Nadie se arriesga a asegurar cómo será el mundo post COVID-19, aunque todos somos conscientes de que pocas cosas serán igual que antes de que apareciera el coronavirus en China a finales de 2019

¿Qué mundo nos espera tras la COVID-19? Cuatro expertos nos dan su respuesta

photo_camera COVID-19

Los habitantes del planeta navegan estos días sobre importantes incógnitas que nos tensionan cuando pensamos qué realidad nos espera una vez superada la fase sanitaria crítica provocada por el coronavirus. Nadie se arriesga a asegurar cómo será el mundo post COVID-19, aunque todos somos conscientes de que pocas cosas serán igual que antes de que apareciera el coronavirus en China a finales de 2019. La propia Organización Mundial de la Salud ha vaticinado con claridad que habrá una “nueva realidad” una vez pase la crisis sanitaria, ya que el virus “no va a desaparecer”. Y eso es solo desde el punto de vista de la salud. El historiador israelí Yuval Noah Harari asegura que “corremos peligro de despertar a un mundo diferente” (XL Semanal).

Los pensadores se esfuerzan también en adivinar cómo serán los países y las relaciones internacionales después de la emergencia y el desconfinamiento, si ocurrirá como tras el 11-S o la Segunda Guerra Mundial en que nacieron nuevos órdenes mundiales. Jürgen Habermas ha sentenciado que “nunca antes habíamos sabido tanto de nuestra propia ignorancia”. Pero se puede y se debe afinar en el discernimiento de lo que nos espera tras la esquina del virus. Por ejemplo, Nuccio Ordine se manifestaba hace pocos días, en una entrevista en La Vanguardia, a favor de que una estructura central gestionara la salud y la educación en todos los países en una estrategia de recentralización que tendría muchos opositores en países como España. 

Tres profesores universitarios y un corresponsal de prensa analizan para Atalayar las tres preguntas clave del mundo que nacerá después de la pandemia.

Alberto Peláez
¿Dejaremos atrás la globalización y entraremos en una fase de mayor proximidad en gobernanza y economía?

¿Tiene la culpa la globalización de esta pandemia? La peste roja, la viruela o la gripe española se propagaron por la Tierra sin unos medios de transporte tan avanzados como los actuales. La tentación de desglobalizar estará presente en muchos dirigentes, lo que puede ir en detrimento de las organizaciones supranacionales tal y como hoy las conocemos.

Alberto Peláez, corresponsal jefe de Televisa en España, no ve fácil una regresión en la globalización mundial. Cree que “la globalización vino para quedarse y ya no hay vuelta atrás. Lo que sí pudiera pasar es que la COVID-19 nos lleve a un modelo nuevo de globalización distinto al que hoy conocemos”. Según esta opinión las nuevas tecnologías impregnan demasiado la globalización y son las que rigen hoy el mundo, lo que no hace probable una desglobalización. 

En la misma línea se expresa José Antonio Gurpegui, catedrático de la Universidad de Alcalá, para quien la economía global está demasiado desarrollada para que de pronto se acometa un proceso inverso: “En el aspecto económico la globalización está tan imbricada en el sistema productivo mundial que resultará difícil, tal vez imposible, una reorganización económica de tal magnitud. Sí es posible que exista una mayor proximidad en lo referente a productos fundamentales para la supervivencia que serán reubicados por los distintos estados”.

Javier Redondo, profesor de Política y Gobierno de la Universidad Francisco de Vitoria, ya veía síntomas de repliegue de los Estados sobre sí mismos como en los casos de Trump, los aranceles, el Brexit o la crisis de refugiados en Europa: “Lo más lógico e intuitivo es pensar que el virus acelerará esa tendencia, sobre todo porque su primera consecuencia a este respecto es el cierre de fronteras. Además, las mayores crisis suelen provocar estos efectos, la búsqueda de refugio en lo conocido”. Redondo cree que el virus constituye una derrota de la globalización, de modo que para sostenerla debe revisarse.

La profesora en Comunicación Política de la Universidad de Navarra Marta Rebolledo, ve una clara diferencia entre la respuesta que han dado los Estados y las respuesta que se han dado a nivel global: “Cada estado-nación ha adoptado sus medidas, restricciones y plazos, -incluso llegando a ver diferencias de criterios entre regiones. En contraposición, ha habido una falta de respuestas y acciones globales (como es el caso de la UE) ante un problema que precisamente es global o mejor dicho ‘glocal’: algo que comienza a nivel local pero que rompe la barrera y salta a lo global de tal manera que la línea entre lo local y lo global queda difuminada”. Pese a esta lectura, Rebolledo no cree que esto desemboque en un repliegue de lo global. “Ante problemas y amenazas globales, se necesitan soluciones globales y, por tanto, un gobernanza global. Este puede ser uno de los mantras que nos acompañen en los próximos años”.

José Antonio Gurpegui
¿Vamos a una evolución hacia un mayor autoritarismo de los Estados?

Los tics autoritarios que pueden cometer los gobiernos democráticos llegan siempre en momentos de crisis como éste. El riesgo de que surjan tentaciones de cambio de sistema hacia democracias más autárquicas y estatalizadas. Alberto Peláez cree que “cada vez que en la Historia ha ocurrido un asunto de calado nos hemos refugiado en las autarquías y autoritarismos. La Alemania de Hitler, el Chile de Allende o la guerra civil española. Ante una situación de incertidumbre y de caos podríamos volver a mirar modelos autárquicos, que solo involucionan sociedades”. 

Javier Redondo cree también que hay motivos para pensar que se intenten franquear las barreras de control establecidas en el constitucionalismo de posguerra, y acuña el término “democracia iliberal”, una democracia formal pero sin libertades: “La experiencia nos dice que cuando la sociedad ‘demanda’ seguridad, los poderes se refuerzan y los ciudadanos dejamos de vigilar los excesos. Sin duda, este es un caldo de cultivo propicio para el surgimiento de cesarismos, caudillismos, concentración de poder y atribución de poderes excepcionales”. 

Marta Rebolledo responde a esta pregunta de forma rotunda: “Sí, desde luego. El hecho de que nos encontremos en una situación de miedo, incertidumbre, incluso pánico hace que seamos más vulnerables como sociedad, alineándonos y venerando al Estado protector: miramos a ‘Papá Estado’ para que nos proteja y nos abrazamos a él ante la amenaza desconocida que nos acecha. Este caldo de cultivo puede que sea aprovechado por gobiernos para adoptar medidas un tanto discutibles, desde el punto de vista de libertades y derechos. De manera evidente es lo que está pasando en Hungría de la mano de Orbán”. 

Veladamente, José Antonio Gurpegui también alude al modelo estatalista de Hungría al mencionar la llegada de Donald Trump a la presidencia y la crisis de emigrantes en Europa como ejemplos de un cierto autoritarismo gubernamental en algunos países. Lo cual demostraría que no es necesario un gran terremoto de índole mundial como una pandemia para que esas tentaciones vuelvan a amenazar a los Estados. Aunque Gurpegui es el menos pesimista en este sentido de los pensadores consultados por Atalayar, al considerar que “si algo debemos aprender de esta nueva ‘peste’ es justo lo contrario: cualquier actitud autoritaria -antiliberal, me atrevería a decir- resultará más perjudicial que beneficiosa”. 

El riesgo no solo afecta a sociedades semi dictatoriales, sino también a las democracias consolidadas. Rebolledo recuerda que “una democracia no necesita de un golpe militar o revolución para desaparecer. Los cambios en torno al debilitamiento de las instituciones, como el sistema jurídico o el sistema de medios, y la erosión de las normas políticas tradicionales, pueden ser tan lentos que no nos vamos dando cuenta del deterioro de las democracias, tal y como apuntan los autores Levitsky y Ziblatt en ¿Cómo mueren las democracias?”. Y alerta también sobre la amenaza de que nazca una sociedad más vigilada y controlada por los Estados en la que se recopilen datos, por ejemplo, para combatir la COVID-19, pero que en el fondo suponga adentrarse en el ámbito de los derechos y libertades. 

Javier Redondo
¿Será la nueva realidad el fin del dominio de Estados Unidos y el nacimiento del nuevo liderazgo mundial de China?

Es una de las cuestiones más en boca de los analistas y politólogos internacionales estos días, incluso se alimenta este interrogante con la corriente que piensa que el virus ha podido ser creado en un laboratorio chino con este fin. El dominio político y económico norteamericano puede estar rindiendo sus pendones ante la potencia emergente, y el localismo del presidente de Estados Unidos contribuye a ese efecto. Gurpegui considera que “la victoria de Trump en las elecciones norteamericanas de hace 4 años y las medidas proteccionistas que adoptó ponían implícitamente de manifiesto -o eran la natural reacción al hecho- de que Estados Unidos estaba perdiendo el liderazgo político y la hegemonía económica mundial. No me atrevo a vaticinar que China se convierta en líder mundial, pues es necesario algo más que poder económico, pero indudablemente el balance de poder y el mapa geopolítico actual se verá considerablemente alterado”.

El periodista Alberto Peláez es claro al respecto: “Ningún imperio fue para siempre. El imperio Romano. Bizancio, el imperio español, el austro-húngaro, el británico, todos terminaron por caer y esa caída fue desastrosa. El estadounidense está decadente y manoseado desde hace años. No es impensable pensar que pudiera haber un liderazgo nuevo. China tiene un horizonte económico férreo, pero no político”. Ya vemos que las opiniones van en la dirección de cuestionar el liderazgo económico de USA, y Javier Redondo cree que todo apunta en esa dirección. “Pero tengo mis dudas acerca de si va a resultar el inicio de una nueva era o simplemente una fase del proceso de reequilibrio. El dominio de China está vinculado a otras variables: crisis de la globalización, nacionalismos, crisis de la democracia... Sí intuyo o veo claro una nueva guerra fría entre Estados Unidos y China y en ella la posición de América Latina será clave”.

La profesora Marta Rebolledo sitúa en una lucha de marcos narrativos el primer período: “Habrá una lucha entre interpretaciones sobre la responsabilidad y gestión de la crisis y que tendrá consecuencias geopolíticas y por ende económicas. De hecho, esa batalla entre marcos ya ha empezado a dibujarse con Trump liderando a Estados Unidos y Occidente y señalando a China como el culpable de esta crisis. La nueva realidad se construirá, sobre todo, más que en términos de liderazgos, en torno a una brecha cada vez más amplia entre Occidente y China”.

Marta Rebolledo

Conclusiones: la opinión en general de los cuatro analistas consultados es que no desaparecerá la globalización, habrá riesgo de autoritarismo, y el reparto de nuevos roles en la geopolítica cambiará sustancialmente.
 

Más en Sociedad