El reciente acercamiento entre Abu Dabi y Ankara parece haber tenido una repercusión mayor a la esperada. Tras casi una década de tensiones y hostilidades, el consenso alcanzado entre ambos países durante los últimos meses ha dado lugar a grandes inversiones emiratíes en Turquía, un pacto sobre el intercambio de divisas y cerca de 10 acuerdos sobre cuestiones financieras, comerciales y energéticas. Además, – en el marco de la estrategia del presidente Erdogan para normalizar las relaciones con sus vecinos y priorizar la seguridad nacional –, la potencia otomana ha suavizado el tono de su discurso hacia Riad, donde viajará en el mes de febrero, y ha tratado de impulsar su comunicación con El Cairo.
Sin embargo, las consecuencias de esta mejora en las relaciones también se han extendido a los territorios donde ambos países ejercían su influencia regional.

Por una parte, la visita de Kenan Yilmaz, embajador turco para Libia, a la ciudad oriental de Al-Qubba ha evidenciado una desescalada en las tensiones que, desde 2013, habían marcado las relaciones de Ankara con el este del país norteafricano. Allí, el diplomático otomano fue recibido por Aguilah Saleh, presidente del Parlamento de Tobruk, con quien mantuvo una “amistosa y fructífera” conversación –según expresó para la Agencia turca de noticias Anadolu.
En esta línea, Yilmaz afirmó también que el diálogo sobre las relaciones con las facciones del este está mostrando un “desarrollo positivo”, y quiso subrayar la declaración del ministro turco de Asuntos Exteriores, Mevlut Cavusoglu, que dijo tener “la intención de visitar la región oriental”. En palabras del diplomático, Turquía se propone tratar “con todo el pueblo libio por igual y está interesada en desarrollar relaciones con todas las partes”.

Varios especialistas internacionales han afirmado que esta visita de Yilmaz al este de Libia y su reunión con Aguilah Saleh evidencian un cambio en la postura turca acerca del Ejército Nacional Libio (LNA), dirigido por el mariscal Khalifa Haftar, y su poder en la zona oriental del país. Si los acercamientos continuasen por este camino, este podría ser el comienzo de una nueva fase en la que las autoridades otomanas y la Cámara de Representantes de Tobruk consolidasen los puentes de comunicación entre ellos.
Por otro lado, la reapertura de la embajada de los Emiratos Árabes Unidos en Trípoli ha permitido a ambas partes poner de nuevo en marcha sus relaciones diplomáticas. A principios de esta semana, Abdul Hamid Dbeibé, primer ministro en funciones del Gobierno de Unidad Nacional (GNA), se reunía con el nuevo embajador emiratí en Libia, Mohammed Ali Al-Shamsi, después de que este entregase sus credenciales al jefe del Consejo Presidencial, Mohamed Younis Al-Mafi.
Entre otras cuestiones, Dbeibé y Al-Shamsi han discutido sobre la posibilidad de autorizar a los ciudadanos libios la solicitud de la visa a Emiratos Árabes a través de Internet.

La embajada emiratí en Trípoli ha permanecido cerrada desde que, en 2014, las hostilidades de las milicias islamistas hacia la presencia de Emiratos obligaran a su clausura. Este resentimiento ya era estaba patente en 2013, cuando el edificio fue atacado con misiles, pero se intensificó tras el rechazo de los resultados electorales por parte de los movimientos políticos islamistas, en los comicios parlamentarios libios de 2014.
A partir de entonces, los grupos islamistas, algunos caudillos y señores de la guerra, y varios políticos de tendencia aislacionistas ha sido respaldados por Qatar y Turquía. Esta alianza, relacionada también con los Hermanos Musulmanes, ha impulsado diversas campañas contra Abu Dabi. Especialmente después de que el Gobierno emiratí apoyase la Operación Inundación de Dignidad que lanzó el LNA contra los islamistas en el año 2014. De este modo, en oposición a la coalición de la zona occidental, Emiratos Árabes Unidos se posicionaba en una alianza en apoyo del Ejército Nacional, junto a Egipto y Arabia Saudí.
Ahora, tal como ha señalado el medio Al-Arab News, los movimientos realizados por los países de ambas facciones podrán ser decisivos para el cambio de comportamiento de los dos bandos del territorio libio. Así sucedió, por ejemplo, entre el presidente del Parlamento, Aguilah Saleh, y Khalid Ammar Almishri, el presidente del órgano diseñado por la ONU, el Consejo de Estado Superior. Ambos se encontraron en la capital marroquí de Rabat y trataron de abordar las perspectivas de cooperación y la búsqueda de una solución ante el fracaso de los comicios programados para el 24 de diciembre.