En el hospital más cercano al frente de Bajmut, los médicos viven en una guerra permanente en la que han llegado a atender a doce personas bombardeadas en menos de una hora

La otra guerra de Ucrania: luchando por salvar la vida de los caídos bajo las bombas de Bajmut

PHOTO/MARIA SENOVILLA - Un hombre herido durante un bombardeo en la ciudad de Bajmut es atendido en el Hospital Número 5 de Konstantinivka (Donetsk)

Pelean como fieras a ambos lados de las camillas en las que depositan a los heridos, que llegan muchas veces en furgonetas de voluntarios, porque en los frentes de combate nunca hay suficientes ambulancias. Son médicos ucranianos y su trinchera está en el servicio de urgencias del Hospital Número 5 de Konstantinivka.

Aquí llaman “día tranquilo” a una jornada en la que sólo atienden a dos o tres personas bombardeadas. "Hemos llegado a recibir 12 pacientes en menos de una hora", aclara el doctor Yaroslav, médico anestesista en este hospital. 

A pesar de todo, cuando se juntan varios heridos a la vez en la zona de triaje sorprende la rapidez con la que se coordina el personal sanitario para atenderlos. Y es que estar a tan sólo 25 kilómetros de la disputada ciudad de Bajmut los ha convertido en especialistas en trabajar bajo presión. 

La pugna por Bajmut sigue concentrando la mayor parte de los esfuerzos bélicos en esta guerra, y los daños colaterales se pueden ver en las camillas de este hospital. Zelensky ha decidido contener aquí el avance del Ejército ruso por el Dombás –ganando así tiempo para dar forma a la esperada contraofensiva de primavera–, y los combates ahora son encarnizados.

La ciudad, que se daba por perdida desde hace semanas, sigue resistiendo gracias a las tropas de refuerzo que llegan desde distintas partes de Ucrania. Pero, entre los miles de soldados que se concentran en Bajmut, se estima que aún quedan entre 2.000 y 3.000 civiles que no han querido ser evacuados. Y aunque prácticamente viven en sótanos, es en los desplazamientos para conseguir agua o comida cuando son heridos la mayoría de las veces.

02_MARIA SENOVILLA_ box mujer herida Hosp Konstantinivka

Cuando eso sucede, rescatistas y voluntarios se juegan el tipo para sacarlos de la ciudad –entre las bombas– y conducir a toda velocidad por carreteras impracticables hasta llegar al hospital. Una carrera de obstáculos para intentar salvarles la vida, que continúa cuando llegan al servicio de urgencias y les dan el relevo a los médicos.

Médicos voluntarios junto al frente de combate

El doctor Yaroslav comenzó a trabajar en Konstantinivka el pasado mes de diciembre. Cuando vio la cantidad de muertos y heridos que se estaban produciendo en esta parte del Dombás, decidió pedir una excedencia en el hospital de Kiev donde trabajaba y unirse al programa de Médicos Sin Fronteras que gestiona las urgencias de este centro. 

"Quiero ayudar a la gente, es así de simple; en Kiev también hacen falta médicos, pero aquí más", sentencia. Mientras conversamos, llega una mujer herida desde Bajmut. Tiene metralla en el abdomen y también en la cabeza. Sus gemidos encogen el corazón.

El anestesista aclara cómo es el protocolo para atender a los heridos en los bombardeos. "Primero hay que parar la hemorragia y estabilizar al paciente, lo tienen que hacer los paramédicos en el lugar de origen o en la ambulancia de camino", explica. "Aquí en urgencias se le ponen los primeros vendajes, fluidos, antibióticos y se les entuba si es necesario". Los más graves son traslados al hospital de Dnipro.

03_MARIA SENOVILLA_ Yaroslav y Yuri en el Hosp Konstantinivka

La mujer que acaba que llegar es atendida por un veterano, el doctor Yuri –que lleva 37 años trabajando aquí–. Junto con sus enfermeros, la examina cuidadosamente y comienza a hacerle las curas. El sonido de unas tijeras cortando mechones de pelo se mezcla con los sollozos de la mujer, que intenta responder a las preguntas de los sanitarios entre lágrimas. "Las heridas abdominales son muy dolorosas", dice en voz baja el anestesista.

Tras la primera exploración, los enfermeros continúan trabajando alrededor de la camilla mientras el doctor Yuri se sienta ante su ordenador para revisar con atención las radiografías de la mujer. Su vida no corre peligro. "Desde que los rusos han cercado Bajmut –relata el médico– el goteo de pacientes que llegan bombardeados es diario; pero antes venían de Lisichansk, luego de Soledar... desde junio del año pasado no hemos parado". 

Hospitales en guerra

La manta térmica de color dorado brillante, en la que han traído envuelta a la mujer, permanece en el suelo. Ensangrentada. A la puerta del box donde continúan atendiéndola. Aunque todos los hospitales son iguales por dentro, en los que están cerca de los frentes de combate se nota algo diferente. Se nota la guerra.

Casi todas las ventanas están parapetadas con sacos de tierra, y los cristales tienen pegadas tiras de celofán para que, en caso de bombardeo, los cristales no salten en mil pedazos hacia dentro cortando a los que se encuentren allí.

04_MARIA SENOVILLA_ médico anestesista Yaroslav Hosp Konstantinivka

Las urgencias, en la planta baja, tampoco son normales. Esta parte, que es la que gestiona Médicos sin Fronteras desde el verano pasado, es una enorme estación de triaje. A lo largo del pasillo blanco, se pueden ver cartulinas de colores pegadas en las puertas de cada sala de curas.

Rojas, amarillas, verdes y negras. Dependiendo de la gravedad del paciente, se le coloca en una u otra sala. En días “tranquilos” en los que no reciben a muchos pacientes a la vez, este sistema de clasificación no es relevante. Pero cuando llegan más de diez heridos seguidos, es clave para salvar al mayor número posible de personas.

Además de los sacos de tierra cubriendo las ventanas, en muchos hospitales tienen que lidiar con los cortes eléctricos. Por lo que están obligados a tener generadores para poder trabajar. Y a estas dificultades, hay que sumar la más difícil de salvar: muchos médicos y enfermeros se han ido, especialmente los que son padres de niños pequeños. 

Algunos están desplazados en ciudades más seguras del oeste, y otros –mujeres sobre todo– viven ahora como refugiados fuera de Ucrania. Como consecuencia, hay hospitales donde trabajan con sólo el 50 por ciento del personal.

05_MARIA SENOVILLA_ Boris en la sala de triaje del Hosp Konstantinivka
La lucha sigue

El segundo herido del día en los bombardeos de Bajmut irrumpe en la entrada de urgencias. Se trata de un hombre esta vez, y entra consciente. Pero cuando los doctores comienzan a tratarle y ven la gravedad de las heridas, deciden anestesiarle y entubarle. 

El enorme traumatismo que tiene en la cabeza, la sangre que le sale de la boca y las numerosas heridas de metralla en la mitad izquierda de su cuerpo revisten gravedad. Su nombre es Boris, tiene 45 años, y deberá ser trasladado a Dnipro para que evalúen su estado. 

“Hasta que no le hagan una tomografía en Dnipro no sabremos el alcance de los daños, pero está grave”, añade Yaroslav mientras revisa los drenajes junto a la camilla. El hombre queda conectado a un monitor y Ekaterina, una joven enfermera, lo cubre con una manta.

Apenas han terminado de estabilizar a Boris, cuando se sienten las carreras por el pasillo en dirección a la entrada de urgencias. Dos rescatistas con uniforme militar traen a un joven, envuelto en otra manta térmica. Su esposa entra detrás, muy nerviosa, sin poder contener las lágrimas.

06_MARIA SENOVILLA_ sala triaje Hosp Konstantinivka.jpg

Ella se llama Galina, y explica que su esposo Anton –de 36 años– estaba cortando leña para los ancianos de su calle cuando le alcanzó un proyectil ruso. No hay heridas abiertas como las de Boris, pero le duele mucho el pecho. 

Viven en una pequeña localidad llamada Zalizne. Galina me muestra la ubicación en el mapa del teléfono móvil: están a una hora de Konstantinivka, pero este es el hospital más cercano. “Los ataques por nuestra zona se han multiplicado en los últimos días”, reconoce la mujer.

Con la artillería rusa disparando indiscriminadamente sobre todas las ciudades de la retaguardia de Bajmut –desde Chasiv Yar a Kramatorsk–, llegar hasta los médicos es cada día más difícil. Las carreteras están destrozadas, llenas de socavones provocados por los proyectiles. Y para llegar hasta las aldeas más recónditas, a veces ni siquiera hay carreteras. Por eso muere tanta gente antes de llegar a los hospitales.

Yaroslav y Ekaterina se llevan a Anton para realizarle varias pruebas. Va sentado en una silla de ruedas, consciente. Clava los ojos en su esposa al pasar junto a ella, quiere tranquilizarla con la mirada. Pero es difícil recuperar la calma después de que te hayan bombardeado.

07_MARIA SENOVILLA_ Hosp Konstantinivka

Galina se queda en el pasillo, junto a la puerta de la sala de urgencias, esperando. Se aferra a la ropa de Anton, una sudadera oscura que abraza con la respiración entrecortada. Los médicos lucharán por él, y por Boris y por los lleguen después. Es su guerra, y no están dispuestos a perderla.

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