Desde hace varios días, Túnez registra más de 1.000 nuevos casos diarios y 6.754 muertes desde el inicio de la nueva epidemia de coronavirus. El país tiene la segunda tasa de mortalidad más alta del continente, por detrás de Sudáfrica.
El país, que sólo cuenta con unos cientos de camas de reanimación, había dado ejemplo en la región en marzo de 2020 al decretar un estricto confinamiento general de más de dos meses, el cierre de sus fronteras y un plan de ayuda de casi 1.000 millones de euros para apoyar a empresas y personas en situación precaria.
Tras una primera oleada relativamente continua en la primavera de 2020, seguida de un largo periodo de estancamiento de los casos, el país se enfrenta ahora a una segunda oleada más brutal. A pesar de un confinamiento general de quince días a mediados de enero, el país llegó a alcanzar su récord de 100 muertos en 24 horas el 21 de enero.
Los trabajadores de la Sanidad vuelven a temer la saturación de los hospitales, mientras que los médicos llevan años manifestándose para denunciar las condiciones de trabajo, cada vez más deterioradas.
Túnez, que ha cambiado dos veces de ministro de Sanidad desde el inicio de la pandemia, anunció una campaña de vacunación para el segundo trimestre de 2021 para lo que está haciendo un serio esfuerzo diplomático para adquirir la vacuna a tiempo. La estadounidense-alemana de Pfizer/BioNtech ya ha recibido el visto bueno de las autoridades tunecinas. El Gobierno ordenó comprar dos millones de dosis que se espera lleguen a tiempo para el inicio de la campaña de vacunación, dijo Hechmi Louzir, director del Instituto Pasteur en Túnez a la AFP.
El país norteafricano también está manteniendo conversaciones con Rusia para la adquisición de la Sputnik V, informó el ministro de Sanidad, Faouzi Mehdi.
El presidente Kais Saied ha insistido en varias ocasiones en la necesidad de “adquirir la vacuna con urgencia” y elegir la mejor desde el punto de vista sanitario, “sin entrar en consideraciones políticas”.

Las autoridades están en contacto con el Banco Mundial, que ha prometido casi 12.000 millones de dólares a los países africanos para financiar los planes de inmunización. El país ha solicitado formar parte del plan Covax, creado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para garantizar un acceso equitativo a las vacunas.
En la primera ola Túnez tan solo registró 65 muertes y el pico de nuevos infectados lo alcanzó el 24 de marzo con 59 infecciones. Los buenos datos presentados por el país le valieron la entrada en la lista de países seguros elaborada por la Unión Europea. El virus llegó a estar prácticamente erradicado en territorio tunecino gracias al estricto confinamiento aplicado por las autoridades, que incluyó el toque de queda por la noche.
Sin embargo, el punto de inflexión fue a finales de junio cuando las autoridades abrieron las fronteras después de cuatro meses. Tan solo un mes después, a principios de agosto, los casos positivos se multiplicaron principalmente por la llegada de turistas extranjeros.
Desde entonces el virus se ha descontrolado y los alarmantes datos actuales han llevado al Gobierno tunecino a decretar un confinamiento general de cuatro días desde ayer hasta el 18 de enero.
Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), el producto interior bruto disminuyó un 8,2% en 2020, lo que provocó un aumento de la pobreza y el desempleo y una explosión de la deuda.
Túnez, que desde hace unas semanas conmemora el décimo aniversario de las manifestaciones que pusieron fin al régimen de Ben Alí, está teniendo ahora serias dificultades para combatir el virus. La corrupción endémica, la crispación política y la crisis financiera que atraviesa el país no ayudan en esta tarea.