Cuando las tensiones parecían haber alcanzado el clímax y la amenaza de invasión sobre Ucrania se creía inminente, según la inteligencia británica y estadounidense, la crisis en el este de Europa ha entrado en punto muerto con la retirada parcial de las tropas rusas desplegadas en la frontera y con la visita a Moscú del canciller alemán, Olaf Scholz. Una nueva oportunidad para dialogar con Rusia en un contexto proclive para la desescalada.
Tras desplazarse hasta Kiev para tomar el pulso al líder ucraniano, Volodímir Zelenski, y una semana después de hacer lo propio con Joe Biden en Washington, Scholz ha aterrizado este martes en Moscú para discutir cara a cara con el presidente ruso Vladímir Putin. Y lo hicieron a seis metros de distancia, en el mismo escenario por el que desfiló el presidente francés Emmanuel Macron. De la misma forma que el galo, Scholz ha rechazado someterse a una prueba PCR, alegando los mismos motivos que el Elíseo.
Pero, a diferencia de Macron, su conversación de tres horas con Putin no parece haber dejado mal sabor de boca en el Kremlin. “Estamos dispuestos a seguir trabajando juntos. Estamos dispuestos a seguir la vía de las negociaciones”, aseguró Putin en una rueda de prensa conjunta al término del encuentro. Aunque el mandatario ruso también ha trasladado no mostrarse satisfecho con la promesa de no aceptar en la OTAN a Ucrania barajada en las últimas horas, que sí podría adherirse a la organización “en unos años”.
Putin pretende atajar de raíz la cuestión de Ucrania y bloquear un posible ingreso del país a la Alianza Atlántica. Eso pasaría por rediseñar la arquitectura de seguridad en Europa y poner a la OTAN una línea roja cuyos dirigentes no parecen dispuestos a aceptar hasta la fecha. Pero someter la soberanía de Ucrania a los dictados de la estabilidad continental, una suerte de ‘finlandización’ mencionada por Macron, gana peso como posible solución al conflicto.

Una vía simultánea para mitigar la crisis pasa por aplicar de forma efectiva los acuerdos de Minsk, una serie de pactos entre Rusia y Ucrania auspiciados por París y Berlín en el denominado Cuarteto de Normandía que consiguieron arañar un infructuoso alto el fuego en la guerra del Donbass en 2015 y cuyas resoluciones no llegaron a cumplirse.
Durante la reunión, Putin habría informado a Scholz sobre una ventana de oportunidad para alcanzar un acuerdo en este sentido con Estados Unidos y la OTAN. Según el canciller alemán, podría existir un punto de encuentro entre Rusia y Occidente que supondría la remodelación del sistema de seguridad continental. Y el propio Scholz ha coincidido “en trabajar en una solución pacífica del conflicto” en la que ha sido su primera visita al Kremlin desde que relevase en diciembre a Angela Merkel.
La cumbre entre Putin y Scholz se ha producido horas después de que el Ejército ruso comenzase a retirar algunas de las unidades desplegadas en la frontera con Ucrania desde el pasado mes de noviembre. Aunque aún no ha trascendido el número exacto de tropas replegadas y la operación haya mantenido el armamento pesado en la zona, Scholz ha calificado el acto de “buena señal”. Una consideración que también ha expresado el secretario general de la OTAN, manteniendo cierto escepticismo.
El Gobierno ucraniano también mantiene su desconfianza hacia Rusia y ha aumentado la protección militar en determinados enclaves del país después de la creciente inseguridad promovida por Washington y Londres. Zelenski recela de una Rusia que ya anexionó la península de Crimea en 2014 y respaldó militarmente a los separatistas del Donbass. Dos regiones que la Duma quiere reconocer como independientes.

Y es que este martes la Cámara Baja del Parlamento ruso ha solicitado a Putin que reconozca la soberanía de las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk en una moción presentada por la fuerza principal de la oposición, el Partido Comunista, y respaldada por otras cinco formaciones. Una acción que tiraría por tierra los acuerdos de Minsk y sobre la que Putin aún no se ha pronunciado. Durante la rueda de prensa, el presidente ruso ha denunciado el “genocidio” que Kiev comete en la región, unas declaraciones que contaron con la desaprobación del canciller alemán.
Los vínculos energéticos y comerciales entre Alemania y Rusia acercaron posturas entre ambos líderes. Después de las declaraciones de Biden en La Casa Blanca, asegurando que en caso de invasión rusa sobre Ucrania “no habría más Nord Stream 2”, el rostro aséptico de Scholz y su silencio ante las palabras del presidente estadounidense reflejaron las grietas en la fachada de unidad mostrada por el bloque.
Putin hizo un llamado al funcionamiento del nuevo gasoducto, y dijo que este es “uno de los mayores proyectos de infraestructura de Europa, destinado a reforzar significativamente la seguridad energética del continente”, y que no tiene “tintes políticos”. El sector energético une las agendas ruso-germanas. Rusia es uno de los principales socios comerciales de Alemania, y cualquier represalia sobre su economía también tendrá resonancia en Berlín.
Nadie mejor que Gerhard Schröder simboliza los vínculos energéticos y comerciales que conectan Berlín y Moscú. El excanciller alemán, que gobernó desde 1998 hasta 2005, fue nombrado miembro del consejo de administración de Gazprom después de abandonar la política y ha defendido a Putin desde el inicio de la crisis, llegando incluso a desautorizar a su sucesor y compañero socialdemócrata Olaf Scholz, con quien rivalizó en el SPD.