‘La Tingetera’

Luis Sánchez-Merlo/diarioabierto.es
Pie de foto: “España es un país de gran rigor legislativo templado por la inobservancia de las leyes”
Algeciras, cuna de reyes y guitarristas, es una ciudad de paso cuyo puerto marítimo -principal motor económico de la ciudad- gestiona el mayor tránsito de mercancías de toda España. Es la base de operaciones para los más de cien barcos que, cada día, cruzan el estrecho de Gibraltar y parada –casi- obligada para los grandes cargueros que navegan mar adentro hacia el Atlántico o el Mediterráneo.
La ciudad de las murallas meriníes, el Teatro Florida, los Jardines de Smith –reflejo de la importante presencia inglesa- el río Pícaro, el Parque María Cristina –dedicado a la Reina española- y La Perseverancia (nombre- idóneo- para la antigua plaza de toros), lleva en su bandera el lema «Civitas Condita Ex Lethaeo Bis Restavrata» («Ciudad fundada sobre el olvido, dos veces restaurada») que además de probar su importancia estratégica, encarna el espíritu -dos veces reconstruida- de un pueblo que no capitula, el espíritu de las grandes naciones.
Pues bien, en esta ciudad –que, fundada por los romanos, fue la primera plaza musulmana de la Península- de cuando en cuando se puede avistar una imponente bandera republicana ondeando airosa sobre la fachada de la sede de los sindicatos, UGT y CC.OO, en pleno casco histórico. Aclaro, de entrada, que la exhibición de la bandera tricolor no es ilegal.
Cuando está desplegada, la bandera ocupa una parte de la pared frontal de un edificio de tres plantas, situado frente a las dependencias de la Policía Nacional, en la Avenida de las Fuerzas Armadas.
Cerca de allí habita la Tingetera, una algecireña ilustrada que, al pasar por delante del edificio y aparcando momentáneamente su conocido sentido del humor, se puso grave y les soltó -con zumba- a los cuatro policías custodios: “Perdón, es que como soy mayor, a lo mejor no me he enterado, ¿ya tenemos República?”
Estos la miraron con cierta compasión, mientras uno de ellos contestaba con aparente desgana: “No señora”. La réplica de la Tingetera fue inmediata: “Ah ¿y cómo puede ondear en público esa enorme bandera?”. Tampoco se hizo esperar la explicación de los agentes: “Menuda se armaría si obligaran a quitarla”.
A la algecireña solo le quedó resuello para despedir la breve conversación, murmurando entre dientes:“¡Cobardes!”. También conviene aclarar que no eran los jóvenes policías los destinarios del murmullo.
al2Ahora han retirado la bandera y nadie sabe cómo ha sido así que la impresión que tiene la perpleja vecina es que “la ponen el mayor tiempo posible a ver si cuela y después la quitan”. Una bandera de quita y pon despierta la perplejidad de esta ejemplar ciudadana, que se marcha musitando: “en este país, todo está tuerto”.
Y este dicho, que emplean profusamente los judíos para decir que las cosas están mal, me da pie para formular algunas preguntas que se hace el común: ¿por qué en España hay instituciones -entre ellas, algún gobierno regional- que se saltan la ley -sin que medie sanción inmediata- y un leve retraso en cambiar el papelito de la ORA lleva emparejada una multa ineludible? ¿Por qué hay laxitud para unos y severidad para otros? ¿Qué es lo que está pasando?
La respuesta es que -sencilla y llanamente- hace tiempo que en España hay demasiadas leyes que no se respetan y, por eso, no hacemos otra cosa que abastecernos de ellas al por mayor.
Y aquí conviene recordar lo que ya advertía Gregorio Marañón: ‘el afán de acumular derechos ha socavado y sofocado el sentimiento del deber, que es el eje esencial de nuestra vida’.
En paralelo a ese acopio, no emerge un sentimiento natural de fidelidad a los símbolos nacionales porque la bandera, en definitiva, representa la lucha de la Nación -a brazo partido- a lo largo del tiempo, para sobrevivir y desarrollarse. Exactamente lo que pretenden acallar los pitos.
Lo que me intriga es qué van a pensar los llanitos cuando vean ondeando la regia bandera tricolor porque -de cuando en cuando- este lado de la bahía se pone farruco y reclama la soberanía para la bandera española, o sea, la otra.