Riad quiere evitar un acercamiento de los paquistaníes hacia Teherán
La posibilidad de que Irán expanda su zona de influencia y establezca contactos con países como Pakistán es una idea ante la que Arabia Saudí va a hacer todo lo posible para que no se cumpla. El primero de los pasos ha sido retomar su acuerdo petrolífero con Islamabad, según un informe publicado por el Financial Times. Más allá de los beneficios que pueda tener este reinicio para ambas partes, el motivo fundamental parece ser evitar que el país liderado por Arif Alvi se acerque a los iraníes. No obstante, parece que la posición del país que acaba de celebrar elecciones hace apenas unos días ha cambiado, y no se muestra tan contraria a negociar posibles planes de futuro con Riad.
El valor del nuevo acuerdo alcanzado entre saudíes y paquistaníes ascendería al menos hasta los 1.500 millones de dólares al año y estaría previsto que se pusiera de nuevo en marcha en el mes de julio. La situación ha sufrido un gran cambio respecto al pasado año. Cabe recordar que las relaciones entre ambos países no estaban atravesando su mejor momento y el crédito petrolero anterior de 3.400 millones de dólares se suspendió. El motivo de este desencuentro fue la no convocatoria de una reunión por parte de Arabia Saudí en la Organización de Cooperación Islámica (OCI) por la anulación de India del estatus especial de Cachemira, lo que no sentó nada bien en Pakistán.

“Nuestras relaciones con Arabia Saudí se han recuperado de (una recesión) anterior”, son las palabras que utilizaba un alto funcionario paquistaní en relación con el cambio que se ha producido entre ambos desde hace un año hasta ahora. Según ese mismo funcionario, la intención de Riad va más allá – no sólo de un intento de aislamiento iraní – sino además del propio acuerdo, ya que la intención de los saudíes sería la de reanudar ciertos planes de inversión en su país: “El apoyo de Arabia Saudí vendrá a través de pagos diferidos (sobre el petróleo) y los saudíes están buscando reanudar sus planes de inversión en Pakistán”.
Fue a partir del pasado mes de mayo cuando empezaron a acercar posturas. El primer ministro paquistaní, Imran Khan, se reunió con el príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohamed bin Salman en la ciudad de Yeda. En ese momento el tema principal giraba en torno a la tensión que había – y sigue habiendo – entre Palestina e Israel. Ambas partes reafirmaron su apoyo a los palestinos mediante un comunicado oficial emitido tras la reunión: “Las dos partes reafirmaron su pleno apoyo a todos los derechos legítimos del pueblo palestino, especialmente, su derecho a la autodeterminación y al establecimiento de su Estado independiente con fronteras anteriores a 1967 y con Jerusalén como su capital, de acuerdo con la Iniciativa de Paz Árabe y las resoluciones pertinentes de la ONU”.

A pesar de que no fuese el asunto más importante en ese momento, ya en a reunión de mayo se mencionaron algunas ideas que ahora, según la información del Financial Times, pueden ver la luz en un futuro muy próximo. La oferta emitida por Arabia Saudí es de más o menos la mitad en comparación con la anterior. Y aunque la primera impresión desde el lado paquistaní no fue la mejor, actualmente “cualquier cantidad de dólares ayuda porque una y otra vez enfrentamos una crisis de cuenta corriente. Y con estos precios por encima de los 70 dólares el barril, cualquier cosa ayuda”, es la idea que repiten desde Islamabad.
Las reservas de Pakistán atraviesan en estos momentos una situación complicada. Las reservas de divisas en el país ascienden hasta los 16.000 millones de dólares (dato de este mes de junio), una cifra ampliamente superior a la del año 2019, cuando no llegaba ni a los 10.000 millones. También se debe tener en cuenta que por entonces no había entrado en el programa de préstamos del Fondo Monetario Internacional (FMI).

Por eso, entre otras cosas, es también fundamental para Pakistán el regreso a este acuerdo. Aunque desde Arabia Saudí, a pesar de haber dado el primer paso para retomar este acuerdo, no ven del todo claro el tipo de relación que pueden establecer con los paquistaníes de cara a los próximos años. Uno de los frentes abiertos más importantes para los saudíes se encuentra en la guerra de Yemen, y no olvidan que desde Pakistán se negaron en el año 2015 a enviar sus tropas para luchar en favor de la coalición que liderada por Riad contra las milicias hutíes apoyadas por Irán.
De hecho, durante los últimos años, Islamabad ha establecido una relación muy fructífera con otro de los actores que está inmerso en Yemen – aunque en este caso, lo raro es que no esté metido en todos los conflictos internacionales habidos y por haber – como es el país presidido por Recep Tayyip Erdogan. Turquía se ha convertido entre los años 2016 y 2019 en la cuarta fuente de armas más grande de Pakistán, superando incluso a Estados Unidos. Pero el caso de los de Erdogan es muy peculiar ya que son muchas las negociaciones e intereses que manejan desde Ankara, siendo uno de ellos el acercamiento entre la propia Arabia Saudí y Egipto.

La preocupación saudí en este caso, lejos de estar en Egipto, se encuentra – como en la mayoría de las ocasiones – en su rival regional iraní. Y es que la relación entre ambos países puede sufrir un cambio significativo tras las elecciones que tuvieron lugar en Irán el pasado 18 de junio. El nuevo presidente, jefe del Poder Judicial, Ebrahim Raisí, logró una victoria arrolladora en unas elecciones marcadas por la baja participación, teniendo como motivo fundamental la desilusión política y los graves problemas económicos que viene atravesando el país desde hace mucho tiempo.
Lo que ha generado cierto desconcierto en algunos y desconfianza en otros, es la apertura de la posibilidad a acercarse a Arabia Saudí que ha planteado el ultraconservador nada más alcanzar la Presidencia. Las discrepancias existentes entre los suníes y los chiíes que tanto tiempo llevan lastrando las relaciones entre ambos países puede encontrarse ante un nuevo frente conciliador. Aunque tratándose de Irán, muy optimista se ha de ser para confiar en que todo lo que se dice desde Teherán son palabras sinceras. Suficiente trabajo tiene el nuevo Gobierno con el Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA, por sus siglas en inglés), como para sumergirse en nuevos laberintos diplomáticos, algo que, por otra parte, nunca supuso un problema para el Ejecutivo de Hasán Rohaní.

Precisamente, el futuro del JCPOA es uno de los pilares de la nueva política que quiera desempeñar Raisí, por mucho que el portavoz de la campaña del nuevo presidente, Alireza Afshar, quiera restarle importancia calificando las negociaciones sobre el acuerdo nuclear como “una cuestión marginal que no debe ir asociada a los problemas que atraviesa el país o a otros asuntos del Estado”. Un pacto que se firmó con la intención de impedir que Irán pudiese desarrollar armamento nuclear y que perdió todo su valor cuando el ya expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, decidió que su país abandonase de forma unilateral el acuerdo.
Las expectativas son que con el nuevo Gobierno se pueda alcanzar un acuerdo y, además, hacerlo a la mayor brevedad posible. La esperanza es que las exigencias de los de Raisí no sean como las de Rohaní, con las que no ha sido posible alcanzar ningún punto medio ya que pedía el levantamiento de todas las sanciones impuestas por Estados Unidos, algo que ha sido rechazado categóricamente desde Washington en repetidas ocasiones. Aunque la realidad es que, aun recuperando el Plan de Acción Integral Conjunto, puede que muchas de las sanciones impuestas por Trump sigan vigentes, como explicó el secretario del Departamento de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken: “Incluso en el caso de que se vuelva a cumplir con el JCPOA, seguirán vigentes cientos de sanciones contra Irán, incluidas las impuestas por Trump. Si esas sanciones no son incompatibles con dicho plan y si Irán no cambia su comportamiento, permanecerán en vigor”.

Existe una gran preocupación en el seno de diferentes organizaciones, como, por ejemplo, el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA). Y a pesar de que actualmente “no hay información que indique eso en este momento”, en referencia a la posible existencia de un plan de armas nucleares iraní en activo, sí que “cuando se enriquece (uranio) al 60%, se está muy cerca. Es técnicamente indistinguible del material apto para armas”, es lo que argumentaba el director general de la OIEA, Rafael Grossi.
El propio Grossi ha manifestado que, incluso con el trabajo de supervisión que se está llevando a cabo, no hay una sensación de confianza respecto a las actividades iraníes ya que las garantías no son – y nunca parecieron serlo – trasparentes. A pesar de que el programa nuclear actual de Irán se está llevando aparentemente con fines pacíficos, la confianza en Teherán es prácticamente inexistente. La propia Naciones Unidas también ha mostrado su preocupación respecto a las garantías que ofrecen los iraníes para poder supervisar sus acciones ya que son muy escasas.

Raisí, por el momento, no ha priorizado sentarse a hablar para retomar el Plan de Acción Integral Conjunto, como sí ha hecho con las relaciones con Arabia Saudí. Desde Riad han preferido ponerse manos a la obra cuanto antes para trazar su propia hoja de ruta sin tener que depender de las imprevisibles acciones que puede tomar Irán. El acercamiento a Pakistán es la primera de las iniciativas tomadas por los saudíes en un plan que podría ser mucho más extenso en su intención de alejar el mayor número de países posible de la influencia iraní.
Se espera que en las próximas fechas el nuevo Gobierno de Teherán realice alguna acción como respuesta a los movimientos orquestados desde Riad. No obstante, también existe la posibilidad de que el nuevo Ejecutivo continúe con su aparente afán conciliador y ofrezca formalmente un acercamiento hacia Arabia Saudí, algo que en estos momentos se antoja todavía complicado, aun mostrando Raisí una cara mucho más cercana que la de Rohaní respecto Riad. El regreso al acuerdo con Pakistán demuestra que Arabia quiere recuperar cuanto antes los datos económicos previos a la pandemia sin tener que esperar movimientos en falso de sus rivales iraníes. Tras el desplome de la demanda de petróleo el año pasado como consecuencia de la pandemia, han conseguido reactivar otros sectores financieros del país, logrando por primera vez este mes de junio un aumento de la economía desde la llegada del virus.

El primer trimestre dejó una subida del 2,9% en el sector no petrolero, un dato muy importante para la diversificación de la economía que se está llevando a cabo en Arabia Saudí, teniendo como piedra angular de su proyecto el ambicioso Visión 2030. Sin embargo, el sector del petróleo que, como no podía a ser de otra manera, vuelve a ser protagonista en las relaciones entre saudíes e iraníes, continúa su descenso dejando una caída de casi el 12% respecto a los datos del mismo trimestre del año pasado. Esto, junto al que posiblemente sea el verdadero motivo del acercamiento hacia Pakistán de aislar a los de Raisí, hacen que Arabia Saudí ya haya movido ficha sin dejar lugar siquiera a que el nuevo Gobierno de Teherán tome sus primeras decisiones.