La Administración Obama lanzó en 2012 la doctrina ‘Pivot to Asia’, un ambicioso plan en materia de política exterior que buscaba orientar los esfuerzos de Estados Unidos hacia el sudeste asiático. Días antes de su publicación, Corea del Norte informaba del repentino fallecimiento del que fuera su líder supremo, Kim Jong-il, un suceso que acentuó la importancia de un plan que apostaba, entre otros puntos, por mantener relaciones estrechas con aliados y adversarios en una región en plena ebullición para gestionar de forma conjunta los retos y desafíos comunes.
Una década después, con aquella doctrina estancada como resultado del encadenamiento de crisis, el que fuera vicepresidente de Obama, Joe Biden, promueve el aterrizaje definitivo de Washington en la región en mitad de otra: la invasión de Rusia sobre Ucrania. El presidente de Estados Unidos parece tener una hoja de ruta definida para afianzar su posición en el Indo-Pacífico, pero camina por un sendero minado por sus rivales regionales.
Biden visitará a finales de esta semana Seúl en un desplazamiento regional que le llevará también hasta Tokio. Está previsto que el presidente pase revista a los 30.000 soldados estadounidenses presentes en el país y que mantenga en la jornada del sábado una reunión en la oficina presidencial de Yongsan con su homólogo Yoon Suk-yeoul, el ex fiscal de corte conservador elegido en marzo, con quien discutirá asuntos de defensa y seguridad en mitad de los continuados ensayos armamentísticos desplegados por Corea del Norte.

El régimen de Pionyang prepara un recibimiento hostil para el presidente Biden, según las informaciones recabadas por los servicios de inteligencia surcoreanos y estadounidenses. El subdirector de la oficina de seguridad nacional del país asiático, Kim Tae-hyo, reveló el miércoles durante una comparecencia de prensa que desde Seúl temen una prueba atómica o el lanzamiento de un misil balístico intercontinental. De llevarse a cabo, sería la primera vez en cinco años que Corea del Norte dispara este tipo de misil, quebrantando la moratoria autoimpuesta por las autoridades norcoreanas sobre este tipo de pruebas.
“Nos han dicho que están en la última fase de las pruebas de lanzamiento de misiles y de un ensayo nuclear, así que lo único que puedo decir es que no nos sorprendería que se lanzaran más misiles o que se realizara otro ensayo nuclear en cualquier momento”, declaró a los medios Kim Tae-hyo. “Los preparativos para una prueba nuclear se han completado y sólo están buscando el momento adecuado”, trasladó el legislador surcoreano Ha Tae-keung.
Se espera que Kim Jong-un haga una demostración de fuerza. El objetivo del dictador norcoreano, según los analistas, es lanzar un mensaje a Washington y atraer la atención mundial durante la visita de Biden, quien ha proyectado hasta ahora una imagen de cierta pasividad con respecto de Pionyang a pesar del drástico aumento de ensayos armamentísticos. Solo en enero, Corea del Norte llevó a cabo hasta siete pruebas, más que en cualquier otro mes natural del que se tenga constancia.

El asesor de seguridad nacional de La Casa Blanca, Jake Sullivan, confirmó el miércoles las informaciones obtenidas por Seúl. “Nuestra inteligencia recoge la posibilidad real de que haya una nueva prueba de misiles, incluida una prueba de misiles de largo alcance, o una prueba nuclear, o francamente ambas en los días previos, durante o después del viaje del presidente Biden a la región”, aseguró Sullivan en sala de prensa.
“Nos estamos preparando para todas las contingencias, incluida la posibilidad de que esa provocación se produzca mientras estamos en Corea del Sur o en Japón”, sentenció. Esta “provocación”, según los términos de Sullivan, ha alterado el esquema de seguridad definido para la visita. El Gobierno surcoreano anunció, en palabras de Kim Tae-hyo, la fijación de un “plan B” que reduzca al mínimo el riesgo, que pasaría por modificar el horario del encuentro entre ambos presidentes.
Las imágenes captadas vía satélite muestran que el régimen de Pionyang ha comenzado los preparativos para acometer la que sería su séptima prueba nuclear en lo que va de año, la guinda del pastel para conseguir un nuevo récord de lanzamientos. Desde principios de año, Kim Jong-un ha mostrado su imagen más beligerante ordenando ensayos con misiles balísticos hipersónicos, de corto, medio y largo alcance, haciendo gala de un enorme arsenal para infundir miedo a sus vecinos.
El Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), adscrito a Naciones Unidas, informó en 2021 del más que probable reinicio del reactor de Yongbyon, que se cree que es su fuente principal de plutonio apto para armamento, gracias a imágenes satelitales. La OIEA advirtió entonces de que el programa nuclear iba a velocidad de crucero, y que contaba con trabajos de separación de plutonio y enriquecimiento de uranio.

Estas amenazas se producen en mitad de una explosión de contagios sin precedentes en Corea del Norte. El hermético dictador aparecía hace una semana en la televisión estatal para anunciar, por primera vez desde la aparición de la COVID-19 en enero de 2020, casos de coronavirus en el país. Una imagen inédita que hace temer a la comunidad internacional por las consecuencias que la pandemia traiga consigo en un Estado frágil, apenas sin recursos sanitarios, cuyo presupuesto es absorbido por el Ejército.
Biden y Yoon Suk-yeoul discutirán vías para abastecer de asistencia sanitaria a Pionyang, aunque el régimen norcoreano no ha respondido hasta el momento a las propuestas de ayuda exterior. “No es que no queramos ayudar, pero a juzgar por lo que parece ser la percepción de las cosas por parte de Corea del Norte, no parece que estén de humor para salir a discutir sobre la cooperación”, reconoció Kim Tae-hyo. Biden y Yook apuestan por el diálogo para abordar la desnuclearización de la parte superior del paralelo 38.
El expresidente Trump intentó la machada hasta en tres ocasiones durante su mandato, pero no tuvo éxito durante sus reuniones con Kim Jong-un. La Administración Trump apenas avanzó en el desmantelamiento del programa nuclear norcoreano a pesar de contar con las promesas del régimen de Pionyang. Biden, por su parte, tiene otros planes.
Coordinador de América: José Antonio Sierra