Algunas reflexiones tras las elecciones en Estados Unidos

Donald Trump y el presidente de Ucrania Volodymyr Zelenskiy se reúnen en la Torre Trump en la ciudad de Nueva York, EE.UU., el 27 de septiembre de 2024 - REUTERS/ SHANNON STAPLETON
Donald Trump y el presidente de Ucrania Volodymyr Zelenskiy se reúnen en la Torre Trump en la ciudad de Nueva York, EE.UU., el 27 de septiembre de 2024 - REUTERS/ SHANNON STAPLETON
Cuando coinciden acontecimientos importantes, la historia se acelera 

La elección de Trump como próximo presidente de Estados Unidos se dice que evoca la reconexión con la realidad de un país cansado de guerras en ultramar, de inmigración excesiva y de una “ensayada” corrección política como conducta política. También se dice que tuvo su causa en buena parte, como es lógico, en los fracasos del presidente Biden y de su vicepresidenta, la señora Harris. La victoria de Trump se ha forjado, en gran parte, con el repudio a una Administración que, aunque aprobó amplios programas de ayuda para la pandemia, gasto social y cambio climático, se vio afectada por una inflación altísima y la inmigración ilegal. 

La victoria de Trump emerge desde una oferta constituida básicamente por: desregulación, aislacionismo y liderazgo autoritario que, según referencias, es inédita en la historia moderna de Estados Unidos. Para su segundo mandato el electo presidente estadounidense hereda de su antecesor el título de “valedor” de Ucrania, aunque se haya mostrado escéptico respecto de continuar la ayuda a Kiev, lo que no es óbice para que articule otras acciones.  

Es probable que Trump asuma el cargo desde una actitud escéptica, que incorpora abierta hostilidad hacia el permanente apoyo estadounidense a Ucrania y que anuncia la intención de poner fin a la guerra de inmediato, aunque sin decir de qué manera. No está claro cómo las hipotéticas iniciativas de Trump encajarían en el contexto de las actuales negociaciones de alto el fuego, pero su promesa de poner fin rápidamente a la guerra ha sido matizada por el vicepresidente Vance, en el sentido de que Kiev tendría que admitir la cesión de territorio ocupado por Rusia, tras casi tres años de guerra. 

La visión transaccional de Trump y su aversión a los instrumentos tradicionales del poder estadounidense darán forma a la política exterior de Washington. Su lema de “Estados Unidos primero” incluye el compromiso de reforzar las barreras comerciales y practicar el proteccionismo industrial, principalmente a través de aranceles, justificándolo ya que el libre comercio ha perjudicado a los trabajadores estadounidenses. Esta orientación también implica escepticismo sobre el compromiso global de Washington en apoyo de un orden mundial liberal. Se proclama por los partidarios de Trump que el “USA primero” no significa aislacionismo, ya que en el mandato anterior se fortalecieron las relaciones estadounidenses en el Indo-Pacífico, con Israel y los Estados del Golfo. 

Trump aparenta ser de aquellos que no se rigen por una doctrina concreta, más bien, como sostiene su exasesor de seguridad nacional Robert O'Brien, se dejan llevar por “sus propia intuición y principios tradicionales estadounidenses, considerados más profundos que las ortodoxias globalistas de las últimas décadas”. 

El ámbito de aplicación más probable de los reflejos populistas de Trump será en las relaciones transatlánticas, más específicamente en las relaciones de Washington con sus aliados europeos y la guerra en Ucrania. Trump lleva mucho tiempo quejándose de los “aliados oportunistas”, que “no pagan su parte justa” y ha defendido enérgicamente que todos los países de la OTAN cumplan con sus obligaciones de gastar el 2 % de su PIB en Defensa. Ha amenazado en numerosas ocasiones con retirar a Estados Unidos de la OTAN, y un segundo mandato podría generar mayores tensiones dentro de la Alianza.  

Por ello, la amplia victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales de Estados Unidos ha provocado en Europa las esperadas y diversas reacciones sobre las consecuencias para la UE. Un alto funcionario dedicado a preparar la línea de acción a seguir por Bruselas para una posible presidencia de Trump expresó su temor al Financial Times: “En materia de comercio, las cosas serán malas…, respecto a Ucrania, serios problemas”. 

Hay que admitir que Trump puede actuar de manera completamente diferente a como lo hizo durante su primer mandato, pero la carga de la prueba recae en los dedicados al alarmismo. Se recuerda que, en 2018, Trump declaró que la Unión Europea iría a Washington para negociar un acuerdo comercial y que tenía una idea: que “tanto Estados Unidos como la UE eliminen todos los aranceles, barreras y subsidios. Eso llamaría libre mercado y comercio justo. Esperamos que lo hagan, estamos listos, ¡pero ellos no lo harán!”. En materia de aranceles, Trump es muy “transaccional”. El acuerdo comercial que impulsó con México y Canadá en su primer mandato era similar al que reemplazó.  

Si la anunciada estrategia de Trump funciona de algún modo, con la amenaza de poner nuevos aranceles a las importaciones procedentes de la UE, obliga a esta a reducir sus aranceles a los productos procedentes de Estados Unidos, aunque en teoría la UE tiene que ofrecer legalmente los mismos tipos a los demás miembros de la Organización Mundial del Comercio. Supuestamente, esta es una lectura optimista de lo que puede ocurrir a continuación, pero un comercio más libre, al menos dentro del bloque prooccidental, en realidad no está descartado bajo el Gobierno de Trump, siempre que los consumidores salgan beneficiados.  

La restricción del comercio con China  afectará gravemente a Europa y, especialmente, a Alemania. Por eso, es de esperar un acuerdo de Trump con el líder chino Xi, antes de que Europa se vea empujada a una guerra comercial con China. Si Trump no se adelanta a aplicar aranceles, es muy probable que en su lugar lo haga la UE. En marzo de 2025 vence una “cláusula tregua” sobre los aranceles de represalia de la propia UE. Los eurócratas creen ilusoriamente que esto es una herramienta para llevar a Trump a la mesa de negociaciones. Este es un escenario peligroso, que puede resultar contraproducente, ya que la nueva administración Trump podría ser menos consciente sobre la capacidad de la UE para autoinfligirse daño. 

La UE puede adoptar como criterio evitar represalias en el ámbito arancelario buscando acuerdos alternativos que puedan tentar a Trump y profundizar el libre comercio con una coalición global de los dispuestos.