Marruecos en los malos días

PHOTO/AFP/FADEL SENNA - Una mujer observa los escombros de un edificio en el casco antiguo de Marrakech, dañado por el terremoto, el 9 de septiembre de 2023
PHOTO/AFP/FADEL SENNA - Una mujer observa los escombros de un edificio en el casco antiguo de Marrakech, dañado por el terremoto, el 9 de septiembre de 2023

Estamos viviendo una racha de males y desgracias por todo el mundo. El cambio climático, que algunos niegan a pesar de tantas evidencias, parece estar condenando al planeta con la meteorología más adversa después de la tragedia que supuso la pandemia de la COVID. Ahora le ha tocado a Marruecos, igual que hace escasos meses fue a Turquía y antes a Italia, Grecia y Hong Kong con las inundaciones o nuestra isla de La Palma con un volcán destructor, sufrir los efectos de un terremoto que ha dejado más de un millar de muertos.

Marruecos, un país vecino y hermano por mucho que marquen diferencias la etnia, la cultura y la religión de sus habitantes, merece toda la solidaridad que quepa para que pueda superar cuanto antes el dolor que causan las víctimas y los daños materiales incalculables. Un terremoto siempre causa males graves, aunque ninguno tan grave como las muertes, aunque tampoco cabe desdeñar los  daños económicos paralelos que hipotecan el futuro de las generaciones actuales y futuras.

El terremoto que ha sacudido a la región de Al Haouz, incluida la bella ciudad turística de Marrakech, recuerda el que hace varias décadas se produjo en la ciudad de Agadir que también causó un grave daño al proceso de consolidación de la independencia que se estaba produciendo.  En esta ocasión ocurre en una etapa en que el país está recuperando estabilidad económica, ganándose el apoyo internacional en su conflicto con el Sáhara Occidental y, aunque todavía endeble, consolidando una democracia única en el mundo árabe.

Hoy Marruecos ya  es un país con capacidad para afrontar problemas, pero, ante la magnitud de un terremoto de esta naturaleza, que afecta a una parte crucial de su territorio, toda la ayuda que quepa aportarle desde España,  tanto por parte del Gobierno, de las Comunidades Autónomas, de las ONGs  incluso privada, debe dar un ejemplo de solidaridad con un pueblo que, además de las múltiples razones que nos unen en la historia, la vecindad y la economía, cuenta a un millón de miembros conviviendo el día a día con nosotros.

En los últimos tiempos, las desgracias se reparten por los cinco continentes y con múltiples variantes: desde guerras inexplicables como la de Ucrania hasta tormentas que causan inundaciones catastróficas, pasando por la sequía que tanto dificulta ayudar a algunos pueblos a salir de la miseria, pasando todo por el recrudecimiento de la estabilidad internacional, de la cual África es el mejor y más sufrido ejemplo.

El retorno a la Guerra Fría, que tanto marcó cuarenta años de historia reciente, se refleja en el enfrentamiento de los Estados Unidos que antes fue con la Unión Soviética y ahora con China en disputa por el liderazgo internacional, la amenaza constante del terrorismo y los golpes de Estado ante la ambición de poder e intereses variados que están frenando de manera imparable el proceso democratizador que se estaba logrando impulsar.

Ahora le ha tocado a Marruecos un nuevo contratiempo fatal, localizado en otro continente, pero a menos distancia de la que existe entre algunas provincias españolas. El Gobierno provisional que preside Pedro Sánchez ha reaccionado como cabía esperar, proporcionando toda la ayuda posible para que nuestros vecinos del sur puedan superar rápidamente esta desgracia y recuperar enseguida el impulso dinamizador que el terremoto está amenazando con frenar.