Cómo cortar el nudo gordiano que agarrota la operatividad de la Agencia Espacial Española

Introducir factores políticos de carácter partidista y coyuntural en el proceso de creación de una nueva estructura del Estado de gran importancia estratégica no suele ser un primer paso bien dado.
Y esa pisada inicial, equivocada desde mi punto de vista, es el origen de los principales males que aquejan a la Agencia Espacial Española ‒en adelante AEE‒, una organización cuyo escaso personal está asentado en teoría en Sevilla, que va camino de cumplir su primer año de edad, pero que todavía no está operativa ¿Y eso?
Pues porque sufre una seria descapitalización de profesionales civiles cualificados. De una plantilla sobre el papel del orden de 80 personas, está carente de buena parte de funcionarios y personal laboral técnico con amplios conocimientos y experiencia en la gestión de programas espaciales nacionales e internacionales, cualidades imprescindibles para participar en grupos de trabajo y foros altamente competitivos.

Se han esfumado muchos técnicos veteranos que durante décadas han volcado sus esfuerzos en asuntos espaciales desde el Centro para el Desarrollo Tecnológico y la Innovación (CDTI), cuyo edificio principal está en el centro de Madrid. En buena medida han sido quienes año tras año han incrementado las millonarias cargas de trabajo para la industria española en los programas de la Agencia Espacial Europea (ESA) y en otras instancias del ecosistema espacial global.
Pero son hombres y mujeres que, como otros muchos, tienen sus viviendas hipotecadas, hijos en edad escolar o en la Universidad, con sus parejas en puestos de trabajo en la vida privada o en la administración y con su vida hecha en la capital de España. Nunca contemplaron tener que moverse de Madrid y no pueden ni quieren abandonar su lugar de residencia para trasladarse a Sevilla.

La nueva etapa que se abre para potenciar la Agencia
Y ¿qué ha pasado? Pues que la mayoría se ha buscado un nuevo lugar bajo el Sol, bien por traslado dentro del propio CDTI o porque han resuelto dar el salto al sector privado. No es que hayan dimitido, es que con mucha pena, me consta, se han visto forzados a decir adiós a su ilusionante trabajo de muchos años. Entonces ¿quienes asumen en la AEE las competencias que ejercía el CDTI, una especie de mini agencia espacial? Respuesta: nadie, en la mayoría de los asuntos.
Dicho lo anterior, parece evidente que la Agencia superará las dificultades que ahora la mantienen atenazada y, en la práctica, cuasi paralizada. Quiero confiar en que dentro de un plazo razonable alcanzará la madurez necesaria para entrar en eficacia. Y es que una nueva y esperanzadora etapa se abre ante la AEE, si es que el hombre o mujer que en breve asumirá su dirección ejecutiva ejerce con firmeza el papel que le asignan los Estatutos de la AEE.
Con fecha 21 de febrero está todavía por designar la persona que debe ejercer la responsabilidad de cortar el nudo gordiano que algunos políticos han creado en torno a la Agencia, cuya etapa inicial concluyó hace dos meses con la salida de su primer director general, Miguel Belló. Exitoso hombre de empresa y con prestigio en el sector, Belló había tomado los mandos de la AEE con carácter transitorio el 20 de abril de 2023.

Acostumbrado al ritmo frenético del sector espacial en su dimensión mundial, para su sorpresa se encontró con carencias y obstáculos administrativos de todo tipo. Tuvo que arrancar la Agencia a marchas forzadas, a la vez que se prodigaba en variados escenarios dentro y fuera de España para dar visibilidad a la nueva AEE. Pero, harto ya de estar harto, tiró la toalla a finales de diciembre, tan sólo ocho meses después de asumir el cargo de director ejecutivo.
¿Cuál es hoy la situación? Hace apenas 72 horas que se ha cerrado el plazo de presentación de candidaturas para acceder al puesto de director general que dejó vacante Belló. Un Comité de Selección de seis personas ya estudia los currículos y debe proponer a la presidenta de la Agencia, que es la ministra de Ciencia, Innovación y Universidades, Diana Morant, “hasta una terna” de los que consideran más capacitados para llevar las riendas ejecutivas de la AEE.

Elegir Madrid como sede secundaria
Los aspirantes al puesto, que tiene rango de subsecretario ‒que no es moco de pavo‒, deben acreditar, por ejemplo, que conocen el ecosistema industrial y tecnológico espacial nacional, que tienen experiencia en programar y ejecutar proyectos, que gozan de buenas relaciones en la Agencia Espacial Europea (ESA) y que saben de gestión económica en organizaciones similares. ¿Los hay con ese perfil? Por supuesto, y me consta que varios de ellos han presentado sus candidaturas.
No se ha hecho pública la fecha límite en que el Comité tiene que elevar la terna al Consejo Rector de la agencia que preside la ministra Morant, ni cuando el citado Consejo debe tomar su decisión. Pero se quiere que sea cuanto antes. Lo que sí se sabe es que el equipo evaluador está formado por el director del Instituto de Astrofísica de Canarias, Rafael Rebolo; el teniente general Ignacio Bengoechea, ex segundo jefe del Estado Mayor del Aire y del Espacio; y el exdirector del Departamento de Seguridad Nacional, general Miguel Ángel Ballesteros, impulsor de la creación de la AEE.

También integran el equipo la directora general corporativa de Hispasat, Ana María Molina; la directora del Centro Español de Soporte de Operaciones Espaciales, la catedrática de la Universidad Politécnica de Madrid, Ana Laverón; y Cristina Garmendia, ministra de Ciencia e Innovación del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero entre 2008 y 2011, que es quien preside el Comité Seleccionador.
Una vez nombrado el nuevo director general, tendrá que poner en marcha algunos de los programas que están a la espera, a la vez que solventar el problema humano ¿Cómo acoger de nuevo a los veteranos que durante años han pugnado en la ESA por conseguir millonarias cargas de trabajo para la industria española? Se baraja una solución. Como no hay vuelta atrás con Sevilla, la alternativa más plausible sería constituir en Madrid o sus alrededores una sede complementaria. Es más fácil decirlo que hacerlo, porque habría que convencer a los técnicos que ya han abandonado el barco. Pero por intentarlo, que no quede.

Sería deseable que los Ministerios de Ciencia y Defensa, bajo cuya adscripción se encuentra la Agencia, recapacitaran y se convencieran de los beneficios de tal medida. Pero hay que contar con el plácet de Moncloa. La primera decisión que tomó el presidente Sánchez allá por junio de 2022 fue descartar Madrid. Después, el Ejecutivo organizó un paripé de proceso de selección a escala nacional. En diciembre de 2022, el Consejo de Ministros se inclinó por Sevilla, una medida que debía favorecer que el alcalde de la ciudad hispalense, Antonio Muñoz, retomara la vara de mando tras las elecciones municipales de mayo de 2023. Pero no fue posible.
No existe ningún impedimento legal para que la AEE tenga una segunda localización en Madrid. Los centros de decisión gubernamentales en el plano espacial están en la capital. El CNES, el equivalente francés a la agencia española, tiene su sede central en París y una segunda en Toulouse. Es cuestión de voluntad ¿El presidente Sánchez no presume de cambiar de opinión? Pues con la agencia tiene una nueva ocasión.