La grave crisis económica que recorre el país ha provocado un incremento en los casos de matrimonios infantiles

La pobreza empuja a las familias afganas más vulnerables a vender a sus hijas

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“No queríamos hacer esto, pero tenemos que alimentar a nuestros otros hijos”, confiesa Muhammad Assan a la agencia AFP, mientras muestra a los periodistas fotos de sus hijas, Siana y Edi Gul, de nueve y seis años respectivamente. Assan vive en un campamento de refugiados en Qala-i-Naw, en la provincia de Badghís. Al igual que muchos otros padres de familia, se ha visto obligado a vender a sus hijas para poder sobrevivir.

Assan, con lágrimas en los ojos, declara que desde que las compraron no las han vuelto a ver. “Seguramente mis hijas están mejor ahora, con comida”, reconoce a AFP. Además de enfrentar la hambruna, Assan debe pagar el tratamiento médico de su esposa, por lo que ya está buscando marido para la única hija que le queda.

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Las familias afganas, sobre todo las más desfavorecidas, han optado por vender a sus hijas para que se casen. En algunos campos de refugiados, como el de Qala-i-Naw, las niñas se venden desde los 550 dólares hasta los 4.000. La edad mínima legal fijada por el anterior Gobierno para que las niñas se casasen era de 16 años, aunque en muchas zonas, especialmente las más rurales, esta ley no se respetaba.

Una mujer de 25 años del mismo campamento de desplazados se ha visto obligada a seguir los pasos de la familia de Assan. Para cubrir una deuda alimentaria, comprometió a su hija de tan solo tres años. “No estoy feliz de haber hecho eso, pero no teníamos nada para comer ni beber”, explica a la agencia de noticias.

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Otra niña de ocho años de Qala-i-Naw está comprometida con un hombre de 23 años. La familia de la menor estaba en deuda con el futuro marido. “Sabemos que no está bien, pero no tenemos opción”, señala un refugiado del campamento.

Mientras las niñas son entregadas en matrimonio, los niños trabajan en condiciones precarias para ayudar a su familia. Ayudante de panadero por 50 centavos al día, recoger basura por 30, son algunos de los trabajos que ocupan los menores en Qala-i-Naw, mientras sus hermanas deben casarse forzosamente.

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El matrimonio infantil se extiende por el territorio a medida que la crisis alimentaria se acentúa. Incluso en Herat, una de las ciudades más grandes e importantes del país, ya se han reportado varios casos de niñas vendidas. “Vendí a mi hija de 10 años. Nunca lo hubiera hecho si hubiera tenido la opción”, reconoce un agricultor. Esta lacra está presente en todas las zonas de Afganistán. En una región del oeste, Khalid Ahmad revela a The Wall Street Journal que ha tenido que vender a su hija de 3 años para saldar una deuda. “No hay otra opción que llevarse a mi hija”, declara.

Las niñas se enfrentan a violencia sexual y física

Aunque el matrimonio infantil haya sido una práctica habitual en Afganistán durante años, a partir de la gran sequía que azotó el país en 2018 el número de niñas casadas aumentó a consecuencia del hambre. En ese año, de acuerdo con un informe de UNICEF, el 42% de las familias afganas tenían una hija casada antes de los 18 años. Además del trauma que conlleva casarse tan joven y por obligación, las niñas se enfrentan a violencia sexual y física por parte de sus maridos, en ocasiones mucho más mayores que ellas. Igualmente, corren grandes riesgos durante el embarazo y el parto.

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Muchas familias, sobre todo las que viven en campamentos de desplazados internos, se vieron obligadas a vender a sus niñas para poner saldar deudas o simplemente subsistir. En Kabul, durante esta gran sequía, una niña fue vendida antes de nacer por 25.000 afganis (unos 290 euros de entonces), tal y como informó el medio nacional TOLO News. En las ciudades, como la capital afgana, además de recurrir a esta costumbre, muchas familias abandonaron a sus bebes recién nacidos en las plantas de maternidad de los hospitales.

Ahora, con la bandera blanca del Emirato ondeando en todo el país, los derechos de las mujeres han experimentado un retroceso; por lo que, la situación de las niñas, lejos de cambiar, tan solo irá a peor. “Estos matrimonios infantiles se deben a problemas económicos, no es una regla impuesta por los talibanes”, justifica el gobernador de Badghís.

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No obstante, dentro de las prioridades del Ejecutivo talibán no hay lugar para medidas que busquen terminar con esta lacra. Asimismo, cabe destacar la violencia y misoginia propia de los talibanes contra las mujeres. Las activistas por los derechos femeninos, al igual que otros colectivos, se encuentran en el punto de mira de los islamistas.

También, después de que los líderes talibanes tomasen las provincias de Badakhshan y Takhar, los combatientes emitieron una orden a las autoridades religiosas locales para que le proporcionasen una lista de niñas mayores de 15 años para casarse con los militantes, tal y como informó The Conversation.

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Por este motivo, los casos de menores casadas se extenderán de una manera alarmante por todo el territorio. En concreto, las niñas desplazadas son las que más posibilidades tienen de contraer matrimonio. Actualmente, según cifras de ACNUR, hay 677.832 refugiados internos en Afganistán.

Afganistán, abocado a una crisis humanitaria y alimentaria

Las familias se ven obligadas a recurrir a esto debido al panorama económico, que ha empeorado todavía más desde que los talibanes llegaron al poder. La economía afgana, que ya era muy frágil durante el anterior Gobierno afgano, ha sufrido un gran golpe tras la toma de Kabul por parte de los insurgentes.

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“Afganistán se enfrenta a una crisis humanitaria épica y está al borde de una catástrofe de desarrollo”, declaró recientemente Antonio Guterres, secretario general de Naciones Unidas. Por otra parte, Josep Borrell, jefe de la diplomacia europea ha advertido que, si la situación no cambia, “con el invierno acercándose, Afganistán corre el riesgo de convertirse en una catástrofe humanitaria”.

La organización benéfica CARE refirma las palabras de Borrell. “El inminente y brutal invierno afgano también es motivo de gran preocupación. Sin la financiación necesaria y el tiempo suficiente para que los suministros lleguen a aéreas remotas antes de que las fuertes nevadas bloqueen el acceso, las comunidades enfrentarán una escasez catastrófica de alimentos”, explicó Victor Moses, director de CARE Afganistán. “Tememos profundamente lo que les espera a los afganos más vulnerables”, añadió.

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“Estoy segura de que el invierno matará a mis hijos. Este año será el más frio sin comida y con los precios más altos. La gente pobre nunca podrá vivir en estas condiciones”, lamenta una mujer afgana de 52, tal y como informa el portal ReliefWeb, uno de los más relevantes a nivel mundial en materia humanitaria. Los efectos del cambio climático son un factor clave dentro de la crisis alimentaria que enfrenta el país asiático.

Según ReliefWeb, la seguridad alimentaria en el país se deteriorará entre noviembre de 2021 y febrero de 2022, mientras se espera que el 55% de la población, aproximadamente 23 millones de personas, sufran hambre aguda durante esos meses. Por otra parte, un informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) reafirma la información del portal humanitario. El organismo de la ONU afirma que más de la mitad de la población afgana se enfrentará a una hambruna aguda a partir de noviembre.

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Las mujeres afganas siguen reclamando sus derechos

La brutalidad del régimen talibán no intimida a las mujeres afganas, que continúan recorriendo las calles de las principales ciudades. Las afganas, desde que los insurgentes tomaron el poder, se han manifestado en varias ocasiones, pero con el mismo objetivo: defender sus derechos. Su derecho a trabajar, a estudiar, a salir a la calle sin un varón, a participar en la vida política. En definitiva, derecho a existir y a tener voz.

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En las últimas protestas, además de reivindicar todo lo anterior, también han hecho un llamamiento a la comunidad internacional para que intervenga en la crisis de Afganistán. “¿Por qué el mundo nos ve morir en silencio?”, “Pedimos a la ONU que defienda nuestros derechos”, fueron algunos de los lemas que escribieron en sus pancartas mientras caminaban por la Zona Verde, lugar donde se encontraban la mayoría de embajadas occidentales en Kabul.

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