Israel atraviesa uno de sus momentos más tensos en el ámbito político, la incapacidad de formar un Gobierno estable ha provocado un clima de crispación entre la esfera política del país que se ha contagiado a la población. Tras cuatro elecciones en menos de dos años el actual primer ministro, Benjamin Netanyahu, ha sido incapaz de reunir los apoyos necesarios para mantenerse en el cargo y se encuentra más cerca que nunca de verse obligado a abandonar el puesto tras 12 años.
Ante la inminente formación de un Gobierno liderado por el ultranacionalista Naftali Bennet y el centrista Yair Lapid, Netanyahu sigue los pasos de su buen amigo Donald Trump y denuncia “fraude electoral”. “Estamos asistiendo al mayor fraude electoral de la historia del país, en mi opinión de la historia de cualquier democracia", espetó Netanyahu durante un discurso ante los miembros de su partido, Likud.

“La gente se siente, con razón, engañada y está respondiendo”, Netanyahu señalaba así al líder del partido Yamina, Naftali Bennet, quien antes de las elecciones se había comprometido a no asociarse con partidos de izquierda, centristas y árabes. Las declaraciones del primer ministro en funciones han contribuido a empeorar el ambiente de crispación entre la población. Durante los últimos días varios miembros de los partidos que conforman la coalición del nuevo Gobierno han sufrido amenazas.
El clima de tensión en Israel ha llegado hasta tal punto que el jefe del Servicio de Seguridad Interior Shin Bet, Nadav Argaman, emitió un comunicado donde manifestó su preocupación por “un aumento en el discurso violento, particularmente en las redes sociales". "Este discurso puede ser interpretado entre ciertos grupos o individuos, como uno que permite perpetrar actos violentos e ilegales que incluso pueden causar daño físico", según revelan informes de la propia agencia de Seguridad. Asimismo, Argaman ha pedido a los líderes políticos y religiosos que rebajen el tono de las posibles incitaciones y den muestras de responsabilidad.

Varios medios israelíes han comparado este clima de tensión política con los días previos al asesinato en 1995 del entonces primer ministro Yitzhak Rabin, que fue disparado por un ultranacionalista judío por buscar un acuerdo de tierra a cambio de la paz con los palestinos. La izquierda lleva años señalando a Netanyahu, entonces jefe de la oposición, por haber participado en la incitación que precedió al asesinato, pero el actual primer ministro ha negado las acusaciones en repetidas ocasiones.
Por su parte Lapid y Bennet han señalado que esperan que su "Gobierno de unidad" cure las profundas divisiones políticas entre los israelíes y acabe con el odio. “Déjalo ir y permite que Israel avance” ha instado el líder de Yamina, Naftali Bennet a Netanyahu. "El régimen de Israel no es una monarquía y nadie tiene el monopolio del poder", recriminaba el líder de Yamina durante una comparecencia pública. Asimismo, pidió al presidente de la Knesset, Yariv Levin, que no se retrasase la votación sobre el nuevo Gobierno.

A pesar de las continuas peticiones para adelantar el voto de confianza en la Knesset, el presidente del Parlamento, Yariv Levin, ha hecho oídos sordos y ha evitado pronunciarse sobre cuándo se sometería el nuevo Gobierno a un voto de confianza y por lo tanto poder ser investido. Levin sólo ha adelantado que anunciaría el día de la votación y la jura "más tarde". Un hecho que sólo genera más incertidumbre y presión ante un nuevo Gobierno que pretende poner fin a 12 de años de liderazgo de Benjamin Netanyahu.
Las tensiones podrían intensificarse aún más a lo largo de esta semana, cuando se espera que una marcha de la derecha judía pase por la puerta de Damasco de la Ciudad Vieja de Jerusalén. A pesar de que las autoridades han cancelado el evento por temor a que pueda reavivar las tensiones entre la población judía y la población árabe, el líder del partido de extrema derecha Sionismo Religioso, calificó la decisión de retrasar la marcha como "una vergonzosa capitulación ante el terror y las amenazas de Hamás". Asimismo, muchos líderes religiosos de tinte ultranacionalista han insistido en llevar a cabo la marcha a pesar de la negativa de las autoridades.