Aprender a respirar

Aprender a respirar

Desde hace sesenta días no he sido capaz de escribir una sola línea. Mi Bahía de Ítaca quedó en silencio el 13 de enero, catorce minutos antes de la medianoche. Desde Moscú, al otro lado del hilo telefónico, la voz quebrada de Bárbara me repitió tres veces entre sollozos: ¡Tito is dead! No hace falta tener muchos conocimientos de inglés para entender que nuestro hijo había fallecido. Su amigo Xavi Colás me lo confirmó. Le faltaban seis días para cumplir cuarenta y un años. Permanecí unos minutos inmóvil. Releí la crónica que tenía que entregar la envié al editor.  Respiré con dificultad y subí a contar la peor noticia de mi vida a su madre y a su hermana. Nos fundimos en un abrazo interminable y rompimos a llorar desconsoladamente contra la madrugada. Creo que no hay dolor más profundo y extenso que el de perder un hijo. Durará toda la vida. 

Rusia

La noche negra

Imposible dormir. La mente es una autopista de ideas desconcertantes sin procesar entre la incredulidad y la impotencia. No hay que ser muy creyente para increpar a Dios y a la Madre Teresa por qué nos han abandonado. Pese a la herida abierta en cuerpo y alma, procuras que no te invadan la culpa, el miedo, el odio ni el rencor. No es una mala terapia antes de ponerte en manos de profesionales. Tu vida ha cambiado –¡y de qué modo! - en un segundo. 

Cada hora que pasa te sientes suspendido del vacío, ingrávido, como si el universo entero hubiera caído sobre ti, como si te hubiera aplastado una apisonadora. Y no hay consuelo para el hijo perdido en la mitad de la vida.  Aquella fue la noche más larga y más negra de nuestra vida.  

Rusia

Arropados en la pena

A primera hora de la mañana, la cónsul general de España en la Federación rusa, Itziar Taboada llamó personalmente para darnos el pésame oficialmente, poner los medios suficientes a nuestra disposición y comunicarnos que las heridas tras el accidente eran incompatibles con la vida. Nos solicitó los pasaportes para tramitar directamente desde Moscú los visados urgentes por razones humanitarias y esa misma tarde, la Embajada de Rusia en España nos otorgaba tres permisos de 90 días para realizar todos los trámites y poder repatriar sus cenizas. Es de justicia felicitar al personal de la embajada rusa por la amabilidad y la rapidez. 

Tuvimos que viajar al día siguiente, vía Roma. Llegamos a las once y media de la noche (hora local) al aeropuerto internacional de Sheremétievo. A la salida, nos abordó Javier Cuesta, un amigo de Tito que nos llevó en taxi directamente al hotel Azimut, en el corazón de la ciudad. Los edificios deslumbraban inmersos en la navidad ortodoxa.

Nos facilitó el registro en la habitación reservada por la dirección de Sputnik News, la empresa en la que Tito trabajaba desde 2016. Allí mantuvimos un encuentro emotivo con Bárbara y con sus padres, Karl y Cristine. Todos lloramos juntos sin entender que la muerte había salido sin permiso al encuentro de un hombre en plenitud. Abrazos, sollozos y un nudo perpetuo en el pecho que apenas nos permitía respirar. No había palabras ni en inglés, ni en castellano ni en alemán. Dos familias unidas por la misma tragedia. Otra noche oscura en blanco pensando en la soledad que Tito estaría pasando en la morgue a la espera de la autopsia. 

Tuvimos que esperar otras 24 horas. Esa misma mañana, tras el desayuno alguien propuso visitar la Plaza Roja. Apenas tardamos 20 minutos desde el hotel. Un paseo envuelto en nostalgia. La Navidad ortodoxa extendía su felicidad mientras nosotros arrastrábamos una pena infinita en la que otrora fue la fortaleza de la revolución del 17. Las fotos familiares denotan que nuestra mente y nuestro corazón estaban en otro mundo. El mausoleo de Lenin estaba vallado. Lo visité en 1994 como invitado especial del PCUS, acompañando al presidente del Senado José Federico de Carvajal. Paradojas de la vida, su entonces jefe de gabinete era Fernando Valderrama, hoy embajador de España. 

Al paseo por la plaza Roja se unió otro colega, Ricardo, que le entrevistó en la universidad de Krasnodar para el programa españoles en Rusia emitido en un canal moscovita y que puede verse aún en YouTube. Destacó que fue un privilegio trabajar con él. Luego, almorzamos en un restaurante italiano y regresamos al hotel admirando el cambio radical que ha experimentado la capital de la antigua URSS en esta última década, cuando el sol empezaba ya a esconderse. 

A instancias de la Embajada española, un psicólogo atendió a mi mujer desde Madrid en esta primera fase del duelo. Aun estábamos en shock. Su lección nos tranquilizó a todos. Un servicio ciudadano impagable. A continuación, en el hall del hotel se nos explicó el plan del día después, el día de la incineración. La Embajada española y Sputnik News coordinaron las agendas de manera ejemplar. En ningún momento nos sentimos solos. 

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Ceniza enamorada

El viernes 17 de enero, Moscú amaneció desapacible pero no hacía frio. Una furgoneta nos trasladó a las familias dolientes Regalado-Benedik hasta el tanatorio. Llegamos poco antes de las nueve y media de la mañana. El crematorio estaba funcionando ya. Esperamos. Un minibús llegó directamente desde Sputnik News. Veinte compañeros del departamento de español descendieron con claveles rojos. Eran periodistas jóvenes a los que Tito había enseñado lo aprendido en EL MUNDO, EXPANSION y MARCA. Nos abrazaron a los deudos como nunca nos habían abrazado hasta entonces mientras llorábamos juntos sin parar. Allí comprendimos que Tito había creado una escuela de jóvenes periodistas que le admiraban y le querían. “Tito marcó el estilo del nuevo Sputnik”, me explicaba una joven colega que había compartido lecciones de ruso en la Universidad de Krasnodar y que había aprendido nuestro idioma en las clases gratuitas que Tito impartió durante los cursos 2014 y 2015 mientras se graduaba en literatura rusa y en la lengua de Tolstoi

A la comitiva, se unieron el cónsul general de España en la Federación rusa, Itziar Taboada, y Miguel Ángel Ortiz, el responsable de emergencias. Una buena compañía la de las autoridades diplomáticas arropándonos en esos duros momentos tan lejos de casa. 

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Reitero: nunca nos sentimos solos. 

La ceremonia de inhumación fue precedida de una plegaria por la jefa de ceremonias del crematorio. Por el tono, se refirió a la superación del dolor, a no perder la esperanza y a recordar por siempre a los seres queridos. Una oración para mitigar el dolor. La sala era amplia. Los familiares nos colocamos cerca del féretro. Los amigos de Sputnik News desfilaron ante los restos mortales depositando cada uno dos claveles rojos. Sputnik, la empresa periodística con participación estatal, depositó una corona de flores. Tras el rezo colectivo tuve el valor de dar las gracias a los allí convocados por acompañarnos en el día más triste de nuestra vida. 

Después de unos segundos interminables, un mecanismo automático hizo descender el féretro ante nuestros ojos para la cremación. ¡Adiós, Tito, adiós! pensé mientras se oprimía mi corazón.  Nuevos besos, nuevos abrazos y lágrimas también nuevas. Lágrimas compartidas para mitigar el dolor del alma. Me acordé del soneto de Quevedo… “Su cuerpo dejarán, no su cuidado; serán ceniza, más tendrán sentido. Polvo serán, más polvo enamorado”.

Abandonamos el crematorio en silencio empapados en tristeza. Yo acompañé a los representantes diplomáticos al consulado para recibir los certificados de defunción y de cremación con sus correspondientes traducciones oficiales y los sellos de la Embajada para poder trasladar las cenizas a España y a Austria. En apenas una hora toda la burocracia se había superado merced a la diligencia de unos funcionarios ejemplares. “Estamos aquí para ayudar a nuestros compatriotas”, me comentaba el cónsul general mientras le mostraba mi agradecimiento. El propio conductor del consulado me llevó a la sede de Sputnik News donde los compañeros de Tito, con su jefa Ilona a la cabeza, hicieron a las os familias doloridas un pasillo de honor y nos obsequiaron con un pequeño refrigerio. Después, nos invitaron a ver la moderna redacción de Sputnik News, con sus casi treinta ediciones para todo el mundo. Cientos de periodistas para contar todo lo que sucede en Rusia. “Sputnik cuenta lo que otras callas”, es uno de sus eslóganes. 

Tito editaba y supervisaba todos los textos en español y por ello, sus artículos no fueron muchos, pero marcaban tendencia. Se pueden leer simplemente entrando en el buscador. Nos sorprendió la pujanza y la potencia de varias redacciones paralelas trabajando para llevar la nueva imagen de la Federación rusa a todos los rincones del mundo. La pantalla del ordenador de Tito estaba en negro. 

Siempre nos sentimos orgullosos del trabajo de nuestro hijo en Moscú. Allí, frente aquel ordenador apagado, recordé el momento en el que me comunicó que tras la reestructuración de Unidad Editorial –donde había entrado tras realizar el Master de Periodismo-, quería inscribirse en la Universidad de Krasnodar, aprender ruso y trabajar en Moscú. Sabía de su amor por la literatura rusa así es que no me extrañó demasiado. Y le animé a que se fuera allí. En su segundo año conoció a Bárbara, su compañera, su amiga, su esposa…su gran amor, que le siguió hasta Moscú. Vino muchas veces a Madrid. Le encanta España. Hemos perdido un hijo, pero tenemos una nueva hija. Bárbara, te queremos.

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Después del último después

Querido Tito: 

El pasado sábado 7, mamá, tu hermana y yo fuimos a visitarte a Canillas. Allí te prometí que más allá de la ausencia y de las lágrimas, tenía que volver a escribir mis Bahías de Itaca. Y en eso estamos. Cumpliendo la promesa. ¡Cuánto duele escribir con el alma rota en mil pedazos! Pero hay que seguir adelante. Siempre adelante. Después de tu último después, -la cremación- volvimos al hotel. Tus amigos españoles estuvieron en la inhumación. Y nos acompañaron por la tarde hasta que llegaron tus cenizas. Dos urnas:  una para nosotros y otra para para Bárbara. 

Al llegar el sábado a la T2, la Agencia Tributaria estaba cerrada en la Terminar de Carga; gracias a la generosidad de la funcionaria del aeropuerto, se nos autorizó a recoger “el paquete”. Gerardo me acompañó a casa. Y cuando llegamos, le dije entre sollozos a mamá y a tu hermana: “Ya tenemos a Tito en casa”. Lloramos largamente. Instalamos la urna junto a la chimenea. 

Querido Tito: 

Encarna trajo un ramo de flores frescas y Pilar un árbol de la vida que aún no se ha marchitado. En Sputnik nos regalaron el retrato que presidió las honras fúnebres, una foto del día de tu boda. Mamá lo colocó junto a la urna. Hubo unanimidad para que descansaras en el panteón familiar de Canillas, junto a los abuelos.  

Tardamos más de lo previsto en llevarte allí porque Bárbara quería asistir a las exequias. Cuando estuvo un poco mejor, llegó desde Viena y aprovechamos para hacer papeles en Justicia, en el banco, en el notario, en la policía. ¡Cuánto papeleo, querido hijo!

La inhumación de las cenizas fue sencilla, tal y como querían mamá y Bárbara. Solo acudieron los primos, los tíos y nosotros cuatro. Entramos en la iglesia de Canillas, encendimos todas las luces, colocamos la urna y tu foto junto al altar mayor y Chusina, Isa y Nines glosaron tus virtudes de gran persona, de gran amigo y de hombre siempre dispuesto ayudar a los demás; te recordaron como un hombre alegre y enamorado.  

Bárbara estaba muy emocionada y no pudimos evitar llorar una vez más. Carmen hija hizo un discurso sencillo: “He perdido más que a un hermano”, dijo con entereza. Confesó que tú fuiste su maestro en la literatura, en el cine, en la música –a los dos os gusta Sabina- y en la vida: admiraba tu valentía de irte lejos a buscar trabajo. Como todos, nos sentíamos orgullosos de ti. Luego, fuimos al cementerio. El sol salió de repente para darte la bienvenida. Rezamos un padrenuestro. 

Fernandito abrió la tumba de los abuelos y yo mismo deposité la urna precintada. Los primos pensaron que debíamos celebrarlo: nos fuimos a comer a un restaurante en Villamayor. 

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Una misa por la vida

Regresamos el lunes y empezamos con los papeleos. Todo se está resolviendo sin contratiempos. Tus amigos no dejaron ni un momento sola a Bárbara. Sus padres llegaron el jueves en la noche para el oficio religioso del viernes. Tu hermana eligió la parroquia de Santo Tomás Moro, en Majadahonda, porque cuando era joven cantó en el grupo de gospel. El Padre Felipe convirtió la misa en una celebración a la vida. Y te escribió una carta que en lo esencial decía que tú te has ido antes para velar por Bárbara, por mamá, por Carmen –aún conserva el wp que le enviaste tras la oposición a magisterio- por mí, y habló de tener fe y resignación. 

No podemos desprogramar el sufrimiento, pero tenemos que perder el miedo. Perderte es una prueba de que siempre permanecerás en nuestro recuerdo y en nuestro corazón. 

Algunos de tus mejores amigos repasaron las tres lecturas; lo más conmovedor fue el silencio que reinó durante toda la misa. La gente que estaba allí te quería. Ese es tu mejor patrimonio. Por donde fuiste, la amistad fue contigo. Y, como bien sabes, el amor, la amistad y el cariño de tus amigos, no pasan nunca. 

Querido hijo: te echamos de menos y lo haremos el resto de nuestras vidas. Nos has dejado huérfanos a todos y el dolor del alma, tengo que decírtelo, estalló en el cuerpo. Cuarenta y ocho horas después de llegar de Moscú, me ingresaron de urgencia en el Hospital Universitario Puerta de Hierro y al día siguiente me operaron de la vesícula biliar. Mucho dolor, pero pasajero Me he recuperado perfectamente. El trato fue extraordinario. En menos de 48 horas ya estaba en casa. La médica de cabecera me dijo que la interrelación de esta intervención con la pena acumulada era evidente. 

Ya no podremos wapearnos mientras gozábamos y sufríamos viendo jugar en directo al Real Madrid y a Rafa Nadal. Lo echo mucho de menos, querido Tito. El último recuerdo que guardo de ti fue del 21 de diciembre cuando te llevé a la T2 de Barajas. Nos abrazamos y me dijiste. “Te quiero, Antoñito”. Ahora Bárbara también me llama Antoñito.

Homenaje en Moscú

Te diré finalmente, querido hijo, que el embajador de España en Rusia me adelantó que el pasado 19 de febrero te hicieron un pequeño homenaje en Moscú. Estamos a la espera de que Ricardo nos envíe un vídeo del evento. Tu hermana Carmen, grabó un minuto dando las gracias a todos los que han estado cerca en estos tiempos tan difíciles. El texto rezaba así:  

“Queridos amigos: Gracias de todo corazón por el cariño que estamos sintiendo en estos momentos. Gracias Fernando, embajador de España; gracias a Itziar, a Miguel Ángel, a Lago, a Katia y a todo el personal del Consulado. Gracias a Sputnik News por ofrecerle un excelente trabajo en Moscú; gracias a Ilona que siempre confió en ti. Gracias a sus compañeros de la redacción; y especialmente a sus colegas y amigos, Xavi, Víctor, María, Javi, Ricardo, y, en definitiva, a todos los que le conocieron porque le quisieron y nos hemos sentido como en casa. Siempre tendremos una inmensa deuda de gratitud con todos vosotros. Gracias, principalmente, a Bárbara, su mujer, por quererle tanto y hacerle feliz. Todo el dolor del mundo nos pertenece por la pérdida de nuestro hijo y hermano. Gracias por compartirlo. Nuestra fe y nuestra esperanza son grandes. Gracias, querido Fernando por este homenaje a un periodista, a un compañero, a un amigo y a una buena persona. Un abrazo infinito.” 

Como ya te conté hace tiempo, tuve el privilegio de trabajar en el Senado con Fernando Valderrama, en los primeros años de la década de los ochenta. Y uno de nuestros grandes viajes –paradojas de la vida- fue a Moscú, invitados por el PCUS. Me pidió unas líneas para cerrar ese homenaje moscovita. Estas fueron mis palabras amparadas en un canto a la vida de origen escocés, que también formaron parte de tu despedida: 

“Tito: 
Podemos llorar porque te has ido, o podemos sonreír porque has vivido. Podemos cerrar los ojos y rezar para que vuelvas; o podemos abrirlos y ver todo lo que nos has dejado. Nuestras almas y nuestros corazones pueden estar vacíos porque no podemos verte; o podemos llenarlos del amor que compartimos durante más de 40 años. Podemos llorar, cerrar nuestra mente, sentir la soledad y dar la espalda al destino; o podemos hacer lo que a ti te gustaría: sonreír, abrir los ojos, amar y seguir adelante. Siempre adelante. Esto es lo que haremos: amar y seguir adelante.”

Querido Tito; te queremos. Cuida desde el cielo por todos nosotros. Un millón de gracias a todos los que nos han acompañado en este calvario y un abrazo eterno.

Queridos amigos: puedo afirmar que Tito descansa en paz en su tierra charra, entre un mar de trigales que se han adelantado a la primavera. 

A nosotros, tras la pérdida de un hijo, solo nos queda aprender a respirar, a reequilibrar nuestras vidas y a mirar adelante sin miedo, sin culpa, sin odio y sin rencor. ¡Que Dios nos proteja!

BAHÍA DE ÍTACA