherine Graciet, coautor con Eric Laurent de la obra ‘Le roi prédateur’ (El rey depredador).
Estos dos periodistas están acusados de “tentativa de chantaje” y “extorsión” al propio Mohamed VI. La denuncia que pusieron las autoridades marroquíes contra Zakaria Moumni no ha prosperado en Francia. Hace unos días, un tribunal parisino consideró que el Reino de Marruecos no tiene capacidad legal para perseguir judicialmente a un ciudadano marroquí fuera de sus fronteras. Los abogados del Reino de Marruecos, Yves Repiquet y Ralph Boussier, anunciaron que presentarán un recurso de apelación contra la sentencia. Por su parte, el abogado defensor del excampeón de kick boxing, Patrick Baudouin, se felicitó por el veredicto.
Denuncia de un saharaui
Por otra parte, la Corte de Apelación de París aceptó a trámite la denuncia de un saharaui, Naâma Asfari, que acusó a Marruecos de un delito de tortura, según informó Hélène Legey, responsable para el área Magreb-África de la Asociación Cristiana contra la Tortura y la Pena de Muerte (ACAT). Naâma Asfari fue detenido en 2010 durante la revuelta que protagonizaron 20.000 saharauis en Gdeim Izik, un campamento de protesta levantado a las afueras de El Aaiún, en el Sáhara Occidental. El militante saharaui denunció varias veces haber sido torturado por agentes de la policía y la gendarmería real marroquíes, sobre todo durante las primeros días de detención. El 16 de febrero de 2013, Asfari y otros 23 detenidos fueron condenados a largas penas de prisión por un tribunal militar marroquí. El activista fue condenado a 30 años de reclusión. En febrero de 2014, su abogado, Joseph Breham, puso una denuncia contra el Estado marroquí en Francia ante el Comité contra la Tortura de Naciones Unidas.
Pie de foto: La policía marroquí inspecciona el campamento de Gdeim Izik tras los disturbios.
En mayo de 2015, este departamento de la ONU aceptó estudiar el caso. Ahora, la Justicia francesa podrá investigar la denuncia de Asfari en Marruecos. ACAT y la esposa del activista preso, Claude Mangin, valoraron positivamente la decisión del tribunal parisino. Diversos observadores internacionales denunciaron irregularidades en el proceso contra los 24 activistas saharauis, que se aplazó dos veces y superó el doble de tiempo que los acusados pueden permanecer en prisión preventiva. En los disturbios de Gdeim Izik, según el Frente Polisario, murieron hasta 13 saharauis. Según fuentes marroquíes, al menos 28 agentes de diversas fuerzas de seguridad perdieron la vida en los disturbios.