Europa, ¿elecciones en decadencia?

Banderas de la Unión Europea - PHOTO/FILE
Banderas de la Unión Europea - PHOTO/FILE
Las próximas elecciones al Parlamento Europeo se celebran en condiciones muy diferentes a las anteriores de 2019. La invasión rusa a Crimea y su posterior simultaneidad con la de Israel y la organización terrorista Hamás han desgarrado al mundo, situación agravada por el contexto mundial resultante de la evolución de la globalización y la consiguiente competición geopolítica, que han alterado, en gran medida, el panorama político y económico global.

En 2023, las naciones europeas tenían grandes expectativas sobre la resistencia de Ucrania contra Rusia. Proporcionar ayuda militar a Kiev, representaba un desafío asumible para Estados Unidos y Europa, ya que la mayoría de los países occidentales se oponían firmemente a Rusia. Sin embargo, en el presente año, se ha producido un cambio significativo en la situación. Ucrania ha sufrido reveses en el conflicto y ha pasado a una postura defensiva integral, tras una serie de contraataques fallidos.  

Rusia se ha convertido, una vez más, en una profunda preocupación para los países europeos que han expresado una reacción unificada hacia Rusia, que no quiere decir una unidad real. Las “viejas naciones europeas” como Francia, España e Italia tienen ciertas perspectivas sobre Rusia y la guerra en curso, mientras que los países de la “Nueva Europa” como Polonia y los Estados bálticos aportan puntos de vista diferentes.

Además, países como Hungría muestran una fuerte inclinación hacia Rusia. Los líderes europeos necesitan gastar más en su propia defensa, al tiempo que aumenten y racionalicen sus industrias armamentísticas. Dada la pugna en la Unión Europea por coordinar respuestas eficientes y unificadas, es probable que la gran y engorrosa estructura bruselense sea ineficaz en tratar los síntomas de falta de sintonía entre las naciones de la Unión.  

En los últimos años, se ha percibido que Europa estaba perdiendo relevancia en el escenario mundial. A medida que el centro de gravedad del mundo cambiaba, el Viejo Occidente estaba eclipsándose, convirtiéndose en un “continente dormido” a los ojos de muchos. La mitad occidental de Europa parece haber dejado de actuar en función de sus propios intereses y, a la vez que lucha por definirlos, se deja sucumbir a la presión de Estados Unidos. Este cambio es particularmente notorio en el enfoque estratégico de Rusia, que, si bien sigue considerando que Europa es importante, ya no la considera un actor para tener en cuenta para su estrategia.  

Mientras que China y Estados Unidos socavan el sistema de comercio mundial, el peso económico relativo de la UE disminuye. Su moneda se ha debilitado y su población está estancada. Se presentan dos maneras de contemplar el declive relativo de la UE. Uno de ellos es en términos de nivel de vida. Aquí lo que importa no es que los países en desarrollo, liderados por China e India, hayan estado saliendo de la pobreza en las últimas décadas y cerrando así la brecha con Europa, más bien lo que ocurre es que la UE no ha avanzado tan rápido como Estados Unidos. Otra forma de verlo sería en términos de poder. En 1992, la UE era un gigante geoeconómico, con el 29% de la producción mundial y una posición sólida en tecnologías capaz de establecer estándares mundiales. Para 2022, la participación del bloque en la producción mundial se había reducido a sólo el 17%, mientras que la participación de Estados Unidos se mantuvo estable en el 25% durante el mismo período. La UE tiene ahora sólo cuatro de las 50 principales empresas tecnológicas del mundo. 

Desde el punto de vista geoeconómico, China representa un serio obstáculo al establecer contraprestaciones abusivas por el control del suministro de bienes críticos como las tierras raras. La respuesta es conseguir fuentes alternativas. La UE ha articulado su respuesta en la regulación de materias primas críticas, estableciendo objetivos para la producción de bienes específicos, algo que necesita sustanciales inversiones. Por otro lado, la UE necesita responder fortaleciendo su mercado único para poder ofrecer a las empresas economías de escala en comparación con los mercados de Estados Unidos y China, a la vez que tendrá que diseñar e implementar una política industrial agresiva para contrarrestar a los subsidios y exenciones fiscales que se ofrecen a las empresas de otras grandes economías. 

Otra situación delicada es cómo responder a los enormes subsidios que China y Estados Unidos otorgan a las industrias verdes y a las de alta tecnología. La UE podría verse sin industrias estratégicas como las de inteligencia artificial y de semiconductores de alta gama. El riesgo de una pugna por subsidios es equiparable a invertir en industrias en las que no se sea competitiva a largo plazo.

La cuestión no es sencilla: ¿es hora de lamentar la desaparición de la vieja Europa? ¿Por qué se ha llegado a esta situación?  Se indica que el declive es muy pronunciado y se le achaca a “patologías” sociales como: el fracaso económico, la gran irrelevancia geopolítica, la crisis migratoria y de integración, las desigualdades territoriales y el consiguiente déficit democrático. No existe elite política europea de calidad capaz de gestionar el ambiente que presenta rasgos de desintegración social, su “decrecimiento” y una variación demográfica letal. Alemania, Francia, los Países Bajos y otros países están al borde de una explosión social, y los agricultores son los últimos en radicalizarse. 

La demografía es un factor crucial en Europa. Según Eurostat, dentro de dos años, se estima que la población de la UE alcanzará un máximo de 453,3 millones y luego caerá a 419,5 millones en 2100, a pesar de la inmigración masiva. La población envejecerá drásticamente, impulsada por el colapso de la tasa de natalidad. Es muy probable que los “estados de bienestar” colapsen y los impuestos se dispararán sobre parte de la población para pagar la atención sanitaria y las pensiones de los mayores. La única respuesta prevista como solución es más migración. En Francia, Alemania, Bélgica y otros lugares, el fracaso en la integración de muchos inmigrantes recientes y la respuesta voluntarista de la clase dominante, no auguran nada bueno. Se prevé que las elecciones europeas verán ganancias para los populistas. 

La irrelevancia geopolítica de Europa es notoria. Su Defensa está, en gran medida, diferida a los contribuyentes estadounidenses. Los franceses y españoles no aparecen la lucha contra los hutíes. Los polacos y algunos otros están haciendo todo lo posible, la Bundeswehr es una broma, y ​​todas las grandes promesas de reconstruir los Ejércitos europeos hechas en 2022 no han tenido resultados apreciables 

Aunque sin muchas estridencias, Occidente bulle. Estados Unidos también está enfermo, como lo atestigua su propia decadencia social: el auge de la ideología “woke”. No obstante, a diferencia de París, Berlín, Roma o Bruselas, en la Unión queda suficiente de su espíritu capitalista, dinamismo, espíritu empresarial, afán científico por la meritocracia y la tecnología para superar sus problemas actuales. 

La pregunta final es: ¿serán las elecciones un inicio de cambio en la buena dirección o se seguirá en la indolencia? El destino de Europa en juego.