El presidente ruso esgrime el derecho de autodeterminación de la ONU para justificar la mayor anexión territorial desde la Segunda Guerra Mundial

Putin certifica la anexión de los territorios ucranianos ocupados y pide un alto el fuego a Kiev

photo_camera PHOTO - El presidente ruso Vladímir Putin proclama la anexión de los territorios ucranianos ocupados y pide un alto el fuego a Kiev

Putin escogió la sala San Jorge del Kremlin, el suntuoso emplazamiento reservado para las grandes ceremonias, para proclamar la anexión de las cuatro regiones ucranianas ocupadas, Jersón, Zaporiyia, Donetsk y Lugansk. Lo hizo después de la publicación de los resultados de los referéndums ilegales, que no contaron con ningún tipo de garantías y fueron considerados una “farsa” por la comunidad internacional, y de firmar el decreto que reconocía la independencia de Jersón y Zaporiyia. 

“La gente [de las cuatro regiones ucranianas ocupadas] ha tomado una decisión, y es una decisión definitiva”, declaró Putin ante la plana mayor del régimen. El presidente ruso se hizo esperar, compareció pasadas las 15.00 hora local (14.00 GMT). Aguardaban en silencio centenares de personalidades de la élite política, religiosa y militar de Moscú. Los ministros de Defensa y Exteriores, Serguéi Shoigú y Serguéi Lavrov, el líder checheno Ramzán Kadírov o el oligarca Yevgueni Prigozhin, dueño declarado del Grupo Wagner. 

“Son ahora cuatro nuevos sujetos de la Federación Rusa”, proclamó Putin en referencia a las autodenominadas Repúblicas Populares de Lugansk y Donetsk, cuya independencia reconoció horas antes del inicio de la invasión de Ucrania, pero también haciendo alusión a las regiones de Jersón, primera ciudad ucraniana en caer en manos rusas, y Zaporiyia, donde se encuentra la mayor central nuclear de Europa. Ningún área está enteramente bajo su control. 

Vladímir Putin

El jefe del Kremlin sacó a relucir su habitual arsenal de revisionismo histórico y descalificaciones hacia Ucrania y Occidente, y mezcló la beligerancia con emotividad al acordarse de los soldados caídos durante la invasión, en especial de la docena de generales liquidados por las fuerzas ucranianas. Para ellos pidió un minuto de silencio. Las pérdidas en combate del lado ruso ascienden hasta los 45.000 muertos, según los últimos datos de la OTAN. 

Con las banderas de las Repúblicas ficticias de Donetsk y Lugansk, y también las de Jersón, Zaporiyia a la espalda, Putin volvió a desafiar a sus enemigos: “Quiero que lo oigan en Ucrania y también en Occidente: quiero que la gente de Lugansk, Donetsk, Zaporiyia y Jersón se conviertan en nuestros ciudadanos para siempre”.

Esgrimió de nuevo el derecho a la autodeterminación contemplado en la Carta de Naciones Unidas para justificar la anexión, la mayor desde la Segunda Guerra Mundial. El argumento, sin embargo, es insostenible, y así se lo hizo saber el secretario general de la ONU António Guterres: “Los llamados referendos de Ucrania se hicieron bajo ocupación rusa y, por lo tanto, no se les puede considerar la expresión genuina de la voluntad popular”.

La gran sorpresa de la intervención no fue el anuncio de anexión, sino la petición expresa al Gobierno de Kiev para la fijación de un alto el fuego. “Siéntense en la mesa de negociación, pero el deseo de las cuatro nuevas Repúblicas no se va a revertir y Rusia no les va a traicionar”, sentenció. Paz momentánea a cambio de extirpar cerca del 15% del territorio de Ucrania, esa es la oferta de un Putin que prometió reconstrucción y desarrollo para las cuatro regiones. 

Tras una concatenación de diatribas contra el bloque occidental, el presidente ruso aprovechó para culpar “a los anglosajones” del reciente sabotaje en los gasoductos Nord Stream 1 y 2 detectados en el mar Báltico. “Estamos ante su discurso, quizá, más antioccidental”, señala en conversación con Atalayar el analista Manuel Fernández Illera. “más incluso que su intervención del 24 de febrero”.

Putin convocó al término de su alocución a los dirigentes, títeres colocados por Moscú, que estarán en teoría al frente de las nuevas regiones de Jersón y Zaporiyia, así como a los ya habituales de Lugansk y Donetsk, Denis Pushilin y Leonid Pasechnik. Los cuatro firmaron los documentos que decretaban su integración en la Federación Rusa y juntaron sus manos en un símbolo pretendido de unidad.

“De una parte, un acuerdo de paz está más lejos que nunca. La anexión implica la no disposición a abandonar esos territorios, y los ucranianos –que tienen la iniciativa en el frente– no van a cederlos salvo derrota total. Pero, de otra, mucho van a tener que cambiar las cosas sobre el terreno militar para que Rusia pueda, ya no obligar a Ucrania a reconocer la anexión o a un alto el fuego, sino primero detener el avance ucraniano y luego lanzar una ofensiva propia”, indica Fernández lllera.   

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