Daniel Abascal/Agencias
El capitán del avión siniestrado de Germanwings intentó entrar en la cabina a golpe de hacha tras exhortar al copiloto Andreas Lubitz a que abriera la puerta, según grabaciones de los últimos momentos del vuelo recogidos por el diario alemán 'Bild'.
"Por el amor de Dios, abre la puerta. ¡Abre la maldita puerta!", gritó el capitán Patrick Sondheimer durante los últimos instantes del vuelo.
Las grabaciones del vuelo recogidas por la Fiscalía francesa revelan un lapso de once minutos desde que el capitán abandona la cabina hasta que el avión se estrella en los Alpes.
Nada más terminar la comprobación del protocolo de aterrizaje, sobre las 10.27 de la mañana, el copiloto Andreas Lubitz indica al capitán Sondheimer que ya puede abandonar la cabina para ir al lavabo. "Ya puedes salir", dice Lubitz. Dos minutos después, el avión comenzó su descenso.
A las 10.32, los controladores de tráfico intentan contactar con el avión, sin respuesta. Es en ese momento cuando se escucha un golpe en la puerta. Es el capitán Sondheimer, consciente de que el avión ha iniciado el descenso e intenta entrar.
"Por el amor de Dios, abre la puerta", grita Sondheimer. A las 10.35 --siempre según la hora de la grabación--, se puede escuchar "un fuerte ruido metálico" contra la puerta de la cabina, posiblemente los golpes de hacha que propina el capitán.
A las 10.36, el capitán Sondheimer grita "¡Abre la maldita puerta!". Es la última vez que se escucha su voz en la grabación.
El avión se estrelló las 10.40, según los registros de vuelo. Lubitz permaneció en silencio durante todo el descenso e ignoró hasta dos avisos de la computadora para ganar su altitud.
Pérdida de visión
El copiloto del avión de Germanwings, Andreas Lubitz, habría perdido hasta un 30% de visión, según publica hoy el diario francés Le Figaro, citando a una fuente de la investigación.
Los problemas de vista que padecía Lubitz han sido un elemento adicional, y no menor, que en las últimas horas se ha añadido a su retrato robot. Obsesionado con el pilotaje, este problema habría comprometido seriamente su futuro laboral. El piloto, que había ocultado también esta dolencia a la compañía-tampoco informó de que se encontraba de baja por una depresión diagnosticada-debía renovar su licencia de vuelo en tres meses, para lo cual tendría que someterse a unas pruebas médicas que incluyen un exhaustivo diagnóstico de la visión.
El Hospital de la Universidad de Düsseldorf emitió el viernes un comunicado en el que se explicaba que el piloto había sido evaluado en la clínica por última vez el 10 de marzo. Fuentes hospitalarias no aclararon el motivo de esa revisión, amparándose en las leyes de privacidad del paciente, aunque sí negaron que se tratase de un problema de depresión. El centro cuenta con un reconocido servicio oftalmológico.
El perfil de Lubitz se va trazando día a día con los hallazgos de los registros a su domicilio, un apartamento en un acomodado barrio de Düsseldorf en el que hasta hace unos meses vivía con su novia. La ruptura sentimental con su pareja, con la que pensaba casarse, supuso un elemento de desestabilización para el joven, atendido desde hace tiempo por problemas psiquiátricos. Hace seis años, Lubitz había interrumpido su formación durante año y medio por este motivo. La autoridad encargada de validar a los pilotos para trabajar, la Aeromedical Center, le retiró entonces de forma temporal el permiso para volar.
Su trastorno era conocido por sus más próximos, como su exnovia azafata, quien, en declaraciones al tabloide Bild, recordó unas declaraciones de Lubitz el año pasado. “Un día haré algo que cambiará todo el sistema. Y entonces todo el mundo sabrá mi nombre y lo recordará”. Según su testimonio, Lubitz habría estrellado el Airbus A320 al darse cuenta de que sus problemas de salud le impedirían cumplir su gran sueño, “ser capitán de vuelos de larga distancia en Lufthansa”.
El copiloto había logrado pese a estas dolencias entrar a trabajar en Germanwings, aerolínea de bajo coste de la compañía de vuelo alemana, en otoño de 2013.
Ansiedad generalizada
El copiloto del avión de Germanwings que el miércoles se estrelló contra los Alpes franceses, Andreas Lubitz, padecía un Trastorno de Ansiedad Generalizada por el que estaba siendo tratado con un medicamento neuroléptico, según informa hoy el diario francés Le Parisien. Según este rotativo, los médicos habían administrado a Lubitz inyecciones de Olanzapina y le habían aconsejado la práctica de deporte.
En los registros a su vivienda, un apartamento en Düsseldorf, y a la de sus padres, en la localidad de Montabaur, los investigadores hallaron numerosos fármacos para tratar un trastorno psicosomático. Según el tabloide alemán Bild, algunos de ellos estaban sin abrir, lo que podría indicar que Lubitz podía haber dejado de medicarse.
Lubitz, padecía también el conocido como síndrome burn-out, o estrés laboral, y requería de la ayuda fármacos para dormir. Según indica Bild, los médicos le habían prescrito también Agomelatina. El copiloto se encontraba de baja por prescripción médica el mismo día del accidente, un extremo que ocultó a la compañía. Se desconoce hasta qué punto Lubitz podría ir sedado o medicado ese día.
Según el perfil que se ha ido trazando a través de los distintos hallazgos y testimonios, Lubitz tenía una personalidad fuertemente obsesiva y había convertido el pilotaje en su máximo objetivo vital. Su sueño de ser comandante y realizar trayectos de larga distancia podría haberse visto truncado por esta dolencia, para la que había requerido asistencia especializada. En julio, Lubitz debía renovar su licencia de vuelo, sometiéndose a las pruebas médicas impuestas por la Agencia Europea de Seguridad Aérea y que podrían comprometer su futuro laboral.
El Hospital de la Universidad de Düsseldorf emitió el viernes un comunicado en el que se explicaba que el piloto había sido evaluado en la clínica por última vez el 10 de marzo. Fuentes hospitalarias no aclararon el motivo de esa revisión, amparándose en las leyes de privacidad del paciente, aunque sí negaron que se tratase de un problema de depresión . El centro cuenta con un reconocido servicio oftalmológico.
El periódico recoge también las declaraciones de Klaus Radke, presidente del club aeronáutico donde Lubitz aprendió a volar aparatos de un solo motor, una de sus aficiones. Radke, que conoció al piloto cuando éste contaba apenas 14 años, recuerda la fascinación que sentía por el pilotaje. El pasado otoño Lubitz acudió a su escuela para realizar unas prácticas con el fin de mantener actualizada la licencia de planeador.
“Lo encontré servicial, con una gran confianza en sí mismo”, explica Radke, “pensé que realmente se había convertido en alguien por sí solo”. En los últimos días, los responsables de la escuela han recibido amenazas de muerte por haber ayudado a Lubitz a comenzar su carrera de piloto