Paco Soto
Pie de foto: El primer ministro tunecino, Yousef Chahed, en el Parlamento.
Ha pasado menos de un mes desde que se anunció su formación, y el nuevo Gobierno de “Unidad Nacional” del primer ministro Yousef Chahed, de 40 años y sobrino lejano del presidente conservador y laico de Túnez, Beji Caïd Essebsi, empezó el lunes de esta semana su andadura política. Chahed, que fue ministro de Asuntos Locales en el Ejecutivo saliente, sustituyó al tecnócrata Habib Essid. El acto institucional tuvo lugar en el Palacio presidencial de Cartago de la capital tunecina. Chahed es ingeniero agrícola y especializado en seguridad alimentaria y miembro del partido del presidente, Nida Tounes, desde 2013. Es un político moderado que se comprometió ante los tunecinos, tras su nombramiento como primer ministro, a principios del mes de agosto, a regenerar la vida política, solucionar los graves problemas económicos y sociales y hacer frente con firmeza y eficacia al terrorismo yihadista. Estos son los principales problemas de Túnez, el país más democrático y socialmente avanzado del Magreb.
Apoyo del Parlamento
La idea de un Gobierno de “Unidad Nacional” fue planteada hace varios meses por el presidente Essebsi, al darse cuenta el principal mandatario tunecino de que el Ejecutivo de cuatro partidos dirigido por Essid era incapaz de hacer frente a los graves problemas del país. El jefe del Estado defendió la necesidad de conseguir un mayor consenso social y político que se concretara en un Gabinete plural y unido. El nuevo Gobierno consiguió un amplio apoyo del Parlamento el pasado viernes por la noche: 168 diputados a favor sobre un total de 217. “El nuevo primer ministro parece querer romper con los códigos del pasado y quiere estar al servicio de todos” los tunecinos, recalcó un periodista de la revista Jeune Afrique.
Renovación, confianza, apoyo social y político e impulso económico sobre los grandes ejes que defenderá Chahed en la nueva legislatura. Así lo manifestó en su toma de posesión como jefe de Gobierno. La situación económica es catastrófica y Túnez podría vivir un proceso de severa austeridad a partir de 2017, si los gobernantes no consiguen cambiar el rumbo. Túnez es un país pequeño y necesitará de la ayuda de la Unión Europea (UE) y mejorar la relación con sus acreedores –España es uno de ellos-, particularmente con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Sector opositor
Una parte de la sociedad tunecina, sobre todo fuerzas e intelectuales de izquierda, pone en duda la voluntad reformista de Yousef Chahed. El sector crítico está convencido de que la reestructuración económica no beneficiará a los sectores populares más humildes, sino fundamentalmente al poder económico local, los países occidentales con intereses en Túnez y las instituciones internacionales como el FMI y el Banco Mundial (BM). Para las corrientes hostiles al nuevo Gobierno, Chahed es el hombre de la oligarquía local y los poderes financieros y económicos internacionales. Además, algunos ministros del Ejecutivo no cuentan con el visto bueno de partidos que apoyan la estrategia de “Unidad Nacional” de Essebsi. Es el caso de los ministros de Cultura y de la Función Pública, Mohamed Zine el Abidine, que apoyó la dictadura de Zine el Abidine Ben Ali, y Abid Briki, acusado de haber sido un líder sindical de la UGTT al servicio del régimen anterior. Pero el ministro más cuestionado es el de Asuntos Religiosos, Abdejalil Ben Salem, un ultraconservador que en una conferencia en el año 2011 declaró: “Estamos convencidos de que Dios nos ayudará a vencer y que el islam político controlará cada hogar”. En un país con amplio sectores laicos un personaje como Salem no es bien visto como ministro de un Gobierno que pretende ser reformista y modernista.
Pie de foto: Manifestación de protesta contra el terrorismo yihadista en la capital tunecina.
Panorama complicado
Yousef Chahed no lo tendrá fácil para gobernar, porque además de la grave crisis económica y social, los golpes del terrorismo y la oposición de una parte sustancial de la población, muchos tunecinos están desencantados con los políticos y no se creen sus promesas. El primer ministro tendrá que dirigir una coalición heteróclita en la que una fuerza clave, los islamistas posibilistas de Ennahda, es primer partido en el Parlamento. Chahed se mantiene firme en el puesto y no piensa retroceder ante las peticiones de la oposición. Tanto es así que decidió mantener a los titulares de Interior y Defensa del anterior Gabinete, Hedi Majdoub y Farhat Horchani, en sus puestos. La oposición, según palabras del diputado del izquierdista Frente Popular (FP) Ammar Amroussia, le dijo al primer ministro: “Puede obtener el apoyo del Parlamento pero no de los parados y los pobres”.