Alejandro Martín Iglesias
El actual conflicto de Yemen ha derivado en una sangrienta guerra civil cuyo desenlace se encuentra lejos de vislumbrarse. El número total de víctimas crece cada día, constituyendo uno de los principales focos de inestabilidad en Oriente Medio. Por otra parte, las negociaciones de paz programadas en Kuwait a mediados del mes pasado no llegaron a tener lugar.
Motivos no le faltan a Yemen para ser uno de los escenarios más complejos de la zona. Un campo de batalla donde están en juego los intereses de actores regionales y de potencias vecinas, en disputa por la hegemonía regional. Uno de los factores que suelen tenerse en cuenta al hablar las turbulencias políticas en esta parte del mundo es la religión, así como las confesiones que profesan los actores involucrados. Pero considerar que la religión es todo lo que mueve el enfrentamiento puede ser una ingenuidad pues la realidad muestra que existe un buen número de causas entremezcladas.
La importancia del islam zaydí en Yemen
El zaydismo, cuya definición nos ofrece Luz Gómez García en su Diccionario de islam e islamismo, es una rama de la shiía cuyo nombre procede de Zaid Ibn Ali (m. 740), tataranieto de Mahoma e hijo del cuarto imam shií. Este personaje histórico es considerado, por lo tanto, quinto y último imam por sus fieles, en detrimento de la línea sucesoria tan importante para el resto de los shiíes (duodecimanos y septimanos). El zaydismo es el grupo más próximo al islam suní con unas características bien definidas como una escuela jurídica propia, el reconocimiento a los dos primeros califas suníes y el rechazo tanto del misticismo sufí como la “taqiya” o arte del disimulo de la propia fe en circunstancias adversas. En el zaydismo, la condición de imam no se recibe por herencia sino por valía personal y espiritual, siempre y cuando haya un vínculo de parentesco con el linaje de Ali y Fátima. Los zaydíes creen en el libre albedrío y niegan que sus imames posean cualidades sobrehumanas.
Según Jan Thiele, investigador del CSIC y especialista en Yemen, la confesión zaydí es por su presencia en el país un factor de suma relevancia en el ámbito político. El norte fue gobernado por los imames zaydíes hasta la proclamación de la República Árabe de Yemen en 1962. Los llamados hutíes, involucrados en la actual guerra, poseen una identidad zaydí marcada y muy deudora de este pasado. La restauración del desaparecido imamato no es una condición innegociable para los hutíes, sino que actúan movidos por intereses más diversos. Además, un largo conflicto con el gobierno yemení tuvo lugar ya antes de la actual guerra, incluso antes de las protestas de 2011 en el contexto de la primavera árabe. Otro factor relevante en este contexto es la pobreza pues el norte del país, con una mayor parte de población zaydí, es una de las zonas más desfavorecidas en el plano socioeconómico. Además, guerras como la de Saada, conflicto que tuvo lugar en 2004, fue el resultado de un enfrentamiento entre la insurgencia del norte y el gobierno del presidente Saleh, que llevó a cabo una ofensiva militar.
El factor histórico y cultural, prosigue Thiele, es otra de las variables a tener en consideración. El rigorismo de la corriente wahabí fue, a partir de la década de los 90, una amenaza directa al patrimonio cultural zaydí. El islam de tendencia wahabí, junto con corrientes salafistas que demandan un retorno del islam a sus raíces más puras y libres de la tradición añadida con posterioridad, es enemigo declarado de confesiones como el zaydismo. Valiosas colecciones de documentos históricos sobre la comunidad fueron amenazadas, e incluso destruidas, por estas tendencias. Los ataques de Arabia Saudí, siguiendo con estos objetivos centrados en bienes identitarios y culturales, agravan la guerra ideológica, dirigiéndose contra monumentos y mezquitas, siendo la más representativa de ellas la de al-Hadi (Sanaa), tumba del primer imam zaydí y también destruida.
Amigos y enemigos
La relación del zaydismo con las otras ramas del islam es compleja, y según Thiele, suele estar sujeta al contexto de cada época. Podría decirse que hay puntos de encuentro y puntos de desencuentro, aproximándose a la creencia duodecimana iraní, pero también a la sunna. El amplio movimiento reformista sunní surgido en el siglo XIX hizo que muchos zaydíes abandonaran o modificaran sus creencias para asimilarse dentro de él.
Según datos del CIDOB, los hutíes pueden considerarse como el movimiento de tendencia zaydí más relevante en el difícil contexto actual, y sin embargo, no tienen aspiraciones teocráticas ni pretenden la restauración del imamato zaydí. Su discurso pretende ser democrático, patriótico y regeneracionista, negando además el apoyo de un país de mayoría shií como Irán. Por otra parte, el ex-presidente Saleh, quien había combatido a los hutíes durante su mandato, ha buscado el apoyo hutí con la intención de recuperar poder, amparándose en un credo zaydí compartido.
En el lado ideológicamente contrario a Saleh podemos encuadrar al presidente al-Hadi, electo en 2012, sunní y pro-estadounidense, quien ha carecido de apoyos necesarios para mantenerse en el cargo y ha sido objetivo directo de la rebelión hutí. Otro movimiento religioso de tendencia sunní es el partido al-Islah, que tiene sus orígenes en la organización de los Hermanos Musulmanes, el cual parecía que se iba a establecer como fuerza política predominante del país tras las revueltas de 2011. Sin embargo, este escenario tuvo su final con la toma hutí de la capital yemení.
Los países vecinos, por su parte, no se han quedado de brazos cruzados frente al conflicto. Arabia Saudí no solo teme perder influencia en la región en detrimento de Irán, cuyas relaciones con el amigo estadounidense han mejorado, sino perderla en un país donde su injerencia ha sido histórica, y que ahora podría caer en manos de un gobierno que agite a las minorías religiosas. El intento que llevó a cabo la monarquía saudí, durante la década de los 60, de contrarrestar el republicanismo nasserista aliándose nada menos que con los monárquicos zaydíes puede considerarse una muestra de dicha injerencia. Así pues, la defensa de la legitimidad del estado yemení y la contestación a la llamada de auxilio del presidente al-Hadi pueden encubrir la rivalidad secreta entre dos países enemigos tanto en un plano ideológico como en el político.