La ruta de los refugiados y la guerra en Sudán del Sur en 360º

 Irene Infante

Pie de foto: El hospital de MSF de Malakal fue atacado y destruido en 2014. Foto de Anna Surinyach.

Enlace a la página web del proyecto de Médicos Sin Fronteras: https://seguirconvida.msf.es/es

En el mundo occidental a veces cuesta desarrollar la empatía. Conocer la situación de extrema desolación y violencia que se vive en un país como Sudán del Sur queda lejos, y, por tanto, ponerse en el lugar de un padre de familia que arriesga todo para intentar llegar en un barco de dudosísima consistencia a Europa, también. Por este motivo, Médicos Sin Fronteras ha ideado la campaña #seguirconvida, que rompe con la fotografía y las imágenes tradicionales, enfocadas en una única dirección, y permite observar con un ángulo de 360 aquello que rodea al cámara. De este modo, el proyecto de MSF con vídeos en 360º da a conocer la ruta desde Siria a Europa con forma de crónica desde el terreno. Así, se unen las palabras, fotografías y vídeos para relatar la historia de personas concretas, algunas de ellas con nombres ficticios, a las que la guerra ha marcado.

De Siria a Europa

En el primero de los casos, donde se enlaza Siria con Europa, el relato se ordena en capítulos, que se titulan “Siria”, “Campo”, “Herida”, “Dignidad”, “Corazón”, “Lesbos”, “Asistencia”, “Ruta”, “Libertad” y “Llegada”.  Al comienzo se narra la historia de los refugiados que ni siquiera llegan a Europa, que permanecen en hospitales de los países vecinos recuperándose de sus heridas. En otro, dos hermanos sirios, Aladín Qadar y Abdul Jabar, uno del ejército sirio y el segundo en la oposición, se reencuentran para huir en familia a Turquía, pero no quieren ni oír hablar de ir a Europa. ¿El motivo? “Esto es lo más cerca que podemos estar de Siria”, dice su madre.

También se nos cuenta que uno de niño de 6 años herido, Mohamed, no quiere salir en las fotografías. Se avergüenza de su aspecto. Y en lugar de insistir, el fotógrafo le deja la cámara, y las imágenes que nos llegan son las inversas a las habituales: el herido que iba a ser fotografiado fotografía lo que ve, sin orden ni concierto. Una puerta, una niña borrosa…

En el capítulo VII, se aterriza en Europa, más concretamente en Lesbos (Grecia). En esta estación, se puede ver mediante la realidad virtual en 360º una de las miles de llegadas en grandes barcazas y lanchas automáticas a Europa. En cierto sentido, afortunados por llegar vivos, pero cuando se observa bajo el ángulo de 360º la realidad completa, se palpa la desesperación en el ambiente, en los recién arribados a las costas europeas.

Pie de foto: El doctor sirio Ibrahim Zahra, en la clínica de MSF en Kilis. Foto de Anna Suriyach.

El laberinto de Sudán del Sur

La segunda de las oportunidades que MSF nos da para conocer otra cruda realidad tiene por nombre “El laberinto de Sudán del Sur”. Mediante un recorrido que para en las estaciones de “Huida”, “Protección”, “Nilo”, “Hospital”, “Desnutrición”, “Juguetes”, “Memoria” y “Libertad” se ve que el denominador común lo marca la violencia desmesurada a raíz del conflicto en el país más joven del mundo. El proyecto de MSF permite cruzar el Nilo hacia el campo de refugiados de Malakal, una peligrosa travesía, ya que el río se utiliza como “campo de batalla, área de comercio y tránsito, pero sobre todo, desde que empezó la guerra, eje de huida, zona de desplazamiento. Es el charco al que nadie quiere ir, pero el último resorte cuando nada se puede hacer, cuando los civiles solo tienen una prioridad: seguir con vida”.

En Sudán del Sur, la espiral de violencia causada por la guerra se entremezcla con la grave desnutrición que sufre un alto porcentaje de su población. Aun desnutridos, los niños se entretienen con juguetes como el wading, que parece la variante africana del críquet, utilizando caucho y palos de madera, o el saroog, iguales a nuestras cometas. De este modo, el proyecto de Médicos sin Fronteras permite acercarnos lo ordinario de las vidas de los habitantes de Siria y Sudán del Sur de forma extraordinaria: mediante la realidad en 360º. Es casi como si estuviéramos allí, aunque realmente nunca lleguemos a poder sentir, sufrir, llorar y vivir como ellos lo hacen. 

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