La CEDEAO (Comunidad Económica de Estados de África Occidental), que reúne a 15 de la región, decidió durante su cumbre en Acra, capital de Ghana, levantar la mayor parte de las sanciones económicas que pesaban sobre Mali desde enero. Las sanciones se aplicaron en respuesta a los dos golpes de Estado en el país del Sahel, seguidos de una negativa a aplicar un plan de transición democrática en el país.
Dichas sanciones ahogaban la economía del país y afectaban mayormente a la población maliense. Analistas y expertos en el Sahel ya avisaron en enero, que sanciones de este tipo no harían una presión real sobre la Junta Militar que gobierna Mali, pero que sí empobrecerían a la población y fomentarían la adhesión a grupos yihadistas y criminales.
Con este cambio se reabren las fronteras, vuelven los intercambios comerciales y los embajadores a Bamako, capital de Mali. Se mantienen por otro lado las sanciones y los bloqueos que afectan a los oligarcas y líderes militares de Mali. Tampoco volverá Mali a los órganos decisionales de la CEDEAO.

“Estos cambios son muy positivos, especialmente para los malienses”, comenta a Atalayar Beatriz de León Cobo, coordinadora del Foro de Diálogo Sahel-Europa de la Universidad Francisco de Vitoria. De acuerdo con la analista estos cambios llevaban “cociéndose desde hace meses”.
El trabajo de mediación del expresidente de Nigeria, Goodluck Jonathan ha dado sus frutos ahora y Mali abandona su posición hostil con los demás vecinos y se abre al diálogo y a algunos cambios en su régimen interno. Entre otras decisiones, han aceptado una hoja de ruta de 18 meses para alcanzar una transición política en febrero de 2024. De acuerdo con de León Cobo todo apunta a unas elecciones a las que concurra la mayor parte de la Junta militar, con la posible excepción del líder Assimi Goïta.
“Mali llevaba meses con un comportamiento muy hostil en el plano internacional. Si la CEDEAO pedía una transición en 20 meses, ellos respondían que mejor 22”, añade de León Cobo. El trato hostil a sus vecinos, además de a los colaboradores europeos, creó en Mali una situación de aislamiento internacional que dejó al país presa de la política exterior rusa, concretamente del grupo contratista Wagner en el ámbito de la defensa. De los tres países de la región que experimentaron golpes de Estado en los últimos años Mali se ha caracterizado por una falta de estabilidad, credibilidad y seguridad jurídica que ha hecho mucho más difícil su relación con las organizaciones internacionales.

Este aislamiento vislumbra su fin con las últimas decisiones de la Junta Militar, que han sido suficientes para obtener la luz verde de la CEDEAO. Además de comprometerse a cumplir con el calendario electoral de 2024, la Junta Militar maliense hizo público quién se encargará de revisar la Constitución del país y remodeló su ley electoral para dar cabida a los militares en las listas de los comicios, bajo condición de abandonar sus cargos 4 meses antes.
Para de León Cobo, el balance de estos cambios es positivo “Especialmente para los malienses al corto y medio plazo. Ya no van a estar ahogados por esta crisis económica. Pero a largo plazo parece que la Junta Militar se va a quedar para largo y vamos a tener que convivir con ellos”, explica la analista, que cree que la prioridad son las personas y el bienestar del país, antes de quién presida el Gobierno de Bamako.
“Lo que está claro es que es muy buena señal haber salido del ‘impasse’ en la que se encontraba Mali con sus vecinos. Ahora bien, haber levantado las sanciones implica dar un cierto apoyo a las prácticas que se están cometiendo en Mali. Wagner está matando a civiles en Mali. Sé que no hay que mezclar cuestiones securitarias con política, pero a fin de cuentas es la Junta quien está haciendo estas cosas”, concluye Beatriz de León Cobo.

Estas mismas cuestiones a las que de León Cobo hace mención estarían detrás del derrumbe de numerosas vías de cooperación entre países europeos y Mali. Con las hostilidades de la Junta Militar y la colaboración poco escrupulosa con los mercenarios de Wagner, son cada vez más los países que retiran sus programas de formación en Mali, especialmente los de ámbito militar. El mejor ejemplo es la presencia de los efectivos franceses de la operación Barkhane. Francia articulaba las únicas misiones ejecutivas en Mali, que desde el giro diplomático con la Junta Militar se reubicaron en el resto del Sahel.
En cuanto al marco de cooperación internacional G5 Sahel, descrito por los analistas como la mejor herramienta para luchar contra la proliferación de grupos armados en el Sahel, y que Mali abandonó en mayo de 2022, nada apunta a que haya opción de reanimarlo. Las enemistades entre Mali y Níger impedirían cualquier colaboración futura para el control de unas fronteras extremadamente porosas.