El reconocimiento internacional de Palestina: ¿marketing político o cambio genuino?

- El reconocimiento como marketing político
- Principales iniciativas de paz
- Netanyahu y Lapid: visiones contrapuestas sobre el futuro papel de Israel en Oriente Medio
- Participación internacional: Arabia Saudí, Francia y las Naciones Unidas como organizadores de la conferencia de Nueva York del 15 de mayo de 2025
- Los palestinos merecen tener su propio Estado
El reconocimiento de Palestina como Estado independiente y soberano se ha convertido en un gesto cada vez más simbólico, en lugar de un paso concreto hacia la consecución de la verdadera soberanía y la independencia del pueblo palestino. Mientras que algunos países, como Turquía, los Emiratos Árabes Unidos, Egipto, Jordania y Marruecos, han aplicado políticas pragmáticas y constructivas destinadas a promover la estabilidad y la cooperación con Israel y las instituciones internacionalmente reconocidas de la Autoridad Palestina, otros, como Irán, Arabia Saudí, Qatar y determinados segmentos de la Unión Europea, han contribuido a menudo a complicar aún más una situación ya de por sí enredada.
Al apoyar a grupos militantes como Hamás, Irán ha alimentado el extremismo y contribuido a la desestabilización regional, socavando así los esfuerzos de paz a largo plazo y reduciendo las perspectivas de una solución duradera. Por el contrario, algunos países europeos, como Alemania, Croacia e Italia, mantienen una postura compleja y a menudo contradictoria sobre la cuestión palestina. En Alemania, el peso perdurable de la culpa histórica por el Holocausto sigue determinando las decisiones políticas, lo que a menudo limita su capacidad para aplicar una política equilibrada en Oriente Medio. Croacia sigue profundamente influenciada por su legado histórico, en particular la existencia y el papel del Estado Independiente de Croacia (NDH) fascista entre 1941 y 1945, lo que enturbia aún más su posición. Italia, marcada por su historia fascista y moldeada por los actuales gobiernos de derecha, muestra una ambivalencia y una incoherencia significativas en su política exterior sobre esta cuestión. Francia, por su parte, está atravesando crecientes tensiones étnico-religiosas internas, en particular entre sus comunidades árabe-musulmana y judía. También carga con el peso de un pasado colonial en Oriente Medio, en particular en Siria y el Líbano. Estos factores han hecho que su postura política sobre Israel y Palestina sea a menudo incoherente y reactiva. Al mismo tiempo, el auge de los movimientos populistas, sobre todo el Gobierno de Viktor Orbán en Hungría, y la creciente influencia de las fuerzas populistas y de derecha en Polonia y la República Checa siguen erosionando la capacidad de la Unión Europea para presentar una posición coherente y unificada sobre la cuestión.
El reconocimiento como marketing político
El reconocimiento de Palestina como Estado se utiliza a menudo más como un gesto simbólico con fines políticos o publicitarios que como un paso significativo con un impacto tangible sobre el terreno o en las instituciones internacionales. La cuestión palestina sigue sirviendo de vehículo para la manipulación política, mientras que la soberanía y las capacidades de las autoridades palestinas siguen estando muy limitadas.
Turquía, los Emiratos Árabes Unidos y Egipto, el mayor Estado árabe, destacan como actores clave en Oriente Medio, en particular en lo que respecta a la cuestión palestina. A diferencia de otros países de la región, como Irak, Siria y Yemen, así como de aquellos que a menudo instrumentalizan el sufrimiento del pueblo palestino para sus propios intereses, estos tres países ocupan posiciones cruciales en la política regional.
Como país musulmán clave y miembro de la OTAN, Turquía desempeña un papel activo en las iniciativas diplomáticas y los esfuerzos para mantener la causa palestina en el punto de mira internacional, al tiempo que equilibra cuidadosamente los intereses contrapuestos dentro del complejo panorama político de la región. Por otro lado, los Emiratos Árabes Unidos, a través de su enfoque realista y su compromiso diplomático, proporcionan ayuda concreta al pueblo palestino, lo que les ha valido una reputación de socio regional creíble.
Cabe destacar que estos Estados mantienen relaciones diplomáticas tanto con Tel Aviv como con la Autoridad Palestina, lo que refleja una postura pragmática destinada a conciliar las prioridades regionales con las expectativas internacionales. Este doble enfoque les permite actuar como intermediarios en las delicadas y multifacéticas relaciones entre Israel y los líderes palestinos.
Turquía, los Emiratos Árabes Unidos y Egipto actúan como actores regionales clave que, cada uno a su manera, configuran la dinámica que rodea la cuestión palestina. Turquía ejerce su influencia a través de la diplomacia y la proyección regional, los Emiratos Árabes Unidos a través del apoyo político y el fortalecimiento de las relaciones bilaterales, y Egipto, aprovechando su papel histórico y su ubicación estratégica, desempeña un papel central en los esfuerzos de paz y en los asuntos de seguridad regional. Sin embargo, muchos otros países utilizan la causa palestina como herramienta de marketing político, ya sea para pacificar o movilizar a su opinión pública. Por el contrario, estos tres países basan su papel en intereses pragmáticos y estratégicos. Su participación pone de relieve la complejidad de la situación, que a menudo se reduce a una moneda de cambio geopolítica, en la que se explota el sufrimiento del pueblo palestino para perseguir agendas estratégicas más amplias.
Principales iniciativas de paz
- La Conferencia de Madrid de 1991 marcó los primeros contactos directos entre Israel y los Estados árabes, incluidos representantes palestinos, pero concluyó sin resultados tangibles.
- Los Acuerdos de Oslo de 1993 y 1995 condujeron al reconocimiento mutuo entre Israel y la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y establecieron la Autoridad Palestina. Se produjeron cambios políticos, pero la violencia persistió.
- El Memorándum de Wye River de 1998, negociado por Estados Unidos, reunió al líder palestino Yasser Arafat y al primer ministro israelí Benjamin Netanyahu (durante su primer mandato). El acuerdo nunca se aplicó plenamente.
- La Cumbre de Camp David de 2000, celebrada tras las negociaciones de Wye, fracasó debido a desacuerdos sobre Jerusalén, el retorno de los refugiados y las fronteras definitivas. El fracaso de las conversaciones desencadenó el estallido de la Segunda Intifada.
- Las conversaciones de Taba de 2001 fueron las que más se acercaron a alcanzar un compromiso, pero se vieron truncadas por un cambio de gobierno en Israel.
- La Iniciativa de Paz Árabe, lanzada por la Liga Árabe en 2002, proponía la normalización total de las relaciones con Israel a cambio de la retirada completa de los territorios ocupados.
- La Hoja de Ruta para la Paz, presentada en 2003 por el Cuarteto (la ONU, Estados Unidos, la UE y Rusia), nunca se aplicó plenamente.
- La Conferencia de Annapolis de 2007 fue una iniciativa estadounidense destinada a revitalizar el proceso de paz, pero las divisiones internas palestinas (conflicto entre Fatah y Hamás) y la posterior operación militar israelí de 2008 socavaron su impacto.
- La Conferencia de Paz de París de 2017, iniciada por la UE y Francia, intentó ofrecer un nuevo marco para las negociaciones. Israel se negó a participar.
- Los Acuerdos de Abraham, firmados en 2020, condujeron a la normalización de las relaciones entre Israel y los Emiratos Árabes Unidos, Baréin, Sudán y Marruecos, sin la participación de los palestinos.
- La reciente conferencia de 2025 en Nueva York, organizada por las Naciones Unidas, Arabia Saudí y Francia, supuso un nuevo intento de reactivar los esfuerzos de paz. Sin embargo, los intereses divergentes de los principales actores siguen obstaculizando un progreso real. En lugar de reflejar un compromiso verdadero con la resolución del conflicto, la conferencia sirvió en gran medida como un espectáculo político, mientras que la violencia y el sufrimiento persisten sobre el terreno, lo que demuestra una vez más cómo el simbolismo y la retórica suelen prevalecer sobre las acciones concretas en favor de la paz.
Netanyahu y Lapid: visiones contrapuestas sobre el futuro papel de Israel en Oriente Medio
Los enfoques contrapuestos del primer ministro Benjamín Netanyahu y el líder de la oposición Yair Lapid, miembro del Knesset israelí, reflejan claramente las diferentes visiones sobre el desarrollo de Israel y su papel en la región. Netanyahu, líder del partido Likud, promueve posiciones de derecha y nacionalistas, defendiendo con frecuencia medidas de seguridad estrictas y expresando escepticismo hacia las iniciativas de paz. Su Gobierno se ha visto envuelto en polémicas, entre ellas acusaciones de corrupción y crecientes llamamientos internacionales para que rinda cuentas, factores que han complicado aún más el panorama político y socavado la posición de Israel en la escena internacional.
Por otro lado, Yair Lapid, como líder de la oposición en la Knesset, encarna una perspectiva centrista comprometida con la estabilidad, los valores democráticos y la cooperación regional. Ha manifestado su disposición a formar una coalición con el partido de derecha Likud, pero sin Netanyahu, lo que pone de relieve su determinación de superar las divisiones políticas arraigadas e inyectar un nuevo impulso a la política israelí. Lapid es un crítico acérrimo de los partidos extremistas y religiosos, que, en su opinión, desestabilizan el país, erosionan los derechos civiles y empañan la reputación internacional de Israel. Su visión se centra en el fortalecimiento de la cohesión interna y la democracia, así como en la participación activa en los procesos de paz regionales. Lapid sostiene que solo se puede lograr una solución duradera a la cuestión palestina mediante conversaciones sinceras y el diálogo diplomático entre ambas partes. También apoya la ampliación de los Acuerdos de Abraham para incluir a otros Estados árabes, ya que cree que una mayor normalización de las relaciones con el mundo árabe contribuiría a promover la estabilidad y el progreso en la región.
Este enfoque mejoraría las relaciones internacionales de Israel, fortalecería sus alianzas y respaldaría los esfuerzos en pro de la paz y la prosperidad en la región.
Esta visión contrastada de Netanyahu y Lapid representa un reto clave para el futuro de Israel, ya que determinará tanto su política interna como su papel en el cambiante panorama geopolítico de Oriente Medio.
Participación internacional: Arabia Saudí, Francia y las Naciones Unidas como organizadores de la conferencia de Nueva York del 15 de mayo de 2025
Arabia Saudí y Francia, junto con las Naciones Unidas, dedicaron mucho tiempo a planificar y coordinar la conferencia con el objetivo de poner en marcha un proceso de paz entre Israel y los palestinos. La intención era reunir a las principales partes interesadas en un esfuerzo por allanar el camino para las negociaciones y lograr avances tangibles en la resolución de uno de los conflictos más duraderos del mundo. Sin embargo, la complejidad de la cuestión y los intereses contrapuestos de los participantes redujeron considerablemente el impacto de la iniciativa.
Arabia Saudí, como importante país musulmán, trató de utilizar la conferencia para reafirmar su papel de mediador en la cuestión palestina. Sin embargo, su política ha carecido de coherencia. Los retos internos y las tensiones regionales han reducido su capacidad para configurar un proceso de paz significativo. El reino sigue equilibrando el apoyo a los derechos de los palestinos con la necesidad de mantener estrechos vínculos con sus aliados occidentales y con los Estados que ya han normalizado sus relaciones con Israel.
Como actor destacado de la UE, Francia ha tratado de mantener su papel de mediador de paz mediante esfuerzos diplomáticos, abogando por soluciones basadas en el derecho internacional, en particular el modelo de dos Estados. Sin embargo, las desavenencias internas de la UE y la complejidad del conflicto israelo-palestino han limitado su influencia.
Las Naciones Unidas, aunque formalmente son el principal árbitro mundial en materia de paz y seguridad, no prestaron un apoyo decisivo a la conferencia. Su participación fue en gran medida ceremonial, mientras que las profundas divisiones en el Consejo de Seguridad de la ONU y el actual estancamiento político siguen obstaculizando la adopción de medidas eficaces.
La conferencia celebrada el 15 de mayo de 2025 en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York se concibió como una oportunidad para romper el statu quo y abrir una vía hacia la desescalada de las hostilidades. Los organizadores —Arabia Saudí, Francia y la ONU— destacaron la importancia de la acción conjunta y el compromiso.
El evento tenía por objeto llamar la atención internacional sobre la crisis humanitaria en Gaza, aunque no abordaba directamente la cuestión. Este enfoque no solo resultó ineficaz, sino que, en última instancia, fue contraproducente. El excesivo énfasis en las consecuencias humanitarias eclipsó las cuestiones políticas fundamentales, mientras que se dejaron totalmente de lado las medidas significativas para alcanzar una solución duradera.
En lugar del avance esperado, la conferencia se convirtió rápidamente en otro ejercicio de relaciones públicas. Las conclusiones adoptadas fueron en su mayoría declarativas y carecían de fuerza vinculante, lo que se vio aún más debilitado por la negativa de Estados Unidos a apoyar cualquier presión sobre Israel. Sin el respaldo de Estados Unidos, aliado clave de Israel, los acuerdos e iniciativas de este tipo se perciben ampliamente como parciales y es poco probable que den resultados sustantivos. En última instancia, la conferencia no logró avances tangibles. El conflicto continuó y el sufrimiento del pueblo palestino persiste. Este episodio ilustra claramente cómo los procesos de paz internacionales se ven a menudo limitados por cálculos políticos, retórica e intereses divergentes, mientras que la verdadera voluntad y capacidad para alcanzar una solución duradera siguen siendo difíciles de alcanzar.
Los palestinos merecen tener su propio Estado
La cuestión palestina sigue siendo una herida abierta en Oriente Medio que exige un enfoque sincero y responsable por parte de todas las partes implicadas. El reconocimiento de Palestina sin una condición de Estado real sigue siendo en gran medida simbólico y performativo, sin peso ni impacto real sobre el terreno. Aunque a menudo prevalecen los intereses geopolíticos y la manipulación política, es esencial que la comunidad internacional apoye medidas tangibles y concretas en pro de la estabilidad, la justicia y la paz duradera.
Revitalizar el papel del Cuarteto de Oriente Medio —creado en 2002 y compuesto por la UE, Rusia, Estados Unidos y las Naciones Unidas— es fundamental para restablecer los esfuerzos diplomáticos coordinados y reforzar la búsqueda de una solución sostenible.
De cara al futuro, la comunidad internacional debe ir más allá de los gestos superficiales y concentrarse en cambios sustantivos que fortalezcan las instituciones palestinas y sienten las bases para una Estado funcional. Cualquier solución creíble y viable debe involucrar a todos los actores relevantes, incluido Irán, junto con las principales potencias, como Rusia y China.
Las potencias mundiales, como Estados Unidos, la UE, Rusia y China, deben armonizar sus políticas y apoyar las negociaciones basadas en la igualdad, sin imponer condiciones unilaterales que puedan agravar las divisiones existentes. Además de las iniciativas políticas y diplomáticas, los programas educativos y los esfuerzos para reforzar la confianza mutua en las sociedades israelí y palestina deben ocupar un lugar significativo en el proceso de consolidación de la paz, ya que constituyen la base para una coexistencia duradera.
Por encima de todo, se necesitará valor por parte tanto de los israelíes como de los palestinos para reconocer sus intereses comunes y superar las divisiones que han fracturado la vida en la región durante décadas. Solo mediante un compromiso sincero con el compromiso, la responsabilidad y el diálogo se podrá poner fin al ciclo de violencia y sufrimiento.
La paz que ambos pueblos merecen solo puede lograrse con el verdadero valor de aceptar los compromisos necesarios y abrazar una vida en armonía, siguiendo el ejemplo de Francia y Alemania, que fueron adversarios en múltiples guerras (1870-1945) y ahora son pilares fundamentales de la Unión Europea. Este enfoque aportaría una estabilidad duradera no solo a Oriente Medio, sino también al orden internacional en general, abriendo la puerta a un futuro más seguro y próspero para todos.
Mientras tanto, es fundamental garantizar el acceso sin trabas de la ayuda humanitaria a los palestinos y asegurar un alto el fuego permanente en Gaza. Estas medidas son fundamentales para sentar las bases de cualquier iniciativa política seria.
El pueblo palestino tiene derecho a vivir en su propio Estado, en paz y con dignidad, junto a Israel. Solo el reconocimiento mutuo y el diálogo responsable pueden allanar el camino hacia una paz duradera.
IFIMES - Instituto Internacional de Estudios sobre Oriente Medio y los Balcanes, con sede en Liubliana (Eslovenia), tiene un estatus consultivo especial ante el Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas (ECOSOC/ONU) en Nueva York desde 2018, y es editor de la revista científica internacional «European Perspectives». Disponible en: https://www.europeanperspectives.org/en