El desencanto democrático de una Europa que intenta ir hacia adelante

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Sede del Consejo Europeo en Bruselas - Depositphotos
En Europa, cada elección se vive como una amenaza existencial para el futuro de la Unión Europea (UE) porque los populismos de derechas, con sus criterios ultranacionalistas, siguen fortaleciéndose en las urnas
  1. La crisis de la socialdemocracia

En las más recientes elecciones en Portugal y Rumanía las posiciones políticas más centristas fueron las más castigadas mientras la ultraderecha siguió conquistando nuevas posiciones políticas. 

Y, cada vez, son procesos más broncos que además desembocan en la necesidad de hacer pactos o coaliciones de Gobierno (muchas veces impensables) y origina Gobiernos débiles e incapaces de sostenerse en el tiempo. 

El caso de Portugal es ejemplo de ello: las pasadas elecciones del 18 de mayo son las cuartas elecciones parlamentarias de las últimos cinco años y medio. Se trata de un país en el que también se ha roto la estabilidad política observada en las últimas cuatro décadas, con socialdemócratas de centroderecha, como el Partido Socialista de centroizquierda, gobernando y alternándose el poder.

Los últimos escándalos de corrupción y la preocupación de los portugueses por el salario, la inflación, la pérdida de poder adquisitivo y el futuro laboral han menguado su confianza en los tradicionales partidos de toda la vida. 

El surgimiento de Chega (Basta) una formación populista de ultraderecha cuyo líder es André Ventura han acaparado la atención de los electores desencantados y sobre todo de los votantes más jóvenes. 

El discurso de los grupos populistas de ultraderecha sea de Portugal como de otros países de la UE, son calcados: siempre incluyen ataques contra la inmigración; la libertad de expresión; contra las minorías y las llamadas políticas “woke”.  En Portugal ganó recientemente la conservadora Alianza Democrática, pero sin lograr la mayoría; mientras, los socialistas y la extrema derecha, han empatado en la segunda posición tras una debacle histórica de la izquierda. 

El primer ministro portugués, Luis Montenegro, podrá ser reelegido, pero necesitará que el Partido Socialista, cuyo líder ha dimitido tras conocer el resultado, o la ultraderechista Chega, que logra su récord al superar el 22 % de los votos, le faciliten la gobernabilidad.

Sin embargo, el gran foco de preocupación ha recaído en Rumanía: las elecciones han vuelto a abrir la herida soviética obligando al elector a elegir entre una fuerza política con un discurso a favor de la Unión Europea y sus políticas; o, bien otro, que habla de romper con la pertenencia a la UE bajo la ensoñación de que tiempos soviéticos pasados fueron mejores. 

La vieja Europa del este todavía es demasiado joven en democracia considerando que la Cortina de Hierro empezó a desmoronarse a partir de 1989, tras la caída del Muro de Berlín y sucedió en detrimento de la influencia soviética en países como Polonia, Rumanía, Hungría, Checoslovaquia, Bulgaria, Albania y Alemania oriental.

A Úrsula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, la situación electoral en Rumanía le inquietaba de forma especial considerando que sus ciudadanos volvían a las urnas medio año después de que el Tribunal Constitucional del país anulase los resultados de las elecciones presidenciales celebrados en noviembre pasado. La primera vuelta se llevó a cabo el 4 de mayo y la segunda, el domingo 18 de mayo.

En la histórica decisión, el Tribunal Constitucional invalidó el resultado electoral de noviembre que dio la victoria al ultraderechista prorruso, Calin Georgescu. El argumento para anular este resultado consistió en diversas alegaciones que señalaban de una financiación ilegal desde el Kremlin a favor de Georgescu. 

Con la repetición electoral más reciente, el ganador de las elecciones es Nicusor Dan, un matemático europeísta que fungía como alcalde de Bucarest y que ha logrado salir elegido presidente.

La victoria de Dan ha dado un alivio temporal a la UE. Desde Bruselas, la intención es que los Gobiernos de centro sigan proliferando, aunque en realidad son las fuerzas populistas de extrema derecha las que continúan creciendo en la mayoría de los países. 

Desde las elecciones de julio de 2024, cuando se renovó el Gobierno de la UE y el Parlamento Europeo, los propios resultados de entonces evidenciaron que son los partidos euroescépticos los que siguen cosechando votos.

En las elecciones de junio de 2024 para elegir al nuevo Parlamento Europeo y Gobierno de la UE, los dos grupos parlamentarios de ultraderecha pasaron de tener 137 a 159 escaños: el grupo de Conservadores y Reformistas es la cuarta fuerza en el Parlamento Europeo con 72 eurodiputados; y el otro grupo, Identidad y Democracia. A los que se suman los grupos no adscritos. Para tener idea del fenómeno de extensión de la ultraderecha, en dichas elecciones, los socialistas europeos perdieron cuatro escaños para tener 135 escaños en el Parlamento Europeo.

La crisis de la socialdemocracia

Dentro del terreno de la crisis política que se vive en la Unión Europea es el modelo político socialdemócrata, el actualmente más fustigado. Al respecto, el investigador James Newell, en el ensayo “La integración europea y la crisis de la socialdemocracia”, aborda que puede explicarse por cambios en el lado de la oferta y en el lado de la demanda política. 

“Por el lado de la demanda, ha habido una disminución en el tamaño de la clase trabajadora manual y el surgimiento de una nueva división social entre los ganadores y los perdedores de la globalización”, destacó. 

En Italia, Newell, profesor adjunto de la Universidad de Urbino expone que, por el lado de la demanda, hay una disminución en el tamaño de la clase trabajadora manual y el surgimiento de una nueva división social entre los ganadores y los perdedores de la globalización. 

“A los socialdemócratas les ha resultado difícil mantener a los dos juntos en coalición porque sus compromisos con la redistribución económica son favorecidos por los perdedores, pero no necesariamente por los ganadores, mientras que sus compromisos con la diversidad son favorecidos por los ganadores, pero no necesariamente por los perdedores”, de acuerdo con sus argumentos.

Por el lado de la oferta, la socialdemocracia ha perdido su atractivo porque algunos objetivos se han alcanzado y no son polémicos; y porque otros objetivos, añade Newell, son difíciles de alcanzar gracias a la disminución del poder de los Gobiernos nacionales en una economía globalizada.

Recientemente, The Economist abordó en un análisis la paradoja que tiene atrapados a los europeos que viven en la región más democrática del mundo, no obstante, la gente está cada vez más harta.

En el índice de Democracia Global, nuevamente Europa volvió a obtener los mejores resultados en el informe anual publicado por The Economist Intelligence Unit en su más reciente edición.

Este grupo de análisis puntúa a 167 países en una escala de cero a diez, basada en el funcionamiento del gobierno, las libertades civiles y otros criterios.  Los países se agrupan en cuatro categorías: democracias plenas; democracias defectuosas; regímenes híbridos y regímenes autoritarios.

De acuerdo con este resultado, nueve de los diez países más democráticos del mundo se encuentran en Europa occidental. Europa también representa más de la mitad de las veinticinco clasificadas como democracias plenas. 

En este estudio anual los investigadores destacaron sobre todo la resiliencia de Europa y la fortaleza de sus instituciones, así como el funcionamiento de sus tribunales independientes.

Aun así, algunos europeos tienen una visión cada vez más sombría de sus democracias. Una encuesta de Pew en 2024 encontró un aumento de la insatisfacción en gran parte de Europa occidental. 

“Casi el 80% de los encuestados en Grecia, que ocupa el puesto veinticinco en el ranking del estudio, dijeron que estaban insatisfechos con la forma en que está funcionando la democracia. Del mismo modo, en Reino Unido el 60 % de los encuestados afirmó que la democracia no está funcionando tan bien como debería; y, en países como Alemania y los Países Bajos, la satisfacción con la democracia sigue superando al descontento, pero el apoyo ha disminuido desde 2021 favoreciendo a los antisistema y la extrema derecha”, recalcó el análisis recién publicado.

¿Qué preocupa a los europeos? La inflación y la ansiedad económica han socavado la confianza en los líderes europeos. Un panorama cambiante de los medios de comunicación y las fricciones culturales, sobre la inmigración, la identidad y el estatus social, han agudizado las divisiones políticas.

También en este cambio de ciclo se aprecia un envalentonamiento populista a raíz de la vuelta de Donald Trump en la Casa Blanca; de hecho, ha surgido un mayor acercamiento ideológico entre estos grupos de ultraderecha con Trump y varios empresarios estadounidenses, como Elon Musk.