Opinión

La UE ante los dilemas de la guerra de Ucrania, ¿una paz imposible?

Este documento es copia del original que ha sido publicado por el Instituto Español de Estudios Estratégicos en el siguiente enlace.

La guerra de Ucrania está suponiendo el mayor esfuerzo bélico que ha presenciado el continente europeo desde la Segunda Guerra Mundial y los riesgos que entraña son potencialmente apocalípticos. Ante los dilemas y desafíos que supone, los intereses de Washington, Bruselas y Kiev pudieran no ser coincidentes. En el presente artículo se pretende analizar dichos intereses, a la hora de buscar una salida al conflicto que permita avanzar hacia una paz estable y duradera.

Las ofensivas ucranianas del pasado verano y otoño de 2022 resultaron exitosas y prometedoras, lo que desencadenó un optimismo generalizado en Occidente y dio esperanzas al Gobierno de Kiev de recuperar el territorio perdido. Pero la guerra ha entrado en una fase en la que parece que el ejército ruso ha conseguido estabilizar el frente y recuperado, aunque parece que, de manera limitada, su capacidad ofensiva, además de someter a las infraestructuras ucranianas a un constante bombardeo que provoca un enorme sufrimiento en la población civil y limita sus capacidades militares. Ambos contendientes parecen albergar esperanzas fundadas de alcanzar sus objetivos, lo que impide cualquier avance hacia un armisticio que pudiera sentar las bases para un acuerdo de paz estable y duradero.

Por su parte, el enorme esfuerzo de guerra ucraniano depende prácticamente en su totalidad del apoyo exterior que está recibiendo del bloque occidental, fundamentalmente de la OTAN y la Unión Europea (UE), bajo el decidido liderazgo de EE. UU. Sin dicho liderazgo, que se hizo patente incluso semanas antes de que la ofensiva rusa comenzara en febrero de 2022, es muy probable que la respuesta europea hubiera sido similar a la que resultó tras la adhesión de Crimea en 2014. Las progresivas sanciones económicas y comerciales, junto a las medidas diplomáticas, culturales y tecnológicas que se están imponiendo a Moscú son por su magnitud las primeras en su especie. Nunca el mundo había visto usar con tal contundencia y ambición la geoeconomía como un arma de confrontación geopolítica, de marcado carácter geoestratégico.

El resultado es que Washington y sus aliados, occidentales y otros, están inmersos en una escalada progresiva de confrontación con Rusia, basada en proporcionar medios militares cada vez más poderosos, inteligencia e instrucción para su utilización, junto a sanciones económicas y comerciales. Es una apuesta decidida que ha convertido de facto al conflicto de Ucrania en el conflicto interestatal más trascendental para Europa desde de la Segunda Guerra Mundial. Esto debería resultar evidente para cualquier europeo, ya que, las sanciones económicas y comerciales que ha aprobado la UE están produciendo efectos negativos en la propia economía europea, lo que se refleja en las críticas abiertas que algunos socios, como Hungría1, empiezan a expresar abiertamente.

Lo que no resulta tan evidente es si para EE. UU. resulta tan trascendental y podríamos preguntarnos cuales podrían ser los intereses de Washington en el conflicto.

Los posibles intereses de Estados Unidos

Son muchos los analistas que interpretan el apoyo estadounidense en términos de una guerra por delegación (proxy), en la que Ucrania es utilizada como el agente encargado de desangrar a Rusia, a costa de grandes sufrimientos y sacrificios, para debilitarla y neutralizar su capacidad geoestratégica como gran potencia en el escenario internacional. Se privaría así de su gran aliado a China, potencia que es la principal preocupación de Washington. Pero esta visión, no carente de fondo, resulta simplista e intentaremos desgranarla, con el objetivo de ampliar nuestro campo de análisis al respecto.

Quizás habría que empezar por asimilar que los intereses de EE. UU., Ucrania y la UE no tienen que estar necesariamente alineados entre sí, lo cual es lógico, si pensamos que, en última instancia, la responsabilidad de cada uno es hacia sus ciudadanos y sus intereses vitales y fundamentales. Pero las decisiones del Gobierno estadounidense son especialmente relevantes, ya que, sin su liderazgo, el apoyo del resto resultaría insuficiente y pudiera incluso desvanecerse. Analizaremos los parámetros que podrían enmarcar las decisiones del Gobierno estadounidense, basándonos en varias dimensiones que se estiman importantes: la posibilidad de un conflicto nuclear, la posibilidad de una escalada hacia un conflicto Rusia-OTAN, el aumento o disminución del control territorial por parte de los contendientes y la duración del conflicto.

Con respecto al posible uso de armas nucleares por parte de Rusia, en Washington existe división de opiniones. Por un lado, están quienes consideran que Moscú no utilizará dichas armas2, ya que, ello acarrearía una reacción a nivel global que acabaría por privarle del apoyo internacional del que todavía goza, además de arriesgarse a una respuesta similar por parte de la OTAN (es decir, de EE. UU., Reino Unido y Francia). Pero hay que tener en cuenta que el Kremlin está demostrando que considera esta guerra como un desafío existencial. Putin ya ha advertido de su determinación de hacer sufrir «consecuencias que no se han visto hasta ahora en la historia» a aquellos que interfieran en el conflicto, junto a la puesta en alerta de las fuerzas nucleares rusas en febrero de 20223, una semana después de dichas declaraciones. Tras la movilización de 300.000 nuevos efectivos y la limitada producción de armamento de alta tecnología (misiles, carros de combate, aeronaves, etc.) debido a las sanciones económicas, las opciones de escalada convencional que le restan se han reducido notablemente. Además, Rusia contempla en su doctrina el empleo de armas nucleares tácticas contra objetivos civiles y militares, en caso de un conflicto con la OTAN4.

EE. UU. por su parte, ha reiterado públicamente y al propio Kremlin, que responderá con graves consecuencias, caso de que se empleen armas nucleares en Ucrania5. En caso de producirse la respuesta estadounidense, provocaría muy posiblemente una escalada nuclear, de consecuencias cataclísmicas para todos, europeos incluidos, poniendo en jaque la solidez del vínculo transatlántico e incluso podría amenazar la supervivencia de EE. UU., o al menos, la de millones de sus ciudadanos. Pero es que, no responder a una agresión nuclear, debilitaría la contención del primer uso, abriendo así la puerta a que dichas armas se utilicen en otros conflictos en los que, hasta ahora, la autocontención nuclear, pese a las amenazas, ha sido la norma (como entre India y Pakistán, o Corea del Norte). Además, sentaría un precedente muy peligroso al admitir la imposición de condiciones tras el uso de armas nucleares.

Todo ello, acentúa la posibilidad de un horizonte nuclear que, en cualquier caso, está más cerca ahora de lo que estaba en enero de 2022, por lo que, podríamos asumir que prevenir el uso de armas nucleares por parte de Rusia, es una de las prioridades estadounidenses. Es fácil asumir que en esta dimensión son coincidentes los intereses de estadounidenses, ucranianos y europeos.

Otro asunto que sin duda preocupa a Washington y evidentemente a Bruselas, es la posibilidad de una escalada convencional que acabe arrastrando a la OTAN a un conflicto con Rusia. Para ello, es fundamental que, en primer lugar, el conflicto no desborde las fronteras de Ucrania. Hasta la fecha de la confección de este artículo, el conflicto solo afecta directamente a Rusia y Ucrania, pero nadie olvida que esta última tiene frontera terrestre con cuatro Estados miembros de la OTAN y el litoral del mar Negro involucra a otros dos. El apoyo que tanto los miembros de la OTAN como de la UE están proporcionando es enorme, tanto en términos económicos, como militares y supera a cualquier tipo de apoyo proporcionado hasta la fecha a ningún otro Estado (ver figura adjunta).

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Moscú observa todo este apoyo con creciente hostilidad y hay quien ha identificado las diversas razones que podrían llevar a Rusia a tomar la decisión de castigar militarmente a algún Estado miembro de ambas organizaciones7. Las razones de tal decisión podrían ser las siguientes:

  • Castigar a algunos miembros de la OTAN/UE por el apoyo proporcionado, con el objetivo de disuadirlos para que corten el mismo.
  • Un ataque preventivo, si Moscú concluye que un ataque por parte de la OTAN puede ser inminente.
  • Impedir o dificultar la transferencia a Ucrania de armas de enorme potencial que pudieran causar la derrota rusa.
  • Represalia contra la OTAN por alimentar desórdenes internos en Rusia.

Evidentemente, el riesgo de que cualquiera de estas razones lleve a Moscú a considerar la posibilidad/necesidad de un ataque contra uno o varios miembros de la OTAN, es muy baja, pero de ninguna manera descartable mientras el conflicto continúe. Por otro lado, la escalada que la OTAN está siguiendo con el envío de sistemas de armas cada vez más modernos, potentes y de mayor alcance y poder de destrucción, junto a las medidas económicas y comerciales, cada vez más restrictivas, hacen que Occidente esté cada vez más cerca del final de la escalera de implicación indirecta. Y entonces cabe preguntarse qué medidas se podrán aplicar, si para entonces Moscú no ha dado su brazo a torcer y continúa subiendo la apuesta. La opción de una posible implicación directa de la OTAN en el conflicto sería mucho más probable, especialmente si pensamos lo que podría ocurrir si un misil ruso perdido o enviado sobre un objetivo erróneamente señalado causara un número elevado de víctimas en territorio de un Estado miembro de la Alianza. Así pues, podríamos estar caminando inadvertidamente hacia un conflicto OTAN-Rusia que, dada la enorme disparidad de recursos (económicos, tecnológicos y militares) a favor de la Alianza Atlántica, nos podría arrastrar a su vez, al horizonte nuclear.

Pero, a diferencia del caso anterior, en este ámbito los intereses de Kiev parece que no coinciden con los de Washington (y Bruselas), ya que, el Gobierno ucraniano ha tratado de culpar a Moscú de incidentes que han sido causados por sus propios medios antiaéreos8, en un intento por forzar un artículo V del Tratado de Washington.

Por otro lado, uno de los asuntos quizás más controvertidos y en los que, como veremos a continuación, pudiera haber mayor divergencia de intereses en el bloque occidental es la cuestión de la recuperación por parte de Ucrania de los territorios que Rusia ha ocupado militarmente y anexionado. Es evidente que Ucrania desea vivamente recuperar el control de la totalidad de los territorios perdidos desde 2014, incluida Crimea. Pero también resulta claro que Moscú no tiene intención de negociar la devolución de dichos territorios, ya que, el hecho de haberlos incorporado a la Federación Rusa significa «haber quemado sus naves» sin aparente posible vuelta atrás, al ser ya territorio ruso. Pero el citado deseo de Kiev (avivado por los últimos éxitos militares) no parece haber encontrado mucho eco en Washington, puesto que, las propuestas de paz que algunos medios cercanos al Gobierno estadounidense han barajado hasta ahora, preconizan la vuelta a las fronteras previas a la invasión de febrero de 2022.

Cualquier analista occidental es consciente de la importancia estratégica que Moscú otorga a Crimea, con una enorme mayoría rusa y sede de una de las bases navales más importantes. Pero, debido a la evolución del conflicto tras la movilización parcial de 300.000 efectivos rusos, las probabilidades de que Kiev vuelva a disfrutar de éxitos militares tan fulgurantes como los vistos el verano y otoño del 2022, parecen haber disminuido drásticamente. Las fuerzas armadas rusas parecen haber tomado de nuevo la iniciativa y su rodillo, a la hora de confeccionar este análisis, parece avanzar lento pero inexorable e incluso se habla de una ofensiva rusa de mayor envergadura. Mientras, el bombardeo sobre las infraestructuras ucranianas y objetivos civiles y militares continúa causando daños sustanciales, a pesar de las previsiones de que Rusia se estaba quedando sin municiones y aparatos que le permitieran dañar objetivos de largo alcance. Por lo tanto y dado el ritmo lento de las operaciones actuales, se estima muy difícil, sino imposible, la recuperación por parte de Ucrania de sus fronteras previas a febrero de 2022, menos aún las de 2014. Pero si Kiev consiguiera amenazar con expulsar a Rusia de Crimea, esto posiblemente se interpretaría en el Kremlin como una pérdida significativa, una derrota, que no podría enmascarar ante su población, lo que le obligaría a una escalada en la que la opción nuclear no estaría ausente. Ya hemos visto que ambas posibilidades no son deseables ni para Washington, ni para Bruselas.

Pero, así como la recuperación total del territorio ucraniano parece poco probable, también lo es la posibilidad de que Moscú consiga hacerse con el control total de Ucrania o de una gran parte de ella (como dejarla aislada del mar Negro, lo que pondría en riesgo la viabilidad económica del Estado fruto de tan drástica amputación territorial).

Por lo tanto, parece que nos vemos abocados a un conflicto de larga duración y enorme desgaste, que los ucranianos parecen decididos a afrontar, con los enormes costes humanos y económicos que ello conllevaría, siempre y cuando continúen recibiendo grandes cantidades de ayuda militar y financiera. Pero esta prolongación sine die, pudiera no coincidir con los intereses estadounidenses y europeos. Una guerra larga supondría unos costes aún mayores de los que los europeos están empezando a sentir sobre sus economías y sociedades, y que ya empieza a mostrar sus primeras desavenencias entre los socios y aliados. Por un lado, entre los mismos socios europeos, con Hungría como crítico más destacado9. Pero también el Gobierno alemán se está enfrentando a desavenencias internas10, por las consecuencias económicas que la cancelación del suministro de la energía barata que hasta ahora provenía de los gaseoductos rusos, así como por la mayor o menor implicación en la ayuda proporcionada a Ucrania.

También parece que no soplan vientos muy favorables para el vínculo transatlántico en su vertiente económica, ya que, las iniciativas recientemente aplicadas por la administración Biden están levantando ampollas entre sus aliados y socios europeos11, ante lo que interpretan como una vuelta, con matices, al proteccionismo de la anterior administración12, que podría significar una posible desindustrialización de Europa en favor de EE. UU. La desunión entre los socios europeos ha impedido, hasta ahora, una respuesta coordinada y unida, pero el malestar sigue latente y podría incrementarse.

Todo ello apunta a que una mayor duración del conflicto posiblemente ahonde las diferencias, discrepancias y desavenencias intraestado e interestado en el bloque occidental. De hecho, en el mismo EE. UU. la opinión pública ha empezado a cambiar significativamente en cuanto a continuar con su enorme apoyo a Ucrania; el 40 % de los votantes republicanos, 38 % de los independientes y el 16 % de los demócratas, han pasado a considerar que el apoyo que se está prestando es demasiado, tal y como demuestra la última encuesta llevada a cabo en enero pasado por Gallup13.

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Otra encuesta llevada a cabo por The Chicago Council on Foreign Affaires14 muestra que el 63 % de los republicanos, el 36 % de los demócratas y el 46 % de los independientes consideran que EE. UU. debe urgir a Ucrania para aceptar la paz lo antes posible (ver figura a continuación).

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Las dos últimas figuras de la citada encuesta muestran claramente que el apoyo de la opinión pública estadounidense ha sufrido un claro descenso general entre marzo y noviembre de 2022 (9 meses), incluso el apoyo demócrata (de un 83 a un 76 %), por lo que no sería muy aventurado concluir que, a estas alturas, posiblemente habrá seguido descendiendo. En la misma línea apunta la encuesta llevada a cabo por el Pew Research Centre15, que muestra claramente un descenso progresivo del apoyo de la opinión pública estadounidense (ver figura adjunta a continuación).

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Ante esta evolución de su opinión pública, Washington sin duda está analizando los pros y los contras de un conflicto que se prevé de larga duración. Rusia ya ha sido debilitada de manera significativa y empieza a mostrar signos de adaptación a las sanciones económicas16 (aunque existe debate al respecto de su efectividad, en ningún caso han producido los devastadores efectos que se esperaba de ellas y están dañando la economía europea de manera sustancial, tal y como afirma el informe del Fondo Monetario Internacional17), las probabilidades de que Ucrania recupere extensiones significativas de su territorio perdido parecen bastante limitadas, el conflicto se está extendiendo a nuevos ámbitos (económico, energético, alimentario, cibernético, desinformación…) y áreas geográficas (África, Ártico, Oriente Medio, Iberoamérica…), las desavenencias y desencuentros entre aliados y socios del bloque liderado por EE. UU parecen incrementarse y algo de gran importancia para Washington, el conflicto en Ucrania le está impidiendo focalizarse sobre el Indo-Pacífico, concretamente sobre su competición estratégica con Pekín. A todo esto, habría que añadir que los costes de sostener a Ucrania (económicos y militares) se irán multiplicando con el paso del tiempo, el sufrimiento humano se prolongará, amén de la cifra astronómica que significará la reconstrucción, más costosa cuanto más se alargue el conflicto.

Todo ello apunta a que la prolongación de la guerra solo proporcionará beneficios moderados a Washington, en el mejor de los casos, por lo que, no sería de extrañar que se pudiera iniciar una presión creciente estadounidense para que Kiev acepte negociar una salida al conflicto.

La UE podría llegar a conclusiones similares, ya que, está sufriendo las consecuencias de este conflicto en términos económicos, sociales y viendo prácticamente desvanecerse sus aspiraciones de una mayor autonomía estratégica18 (por el contrario que su socio norteamericano, que se está beneficiando en términos económicos y de mayor dependencia europea de Washington). Así pues, cabe preguntarse si el interés de la UE está en apostar por una derrota rusa, que parece inalcanzable, o en alcanzar una negociación de paz lo antes posible. En este sentido, no parece que el ambiente político y la opinión pública europea apunten hacia un pragmatismo descarnado, en el que el futuro de Ucrania se sacrifique por alcanzar una paz a cualquier precio, pero tampoco conviene que la política exterior de Bruselas se guíe por un moralismo idealista que resulte claramente contrario a los intereses fundamentales de la Unión. Bruselas debería conciliar intereses e ideales en un difícil, pero necesario equilibrio, que permita alcanzar una solución factible y alternativa a una guerra prolongada, lo que obligaría admitir condiciones por parte de Moscú, con las que Kiev no estaría muy de acuerdo.

Así pues, tanto Washington como Bruselas, en lo relativo a la duración del conflicto y la recuperación del territorio ucraniano ocupado y anexionado por Rusia, parecen tener intereses no coincidentes con Kiev.

Otro factor importante es que, el esperado apoyo masivo internacional a las sanciones económicas y al aislamiento diplomático de Rusia (que se iba a convertir en un paria internacional), no se ha producido, más allá de los tradicionales aliados más próximos a Washington en Occidente y Asia. Europa está ya sufriendo las consecuencias de dichas sanciones, que apenas están afectando a EE. UU., ya que, en mayor medida afectan al suministro de energía, que ahora proviene de otros productores y que resulta notablemente más cara, beneficiando a su vez a Washington, que ha aumentado sustancialmente sus ventas de gas licuado a Europa (las de armamento también y de manera muy relevante, pero no es objeto de nuestro análisis). Estos costes se están haciendo sentir en la opinión pública europea que, hasta ahora, los ha soportado con resignación, pero no está claro hasta cuándo la situación se mantendrá y hasta dónde estarán dispuestos a llegar los gobiernos de los socios europeos, si los costes sociales comienzan a afectar las intenciones de voto.

Por último, está la reacción del denominado Sur Global, es decir, de todos aquellos Estados no pertenecientes al bloque occidental ni al núcleo de aliados y socios más próximos a EE. UU. Se puede afirmar que su posición con respecto al conflicto es cuando menos distante, considerando el conflicto como una guerra entre occidentales que no les incumbe gran cosa y a la que no desean verse arrastrados19. De entre ellos, destaca especialmente India, un socio al que Washington corteja con insistencia, por necesitarlo para contrarrestar a China, pero que no solo se está aprovechando de la coyuntura para adquirir petróleo ruso más barato, sino que también se resiste a tomar partido, interpretando la situación como una oportunidad para reposicionarse ante el cambio de equilibrios de poder que se están produciendo20.

Si la economía rusa resistiera indefinidamente a las sanciones económicas y comerciales, apoyada por China, podrían producirse dos efectos inesperados y perniciosos. Por un lado, la economía europea podría agotarse, o llegar al hartazgo de los efectos negativos. Pero, por otro lado, dada la escala y magnitud de las sanciones, el control monetario y financiero global estadounidense podría empezar a ser cuestionado, es decir, a perder credibilidad, lo que dificultaría la financiación de su enorme déficit comercial que, hoy por hoy, se basa en dicha credibilidad y en el control férreo de las agencias de rating económicos y financieros. Esta sola posibilidad, si bien de escasa probabilidad, por sí sola, debe estar pesando de manera importante sobre los estrategas del hegemón norteamericano, por lo que, la prolongación del conflicto podría acabar amenazando uno de sus intereses vitales.

La situación para la UE sería similar a la estadounidense ya que la financiación de las abultadas deudas nacionales de algunos de sus miembros, así como la estabilidad de sus economías, depende en gran medida de la evolución económica y financiera estadounidense. Los intereses fundamentales europeos con relación a la guerra de Ucrania podríamos resumirlos en dos: evitar una escalada nuclear y que el conflicto involucre a más Estados, especialmente evitar una guerra OTAN-Rusia. Para ello, todo lo que prolongue el conflicto, también resultaría ser contrario a los intereses europeos. Pero la acción de la UE en el conflicto está en gran parte dirigida por criterios dependientes de la respuesta emocional de los votantes europeos, lo que no es una buena señal. Los criterios morales en geopolítica tienen su importancia, ya que, generan motivación y establecen límites aceptables, pero seguir líneas de acción basadas únicamente en principios morales trufados de emociones puede ir en contra de los propios intereses cruciales y representar una receta para el desastre.

A la vista de lo expuesto, se puede concluir que los intereses de EE. UU. parecen no estar alineados con los de Ucrania en muchos aspectos, e incluso en alguno diferirían de los de la UE (con la que coincidiría plenamente en que los objetivos de máxima prioridad serían evitar un conflicto nuclear y una confrontación OTAN-Rusia). La diferencia fundamental es que, para Ucrania es un conflicto existencial, mientras que para EE. UU. no, aunque están en juego sus intereses globales. Para la UE, si bien están en juego factores más importantes que para EE. UU, tampoco es un conflicto existencial, en el que, además de su seguridad ante potenciales agresiones futuras, una cierta dosis de emocionalidad juega un importante papel, ya que, se siente obligada a apoyar a un Estado europeo que ha sido brutalmente agredido (las imágenes del sufrimiento de la población civil producen un gran impacto en la opinión pública europea). Opinión pública que puede cambiar si la crisis económica generase relevantes tensiones sociales y amenazara la estabilidad de los gobiernos.

Tarde o temprano, las diferencias terminarán aflorando a la superficie. Si los condicionamientos morales se imponen al pragmatismo se continuaría por el camino en el que nos encontramos, lo que aumentaría el riesgo de escalada y, por lo tanto, las posibilidades de una confrontación Rusia-OTAN que, a su vez, podría muy bien desembocar en una confrontación nuclear.

Si, por el contrario, se impusiera el pragmatismo, EE. UU. podría decidir que la prolongación del conflicto perjudica sus intereses fundamentales y empezar a retirar su apoyo (militar y/o financiero) a Kiev para forzarle a una negociación a la que, en principio, esta última es reacia. En dicho caso, la UE debería decidir entre seguir el dictado estadounidense o analizar qué curso de acción se ajusta más a sus intereses.

Así, Ucrania se podría ver forzada a aceptar una negociación con condiciones que la obligaría a renuncias (territoriales y posiblemente de otro tipo) que no recompensarían en absoluto los enormes sacrificios que está arrostrando, confiada en la continuidad del apoyo occidental.

Conclusiones

La guerra de Ucrania está suponiendo el mayor esfuerzo bélico que ha presenciado el continente europeo desde la Segunda Guerra Mundial y su continuación entraña unos riesgos potencialmente apocalípticos, además del terrible sufrimiento humano y las negativas consecuencias económicas que ya está provocando a nivel global y europeo.

A pesar de las exitosas ofensivas ucranianas de la segunda mitad de 2022, la guerra ha entrado en una nueva fase, que parece no favorecer las aspiraciones de Kiev de recuperar todo el territorio ocupado por Rusia, mientras que esta última parece haber recuperado la iniciativa.

La brutal agresión rusa ha puesto de manifiesto la necesidad de contar con el gran hegemón norteamericano para garantizar la seguridad europea, pero, aun así, la UE debería esforzarse por recuperar el debate sobre la necesidad de alcanzar mayores cotas de autonomía estratégica, evitando ser una mera comparsa de las decisiones que se toman al otro lado del Atlántico, ya que, no siempre podrían coincidir con los intereses europeos.

Los intereses de Kiev, Washington y Bruselas no son plenamente coincidentes, aunque la UE y EE. UU. parecen coincidir en su firme voluntad de evitar una escalada nuclear y un conflicto OTAN-Rusia, que pudiera llevar a la anterior. Así, ambos actores deberían focalizar sus esfuerzos para evitar dichos escenarios, de consecuencias desastrosas para todos.

Dado que la prolongación de la guerra aumenta dicha probabilidad, EE. UU. podría llegar a la conclusión de que perjudica sus intereses fundamentales, por lo que, para forzar a Ucrania a aceptar los términos de una negociación con concesiones, que por ahora Kiev no desea, podría ir retirando su apoyo de manera selectiva y progresiva.

Caso de que Washington tomara dicha decisión, Bruselas difícilmente podría continuar con el apoyo en solitario. En este sentido, la UE, junto a los Estados que la forman, deberían esforzarse para que su voz sea escuchada a la hora de encontrar una salida estable y duradera al conflicto. Dicha solución debería preservar la mayor cantidad de territorio ucraniano que sea posible, pero también tener en cuenta las susceptibilidades de seguridad de Moscú, ya que, una Rusia con afán de revancha seguirá suponiendo una amenaza que tarde o temprano se acabaría manifestando, pero esta vez con las lecciones aprendidas tan duramente durante el actual conflicto.

En el difícil, pero no imposible, equilibrio entre una geopolítica dirigida por consideraciones morales o por un pragmatismo aséptico, podría encontrarse la paz que todos deberían desear.

José Luis Pontijas Calderón*
Doctor en Economía Aplicada por la UAH Profesor de Geopolítica y Estudios Estratégicos en la UC3M
@JoseLuiPontijas

Referencias:

1 «Orbán is telling Ukraine to quit», POLITICO. 1 de febrero de 2023. Disponible en: https://www.politico.eu/article/hungary-viktor-orban-is-telling-ukraine-to-quit-russia-war/ [consulta: 13/2/2023].

2 COHEN, Raphael y GENTILE, Gian. «Why Putin´s Nuclear Gambit Is a Huge Mistake», Foreign Policy. 19 de octubre de 2022. Disponible en: https://foreignpolicy.com/2022/10/19/putin-war-ukraine-nuclear-weapons-escalation- west-nato/ [consulta: 13/2/2023].

3 BUGOS, Shanon. «Putin Orders Nuclear Forces on Higher Alert», Arms Control Association. Marzo 2022. Disponible en: https://www.armscontrol.org/act/2022-03/news/putin-orders-russian-nuclear-weapons-higher-alert, [consulta: 13/2/2023].

4 KOFMAN, Michael y FINK Anna. «Escalation Management and Nuclear Employment in Russian Military Strategy», War on the Rocks. 23 de junio de 2020. Disponible en: https://warontherocks.com/2020/06/escalation-managementand-nuclear-employment-in-russian-military-strategy/ [consulta: 13/2/2023].

5 SONNE, Paul y HUDSON, John. «U.S. Has Sent Private Warnings to Russia Against Using a Nuclear Weapon», Washington Post. 22 de septiembre de 2022. Disponible en: https://www.washingtonpost.com/nationalsecurity/2022/09/22/russia-nuclear-threat-us-options/ [consulta: 13/2/2023].

6 Disponible en: https://www.statista.com/chart/28489/ukrainian-military-humanitarian-and-financial-aid-donors/ [consulta: 14/2/2023].

7 VV. AA. «Pathways to Russian Escalation Against NATO from Ukranian War», RAND Corporation. 4 de octubre de 2022. Disponible en: https://www.rand.org/pubs/perspectives/PEA1971-1.html [consulta: 13/2/2023].

8 EUROPA PRESS. «Zelenski culpa a Rusia de "los misiles" caídos en Polonia que han dejado dos muertos: "El terror no se limita a nuestras fronteras"», 20 minutos. 15 de noviembre de 2022. https://www.20minutos.es/noticia/5076896/0/zelenski-reaccion-rusia-ucrania-misiles-polonia-muertos-guerra/ [consulta: 21/2/2023].

9 SANZ, Juan Antonio. «La OTAN y Rusia van hacia una confrontación total que solo Alemania intenta contener», Público. 23 de enero de 2023. Disponible en: https://www.publico.es/internacional/otan-rusia-confrontacion-totalalemania-contener.html [consulta: 21/2/2023].

10 «Los problemas del gobierno alemán en plena guerra de Ucrania», elDiario.es. 16 de enero de 2023. Disponible en: https://www.eldiario.es/internacional/problemas-gobierno-aleman-plena-guerra-ucrania-dimision-defensa-presionenviar-tanques_1_9869109.html [consulta: 14/2/2023].

11 Informe Semanal de Política Exterior, nº. 1311, Política Exterior. 13 de febrero de 2023. Disponible en:https://www.politicaexterior.com/articulo-completo/union-europea-urgencia-industrial-en-europa-329292/ [consulta: 14/2/2023].

12 El paquete estadounidense engloba el plan de infraestructuras (1.200 millones de dólares), la Ley Chips y Ciencia (280.000 millones) y la Ley de Reducción de la Inflación (IRA por sus siglas en inglés, 393.700 millones) y pretende reducir la dependencia de la cadena de suministro china (en especial de productos clave como tecnología de energía verde y semiconductores) y «nacionalizar» la producción de bienes estratégicos.

13 BLAKE, Aaron. Washington Post. 6 de febrero de 2026. Disponible en: https://www.washingtonpost.com/politics/2023/02/06/gop-polls-russia-ukraine-territory/

14 SMELTZ, Dina et al. The Chicago Council on Foreign Affairs. Diciembre de 2022. Disponible en:
https://globalaffairs.org/sites/default/files/2022-12/Ukraine%20Brief%20CMS.pdf [consulta: 14/2/2023].

15 NEWSROOM. «More Americans Believe US provides too much support to Ukraine», Modern Diplomacy. 3 de febrero de 2023. Disponible en: https://moderndiplomacy.eu/2023/02/03/more-americans-believe-us-provides-too- much-support-to-ukraine/?utm_source=twitter&utm_medium=social&utm_campaign=ReviveOldPost [consulta: 14/2/2014].

16 POSEN, Barry. «Haw Moscow Has Partially Recovered from Its Military Setbacks», Foreign Affairs. 4 de enero de 2023. Disponible en: file:///C:/Users/jlpon/Documents/00%20TRABAJO%20ANALISTA/03%20EU- OTAN/Ucrania/230105%20Russia%20rebound.pdf [consulta: 14/2/2023].
NÚÑEZ CIFUENTES, Ana. Mecanismos de sanción internacional a través del sistema financiero: un arma económica contra Putin. Documento Marco IEEE 02/2023. https://www.ieee.es/Galerias/fichero/docs_marco/2023/DIEEEM02_2023_ANANUÑ_Mecanism os.pdf IEEE (consultado 15/2/2023).

17 Disponible en: https://www.imf.org/en/Countries/RUS [consulta: 14/2/2023].

18 TOCCI, Nathalie. «The paradox of Europe´s Defence Moment», Texas National Security Review. Diciembre de 2022. Disponible en: https://tnsr.org/2023/01/the-paradox-of-europes-defense-moment/ [consulta: 14/2/2023].

19 TODD, Emmanuel. «La Troixième Guerre Mondiale a Commencé», Le Figaro. 12 de enero de 2023. Disponible en: https://www.lefigaro.fr/vox/monde/emmanuel-todd-la-troisieme-guerre-mondiale-a-commence-20230112 [consulta: 14/2/2023].

20 MENON, Shivshankar. «Out of Alignment, What the War in Ukraine Has Revealed About Non-Western Powers», Foreign Affairs. 9 de febrero de 2023. Disponible en: https://www.foreignaffairs.com/world/out-alignment-war-in- ukraine-non-western-powers-shivshankar- menon?utm_medium=newsletters&utm_source=fatoday&utm_campaign=Out%20of%20Alignment&utm_content=202 30209&utm_term=FA%20Today%20-%20112017 [consulta: 14/2/2023].