Por si no tenía suficientes frentes abiertos, al Líbano se le sumó en octubre uno más. Y de hondo calado. Todo comenzó en agosto, cuando el actual ministro de Información, Georges Kordahi, criticó en una entrevista el papel de las fuerzas de la coalición lideradas por Arabia Saudí en la cruenta guerra de Yemen y señaló que la milicia hutí se estaba defendiendo “de una agresión extranjera”. Unas palabras que encendieron la mecha de una disputa regional que terminó por implosionar en las manos del Ejecutivo libanés.
Los denodados esfuerzos del primer ministro Nayib Mikati y de una parte de la diplomacia libanesa para desmarcarse de las declaraciones de Kordahi no surtieron efecto. El daño estaba hecho, y sus relaciones bilaterales estaban deterioradas de antes. Las fuerzas de la coalición, integrada entre otros por Emiratos, Bahréin y Kuwait, además de Arabia Saudí, respondieron de forma contundente a las declaraciones del ministro cortando sus vínculos diplomáticos y económicos con la nación mediterránea. Un nuevo revés para la laminada hacienda libanesa.
Mikati mantuvo el miércoles un encuentro con los embajadores del Líbano expulsados de Riad y Manama, Fawzi Kabbara y Milad Nammour, para abordar la nueva agenda de Beirut en la disputa diplomática con las monarquías de la península Arábiga y el Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), encaminada hacia el reencuentro, según recoge la agencia de noticias estatal NNA. “Cada día de retraso en la resolución de la crisis hará más difícil restaurar estas relaciones”, advirtieron los embajadores.

Los diplomáticos libaneses trasladaron al primer ministro su preocupación por las posibles represalias contra las comunidades libanesas en los países del Golfo, que pueden verse afectadas por el envite diplomático. De hecho, Kuwait baraja suspender las visas turísticas y comerciales para los visitantes del Líbano, según ha adelantado la agencia AFP. Esta resolución incluiría una moratoria sobre la emisión de visitas de todo tipo, así como la paralización de las visas de trabajo, pero no afectaría a los residentes. Más madera.
Por su parte, Arabia Saudí bloqueó hace dos semanas las importaciones del Líbano, ocasionando al país unas pérdidas próximas a los 250 millones de dólares, en un momento en que Beirut preveía recurrir a la ayuda financiera saudí como salvoconducto para mitigar la galopante crisis económica. Un trámite habitual en el pasado, ya que las inversiones procedentes del Golfo Pérsico resultado sido claves a la hora de reconstruir el Líbano después de 15 años inmerso en una guerra civil.
Kordahi, un rostro conocido en la región por presentar la versión árabe de ‘¿Quién quiere ser millonario?’, pronunció esas palabras un mes antes de asumir la cartera de Información. Pero sus declaraciones se viralizaron en redes sociales 30 días después, una vez instalado en el cargo. El periodista denunció entonces una campaña contra su figura, que serviría para justificar el alejamiento de los países del Golfo con respecto del Líbano, sumido en la más profunda de las crisis y bregando por no resultar un Estado fallido.

Esta versión sostiene que Arabia Saudí y sus socios habrían utilizado unas declaraciones emitidas antes de la llegada al Ejecutivo del periodista como arma arrojadiza contra un país controlado desde dentro por la milicia chií de Hizbulá, fundada y respaldada por el enemigo acérrimo de Riad en la región: Irán. Unas declaraciones que, por otra parte, guardan relación con la guerra indirecta que libran en Yemen el Reino wahabí y la República Islámica desde 2014. Un conflicto sin visos de finalizar.
Aunque el ministro de Economía y el propio Mikati no consideran válido este argumento. Y es que ambas figuras, que ostentan la mayor autoridad dentro del gabinete, exigieron la dimisión inmediata del aún titular de la cartera de Información. Sin embargo, el periodista decidió enrocarse en su posición y trasladó a sus compañeros de Gobierno que no abandonaría el cargo por las presiones saudíes. Unas presiones que ya tumbaron al exministro de Exteriores, Charbel Wehbe, quien se vio obligado a renunciar en mayo después de señalar a los países del Golfo como los promotores del Daesh.
La petición de dimisión para Kordahi ha contado esta vez con la negativa del presidente Michael Aoun. El jefe de Estado, aliado de Hizbulá, cerró filas con el ministro de Información. Unos hechos que ponen de relieve la delicada situación del Gobierno libanés, quien se ve influenciado por la milicia chií en las altas instancias del Estado y que es capaz incluso de obstaculizar la salida del ministro al ser considerado un perfil próximo al ‘Partido de Dios’.

Pero es precisamente la falta de garantías lo que abona la continuidad de Kordahi. No está claro si su salida definitiva del Ejecutivo haría cambiar la postura a los países del Golfo. Estos, a su vez, manifiestan su inquietud ante el ostensible aumento de la influencia de Hizbulá en el Estado, así como por la escasa efectividad de las políticas del Gobierno para sacar adelante las reformas que necesita el país.
Nayib Mikati, que ya estuvo al frente del Gobierno en dos ocasiones, necesita liquidez y trabaja con el FMI y el Banco Mundial para impulsar la economía libanesa. Sin embargo, su labor ejecutiva se ha visto obstruida por la ola de protestas desatadas en contra del juez Tarik Bitar. El magistrado, al frente de la causa judicial que investiga el estallido mortal en el puerto de Beirut que paralizó las instituciones del país, recibe presiones desde perfiles cercanos al Movimiento Amal y Hizbulá, vinculados a su vez a miembros del Gobierno.