Las relaciones entre Nigeria y la República de Sudáfrica, las dos economías más poderosas del continente africano pasan por un momento delicado. A lo largo de la última semana, una oleada de actos violentos se ha desarrollado en la provincia sudafricana de Gauteng, cuya ciudad más poblada es Johannesburgo. Las agresiones se han dirigido a los comercios de ciudadanos no sudafricanos o, en su defecto, de sudafricanos con ascendencia de otros países. Las consecuencias no han sido solo materiales; fuentes del Gobierno citadas por la BBC han informado de que 10 personas han muerto desde el domingo pasado. Dos de los fallecidos son ciudadanos extranjeros.
En Nigeria, algunas informaciones han llegado contaminadas. En medios sociales, han comenzado a circular noticias no contrastadas que apuntaban al asesinato de ciudadanos nigerianos en Johannesburgo. Cientos de manifestantes han rodeado las misiones diplomáticas de Sudáfrica en el país, situadas en Abuja y Lagos respectivamente. El ministro de Exteriores de Nigeria, Geoffrey Onyeama, ha desmentido los rumores categóricamente, pero su intervención no ha servido de mucho.

Las protestas no han remitido, como tampoco lo han hecho las amenazas al personal diplomático. Naledi Pandor, ministra de Exteriores del Ejecutivo de Pretoria, ha comunicado la decisión de suspender temporalmente la actividad en ambas legaciones como medida de precaución. Empresas sudafricanas con presencia en Nigeria también han estado en la diana de los asaltantes. MTN, gigante de las comunicaciones con sede en Johannesburgo, ha optado, del mismo modo, por cerrar sus oficinas en suelo nigeriano.
Pandor ha condenado los actos violentos sucedidos en Johannesburgo y sus alrededores, perpetrados, fundamentalmente, por bandas afincadas en los suburbios más pobres, como Soweto. “Es una vergüenza para el país”, ha sentenciado la ministra. El jefe de Gobierno, Cyril Ramaphosa también ha calificado los ataques de “injustificables”. La Policía del país ha efectuado ya más de 420 detenciones. Los representantes públicos, incluidos los pertenecientes a los cuerpos de seguridad, han evitado utilizar expresamente el término ‘xenofobia’ y han achacado los actos a la criminalidad oportunista y al saqueo.

No obstante, el comportamiento violento de algunos ciudadanos no se explica solamente aludiendo al vandalismo. Las revueltas estallaron a partir de dos detonantes: por un lado, el asesinato de un taxista a manos de un traficante no sudafricano; por otro, una huelga de camioneros. Los conductores se movilizaron en protesta por la contratación de profesionales de otros países. El patrón de pensamiento ha calado y se ha extendido a sectores más amplios del país, que ha sido destino tradicional de migrantes procedentes de otros países africanos y asiáticos. De los 59 millones de personas que habitan territorio sudafricano, algo más de tres y medio, según fuentes gubernamentales, son inmigrantes. Para muchos sudafricanos, son responsables del desempleo y los bajos salarios de los autóctonos.
Sudáfrica, en efecto, no atraviesa un buen momento económicamente. La tasa de desempleo, según el portal de estadísticas oficial, se sitúa en el 29%, el peor dato desde que hay registros. El paro juvenil supera el 56%. En la región de Gauteng, foco de los disturbios, la tasa de desempleo ronda el 31%, según datos del último informe del Departamento de Estadísticas oficial. Las pulsiones xenófobas, cuya explicación no puede reducirse a factores económicos, han rebrotado ahora, pero han permanecido relativamente constantes en las últimas décadas. Desde 1994 a 2018, el observatorio Xenowatch, asociado al Centro Africano para Migración y Sociedad, ha documentado más de 500 episodios xenófobos, con picos en 2008 y 2015.

La Unión Africana ha repudiado los actos violentos en un comunicado. A título individual, Nigeria ha sido uno de los países que ha condenado de manera más taxativa los sucesos acaecidos en Sudáfrica. Además de la condena oficial manifestada por el ministro Onyeama, el Ejecutivo de Muhammadu Buhari ha decidido boicotear el Foro Económico Mundial sobre África celebrado recientemente en Ciudad del Cabo.
El clima de tensión se ha extendido, incluso, al mundo de la cultura. Los cantantes nigerianos Tiwa Savage y Burna Boy han expresado en Twitter que no acudirán al DSTV Delicious Festival que se celebrará en Johannesburgo este mes de septiembre. Tiwa Savage, una de las voces más populares en su país, ha definido la situación como “carnicería bárbara” contra los nigerianos en Sudáfrica. El músico sudafricano AKA ha respondido a través de la misma red social. El rapero ha reclamado que se ponga fin a una rivalidad entre “hermanos”, y ha señalado como “estúpida” la narrativa de confrontación. Posteriormente, ha recibido amenazas de muerte por su mensaje.

La rivalidad entre Sudáfrica y Nigeria se ha recrudecido en la última semana, pero no es una tendencia nueva. Ambos países compiten por el liderazgo político y, sobre todo, económico de África; la minería, el turismo y los servicios sudafricanos frente al petróleo, las industrias del entretenimiento y el crecimiento demográfico de Nigeria. No está muy claro quién va por delante en la carrera. Los análisis del portal Bloomberg se muestran precavidos al respecto y concluyen que la cuantificación de la producción total de ambos países depende, en gran medida, del tipo de cambio que se tenga en cuenta para el cálculo. Las predicciones, no obstante, sugieren un mayor crecimiento del país del golfo de Guinea para los años venideros (estimaciones del 2,2% frente al 1,5% que se prevé para la economía sudafricana).