
“Pobre: Necesitado, que no tiene lo necesario para vivir”. Así espeta la Rae en su primera acepción de este denostado adjetivo que algún fuimos todos. Algunos los son, otros lo serán para siempre.
Que la exhibición de la necesidad de uno es algo inhumano y muy a menudo hunde el estoque en la herida más profunda del orgullo humano, es algo natural. Tan natural que un necesitado jamás dirá que lo es. Los eufemismos son un recurso sicosocial muy efectivo para dar ese sosiego a las almas y voluntades que por las desgracias de la vida no tienen lo necesario para vivir, como dice la RAE. Añadiría, yo, dignamente. Porque aquí se trata de la dignidad humana pese a la pobreza y a la necesidad. Extremos no tan ajenos a la sociedad en la que vivimos y todos, digo bien, todos, tenemos algún que otro ejemplo en nuestras propias familias. No obstante, la exhibición de la necesidad es una cosa y la visibilización de la misma es, completamente, otra. Esta debe estar presente en nuestras mentes y en nuestra esencia, no tanto en los medios de comunicación estigmatizando a parte del pueblo como “colas del hambre” o en boca algún político insensible, preguntando ¿dónde están esos pobres? que por los cristales tintados de su coche oficial le impide percibir la realidad cruda que nadie quiere ver y menos asumirla. Me estoy imaginando las voces de esos pobres en su silencio ensordecedor preguntando lo mismo: ¿Dónde están esos políticos? Políticos que se velan, de verdad, por los intereses de los ciudadanos más allá de engrosar sus nóminas y poseer los distintos privilegios que ellos mismos, en nombre del pueblo, se dan. Políticos al servicio del pueblo y no sirviéndose del pueblo.
Estuve viviendo en Namibia durante un tiempo suficiente que me permitió permeabilizar la sociedad namibia, integrarme en ella y saber de cerca cómo es el sistema de elección tribal de Damaras, Owambos, Himbas, Namas de su Consejo de Tribu “Tribal Council”. Les sorprendería si les dijera que llegar a ser un consejero, equivalente aquí a un diputado regional, no es el comienzo de servir a la comunidad sino el resultado de haberla servido al menos, así los estipulan sus estatutos, durante más de 15 años de forma intachable. La elección es presencial por barrios y tierras de circunscripciones por densidad demográfica y el Consejero tiene que tener la unanimidad de los votos, si no, no es elegido. Extremo que obliga a todos a trabajar entre todos para el beneficio de todos. ¡Vamos, igualito que aquí!
Me gustaría hacerle un mapa sencillo a nuestro político si, honestamente, quiere saber “dónde están esos pobres”. Es más, prometo hacerlo sin que se tenga que mover de la silla de su climatizado coche o salirse de su solemne despacho ornamentado por condecoraciones al servicio de la comunidad, no vaya a ser que le contagien, esos pobres, con su miseria o que les contagie él con su riqueza. Los necesitados están, muy señor mío, en las listas como demandantes de empleo de larga duración, en las del bono social de las eléctricas y petroleras, en las de ayuda al alquiler, en las de Cáritas y Cruz Roja y hay una larga lista que por preservar la dignidad humana, de esos pobres, no la voy a mencionar aquí, confeccionada en las diferentes asociaciones y dinámicas sociales sembradas por los barrios de los cuatro costados de este país que benévolamente les presta ayuda sin esperar nada de nadie. La verdadera pobreza es, en esencia, la pobreza de espíritu, de humanismo y de humanidad.
Permítanme, citar algo de la historia de Europa cuando la “gran princesa” tras saber que los campesinos no tenían pan durante uno de los periodos de hambruna que asolaron a Francia durante el reinado de su esposo, el rey Luis XVI, dijo: “Qu'ils mangent de la brioche!!” Eso, ¡Que coman Brioche! esos pobres que busca nuestro político. Si es que hasta en eso no caemos, los pobres.